Chūō Tír na nÓg [Café & Bar]

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hace rato los ando roleando con esto de fondo así que la aviento *vibing*

Me hacía un poco de gracia que incluso lo que él consideraba el episodio más vergonzoso de su vida cumpliera perfectamente como la mera osadía de un hermano preocupado. Seguía siendo noble, eso quería decir. Le concedí una sonrisa algo enternecida y asentí, desviando la mirada hacia el fondo del bar. Podía comprender la angustia de esperar resultados médicos, la incertidumbre casi asfixiante que generaban. Aún así, si a él le causaba vergüenza estaba en su derecho de sentirlo. Por eso no dije nada.

Su siguiente pregunta me pilló aún con la vista perdida más allá. Me sonreí, repiqueteé las uñas negras en el cristal de la copa y deslicé la mirada de regreso a Suiren. Mi placer culposo, ¿eh? Me daba a mí que comenzaba a perder con este jueguito de las confesiones. Bebí sin prisa, regresé el trago a la mesa y me senté al borde del sofá. Pude inclinarme, entonces, y le indiqué que se acercara, como si pretendiera revelarle un gran secreto. Sin ponerle un dedo encima, me estiré hasta alcanzar su oreja y allí susurré.

—Tengo manos ligeras. A veces me divierto pillando tonterías sin que la gente se dé cuenta, robo quizás una mentita y las regreso. A principio de año hubo una mascarada en una mansión de Chiyoda y ¿sabes? Cuando la gente está entretenida y borracha es increíblemente fácil quitarles cosas.

Y aquello de que no le había puesto mano encima era, en realidad, mentira. Había alargado la explicación a propósito para mantener la excusa de la cercanía, pretendiendo distraerlo. Cuando regresé a mi espacio, alcé su billetera entre nosotros con aire victorioso y se la dejé sobre la mesa.

—Pero puedes estar tranquilo, no le robo a mis amigos~ —Me mantuve sentada al borde del sofá y retomé mi pregunta anterior para hacer la siguiente. Estaba prohibido regresar las preguntas, no copiar las propias, ¿cierto?—. ¿Y la más violenta?

 

En el momento que giró el rostro en busca de mis ojos supe que había logrado sorprenderlo. Normal, ¿no? Era consciente de que el pequeño detalle contradecía la imagen que daba en la escuela. Llamarlo capricho o no, haberlo pillado con la guardia baja me provocó una satisfacción extraña y, antes de retroceder, le dediqué una sonrisa del calibre. Debería darme vergüenza, vaya, pero llegados a este punto mejor me lo tomaba con gracia.

Seguí sus movimientos al palparse los bolsillos, noté la risa que soltó sobre el borde de la copa y me encogí de hombros cuando dijo que no se lo había esperado, entre indiferente y alegando inocencia.

Omitió mi pregunta, lo cual me dejó un punto arriba, y al llamar al mesero miré mi propia copa, notando que le quedaba poco. Revisé el menú con cierta velocidad, filtrando las bebidas que tuvieran vodka para, igual que él, no andar mezclando alcoholes. Pedí entonces un Empress Garden y me acabé el trago, permitiendo que el mozo se retirara con los vasos vacíos. Mastiqué algunos palitos de queso, Suiren hizo su nueva pregunta y me sonreí, divertida por la coincidencia. Había mantenido su torso sobre la mesa y yo seguía al borde del sofá, así que la distancia se recortó. Pude detallar sus ojos y hablar más bajo. Recordé la tontería que le había dicho a Gaspar en el tour escolar y decidí reutilizarla, porque aplicaba y en cierta forma me divertía.

—Sorry, hon. Si te lo dijera, tendría que matarte.

La respuesta habría sido el dichoso negocio de la falsificación de joyas, eso y los móviles robados eran las únicas mierdas ilegales que había hecho o planeaba hacer. Ambas derivaban en información desagradable o imprudente. Había aprendido de mis errores, o al menos eso creía, y soltar detalles de una empresa que, para la gracia, involucraba más personas, habría sido sumamente estúpido de mi parte; incluso si Suiren era ajeno al bajo mundo en general. Justamente por asumir mierdas o confiarme demasiado había acabado encerrada en un cuarto oscuro, recibiendo un castigo del cual mis verdugos me creían merecedora.

Y quizás así fuera.

Pero el hecho no los convertía a ellos en inocentes.​

—Very well —retomé, contabilizando las preguntas en mi mente; esta era la cuarta y me reí de antemano, entre divertida y avergonzada con mi propia tontería. Aún así la solté—. ¿Cuál es tu fantasía sexual más extraña?

 

La sorpresa se me imprimió en el gesto al confesarme su primera fantasía. Había afirmado los codos al borde de la mesa, como él, y estaba jugueteando con mis manos a un costado de mi rostro. Alcé las cejas ligeramente y la diversión me ensanchó la sonrisa, puede que la incredulidad también. Intenté... ¿imaginar el panorama? No, no, eso no. En mi mente Suiren era, como, totally straight por alguna razón, y hasta ahora notaba el detalle. Y su mejor amigo, de toda la gente. Conecté los puntos medio de golpe y solté una risa baja. De por sí me entretenía el detalle de la mención puntual y nuestra broma establecida de los mejores amigos, pero tenía algo más divertido que mencionar.

—Vale, a ver si entendí bien —murmuré, acercándome un poquito más a él, y fui gesticulando conforme planteaba la situación—. Me estás diciendo que tu fantasía es hacer un trío con tu bestie, ¿correcto? Quien resulta ser... el hermano de tu ex novia. —La sonrisa me descubrió la dentadura y no pude evitar molestarlo—. Someone's very fond of that family, huh?

La segunda fantasía no me facilitó material para picarlo, así que me limité a asentir y juguetear con los anillos en mis dedos a la espera de su pregunta. Se mantuvo en una línea similar a la mía y fruncí el ceño, pensativa. ¿Qué me excitaba? Pues... ¿los hombres? Venga, no se me ocurría nada, pero no podía ser. Algo tenía que haber, ¿verdad? Me embarqué, pues, en una auténtica odisea mental, repasando mis encuentros sexuales como científico con microscopio en busca de extraer un factor común. El mesero se acercó con las bebidas y al agradecerle, por alguna razón, me iluminé.

Probé el trago nuevo y asentí, satisfecha. Estaba muy rico. Me incliné apenas para hacer la confesión.

—I like to watch —susurré, suave, y retrocedí los centímetros que había avanzado—. En plan... ¿En sentido amplio, digamos? Una vez estábamos jugando con unos amigos y establecimos un reward system bastante estúpido. Una cosa llevó a la otra y nos dimos un par de besos, but the thing is... Cuando ellos se besaron, ¿sabes? No pude quitarles la vista de encima, la verdad. —Una risa vibró en mi pecho y me encogí de hombros, indiferente—. También me gusta mirar en general, cuando... me hacen cosas y así, ¿entiendes? Supongo que soy una persona bastante visual.

Pedazo de conversación estábamos teniendo en un bar de haditas y elfos mágicos. Volví a beber de mi trago y seleccioné mi pregunta. Ya era la quinta, pero si la respondía seguiríamos empatados y ¿tocaría desempatar, suponía?

—Since we're at it... ¿Qué es lo más loco que has hecho? En un contexto sexual, digo.

 

Mi expresión se contrajo, genuinamente confundida, en cuanto me aclaró el malentendido que me había formado del aire. ¿Cómo había enredado tanto la información? ¿Había asumido lo de su ex por lo del beso que me había contado? Hombre, llegados a este punto ni siquiera sabía. Resoplé bajito, algo frustrada por la confusión, y me reacomodé un poco en el sofá.

—Ah, ya. Perdona —murmuré, algo avergonzada.

Era una tontería, la verdad, pero de por sí me había mofado de él en base a información irreal y... en fin, un momento incómodo.

Se explicó brevemente respecto a la cuestión del trío y pude olvidar gradualmente la vergüenza de mi error. Aún me generaba algo de curiosidad por qué la cuestión involucraba en específico a su mejor amigo, ¿era algo que ya habían hablado? ¿Cómo se tenía una conversación del calibre? Lo dejé correr, sin embargo; no quería pecar de metiche. Cada uno con sus kinks, ¿no?

Mastiqué unos palitos de queso tras responderle y mientras aguardaba su propia confesión. Decía que nunca había hecho nada loco en la cama y solté una risa baja ante su anécdota de la bibliotecaria. Now that's kinky!

—How shameless —acordé, divertida y en un tono suave, para luego fruncir los labios—. Hmm, no es divertido si gano así. Además, yo creo que es una respuesta válida, ¿no? No puedes pasar de lo que no existe. ¿Te parece si intentamos desempatar?

Mi sonrisa se acentuó apenas y jugué vagamente con un mechón de mi cabello.

—A menos, claro, que tengas muchas ganas de recompensarme~

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esa fui yo messeando completamente la información JAJAJA perdón sasha, te comiste mi dumbness de gratis

 

Me mantuve pensativa algunos segundos, en busca de posibles alternativas. Había competencias que quedaban descartadas por completo against a fucking russian como, por ejemplo, carreras de chupitos. El contexto no nos daba mucha libertad. Seguí recorriendo categorías mentales, por algún motivo derivé en mi primera conversación con Frank y la estupidez, muy a mi pesar, me dio una idea. El cabrón se había sentado a charlar y, de forma totalmente inadvertida, había recabado y asociado información como si fuera el puto Sherlock.

—Hemos recolectado bastantes datos del otro, ¿cierto? Y hasta el momento, sólo hubo un tema del cual no quisimos hablar. —Estaba todo lo relacionado a mi trabajo y, por su parte, el supuesto episodio violento—. Para la ronda final, podemos intentar adivinar lo que el otro quiso ocultar. El margen de error y la amplitud de la conclusión las dejamos a consideración del otro, quien decidirá si tomar como correcto o no lo que arriesguemos.

Volví a revisar el menú tras la sugerencia de Suiren. No había muchas opciones de comida, la verdad, y pensé en algo capaz de complementar la entrada.

—¿Te parece este? —Me acerqué a él y le indiqué la elección con la punta de la uña, pronunciando lo correspondiente en francés con acento fluido—. Butcher's hors d'oeuvre platter.

Traía variedades de salami, hígado ahumado, jamón a la pimienta y ¿cobre? ¿El cobre se comía?

 

Suiren aceptó tanto mi sugerencia de comida como mi idea para el desempate. Cuando el mesero se retiró, regresé un poco la espalda y alisé brevemente la falda de mi vestido, aguardando. Adivinar del aire era difícil, podríamos darnos al menos una ventaja de algunas preguntas sencillas para ubicarnos en el mapa. Recibí su primera deducción, la de que trabajaba en un lugar nocturno, y asentí con suavidad.

—Podemos hacernos máximo tres preguntas de sí o no, ¿te parece? Para ayudarnos. —En vez de turnarnos, consideré más dinámico seguir con el ritmo anterior y entonces pregunté—: Este episodio, ¿implicó o se desencadenó por alguna clase de actividad ilegal previa?

Mi análisis seguía un hilo relativamente ordinario: por lo que sabía de Suiren y su reticencia a hablar al respecto, el famoso evento violento debía aparejarle alguna clase de peso emocional. Había descartado la vergüenza, considerando que lo más bochornoso que veía de su vida había sido robar unos estudios médicos. La emoción se manifestaba, usualmente, a raíz de una ausencia en la autopercepción del derecho. Uno sentía vergüenza de hacer, decir, sentir o recibir aquello que creía no debería experimentar. Imaginar a Suiren envuelto en un episodio de violencia era inesperado pero no imposible, así que podía intentar recortar aristas. ¿Cuáles eran los triggers más frecuentes de episodios de violencia? Para abarcar la mayor cantidad posible, podía tomar prestado el marco de la ley. Un robo, un caso de acoso, violencia previa, entre otros.

Era consciente de que me había puesto bien intensa con el tema y me importaba bien poco. Tenía una personalidad competitiva de por sí, tenía mi orgullo y, para bien o para mal, había una pequeña parte de mí que admiraba ciertos aspectos puntuales de Frank. Creía que su astucia y capacidad de observación eran facultades primordiales en el mundo donde se movía, y si quería montarme el negocio del siglo con los chicos, más me valía esforzarme por cultivarlas.

 

Su segunda pregunta me pilló repasándome los labios ligeramente con la lengua y sonreí amplio, como quien se sabe descubierto en medio de una travesura. El rizo con el cual me había distraído se deslizó fuera de mi mano y regresó a su lugar, suspiré, y asentí.

—Un poco, sí.

No era nada demasiado marcado ni tampoco me quitaba el sueño por las noches, pero lógicamente tenía mis reparos y, si lo comparaba con mi trabajo anterior, la diferencia saltaba a la vista. No tenía sentido mentir, de hecho iba contra las reglas del juego, y en el mismo paquete... tampoco iría a mentirme a mí misma. ¿Revelarle esta información ponía en riesgo a Suiren? No lo creía, vaya. La lógica se compartía sin complicaciones con aquello que Yaboku, muy elocuentemente, me había escupido a la cara.

Sin preguntas se estaba a salvo.

Él, por su parte, también había asentido. Analicé el panorama durante algunos segundos, abstraída en mis pensamientos, y entre tanto seguí bebiendo de mi trago. Al episodio le antecedía una actividad ilegal. Era un espectro amplio, lamentablemente no había encontrado la manera de limitarlo un poco más, pero se podía trabajar. Mi pregunta original había asumido que el carácter violento del suceso provenía, al menos, de él mismo, lo cual descartaba un par de posibilidades. ¿Qué incidentes podían ameritar que Suiren llegara a tanto? ¿Implicaba ira? Repasé lo que sabía de él, sus motivos de vergüenza, cómo había hablado de abandonar a su padre. La existencia de su ex novia, las decisiones que había tomado por su hermana. Su madre con su nueva pareja.

Lo miré y una sonrisa ligera danzó en mis labios. Se trataba de encontrar el punto de quiebre, ¿cierto? Rastrear las líneas de estrés, los posibles triggers de un arrebato, y arriesgar allí. Descubrir el motivo, quizá, limitara la lista de personas implicadas.

—¿Estabas defendiendo a alguien?

Y Suiren, por sobre muchas cosas, me parecía una persona noble.

 

Un chispazo de satisfacción se propagó por mi cuerpo al confirmarme el acierto de mi suposición. Él también se estaba acercando mucho, vaya, de hecho ya no veía muchas chances de que pudiera errarle, de modo que su tercera y última pregunta no me sorprendió. Era curioso, ¿no? Todo se trataba de perspectiva. Una cosa era confesar mi sitio de trabajo, y otra muy diferente era que él lo adivinara. En el primer escenario me limitaba la precaución y la vergüenza, mientras que en el segundo...

Sonreí, satisfecha con sus deducciones, y asentí.

—Correcto~

Él, por su parte, estaba, en efecto, defendiendo a alguien. Si me permitía jalar de los estereotipos y ciertos patrones, diría que el espectro se reducía a ciertas mujeres: su ex novia, quizá, pero quien más se me asemejaba al contexto: su hermana. No pretendía desestimarla, pero su condición claramente la situaba en una posición de desventaja, de vulnerabilidad, y ya me había quedado claro lo mucho que Suiren estimaba a Violet. ¿Por qué, sin embargo, había querido pasar de la cuestión? ¿Qué le había impedido relatarme el suceso? No creía que fuera vergüenza, y en todo caso esa categoría la ocupaba otro evento. Le abochornaba haber robado estudios médicos pero no haber ejercido violencia para defender a su hermana.

Quizás estaba empleando un enfoque incorrecto y su reparo no se debía a la violencia del hecho en sí. En ese caso... Rumié y rumié, el camarero nos trajo la comida y le sonreí, pillando luego un pedacito de jamón. Estaba en desventaja contra él, o al menos así lo sentía. Si el impedimento no era su arrebato, y tampoco creía que lo fuera el papel de la "víctima", eso me dejaba con una incógnita.

—El motivo por el cual pasaste originalmente de la pregunta —planteé, concentrada en mis propios trenes de análisis—, ¿está relacionado con la persona, o las personas, contra las cuales ejerciste dicha violencia?

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lo que me estoy exprimiendo la neurona no tiene nombre JASJSAJ

 

Me desinflé los pulmones, ligeramente decepcionada, al haber fallado mi última pregunta. El hecho en sí me daba información, sólo que no tanta como habría querido o necesitado. Supuse que el peso emocional no se relacionaba al tercero en desgracia, lo cual lo desvinculaba de Suiren. Eso... Podía ser cualquiera, vaya.

Le di un trago a mi bebida y mastiqué una porción de queso en lo que Suiren soltaba su conclusión final. Oírlo me aflojó una risa nasal, algo burlona pero no dirigida a él. Un bar, había dicho, lo cual era y no era correcto. A mis ojos, el Paraja se caracterizaba principalmente por ser un casino, pero también era cierto que su nombre, el logo y cada cartel con la marca agregaba "bar" al final. Vaya.

—Eso... es parcialmente correcto —definí, junto a una risa fresca. ¿Tan difícil iba a resultarnos acabar el condenado juego?—. Digamos que tienes cero cincuenta sobre uno.

Exhalé, entonces, armando mi propia deducción. Iba a jalar de la suerte y la mera suposición, quizá me iba mejor de lo que estimaba.

—Y con respecto a ti... —Lo observé un par de segundos, como si su semblante fuera a darme alguna pista; cosa necia—. Acabaste peleándote con alguien, no sé quién, que quiso o intentó meterse con tu hermana.

 

Y... había perdido. Habíamos acabado tanto tiempo metidos en el juego que fue realmente decepcionante perder. Eso y los tragos encima, quizá, no me ayudaron a filtrar mi reacción. Arqueé las cejas y fruncí los labios en un auténtico mohín, desviando la mirada a un punto muerto. Me vacié los pulmones, decepcionada, y me tomó un par de segundos recuperarme. ¡Me había esforzado un montón!

Seguí sus movimientos de reojo, en lo que acababa su trago y pillaba un quesito. Subí a sus ojos al recibir su pregunta y volví a suspirar, como intentando quitarme la sensación de perdedora de encima. Por algún motivo recordé cuando debí asumir que era una gallina.

—Siempre pierdo contigo —me quejé, como una chiquilla, y me acomodé el cabello tras la espalda—. ¿Qué pasa, cielo? ¿Acaso quieres robarme la idea también?

Igual iba en coña, no tenía ningún problema con él. Le sonreí y me encogí de hombros, haciéndome la interesante. Ya lo había tenido pensado al premio, pero era lo único que me quedaba ¡y debería ganarse la información!

—Quizá te lo digo luego~ —definí, y para dar por concluido el tema, agregué—: Por cierto, mi segunda opción era tu novia. Bueno, ex novia. No tienes que decirme nada, sólo tengo el orgullo de detective herido. ¡Y hablando de eso! Ahora que lo pienso, no sé nada de ella. I was wrong, you know. —Apoyé los codos en la mesa y descansé la barbilla en mis manos, ladeando la cabeza para pestañearle adrede—. ¿Cómo la conociste? ¿Quién dio el primer paso?

¿Quería el chisme completo? Pues sí.