La australiana se alejó un poco y se dedicó a observar los restos del avión; todos tomaron asiento en algún lado u otro excepto ella, que se quedó allí parada. Varios minutos pasaron. Los minutos formaron media hora. Una hora. Dos. ¿Quién llevaba la cuenta? Lo que importaba es que pasó un tiempo, durante el cual reinó el silencio, nadie habló una sola palabra, y lo único que se podía oír era la respiración agitada de algún sobreviviente que trataba de calmarse, y el crispeante sonido que hacía el fuego mientras consumía cada pieza de metal a la que podía extender sus llameantes brazos. El fuego eventualmente murió. Los escombros se asentaron en su lugar, fijos e inmóviles, y el peligro inminente pasó… solté un suspiro que ni me había dado cuenta que había estado conteniendo hasta entonces. Miré alrededor; ¿quién sería el valiente que rompería el hermoso silencio primero? Bueno, nunca me había caracterizado por la cobardía precisamente… —¿Qué tal unas introducciones? —sugerí súbitamente, sacando a todos de sus pensamientos abruptamente—. Porque no se ustedes, pero a mí me gustaría saber con quien acabo de terminar en una isla en el medio de la nada. ¿Y bien, quién se presenta primero?
Todos se habían reunido, parecían a punto de desmoronarse. Con cierto cuidado, Antoinette se acercó a ellos, procurando no quedar rezagada ante los demás. Se quedó parada entre los demás, mirando el suelo con tristeza, mientras la brisa le alborotaba el rubio cabello. Todavía no... no asimilaba lo que ocurría. Estaba tan perdida, tan sola... como cuando se mudó a París por primera vez. Pero esta vez no era así. —¿Qué tal unas introducciones? —Preguntó el joven que había salvado a muchos—. Porque no se ustedes, pero a mí me gustaría saber con quien acabo de terminar en una isla en el medio de la nada. ¿Y bien, quién se presenta primero? ¿Presentarse? Ah, sí... estaba con desconocidos de los cuales nada sabía, presentarse era necesario. Dio un paso al frente, envolviendo su cuerpo con sus brazos, y con cierta pesadez murmuró:—Soy Antoinette Von Strauss—. Observó a las caras que la miraban y dio una débil sonrisa surcada de arrugas—. Y por lo que veo soy la más viejita de este grupo de sobrevivientes.
Estaba adolorida por el impacto de aquel accidente del escombro, momentos después de que dos chicos ayudaran a tratar la pierna me dejaron en un lugar seguro, seguían llegando más supervivientes, hablaban, se ayudaban pero en todo ese tiempo no quiso hablar con nadie, saco un cuaderno de su bolsa y empezó a escribir, se alejo un poco de los demás supervivientes. —Gracias—Decía en sus pensamientos y en voz baja mirando a los dos chicos que la habían ayudado—Rex, todo estará bien, tu eres lo único que me ara recordar a mis padres... Dijo abrazando al peluche y siguió escribiendo.
Deje de pensar en la carrera que se destruiría por estar en esta isla. Sugirieron presentarse y opte por hacer lo mismo. —Me llamo Annabeth Halet, y tal ves han oido de mi trabajo —me presente y comenté, queria saber que tan conocida era y que tan mal podria ir mi carrera despues de perder la función en N.Y.
—Ma chérie, me encantaría decir que he oído de tu trabajo, pero temo estar diciendo una gran mentira—mencionó la mujer mirando a la joven que acababa de hablar—. ¿En qué trabajabas?
—Pues la edad es sólo un número, no te sientas mal Anto, ¿puedo llamarte Anto, cierto? El nombre completo es demasiado largo —le sonreí con confianza a la mujer llamada Antoinette, luego me volví hacia la otra chica que se había presentado—. Annabeth Halet, Annabeth Halet… no, no he oído de ti o de tu trabajo jamás, ¿a qué te dedicas? Porque sólo conozco tres tipos de mujeres famosas: actrices, modelos y actrices porno. ¿Eres de una de esas categorías? Sería genial si lo fueras, imagínate. ¿Eres una actriz porno, acaso, Annabeth? Hice una pequeña pausa para respirar, cosa que a veces olvidaba cuando decía todo lo que se me ocurría, y luego miré a la chica a la que le había aplicado el torniquete con la camisa; era la única que había salvado su bolso, el resto de nosotros todos habíamos perdido de vista nuestro equipaje de mano durante el accidente, vaya suerte la de ella...
Escuchaba lo que se decía en ese grupo, escucho sobre Annabeth Halet, ella si sabia en que trabajaba, pero aun así no se movió de en donde estaba y siguió escribiendo —Annabeth Halet ¿eh?, ella de seguro es la estilista de que tanto escuchaba, me pregunto que adonde iba—Dijo mirando a aquella chica castaña
Solté una carcajada ante el comentario del nervioso joven médico. Miré a la pobre inocente, esperando ver un rubor en su cara pero nada, se mantenía callada. —Por cierto, chico, puedes decirme Nettie, pero Anto no—. Miró al joven con cierto odio. Anto solía decirle su madre, a la cual odiaba profundamente—. Por más que digas que la edad es sólo un número, yo no lo veo de esa forma. Lamento decir que al lado de ustedes me siento como una abuela.
—Soy fotografa y estilista, estaba camino a New York para una funcion en Broadway —respondí, me decepcione y me alegre un poco, si no me conocian mi carrera no ira tan mal. Escuche a la que me conocia y mi alegria aumento. Alguien si ha de apreciar las artes visuales.
—¿Me- me escucho?—dijo dejando caer el cuaderno—Valla, si que tiene buen odio—dijo en voz baja La miraba y de la nada la empiezo a dibujar porque ella trabajaba como dibujante a los 16 años para ayudar a su padre y a esta le dibujaba la ropa que se le ocurria, pues como aquella chica era estilista creía que la mayoría de las veces vestía de formas elegantes. —Espero que a ellos les vaya mejor que a mi...
—Nettie es entonces… de hecho, suena mejor Nettie —asenté con un asentimiento de cabeza para más efecto. Anto sonaba más bien… pobre, no le quedaba a una mujer como esa—. Ah, así que fotógrafa, estilista… no, nunca oí hablar de ti. Pero al parecer ella sí. Volví la mirada hacia la joven que había reconocido a Anna (pues había decidido apodarla así en mi mente, Annabeth era muy largo); era la del torniquete, que estaba abrazando a su perrito de peluche y… ¿asegurándole que iba a estar todo bien? Eso parecía… —¿Y tú, vas a presentarte o sólo puedes hablar con tu peluche? —interrogué a la joven. Contenido oculto @serena ketchum no pongas que aparecen cosas a menos que lo indique yo como GM; ya aparecerán los contenidos de las valijas y eso más adelante, pero por favor te pido ahora edita tu mensaje, lamento decir que no puedes encontrar tus dibujos ahora.
—¿Eh?, o ok, solo, olvídalo iré—dijo suspirando y levantándose Fue con los demás supervivientes a hablar y presentarse
Desde que había tomado asiento bajo la sombra de un árbol junto a los demás sobrevivientes, perdida en mis cosas, sabía que el hombre que me había salvado ya había dicho algo, una pregunta si no me equivocaba, pero... siendo sincera, estaba tan distraída que, ni siquiera había escuchado su pregunta. Eventualmente supe que cosa había preguntado una vez que se respondió su pregunta y para romper el silencio que se había formado, el chico había propuesto que nos presentáramos. Alcé la mirada para lograr ver mejor a la mujer que se estaba presentando Antoinette Von Strauss, tenía que grabarme su rostro, aunque no lo veía complicado, y además agregar que le podíamos llamar Nettie y no Anto como lo había sugerido el chico. No mucho después se presentó otra de las chicas del grupo Annabeth Halet, a ella podría llamarle Anna... su nombre era bastante largo para mi, y el dato curioso: era fotógrafa y estilista, yo en definitiva no había oído de ella, normalmente toda mi atención se dirigía al estudio en vez de a modas y gente famosa Suspiré levemente antes de presentarme — Alisson... Alisson Cain — me presenté sonriendo levemente, antes de ponerme a jugar un poco con la arena con mis dedos, mi parte estaba relativamente hecha
Alisson… ese nombre me hizo estremecerme un poco, un mal recuerdo, pero lo pensé un momento y entendí que había oído mal; había una pronunciación diferente, era Alisson, con dos s, no Allison, con doble l. Eso era genial, no era como Allison… ugh, ¿por qué pensaba en ella en estos momentos? La apartó a un rincón recluído de su mente y la encerró ahí para proceder a sonreírle a la morocha que acababa de presentarse. —Bueno, supongo que sería hipócrita de mi parte no presentarme yo también —procedí con una sonrisa confiada curvada en mis labios—. Mi nombre es Tony Oswald, y no creo que hayan oído de mi trabajo, dado que apenas si trabajo de todos modos… ¿quién sigue?
Miguel se había separado un tanto y se encontraba de pie, con el dedo índice sobre el mentón y meditando acerca de todo. Frunció el ceño y sacudió la cabeza al mismo tiempo que chasqueaba la lengua y levantaba el cuello hacia el cielo. Él incluso había preferido haber muerto en el avión en vez de sobrevivir, ¿por qué? Aunque, en el fondo él sabía bien que no hubiese querido haber muerto. La cabeza empezó a darle vueltas, y como no quería seguir pensando en ello, se acercó al resto del grupo con una sonrisa. Se estaban comenzando a presentar. Antes de que él pudiese decir algo, el mismo chico que le indicó que levantase el montón de hierro que había sobre una muchacha, decidió presentarse también. Tony, había oído. Luego, carraspeó y esbozó una media sonrisa cordial. —Hola a todos, me llamo Miguel Smith Duncan —dio una rápida mirada a todos (o a casi todos) los presentes en aquel momento, tomando notas de su apariencia, rostro, vestiduras y nombres—, y soy el jefe de una empresa.
Terra Weedall. Sin el apoyo de las personas que se encontraban resguardadas bajo la palmera a escasos metros de distancia, Terra se había encargado de divisar el horizonte en busca de alguna esperanza de salvación. Sin embargo, más allá del avión hecho trizas, no parecía haber un alma, nadie que navegara aún a la lejanía. Luego se acuclilló y empezó a inspeccionar la arena sin pronunciar una palabra a los que se estaban presentando, aunque miraba de reojo a los que hablaban, sin perderse ningún diálogo e incluso aprendiéndose los nombres. Cuando habló Tony, su semblante se tensó: de alguna manera, para sus costumbres salvajes, ese hombre comenzaba a parecerle hostil. Hizo una mueca mientras volvía a levantarse, escupió sobre la arena y decidió que pronto comenzaría a tener hambre y sed. No era que temiese alejarse del resto de sobrevivientes, pero sabía que tenía más posibilidades de seguir con vida si todos se encontraban juntos por el momento, así que no se alejó más y quedó a la espera de alguna idea colectiva que fuera más allá de lo que consideraba "chácharas innecesarias".
Viktor Reznov Mientras el resto de los sobrevivientes hablaban, la mente del ruso comenzó a pasar rápidas ideas y notas de lo que recordaba antes de subirse al avión, que por alguna extraña razón, todo parecía muy confuso. ¿Habría sido un ataque? ¿Una especie de atentado? Era estúpido, ¿verdad? Después de todo, trabajaba en la Inteligencia más poderosa del mundo y podría haber prevenido este desastre. Entonces, en un fugaz pensamiento, se tocó instintivamente la cintura y palpó la funda vacía. ¡Su pistola! ¡Su pistola no estaba! Rápidamente giró sobre sus pies; describiendo un círculo completo y se alejó sin más de la gente que estaba comenzando a presentarse. Caminó por la arena, arrastrando sus pies y pasando por el costado de Terra Weedall, ignorándola por completo, su mente estaba en otro asunto, sus ojos inspeccionaban la arena en busca de su Beretta pero no tuvo éxito. Luego paseó sus ojos por la arena, muy cuidadosamente en busca de una maleta plateada; allí encontraría una pistola de bengala y con suerte, una radio en un buen funcionamiento; todos los aviones tenían aquella especie de salvaguarda en el avión por catástrofes, solo tenía que encontrarla... Estuvo más de veinte minutos en una absurda búsqueda, buscando entre los escombros, entre el metal fundido por el fuego, levantando y corriendo los cuerpos inertes de los pobres diablos que no habían logrado salir vivos del choque. Pero nada. No había encontrado nada. Agitado y con el sol del mediodía rasando el nivel de la arena, se arrodilló y depositó el peso sobre su trasero, respiró con fatiga y negó lentamente. Sin esa maleta iba a estar varado en aquella isla en medio de la misma nada. Y el calor no era prácticamente a lo que estaba a acostumbrado... cerró sus ojos, intentando recordar algo, mínimo aunque sea, pero era imposible; era como si su mente hubiera borrado el momento en que se subió al avión, cielos, ni recordaba a esa gente con la que se encontraba allí, no recordaba haber visto a nadie subirse ni sentarse a su lado. Se insultó a si mismo en su idioma natal por también haber perdido la petaca de whisky.
Una pequeña mueca de desagrado se formó en mi rostro cuando me levanté del suelo con ayuda de aquel hombre. Hoy iba a ser un día muy largo. Ambos volvimos junto al grupo y pude ver a aquella jovencita la cual necesitaba mi ayuda, y me acerqué al instante para ver cómo de grave era su herida. Ugh, se veía algo fea. Noté como la chica me miraba expectante, esperando a que pudiera ayudarla, y esbocé una pequeña sonrisa para reflejarle confianza. —Tú no te preocupes, en breve te pondrás bien. —le dije mientras tomaba su mano y la levantaba delicadamente del suelo. Debía procurar que no le rozara nada contra la herida. —Ven, necesitaré que te mojes la herida en el agua. —expliqué y nos alejamos un par de metros hasta llegar a la orilla, y los dos nos sentamos enseguida. Mojé mis manos lo primero para no ensuciarle más el corte, y acto seguido le tomé por la muñeca para mojar la herida. En cuanto la sacó del agua, le indiqué que mirara hacia otro lado. —Esto te va a doler un poquito, pero lo haré rápido. 1...2...¡3! —y segundos después el trozo metálico ya estaba fuera. Rápidamente observé como la sangre empezaba a brotar por su mano y como pude rompí un pequeño trozo de la camiseta que llevaba atada (la cual no tenía sangre) y le vendé la mano finalmente. —Ya está, ¿a que no fue para tanto? —le sonreí débilmente y me levanté de nuevo para volver junto a la chica al grupo. Le indiqué que mantuviera la mano por encima de su corazón para que la gravedad frenara un poco el sangrado y me senté cerca del resto mientras les miraba indiferente. Escuché que se andaban presentando, pero yo simplemente permanecí cayado. Saber mi nombre no era de la incumbencia de aquellos desconocidos.
Aquél joven chico me había ayudado, yo estaba más que agradecida, claro que cuando sacó el trozo metálico sentí un fuerte dolor. Seguí las instrucciones del hombre e hice presión a mi mano, la apoyé contra mi pecho. Habían muchas personas reunidas a mi alrededor, ¿qué debía hacer, presentarme? Bueno, decidí hacerlo. —Disculpen si interrumpo alguna presentación —alcé la mano—. Mi nombre es Natalia Ollsen, tengo 19 años de edad y venía a Estados Unidos por mi profesión, Turismo. ¡Claro! ¿Quién podría imaginarse que semejante hecho ocurriría? ¡Estoy espantada, no sé que hacer! —titubeé—. ¿Qué planean hacer ustedes? Porque si esto es una especie de... grupo de sobrevivientes, me uno... haré lo que sea necesario. Contenido oculto @Nami Roronoa @Liza White @Jenna Bodt Fubar
El hombre que nos había indicado donde reunirnos se había presentado justo después de mi Tony Oswald menos mal que era un nombre corto y fácil de aprender, después se presentó otro de los hombres como: Miguel Smith Duncan, ¡otro nombre corto! menos mal... tal vez sería bueno en estudios pero para nombres y rostros no me consideraba tan buena. Y finalmente otra chica se presentó Natalia Ollsen podría decirle Nati... o simplemente Natalia, ambas opciones eran viables... Hasta ahora los nombres eran los siguientes: -Nettie -Tony - Natalia -Anna -Miguel Si no me equivocaba no faltaba ningún otro que no se hubiera presentado y hasta ahora solo Natalia parecía ser la única de mi edad, ella también dijo unas sugerencias, como hacer un grupo de sobrevivientes... no sonaba mal.. juntos se podría sobrevivir, pero para esto tendríamos que hablar mas entre todos... para eso de la "buena comunicación" entre otras cosas. — L-Los demás... ¿n-no se presentaran?
