—¡E… ey! ¡Que no soy un robot tampoco! —protestó Tokomon al ser agarrado con ambas manos por el chico—. ¡Soy un digimon! Un digimon no es un robot, es un digimon y ya… y no es el nombre de ningún modelo, ¡es mi nombre! Tokomon se libró de su agarre y saltó al suelo con aire ofendido. Al parecer, que lo llamar un robot o por el estilo no le hacia ninguna gracia.
No dudo que eso fuera verdad, pero seguía esperando por respuestas. —¿Eso significa que tampoco tienes idea de por qué hemos llegado aquí? ¿O por qué vinieron a buscarnos? —Dirijo mis cuestiones a Bukamon, quién parece más cómodo en hacerse cargo de Irina.
Scottie se encogía en su lugar, abrazado a su pecho, apartado de todos los demás humanos que se habían ido alejando. Pero en cuanto alzó la vista del suelo, descubrió que no se encontraba solo. Una pequeña criatura gelatinosa se encontraba frente a él. Su piel era color crema y no era muy alto; Scottie debía medir casi el triple de alto que la pequeña criatura. Tenía un pequeño cuerno sobre la cabeza, y dos grandes ojos que lo examinaban con curiosidad. —¡Hola, Scottie! ¡Soy Gummymon! —saludó con alegría, ajeno a la tristeza del chico. En cuanto notó que no estaba precisamente animado, se acercó con delicadeza—. Ey, ¿qué sucede? ¿Te encuentras bien? Contenido oculto
Dylan Rogues Sonreí con diversión ante la molestia de aquel robot modelo Tokomon. Su inteligencia artificial era tan desarrollada que creía no ser un robot incluso. Porque... no era posible que sea otro tipo de ser vivo, ¿verdad que no? —Bueno, entonces, explícame, Tokomon: ¿qué es un Digimon? —pregunté finalmente, inclinándome hacia delante con mis codos apoyados en las piernas y los puños haciendo de soporte para mi cara. Nah... debía ser un robot, seguro. ¿Quién lo programaría?
—No… la verdad, esperábamos que ustedes tuvieran respuestas a esas preguntas —musitó Bukamon, rascándose la nuca con una de sus aletas—. Pe… ¡pero eso no significa que no vayamos a conseguir respuestas, sólo es cuestión de buscar a quien sepa al respecto! >> Así que anímate, Irina… al menos no estamos solos en esto, lo cual es genial, ¿verdad?
—¡Un digimon es un digimon! —soltó Tokomon, como si fuese la cosa más obvia—. Es… es una criatura digital y ya. Nacemos de huevos, aquí en el Pueblo de los Inicios… y luego crecemos y vivimos como cualquier otro… aunque claro, no hay otras criaturas aquí en el Digimundo… >> ¿Por qué estás tan obsesionado con los robots de todas formas? No puede ser… ¡¿acaso tú eres un robot?!
Scottie Peterson Volteé lentamente la mirada y... ¡Waaaaaah! Una criatura graciosita y tierna me estaba hablando, ¡pero igual me sentía asustado por estar en un lugar lleno de cosas desconocidas! Pero a pesar de mi susto, no grité... no fui capaz. Estaba temblando, y tratando de hacer más lenta mi respiración que se encontraba muy muy acelerada. Lentamente posé mis ojos sobre los de la cosita suave que hablaba: —¿C-cómo sabes mi nombre? N-nadie sabe nada de mí nunca...
Volví a sonreír, divertido. —Mi madre, desde luego, me trata como si fuera uno, a veces incluso me presta menos atención que a uno, pero no, soy una persona, o al menos eso es lo que ella me dice —después, susurré—. A veces creo que no tengo padre porque soy algo así como un cyborg defectuoso que ella creó. Aclaré la voz antes de centrarme en las otras cosas extrañas que Tokomon dijo. —"¿Criatura digital?". Hum. Nunca... he oído hablar de nada así. ¿Y dices que es lo único que hay en este mundo? —miré a ambos lados—. Pues yo veo aquí a más personas como yo, y nosotros no somos criaturas digitales de esas, o eso creo. ¿Y qué es el Digimundo? Todo este rollo digital... es como si estuviera dentro de un videojuego, o algo así. >>... mola.
No sabía qué más decir, la verdad es que no me sentía cómoda dentro de esta conversación con dos completas desconocidas. Sólo los digimons parecían cómodos allí. —Upamon, ¿crees que ya podríamos ir a ver a Elecmon? —Y me giro hacia las chicas—. Lo más probable es que él pueda darnos algunas respuestas.
Irina Duval Parpadeé una, dos veces incluso, escondida aún tras la seguridad de mi diario. ¿Había... Había funcionado? ¿Miriam había respondido de verdad tan normal? Lentamente fui bajando el cuaderno hasta recuperar mi postura natural, notando como Bukamon se había adelantado y ahora, frente a mí, respondía las cuestiones de la joven en mi lugar. Agaché la mirada, apenada. ¿Por qué era tan bueno conmigo? "Así que anímate, Irina… al menos no estamos solos en esto, lo cual es genial, ¿verdad?" Y sonreí. O al menos, lo intenté. Desde luego, me alegraba de haberme encontrado con Bukamon. O que aquella fuerza misteriosa le haya traído hasta mí, como sea. Y deseaba poderme quedar un poco más a su lado, hasta que tuviese que marcharme de allí, suponía. Quizás... le estaba cogiendo cariño demasiado pronto. ¡Pero no podía hacer nada por evitarlo! "Upamon, ¿crees que ya podríamos ir a ver a Elecmon? Lo más probable es que él pueda darnos algunas respuestas" De nuevo, la chica volvió a hablar, esta vez dirigiéndose hacia su digimon. Miré hacia Bukamon, susurrando un "¿quién es Elecmon?", y rápidamente volví a alzar la mirada, intercambiándola entre Miriam, Laila, y el trío de criaturitas allí presentes.
Tokomon ladeó la cabeza. En serio no había entendido casi nada de lo que dijo Dylan, pero… al final dijo "mola", lo cual lo hizo sentir un poco mejor, creía. —Ehm, no puedo decir que me sorprenda… yo tampoco había visto un humano antes, ¿sabes? Ni siquiera sabía que nuestro mundo estaba conectado con el suyo… —dijo Tokomon lentamente—. Y esas personas que ves… todos ellos despertaron aquí, igual que tú, los he estado viendo. ¿De verdad no recuerdas como acabaron aquí?
Hana Fairchild Cuando Hana abrió los ojos, sintiendo la cabeza pesada y un ligero zumbido en los oídos, no pudo evitar pensar que seguía durmiendo. Que aquel extraño escenario que captaban sus ojos, que ese mundo casi psicodélico y colorido al extremo que ahora le trasmitían sus sentidos no podía ser real. No podía ser real, ¿cierto? Los suelos de goma, las figuras que se alzaban unas sobre otras en perfecto equilibrio, formando algo muy parecido a edificios de lego... Los árboles tenían juguetes en vez de frutas colgando de sus ramas. Y aquello no podía ser real. Evidentemente aquel no era su cuarto. Su cuarto era una estancia madura, femenina, con estanterías repletas de libros y mangas de su preferencia. Tampoco estaba tumbada sobre una cama de sábanas suaves; no la envolvían las mantas. Ni siquiera llevaba su pijama, sino su usual uniforme escolar, y lo que sus palmas rozaban era hierba, pasto. Y se antojaba demasiado real a sus sentidos como para ser parte de un sueño. Pero lo era. Debía serlo. Ella era una persona racional. No había forma de que pudiera creer, ni siquiera por un instante, que acababa de despertar en un mundo ajeno al suyo, así, sin más. Porque eso... eso era imposible, ¿no? Claro que había teorías de otros mundos, dimensiones paralelas y viajes astrales, pero aquello no eran más que chorradas, nada realmente probado por la ciencia. Todo cuentos, claro. Parpadeó rápidamente una, dos, tres veces, tratando de despejar sus sentidos. Pero aquella imagen no se borró. De hecho, permaneció allí frente a sus ojos como el más vívido de los sueños. Daba igual cuantas veces abriera y cerrara los ojos, el resultado siempre era el mismo. Haciendo un ligero impulso con las muñecas, Hana logró incorporarse por completo, sacudiendo su falda y alisándola poco después. Su expresión de puro desconcierto no varió en lo más mínimo. —¿Eh...?—musitó al fin, pausadamente, paseando la mirada a lo largo de las diversas estructuras. Si debía ser sincera, aquel lugar le recordaba a esos parques temáticos para niños. La estética era demasiado infantil como para hacerla sentir cómoda— ¿D-dónde estoy? ¿Qué demonios es... todo esto? Dio media vuelta sobre sí misma, tratando de ponerse en situación. Pero no podía... Porque ni siquiera sabía "qué" era esa situación en primer lugar. >> No es posible que... ¡Esto no es...!—pellizcó su mejilla por pura inercia, y el dolor punzante que recibió en respuesta la forzó a reprimir un quejido de dolor. Bien, eso se había sentido demasiado real, demasiado vívido. Sus sentidos estaban demasiado despiertos como para que aquello fuese poco más que un escenario onírico.— Agh, rayos... ¿esto no es un sueño? Si no lo era... ¿Qué era entonces? Porque ni siquiera parecía... real.
Dylan Rogues —Hmm... no, no recuerdo nada de nada. Si no es un sueño, verdaderamente se me acaban las posibilidades; no tengo ni idea de cómo he llegado aquí, no sé qué es este sitio, y, en definitiva... Bostecé. —... no sé cómo he llegado aquí. Pero ya que estoy, no creo que haya problema en explorar un poco, ¿no? Tokomon, ¿vienes conmigo? ¿Conoces este sitio? ¿Hay algún lugar interesante al que ir? A decir verdad, no me apetecla volver a casa, de momento. Si estaba en un videojuego, ¡quería pasar de nivel, al menos!
—¡Hola! —saludó una vocecita dulce y desconocida. Hana había mirado en todas direcciones, parpadeando varias veces, pero en ningún momento había mirado hacia abajo, a sus pies. En cuanto lo hizo, halló el origen de aquella voz. Se trataba de una criatura como nunca había visto. Sus ojos eran verdes, y su cuerpo rosado le recordó a una especie de bulbo. Su cabeza terminaba en una pequeña flor de pétalos violáceos. En lugar de pies, poseía unos tentáculos muy pequeños, que parecían operar como una suerte de raíz a la vez. —¡Bienvenida al Digimundo, Hana! —saludó con alegría el digimon—. Mi nombre es Yokomon… ¡es un gusto por fin encontrarte! Contenido oculto
Scottie estaba temblando… Gummymon se acercó con suavidad, intentando no alterar al chico al hacerlo. Dándole una gran sonrisa, Gummymon continuó hablando. —¿Cómo que nadie sabe nunca nada de ti? Pero, yo lo se… bueno, la verdad no se por qué lo se —admitió Gummymon, sin dejar de sonreír tiernamente ante el niño humano—. Simplemente sé que tu nombre es Scottie y que tenía que venir aquí, al Pueblo de los Inicios, para encontrarme contigo… pero por qué o cómo lo sabía, no tengo ni idea. >> ¡Pero no tienes nada que temer! Este es un pueblito pacífico donde se crían los bebés digimon… aquí no hay nada atemorizante, te lo aseguro, así que no llores, por favor…
Hana Fairchild La expresión de puro desconcierto de Hana se tornó temor y una más que evidente incredulidad cuando sus ojos hallaron aquella pequeña criatura en el suelo. Abrió grandes los ojos, incapaz de procesar aquello que estaba viendo. Su corazón se detuvo por una milésima de segundo en su pecho, y realmente sintió que debía estar perdiendo la cabeza. Aquella criatura era pequeña, de formas redondeadas y grandes ojos verdes, simpáticos y amables. Si tuviera que encontrarle alguna semejanza con su mundo, diría que se asemejaba bastante a una especie de bulbo; ya que poseía hojas en la cabeza y pequeños tentáculos a modo de patas que le permitían desplazarse... Pero nunca en toda su vida había visto nada igual. —¡Hola! —saludó la criatura—. ¡Bienvenida al Digimundo, Hana! Aquella fue la gota que colmó el vaso. Como una acción desfasada a tiempo, la joven Fairchild chilló y saltó hacia atrás por inercia, por puro y vital instinto. La pierna delantera y la trasera ligeramente flexionadas, forzándose a no caerse al suelo de pura impresión y mantener el equilibrio a pesar de que había empezado a marearse. Había hablado. ¡Aquel ser tan extraño acababa de hablar! ¡Ahora sí que no tenía idea de qué estaba pasando! —T-t-tú...— balbuceó entonces, señalando a la criatura con un tembloroso dedo índice. Incluso su ceño, fruncido por la incredulidad había empezado a temblar—. ¿Q-qué... qué cosa eres tú? ¿por qué hablas? ¿Acabas de hablar? ¿¡Cómo es que sabes mi nombre!?
—¿Qué soy? Ya lo dije, soy Yokomon —replicó la criatura, sin reducir su sonrisa gentil—. Y hablo porque… bueno, Elecmon me enseñó a hablar desde que era un bebé… es bastante sencillo hablar, realmente, cuando todos los digimons hablan, bueno casi todos, jamás he oído a un Kuwagamon hablar… Yokomon quizo acercarse, pero supo que podía llegar a generar otro chillido por parte de Hana, por lo que se quedó en su lugar. Sin embargo, decidió seguir hablando para intentar calmar sus ánimos. —¿Te encuentras bien, Hana?
@chicoanime the only Tras oír el susurro de Irina, Bukamon se volvió hacia la muchacha con una sonrisa, buscando las palabras para poder explicarle. —Elecmon es… él es como el guardián de este lugar —explicó Bukamon a la joven—. Él se encarga de cuidar de los bebés digimon que nacen aquí, y de darles comida… sí, es una buena idea ir a hablarle, ¡quizás él los haya visto llegar al pueblo! ¡Tal vez sepa como llegaron! —Pero… espero no esté de mal humor —intervino Motimon—. Elecmon es muy bueno y muy fuerte, pero es un poco desconfiado, ¿saben? —No pasara nada… ¡nosotros estamos con ellas! —replicó Upamon, saltando con alegría. Dio un gran salto a los brazos de Miriam, siendo atrapado y llevado por ella, y le sonrió a la chica—. No te preocupes por nada, Miriam… ¡yo te protegeré pase lo que pase!
—Claro que conozco este sitio… ¡este es nuestro mundo! —dijo Tokomon, dando un pequeño saltito——. Pero Dylan, por si no has entendido… este es nuestro mundo, y es el mundo real. No es un sueño, no es un juego… >> No sé cómo se conectó con el mundo humano ni como llegaron aquí… oh, ¡pero puede que Elecmon lo sepa!
Hana Fairchild —¿Y-Yokomon?— repitió ella, sin variar su posición un milímetro. Estaba tensa, tanto que bien podría haberse partido por la mitad—. ¿Qué clase de nombre es ese? ¿Y Elecmon? ¿Digimon? ¡No entiendo nada de lo que dices! No, Hana no entendía nada. Por mucho que aquella criatura tratase de mostrarse amable, jovial, las piezas no encajaban en su cerebro. El tren de sus pensamientos fluía sin descanso. Porque, bien sí, aquello era real. Era muy, muy real— y aún tenía ese ardor en la mejilla que lo demostraba—, pero simplemente no podía creerlo. Era tan fantástico. Como sacado de un manga o una historia de fantasías. —¿Te encuentras bien, Hana? —¡N-no!— exclamó rápidamente la humana, luchando por recomponerse—. ¡No estoy bien! ¡Es imposible que pueda estarlo cuando no sé nada de lo que pasa! Seguro... seguro que esto es algo así como una alucinación, ¿verdad? Un delirio transitorio producto de mis muchas horas de lecturas de manga. Sí, debe ser eso... >> Escúchame bien, cos... Yokomon— se corrigió rápidamente—. Voy a cerrar los ojos, contaré hasta diez, y cuando los abra tú habrás desaparecido, ¿de acuerdo? Haré un último intento, porque es imposible que todo esto esté pasando en serio... Y así hizo. Hana cerró los ojos y empezó a contar. Lenta. Muy lentamente... deseando fervientemente que su patético deseo por aferrarse a la cordura no fuese esta vez en balde.
