Vampiro Preludio

Ragnar Bjelke

Ese batman y el teletubbie seguramente terminarian juntos mas tarde, por como los veia bailar no se esperaria otra cosa.
Sonrei al verlos juntos y a la vez senti algo de envidia, pero luego de escuchar a los demás aplaudirme, un poco de adrenalina exploto en mi y decidi darles un poco mas de espectaculo, hace años que no me divertia de esa forma.

Al igual que el batman yo tambien comence a realizar mi mejor baile erotico al ritmo de la música, con la diferencia de que yo lo hice solo, pero invitando al que quisiera a unirse a mi.

Apenas veia el rostro de las personas en ese lugar, pero que mas daba, era un fiesta y me estaba divirtiendo, ademas no me quedaria atras de esos dos tipos de disfraz extravagante en esa pista de baile.

Contenido oculto

Si debo salir de la pista de baile para poder avanzar dime Ayeah

 

​

[COMEDOR]
Gigavally​

El oso da un respingo, sorprendido de que te dirijas a él, e inmediatamente se lleva la mano debajo de la máscara para comprobar que su verdadero ojo siga en su lugar.
Deja escapar una risa de alivio y se corrije a sí mismo llevando la mano, ahora sí, al ojo de la máscara con forma de botón.
Sin mayores miramientos lo arranca y se lo guarda dentro del traje.

—Gracias. —Su voz, ahogada por el traje, suena áspera y vieja. Quebradiza. — A mi también me incomodan... las multitudes.

[PISTA DE BAILE]
Hitomi-chan ​

La pista echa fuego con la actuación grupal digna del mejor cabaret, el dj parece darse cuenta del ambiente haciendo gala de un particular sentido del humor con la siguiente elección musical.

Contenido oculto: Canción

[SALÓN, FRENTE AL CUADRO]
Gigi Blanche ​

Observa tu gesto con curiosidad y, con un chasquido de dedos, uno de los camareros coloca una copa oscura y opaca en su mano que inclina en tu dirección.

— Y en otras muchas cosas.— Asiente, con un guiño pícaro. — Soy Leo.

[PUERTA DERECHA]
Amane ​

La puerta va a dar a un pasillo corto al final del cual una gran escalera de caracol asciende hacia la parte superior de la casa. A su pie, dos guardaespaldas trajeados custodian el ascenso, parece que el paso está prohibido.

En cambio, la pared derecha es interrumpida por una puerta corredera entreabierta que da a parar a una inmensa biblioteca.
Las paredes de la misma están forradas de libros de distinta antigüedad y mobiliario consiste en un par de sillones de cuero oscuro enfrentados y un amplio escritorio bajo la única ventana que da a parar al bosque.

En uno de los sillones descansa un hombre con sombrero de copa ojeando un grueso tomo de hojas ajadas y amarillentas.

 

Ragnar Bjelke

Al escuchar la canción, inconscientemente suelto un grito de emoción e intensifico mis pasos de baile, pero no paso mucho antes de que sintiera ganas de ir al baño, me había emocionado de más y por un momento olvide el porqué estaba ahí.

Sonreí a las personas que bailaban junto a mí para luego buscar con la mirada mi camisa, pero al parecer ese mesero al que se la lance había desaparecido, así que solo era mejor ir primero al baño y luego buscar mi ropa para irme, pero -¿dónde estaba el baño?-.

Alejándome un poco de la pista de baile llegué hasta la estancia y fui directo y sin pensar hasta una puerta del lado izquierdo que para mi mala suerte estaba cerrada.

—¿Alguien sabe si por aqui esta el baño?— lance la pregunta para que alguien me respondiera mientras señalaba a la puerta, al menos algun mesero debia pasar a decirme algo.

 

.PRESTON CARTER.
​

Observo lo que sucede a mi alrededor sin mostrar demasiado interés, a duras penas y levanto mis ojos para seguir con disimulo los movimientos de cada uno de los presentes. Un extraño hombre que parece demasiado ensimismado como para notar la presencia de otros, un par de personas más que no llamaron demasiado su atención, todo parecía orquestado de una manera en que no podía obtener información de lo que sucedía a simple vista. Evidentemente, tendría que empezar a averiguar de qué iba todo aquello de forma más activa, puesto que me parecía que nadie vendría hacia mí.

Me levanté del asiento, guardando la mitad del porro que había encendido en una latita que acomodé en uno de mis bolsillos. Miré la hora en el reloj, no podía seguir perdiendo más tiempo. Di una última mirada al caballero, algo en él atraía mi atención, pero no sabía si acercarme de entrada sería la mejor opción, necesitaba mezclarme entre la gente y obtener lo que buscaba de la manera más discreta posible.

Para ese momento la curiosidad y el subidón de la sativa de impecable calidad que había conseguido con un viejo amigo de Duke que vivía en Bruselas, habían tomado la decisión por mí, y sin que pudiera evitarlo mis pies me arrastraron hacia el meollo del asunto. Me dirigí al salón, atraído por la música. Lo mejor que podía hacer en ese momento era explorar el territorio, hacer un reconocimiento visual y tratar de tomar todos los elementos posibles para ir construyendo mi mapa mental. Alguien había trabajado duro para traerme a esa fiesta y algún motivo debía existir.

En el salón la música retumbaba en las paredes, y había mucha más gente que en el jardín. No estaba seguro de que alguno de los presentes conociera al organizador de la fiesta, tampoco parecía que eso fuese algo que les preocupara. De manera que rodeé el salón a través de los costados, evitando lo más posible los puntos donde la gente se refregaba, y aterricé en una esquina algo libre en la que tenía visión panorámica del lugar.

 

Contenido oculto: Lilium-Lucas King version

Gianna Fiore

Una mujer, claro, ni tan vieja ni tan joven. Ni tan europea, ni tan extranjera, mestiza, vamos, pero era imposible saber de dónde venían esas raíces, esos rasgos tan característicos en ella. El poder que provocaba viajar, mezclarse, confrontarse solo para poder crecer y seguirse fortaleciendo. Algo admirable, cuanto menos, yo misma era la mezcla de dos tierras diferente, aunque similares en varios aspectos. Más similares que sí mi madre hubiera terminado con algún latino o mi padre encaprichado con una asiática, pero decidieron amarse entre ellos y comprender con barbaridad enorme lo que significaban el uno para el otro. Se salvaron, seguro, y en esa acto de saber con quién quieres estar de por vida me crearon. No importa el por qué, para qué: Nací gracias a la perseverancia que tenían, crecí lo más sana posible debido a sus esfuerzos... no era un monstruo sin criterios por todo el cariño que ellos me brindaron. Me abruma el no poder regresarlo, me era imposible, así que mi mayor característica era no querer generarles problemas...

Pero al final del día hacía lo que quería, por mi por sobre el resto. Esa forma de ser y ver el mundo me llevó a la mascarada, al lado de tal hermosa señora, que aunque no fuera admiradora de todos sus rasgos, sería hipócrita decir que no tenía una gran hermosura natural. Por suerte yo no tenía por qué fijarme y sentirme atraída por todo eso, era en verdad un alivio, un peso menos que cargar tras mi más bien endeble espalda.

Fruncí el ceño ante sus palabras, porque gatillaron reflexiones inmediatas en mí persona. Independiente de como luciera, su voz era hermosa, aunque me incomodaba el toque sensual, podría tomarle por mi parte como un hermoso arrullo de madre. Me agradaban las cosas tranquilas, sobrias y profundas. La miré a ella mientras la escuchaba, luego miré las velas sin prisas y cuando terminó de hablar me encontré otra vez enfrentando el horizonte oscurecido.

Reflexioné con un pequeño "Uhmmm" prolongado, tranquilo y bastante recatado, pero expresaba bien la pequeña frustración que generaba no encontrar la respuesta. Exhale despacio por la nariz cuando encontré una, mis gestos se relajaron solo un poco para volver a tensarse al tomar aire para hablar, contestarle a la señora.

—No lo creo... —respondí firme sin mirarla, era moderado el volumen de mi voz. Si ella habla sensual y suave, yo era firme, fría y aunque bastante audible, no hablaba realmente fuerte. Al contrario, había que estar atento para no ignorar mis palabras, una distracción y te perdías, porque no busca llamar tu atención, solo estaba presente para aquellos que quisieran escucharme.

Notarme, enfrentarme.

>>Uhm... Creo... que eres algo... —voltee a mirarla de costado, manos tras la espalda aún, entrelazando las puntas de mis dedos con suavidad. La miré fijo, gélida y con mucha seriedad. Parecía que quería traspasarle con la mirada, pero era claro que no lo haría, para empezar me era indescifrable. Me atreví, eso sí, a expresar mi desconcierto—. Eres extraña.

Y con más tranquilidad, pero sin relajar mi expresión, volví a mirar el horizonte de pura oscuridad. Era divertido en cierto aspecto notar como en la misma noche profunda habían luces que te hacían ver sombras, más allá de poder distinguirlas realmente. Me aterraban, pero fue peor cuando era una cría, aparte de que ahora me encontraba un lugar que de momento consideraba seguro. No había nada que temer, aparte de que de haber un peligro aun traía mi navaja, ahora más filosa incluso, ubicada en un bolsillo de mi cartera. Lista para el matadero que tal vez nunca se daría, ni ahora ni en tres años más, pero mi forma de ser me obligaba a cubrir la mayor parte de probabilidades de manera más practica e incluso extremista.

Y, claro, al decirle extraña a esa mujer ocultaba mi real sentir: Eres incomprensible, pero tampoco podría mirarte con recelo, porque no me has dado razones para hacerlo... y aún así, mi sospechas me hacen tener muy presentes las probabilidades macabras, aunque no les esté prestando real atención.

Insegura, vamos, me sentía y la mujer era eso: Tan sospechosa como haber recibido esa carta cordial para empezar.

De seguro la mitad de invitados eran unos trastornados,
los sobrantes; pobres que se los lleva el diablo,
la minoría personas muy desafortunadas.

​

 

[PUERTA IZQUIERDA]
Hitomi-chan​

Uno de los camareros se acerca a ti con una sonrisa educada y te abre la puerta, ves un largo pasillo que lleva, por un lado a las cocinas y, en frente, a un comedor en penumbra donde dos personas parecen mantener una conversación.
— El comedor tiene acceso a su propio excusado.— Te explica, señalándolo con una mano enguantada. — Aunque hay otros ocho en la casa, creo que será el menos concurrido.

[BIBLIOTECA]
Amane​

El hombre alza lentamente la mirada de su libro y te observa con curiosidad por debajo del ala de su sombrero. Lleva un traje gris oscuro algo desgastado y, bajo el mismo, una simple camiseta negra con un símbolo extraño. Su cabello largo y oscuro cae por encima de sus hombros, a juego con una perilla perfectamente recortada que se mueve al unísono con su sonrisa.
— No soy un gran lector, a decir verdad.— responde, cerrando el libro con un golpe seco.
A pesar de sus palabras, se incorpora y se acerca a una estantería cercana.— Pero creo que éste te gustará.

Sonríe con alguna clase de chiste personal mientras te tiende una primera edición de "Drácula" de Bram Stoker.

[SALÓN]
Domenica​

La pista de baile continúa en su frenético vaivén mientras, en torno a ella, la gente se entretiene de diversas formas.
La mujer rubia mantiene una conversación con un joven mientras que el hombre de la chaqueta dorada parece divertirse con una de las invitadas frente al cuadro.
Las puertas izquierda y derecha, antes cerradas, ahora están abiertas sutilmente. Alguien ha debido pasar por ellas.

[PISCINA]
Mori​

La mujer medita unos instantes tus palabras y, finalmente, se ríe. Su risa es grave, casi cómo un ronroneo.
— Extraña.— Repite.— Sí, supongo que sí...
Aprieta los labios meditando y te analiza con la mirada, ésta vez con mayor interés.
— Ésta vez Cuervo ha perdido el juicio.— Añade para sí, sacudiendo la cabeza.

 

Gianna Fiore

La risa me desconcertó, era normal en realidad, como yo pocas veces reía por no decir que nunca lo hacía, ver como otro reaccionaba a mis palabras con risas era... desconcertante. Nunca podría predecir que le daría risa a otro y qué no, igual en parte por eso me abstenía en meterme en l mundo de las bromas y la gracia, no lo podría comprender por no sentirlo, así que me quedaba al margen. Pero, de acuerdo, en situaciones como estas tampoco me enojaría porque ser rieran en mi cara, sería una incomprendida de los sentimientos y emociones, pero comprendía al comportamiento de las personas y varias veces no era difícil saber por qué expresaban lo que expresaban. Lo dicho, solo me desconcertó un poco, logrando que separara las manos tras mi espalda y las dejara levitando a mis costados por debajo de mi cintura, la miré entre extrañada y con sorpresa, para luego mirarla con más seriedad, posando mi manos con tranquilidad sobre mis caderas. Pasada esa primera fuerte impresión, volvía a mi seriedad firme y, aparte, reflexiva.

Iba a desviar mi propia mirada, pero la mujer sostuvo mis orbes verdes grisáceos, más grises que verdes. Por comodidad, me abstuve de venir con lentillas, aunque las llevaba bien guardadas en la mochilita. La cosa es que, incomoda por que me analizaran a mí y no yo a ellos, la miré con las mejillas incluso algo infladas, el ceño fruncido con enfado y, la verdad, era una reacción bastante infantil de mi parte. Parecía una niña regodeona y a su mirada perspicaz y de maduro conocimiento le respondía sin palabras un: "No me agrada lo que haces, deja de hacerlo"

Pero su otra frase me sacó de base, en un grito ahogado que solo se podría considerar una inhalación perceptible solo por fortuna, mi rostro se tornó otra vez serio y grave, sorprendida y sin real furia como hace unos reciente segundos atrás.

Cuervo... Relajé el cuerpo, los hombros y apreté en esta ocasión mis cadera con fuerza, como medio de liberación para todas esas sensaciones que me abrumaron sin prisas de repente, emocionalidad, vamos, para mi propia ironía, pero no me desconcertaba ni me sorprendía realmente. Había emociones que sí comprendía, pero eso no significara que el cariño, la alegría e incluso cosas como la tristeza existieran de repente en mi persona y me afectaran de sobre manera, no era ni sería de esa manera.

Una vez calmada, a los pocos segundos mi manos dejaron de maltratar el abrigo y ya no sentía pizca de recelo, rabia o impersonalidad con la mirada que sostenía, la de la mujer.

—Tengo que contarte un secreto —solté sin tapujos, firme y monocorde, tranquila y con claro control sobre mi persona, incluso si por dentro no estaba del todo segura si sería lo más correcto o mi mejor opción: Pero sí creía que valdría las desgracias arriesgarse. Miré el paisaje entonces, sin prisas y detenimiento, como buscando algo mientras mis palabras salían pausadas, pero seguras: Firmes, se notaba que pensaba con anticipación lo que quería decir—. Me invitaron a esta mascarada... pero fui incapaz de contarles la realidad a mis padres —dije lo último mirando a la señora, con la cabeza algo ladeada, una sonrisa sobria, tranquila y más bien sutil, con mis ojos calmos, pero sin real pizca de alegría. Entorné la mirada hablando con regocijo—. No quería que descubrieran la naturaleza real de todo lo que gira en torno a esta peculiar e increíble celebración.

Miré otras vez el horizonte, tras haber paso mis ojos por sobre las velas y la señoras, el agua y las luces. Mi mirada en ese momento se tornó sería, otras vez volví a sonreír con extraña tranquilidad, regocijo oscura e incluso con toques macabros, manos en la cintura admirando un lienzo oscuro el cual era la oscuridad del paisaje.
>>Por lo que les hice creer que me juntaría con un joven, un joven cercano a mí edad—. Mientras hablaba la seriedad monocorde e apática volvió a bañarme por completo—, que nos veríamos en esta fiesta, disfrutaríamos esta noche en conjunto—. Y al final volví a tener una sutil sonrisa, alegría extraña en mis orbes, algo me alegraba y ni yo misma era consciente de qué era—, una historia romántica— La miré de costado, ladeando la cabeza y con una sonrisa sobria de suficiencia. Hablaba entre frío, atona e inexpresiva, luego sonreía con cordialidad y mi voz se tornaba... regocijante, aterciopelada y profunda, relajada sin dejar de ser mesurada. Hablaba realmente bajo y despacio sí no había pizca de rabia en mi corazón y desgrado en mis entrañas—. ¿Me ayudarías a encontrarlo?

Luego volví a ver el horizonte frente a mí, aun con mis manos tranquilas sobre mis caderas, mi espalda con buena postura y, aunque ya no sintiera ni regocijo ni alguna variable de la alegría, a pesar de que no sintiera nada, la sonrisa quedó en mi rostro como cualquier otra máscara.

Sin problemas, sin conflictos.
>>Era un hermoso hombre, chiquillo en realidad —dije lo último casi soltando una risa, por primera vez fruncía las cejas con ese toque de pudor nacido de la vergüenza. Luego volví a la expresión de tranquilidad sonriente y mesurada, al igual que mi atona y monocorde forma de hablar—: Pulcro, de oscuras prendas, pero con una gracia de amante novelesco de antaño...— Otra vez le dirigí la mirad de costado. Primero las cejas y mi sonrisa mostraron cierta burla y pudor, luego se volvieron algo inexpresivas para terminar sonriéndole con determinación y ceño fruncido: Retadora—, mezcla la picardía de los jóvenes actuales con las perspicacia del clásico chico que te trae rosas en la primera cita, vaya... Como un cuervo, je~

Miré otra vez al frente, acababa de describir a alguien que ni en libros había leído, osea, no me inspiré en un personaje ya creado: Tomé conceptos, para que la propia mujeres me pudiera llevar a quién buscaba sin yo siquiera conocerle en realidad. Ni siquiera sabía en que me metía o a dónde me llevaría, pero no quería detenerme. No quería retroceder.

Otra vez sería e impersonal, concluí:
—El hombre que se queda prendado a la luna en los jardines tras nosotras también me genera intriga...— Tras eso le brindé una sonrisa calma a cejas alzadas, incluso podría decirse que feliz o satisfecha. Se tornaron sugerentes poco antes de hablarle, otra vez el frío se mezclaba con el regocijo monocorde—, pero tú has logrado ser... Jeje —reí a labios cerrados, incluso alzando el mentón. La miraba como quien apreciaba una obra de arte hecha con exquisito placer, perfecta. Orgullosa—, más interesante que él —finalicé susurrante, casi cerrado mis ojos por completo, algo inclinada hacia su persona.

 

Ragnar Bjelke

—Gracias, amigo— le sonreí al sujeto aunque en realidad no supe bien lo que me dijo -el exudado era el baño ¿cierto?- La verdad me había dado algo de vergüenza preguntar de nuevo, igual con la puerta abierta podía entra y buscarlo yo mismo.
—¿Te podría pedir un favor?— Antes de entrar en ese pasillo tenía una última cosa que decirle al camarero —Hace rato le lance mi camisa a uno de tus compañeros, podrías averiguar quien la tiene por favor— Le sonreí una última vez y comencé a caminar por ese pasillo hasta llegar a ese comedor que apenas y tenía la luz suficiente para ver donde caminaba.

—Lo siento no quise molestar— pase lo más alejado que pude de las personas que estaban en ese oscuro lugar, pero era seguro que sabían de mi presencia y era mejor ser educado a pasar como si nada —Solo busco el baño— sin saber si me veían o no, les sonreí y trate de buscar con la mirada a donde es que podía estar ese baño, ya queria irme del lugar, al final ni siquiera supe quien me enviaba esos famosos sobres.

 

Rafael Castro

Me acerqué a la entrada con cierta duda. La gente de alrededor era extraña, por decirlo suavemente. Algunos simplemente parecían ir a una fiesta cualquiera en un sitio cualquiera únicamente con el objetivo de pasarlo bien sin pensar demasiado, de los que se disfrazas de cosas exageradas únicamente para llamar la atención y ver si pillan algo de cacho mientras llevan una botella del licor de moda del momento, pero otros parecían los típicos ricachones de pasarela que irían a las fiestas de la nobleza y encima se lo tenían creído, llevando la ropa más ridículamente cara que se pudieran costear, sin darse cuenta de lo ridícula y cara que era en realidad. Honestamente, no sé cual de los dos grupos soportaba menos, pero pensando en retrospectiva, normalmente me encontraba a gente de los dos grupos en accidentes de coche con la cabeza reventada. Bien pensado, daban hasta un poco de lástima cuán gilipollas podían llegar a ser en realidad. Sin pensarlo mucho más, miré la invitación que llevaba en la mano y crucé entre dos seguratas que llevaban con gafas de sol, a pesar de ser de noche y no verse un carajo sin luz.

Caminé entre grupos de gente, pasé por los árboles, por un cuidado jardín, vi una piscina al fondo y llegué a un salón minimalista con gente ya pasada de rosca dentro.

—Qué cojones hago aquí—me susurré a mí mismo.

Allí había un grupo extraño de un tío sin camisa dándolo todo, un Batman a punto de sufrir un ataque al corazón y lo que parecía un Teletubbi. Siempre odié a esos adictos a las natillas. Al rato de deambular y buscar con la mirada algo parecido a la señal de la invitación, infructuosamente, pude ver un grupo extraño pidiendo bebidas en la barra, y cómo algunos se iban por puertas que hace un momento estaban cerradas. Algunos hablaban, otros seguían bailando, otros bebían, otros cantaban. El duelo de baile se redujo y ahora faltaba el descamisado. Maldije por lo bajo sutilmente y di un par de vueltas entre la gente. Pensé en beber algo, pensé en preguntar a los camareros, y finalmente mandé todo a la mierda y salí al jardín de nuevo a tomar algo de aire.

—Y esto de quién es... —pregunté, mirando el sobre de la invitación.

 

Altan Sonnen

Recibí la mirada verdosa de la mujer cuando puso su atención en mí y me di cuenta que básicamente me sacó radiográfica, fue una mirada analítica más que cualquier otra cosa, y ya que estábamos aproveché para hacer lo mismo sin una pizca de nada parecido a la vergüenza. El cabello rubio, fino, el flequillo sobre la máscara y sus facciones; la condescendencia que encontré en su leve sonrisa me hizo su gracia, siendo que la conocía de sobra en muchas de las personas con las que me rodeaba y en mí mismo.

Me sorprendió y a la vez no que supiera mi nombre, la verdad fuese dicha, siendo que alguna persona de las presentes había insistido en que apareciera en esta fiesta era algo que iba a pasar tarde o temprano. Me permití una risa baja, casi una mera vibración que debió pasar desapercibida entre el ruido general del espacio y giré suavemente el vino dentro de la copa.

—Veo que tienes el placer de conocerme —comenté entonces, todavía con la atención puesta en el movimiento del vino, y la soberbia se me coló sutilmente en los gestos, cosa que no era rara—. No puedo decir que comparta el gusto, eso sí. ¿Quién eres?

 

[SALÓN, JUNTO AL CUADRO]
Gigi Blanche​

El joven te observa unos segundos, meditando su respuesta, y se vuelve lentamente hacia la sala. Casi a regañadientes.
— Digamos que la anfitriona y yo somos... Antiguos conocidos.— Responde, señalando con la cabeza a la mujer rubia del vestido rojo. Sonríe de nuevo, pero ésta vez sus ojos no acompañan la sonrisa.
Ella se vuelve en ese momento y ambos cruzan una mirada gélida.
— Creo que está celosa.— Susurra él, volviéndose de nuevo para ofrecerle su espalda.

[PISCINA]
Mori​

La mujer te escucha en silencio, con una sonrisa educada en el rostro que se acentúa sutilmente cuando mencionas al hombre, ignorando la parte donde hablas de tu supuesta busca de pareja.
— No negaré que lo soy.— Responde a tu cumplido, apartando un húmedo mechón de cabello tras su oreja con un gesto lánguido. — Pero si estás aquí es gracias a él.

[COMEDOR]
Hitomi-chan​

El enorme oso de peluche tuerto se vuelve lentamente hacia ti y señala con una de sus patas una puerta pequeña.
— Es ése de ahí.— Responde con alegría. — Je, esa ha sido fácil no te voy ni a cobrar. ¡Hoy me siento generoso! Tienes dos preguntas más.

[JARDÍN]
Red​

Un hombre de aspecto desaliñado aparta la mirada de la luna llena y la fija en el sobre que llevas con curiosidad.
Sus ojos son de un gris apagado, enmarcados por unas profundas ojeras y semiocultos tras los largos mechones de flequillo negro y rebelde. No se ha molestado en peinarse.
Su atuendo es viejo y muy usado y su apariencia desgarbada.
— De Seth.— Responde con una voz rasposa y algo ronca.

[SALÓN, DIVÁN]
Juniper​

Sus ojos siguen todos tus movimientos sin ninguna clase de disimulo.
— No del todo.— Responde, incorporándose ligeramente tras fulminar con la mirada a alguien por encima de tu hombro antes de volver a centrarse en tí.— Pero me gustaría. Puedes llamarme Anka.

Contenido oculto: OFFROL

Personaje desbloqueado

[BIBLIOTECA]
Amane​

Los ojos del hombre centellean cuando mencionas los vampiros y asiente una sola vez.
—No te haces idea.— Responde, burlón. Para volverse hacia la mesa y tomar el pesado volumen entre sus manos.— Éste es sólo un listado interminable de nombres en el que buscaba a alguien.

 

André François

¿De verdad funcionó? Atónito, observé cómo el camarero me servía con gran destreza mi whisky irlandés a cambio de aquél mugriento pergamino. Hice cara de suficiencia, como si supiera la mierda barata que estoy bebiendo y vuelvo a encarar la pista de baile, observando todos esos cuerpos pegajosos y al bombero que estaba desnudo en el medio de la pista.

—Yo me largo.

Mastiqué con cansancio, bebiendome la copa de un trago y dejándola con fuerza en la barra, como si no me hubieran dado más que una mierda de chupito. Empiezo a caminar hacia la salida, me voy para mi puto país de una vez.

 

Enya Beckett
[Jardín]

Había menos gente en el exterior un hombre de cabello azabache quien miraba a la luna; ella también la miró, cómo si esa mirada triste la llevara a una historia que ella no conocía, el brillo de la luna... recordó una de sus historias de Bécquer, y sonrió. Se mantuvo allí, en esa conversación silenciosa junto al par de personas en el jardín; después también apareció otro joven que recogía una de las invitaciones; ella se mantuvo atenta mientras también observaba como su bebida bajaba lentamente y una nueva conversación se mostraba ante ella.

—Seth— repitió con una sonrisa —El señor del caos— mencionó recordando sus días en el museo; no relacionó el nombre a alguien presente en la fiesta, su mente nuevamente estaba en el trabajo. Negó al sonar tan absurda frente a los presentes —Perdonen la intromisión — dijo apenada al darse cuenta que estaba pensando en voz alta.

 

[SALIDA]
rapuma​

Nadie parece reparar en ti mientras caminas hacia la salida. Ha oscurecido fuera pero el sendero serpenteante te llevará hasta la verja sin problema alguno bosque a través.
Todos los invitados están ya dentro por lo que dicha verja estará cerrada pero seguro que cualquiera de los porteros la abre para ti si quieres marcharte.

[SALÓN, JUNTO AL CUADRO]
Gigi Blanche​

Leo se encoge de hombros de forma despreocupada, quitándole importancia al asunto con un ademán de su mano.
— ¿Y por qué no?— Susurra a su vez, con un guiño cómplice. — Son unos acaparadores. Sobretodo Seth... Debo reconocer que tuvo buen ojo contigo.
Te dedica un mohín de disgusto y sacude la cabeza sonriendo de nuevo.

[JARDIN]
Amelie​

El hombre de aspecto melancólico se vuelve hacia ti con una sonrisa divertida en los labios, no parece que sea un gesto habitual en sus facciones pero le da un aire menos duro.
— Una descripción bastante acertada.— Responde, rascando su nuca distraídamente.— Caos podría ser su segundo nombre... Pero usted no está aquí por él.