Pasillos y corredores de Hogwarts

Evelyn Holder

Salimos de la clase y lo primero que hice fue asegurarme de que Peevees no andaba cerca, dispuesto a alguna travesura más. Algún día se las devolveríamos todas juntas, se iba a enterar ese fantasmita.

Las escaleras nos jugaron malas pasadas, para variar, y acabamos cada uno en pisos dispares. Pero a los... ¿10 minutos más o menos?, ya estábamos adentrándonos en la Sala Multipropósito de nuevo. ¡De vuelta al entrenamiento!

 

Frans Andersson

Aquello era lo más horrible que había podido pasarme en toda mi vida. En toda mi vida no había estado más incómodo que allí. Pero supongo que, en cierto modo, me lo tenía merecido, ¿no? Mis padres ya estarían hartos de mí. No hay nadie capaz de aguantarme. Así que, ¿qué mejor forma que apartarme de sus vidas que meterme en aquel horrible lugar, en esa escuela para magos, para esos horribles seres capaces de hacer cosas extrañas, de expulsar fuego por sus manos, de hacer levitar cosas, y qué se yo? Desde luego, era el mejor castigo pensable para mí, eso estaba claro.

No terminaba de entender qué motivó a mi familia a obligarme a ir allí, pero supongo que algo debí hacer mal. La cuestión es que llevaba ya un tiempo en Hogwarts, y cada día se me hacía más pesado que el otro. Casi no había hablado con nadie; eso no era diferente a mi vida fuera de aquellas paredes; eso no era diferente para nada. Pero en fin, supongo que yo tampoco hice esfuerzos en acercarme a nadie, ¿no? ¿Para qué? Si todos me acaban rechazando, por algún motivo u otro.

De ese modo, vagaba por los pasillos; sin ningún rumbo concreto, sin ninguna meta concreta. Los profesores e incluso los compañeros estaban entusiasmados por aprender diferentes hechizos y poder usarlos. Yo no quería nada de eso. Pero supongo que no tenía más remedio. Las paredes iban a caerse encima de mí si no hacía nada durante los años y años que me quedasen de tortura, de la tortura que era Hogwarts.

 

Voz en-off de Ryder Parker mientras camina por los pasillos rumbo a clase.

Suspiré. Todo ese aire botado tenía una mezcla enérgica de asco, aburrimiento y hostigamiento.

Mi nombre es Ryder Parker. Quizá no me conocías porque la verdad mi entusiasmo por estar en este lugar es prácticamente nulo. Odio tener que ser mago, lo odio. Digo, yo en lo que esta gente llama "el mundo muggle", tenía mi vida resuelta. Era popular, vivía en una casa espectacular, y tenía muchas cosas que hacer. Aquí todo es arquitectura antigua, encierros y rayitos de colores volando por los aires... "wiii". Aunque admito que... muy en el fondo, me intrigaba un poco eso de tener poderes mágicos, ¿podía sacar algo para ventaja propia? Quizá. El punto es que terminé viniendo aquí porque mis padres me insistieron como por tres noches seguidas.

"¡Vamos, Ryder! Toda la familia ha estado en Hogwarts, tienes mucho potencial tú también. Será divertido, ¡ya verás!".

Yo terminé accediendo pero con la condición de que me compraran ese MacBook que quería desde hace tiempo atrás. Es lógico, ¿no? Si iba a sacrificarme de esta forma debería tener una recompensa como mínimo.

Me auto-definiría como una persona... ruda. La palabra es terriblemente patética pero lamentablemente no encuentro un sinónimo que suene mejor. Así es, no soy el típico niño sonriente que le encanta hacer amiguitos de buenas a primeras. Osea, lo fui hace un tiempo atrás, pero eso quedó en el pasado por razones que no vienen ni al caso. El punto es que, yo no tengo problema en no meterme con nadie, incluso puede llegar a ser tu amigo... y modestia aparte, soy amigo de los buenos, porque creo en la amistad incondicional. Si la amistad no tiene nada de calidad, ¿de qué sirve entonces? Pero eso sí, tienes que saberme como tratar, y para eso, te recomiendo ir muuuy despacio, así sabrás como puedes ir interactuando conmigo sin regarla. Tampoco te angusties, si veo que te estás esforzando y cometes un error, no hay problema, a todos nos pasa. Pero si me haces enojar a propósito... te recomiendo que te sostengas bien fuerte porque te puede llegar una avalancha verbal difícil de recibir.

Creo que eso es lo que tengo que decir de momento. Sí, hablar de mí mismo en mi mente me ayuda a distraerme de la lata gigante que me produce tener que ir a clase de magia en estos momentos.

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@Graecus vamos a clase (?)

 

Jordan Ashblood

Caminé de prisa. Ya habían pasado varias semanas y seguía perdiendome en aquellos enormes pasillos...¡Ugh! El problema de cuando eres de primer año es que no puedes confiar en nadie. Le preguntas a una chica muy mona con aire de ser buena persona sobre el aula de Transformaciones, y eres demasiado novato como para darte cuenta de que la chica es de Slytherin, y termina dandote indicaciones para llegar justo donde Peeves está lanzando papél higienico. ¡No es justo! Por si fuera poco, las escaleras se mueven mientras estas bajando por ellas. ¿Eso es seguro?

Como siguiera así, estaría mendigando para poder salir de este laberinto antes de llegar al aula.

De repente, ví a un chico con un libro de transformaciones en la mano. Así que, con la dignidad que me quedaba, solo caminé casi a la par del chico, solo un medio metro detrás de él, para poder fingir saber hacia donde va cuando haga algún giro.

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está bien (?

 

Estaba tan sumido en mi auto-biografía mental, que no me di cuenta en qué momento llegó un chico al lado mío. A ver... su pelo era negro, sus ojos eran verdes, y su piel clara. Creo que lo conozco. ¡Ah! Pero claro que sí, algo en específico me lo confirmó por completo, y era algo de su vestimenta: la bufanda. Cada semana, el chico tenía una bufanda distinta, es como esos fetiches de esos personajes de la televisión que usaban pelucas de colores o lentes de colores raros para parecer muñecos de plástico. Aunque... este era normal, de hecho no era un fetiche en lo absoluto. Sólo, quise decirlo. ¡Y no era nada en contra del chico! Sólo... estaba acostumbrado a usar este tipo de sarcasmo en mi día a día, así que por eso lo dije, pero en mi mente... para evitar algún problema/drama innecesario.

—Hmmm... ¿se te ofrece algo? —dije medio serio—. Digo, vienes al lado mío, y creo que nunca he hablado contigo así que...

 

Jordan Ashblood

El chico no se detuvo mientras hablaba, así que yo tampoco lo hice. Oculté un poco mi boca entre mi bufanda de color rojo con franjas doradas mientras respondía—Oh, no te preocupes, no voy a molestarte. Solo noté que vamos a la misma clase—añadí, apuntando a su libro. Luego lo miré directamente a los ojos, esperando su reacción.

 

Mientras me respondía, me dispuse a analizarlo sin que se diese cuenta. El chico rápidamente se tapó la boca con su bufanda para responder. Creo que era un poco tímido. ¡Vaya! Que conveniente. Y lo digo en serio, ¿eh? Personas así te van conociendo de a poco, de manera gradual, lo cual era perfecto para mí; así no me iba a sentir molestado o invadido, así que creo (y como bien digo, creo, porque falta conocerlo a profundidad), que podríamos llevarnos bien.

Creo que era hora de presentarme, pero me la pensé. No podía decir las típicas frases cliché de "¡Encantado de conocerte!" o "¡Es un gusto!" porque ugh... no me nacía. Y de nuevo, no lo digo por él. Es sólo que este vejestorio de lugar que pareciese haber sido diseñado por un abuelo con complejo de aristócrata de la edad media me quitaba todos los ánimos, porque no hacía sino restregarme en la cara que ya no estaba en mi preciado mundo muggle, sino que estaba en una dimensión paralela aprendiendo a tirar chispitas con un palo de madera.

—...mi nombre es Ryder —dije al fin—. ¿Tú como te llamas?

 

Jordan Ashblood

Interesante. Con lo medio cortante que había tratado de ser al preguntarme que quería, casi esperé que volaran mesas al dejar claro que no iba a alejarme de él. Pero solo se me quedo mirando, y luego me dijo su nombre. Enorme avance.

Asentí.—Soy Jordan, mucho gusto—respondí con algo de indiferencia, como quien no quiere la cosa. Noté que no estaba esperando un apretón de manos, así que no se lo dí. En vez de eso, volví a reanudar la marcha.

 

Lo observé fijamente mientras me respondía. Había una supuesto deje de "indiferencia" en su respuesta, pero se notaba que estaba más bien acoplándose a mí para no tener roce alguno... porque vamos, yo conozco perfectamente la indiferencia real. La practico día tras día. Si existiese un premio para eso, estoy seguro que me ganaría un Emmy/Oscar/Nobel todos los años, por lo que mi madre tendría una razón para llorar a moco suelto cada año en esas ceremonias, y mi padre para andar fanfarroneando con sus colegas y esa gente de negocios.

Eso sí, me agradaba su estrategia. Se notaba que era prudente, un rasgo que a mi me caía bastante bien. Quizá nos llevemos bien, a fin de cuentas.

—Soy de Ravenclaw —proseguí a decir—. ¿Tú de qué casa eres? Tienes pinta de Gryffindor.

 

Jordan Ashblood

Me permití una risita divertida—¿Yo tengo pinta de Gryffindor? Querrás decir que mi bufanda tiene pinta de Gryffindor—bromeé. Mi bufanda no podía ser más Gryffindor— Pues sí, atrapado. Soy un león.

Caminando, pude notar lo que parecía ser el aula de Transformaciones a solo unos metros. Me detuve en la puerta, asentí hacia él a modo de "hablamos mas tarde", y luego entré a sentarme. No tenía ni idea de la distancia que Ryder escogería, así que solo me mentalicé sentarme en el centro mientras entraba.

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...y entonces Ryder decidía sentarse en el mismo lugar y empezaron a llover mesas (? okno xDD ni se te ocurra ewe

 

Apreté los labios frente a su respuesta. Creo que eso había sido un... chiste. Vaya, que rápido se desinhibió. Por lo visto la gente no necesita estar bajo la influencia alcoholica como dicen las malas lenguas para romper el hielo. Sin embargo, sonreí levemente. No estuvo nada mal su chiste, y al fin y al cabo, era de él... digo, nadie más usaba bufandas en este museo de antigüedades que llaman escuela hasta donde yo sé-

Luego el chico prosiguió a asentirse como gesto de despidida, a lo que yo respondí con el mismo gesto. Entré a la sala y vi como él se sentí en la mesa de al centro. ¡Astuto!, ¿eh? Yo quería ese puesto, pero bueno... será para la siguiente vez. Suspiré enormemente para armarme de paciencia extrema para soportar la clasecita "mágica" que me esperaba, y me senté en la silla ubicada al noreste de Jordan.

 

Jordan Ashblood

Estaba muy feliz de haber aprendido ya dos nuevos hechizos. Y ahora que era oficialmente un mago de Aire, tenía mayores habilidades. Lo que me faltaba era practica para perfeccionarlos, pues de nada servía saber buenos hechizos si no sabías usarlos en batalla. Para refinar esto, decidí ir a la Sala Multipropósito.

Llegar al septimo piso fue relativamente fácil. Pregunté a algunos cuadros sobre atajos, ya que recordaba que los que custodiaban las salas comúnes no eran los únicos que tenían pasadisos. Uno de ellos me llevó al piso cuatro, y aunque otro me devolvió al primer piso, un último me llevó directamente al septimo.

Ahora que ya estaba en el piso correcto, debía encontrar el tapiz de Bárnabas el Chiflado. No fue fácil, ya que me pierdo facilmente, pero lo encontré. Una vez lo ví, comencé a pensar en lo que necesitaba.

"Necesito un lugar donde practicar magia".

Miré hacia el tapiz, esperando haberlo logrado a la primera, pero no fué el caso.

"Necesito un lugar donde practicar magia".

Quizás me estaba equivocando de tapiz. O quizás había más de un tapiz. ¿Era posible?

"Vamos, necesito un lugar donde practicar magia..."

Y de repente, donde anteriormente se encontraba el tapiz, se hallaba una enorme puerta. Sonreí con inquietud, y entré.

 

Kyle

Otra vez con el tiempo justo para llegar a clase. Me había entretenido con el desayuno, charlando con mis compañeros de Hufflepuff en la mesa, en una conversación muy intensa, pero no podía olvidarme de las clases. Llevo un rato corriendo con una tostada en la boca por los pasillos de este enorme castillo, que me desconcierta bastante. Los cuadros se me ponen a hablar y mi primer impulso es contestarles. No, no, no. No puedo retrasarme más aún, o tendrá consecuencias.

Compruebo mi horario. Transformación. De acuerdo, después de meterme por algún pasillo verdaderamente extraño por culpa de esas escaleras que marean un montón, creo que voy por el camino correcto.

Veo al final del pasillo estudiantes entrando en una gran sala, por fin. Justo a tiempo, La proxima vez tengo que controlar mejor el tiempo. Me termino la tostada y llego al portón.

Golpeo la puerta y entro para sentarme en un pupitre por la parte de atrás, no quiero molestar a todos esos chicos y chicas prácticando con la varita. Mi primer encantamiento... Estoy un poco nervioso, espero no fastidiarla.

 

Camino por el pasillo del cuarto piso. Salí en cuanto pude de la zona de Defensa Contra las Artes Oscuras, esa zona me daba pavor.

Tengo mis hechizos nuevos, y no se me ocurre una idea mejor que practicar un poco con ellos. Necesito cogerles el truco para dominarlos en cualquier situación, hasta el hechizo más simple bien utilizado puede sacarte de un apuro.

Para entrenar un poco, me acerco a un grupo de chicas mayores de Ravenclaw. Después de gritar como unas locas y abrazarme y revolverme el pelo, diciéndome lo mono que era, me indicaron que estaba buscando la Sala de los Menesteres. Allí es donde va todo mago a practicar los conjuros... O a otras cosas.

No entendí bien lo segundo, pero sabiendo que está en el séptimo piso, me voy para allí. Las escaleras no paran de girar de lado a lado, me vuelven loco. Pero los cuadros son muy amables conmigo y me indican la zona a la que quiero ir. Un mono capuchino me señala hacia la izquierda, y luego me sigue por una docena de cuadros para que no me pierda. Me encantan estos retratos.

Por fin llego a un pasillo inmenso, con un tapiz al fondo. Ese es al que llaman Barnabás el Chiflado. Parece ser que tengo que concentrarme en la sala que quiero entrar y se me aparecerá.

Necesito un lugar donde practicar magia

El tapiz ni se mueve. ¿No tenía que aparecer una puerta? Voy a intentarlo otra vez.

Necesito un lugar donde practicar magia

Nada. Ni un triste humo saliendo por debajo y unas luces... Vaya decepción. Igual no estoy en el sitio correcto. Pero es el séptimo piso, y este es el único tapiz...

Me giro con intención de irme, mientras me vuelve a la cabeza la frase que he pensado.

Necesito un lugar donde practicar magia

Un sonido me viene por la espalda. Como si la piedra se resquebrajase. Me giro con los ojos como platos para descubrir que una puerta se estaba formando en la pared.

—¡No me lo puedo creer! — la puerta se abre gracilmente, dudoso para una puerta en la pared, pero esto es así. Oigo ruidos de gente gritando hechizos dentro, así que entro y me preparo para lo que venga.

 

Antes de seguir con el paso, me detuve para verificar si iba al lugar indicado. Saqué de mi bolsillo un pequeño papelito que decía "Cosas por hacer" y me encontré con lo siguiente:

-Ponerle alas a una piedra. ✔
-Hacer que el palito mágico funcione como linterna.
​

Suspiré perezosamente. Aún me quedaba algo por hacer mientras tanto. Aparentemente tenía que subir al tercer piso, y eso iba a ser todo un desafío, porque súpuestamente tenían un disque super sistema que les permitía a las escaleras moverse a distintas plataformas, pero las muy descaradas iban a donde ellas querían. Pff... que "práctico", ¿no? Espero no tener que usar esas escaleras en sus días especialmente sensibles del mes, viendo que tienen voluntad propia aparentemente.

—Bueno, tengo que ir al tercer piso —dije, leyendo un cronograma que tenía a mano—. Que original, en Defensas contra las Artes Oscuras nos enseñarán a prender la luz.

Me dispuse a mirar impacientemente todas las escaleras, hasta que me topé con una que se estaba moviendo a la plataforma del tercer piso.

—Te pillé —dije en mis pensamientos, para luego correr por dicha subida y acceder a la sala de Defensas contra las Artes Oscuras.

 

Frans Andersson

Había regresado a los pasillos, tras un rato de lectura. No sabía muy bien dónde, pero se suponía que había una sala donde se podía practicar la magia, supongo que con criaturas mágicas y todo eso. Uf, qué absurdo y complicado, absurdamente complicado, diría yo, era todo aquél mundo. En el "mundo muggle", como lo llaman los magos, todo era tan sencillo, tan bonito, con tan pocos problemas... ¡yo no elegí ser mago! ¡No elegí prenderle fuego a todo aquella reserva! ¿Por qué tenía que cargar con todo aquello sobre mis hombros, por qué tenía que sufrir estando encerrado en un sitio que concentraba todo cuanto detestaba?

No obstante, si quería mantener la cordura tenía que aprender a sacar provecho de las pequeñas cosas que pudiese brindarme toda aquella horrible situación. Y, bueno, encontraba algunos entretenimientos en aquella horrible magia (todo lo malo tiene su parte buena, supongo), pero para llevarlos a cabo necesitaba entrenar y dominar la magia. No quería desastres como el de aquella vez, no más.

Por eso, subí y bajé escaleras, recorrí pasillos... hasta que encontré el lugar del que hablaban.

 

Salí de la sala y luego observé a todos mis alrededores. Vi como las escaleras móviles giraban y giraban, y como esos extraños cuadros parlanchines hablaban más que un grupo de abuelas que se junta a tejer y a tomar el té. Suspiré. Iba a tomarme un bueeen tiempo en acostumbrarme a este estilo de vida tan... "alternativo".
Procedí a mirar mi lista de cosas por hacer. Ya habían dos tareas hechas, y quedaba la última del día...

-Ponerle alas a una piedra. ✔
-Hacer que el palito mágico funcione como linterna. ✔
-Jugar a Pokémon: pendiente.
​

—Bien, entonces debo ir al séptimo piso para llegar a la famosa Sala Multipropósito.

Di unos cuantos pasos, y silbé para que la escalera llegara y me llevara al séptimo piso...

Sí como no. Estas cosas se mandan por sí solas. Estuve esperando como unos siete minutos para que llegara la escalera a la plataforma, y afortunadamente fue a parar al séptimo piso.

—Te tardaste mucho en aparecer, ¿eh? —le alegué, para luego hacer toda la parafernalia de pasos para entrar a la gran sala-gimnasio.

 

Melinda

La puerta de la Sala Multipropósitos se fusionó lentamente con el muro después de que atravesara su umbral. En unos segundos quedó ante mis ojos una piedra lisa, supuestamente irrelevante. El secreto que escondía del otro lado era bastante útil para entrenar habilidades mágicas, de modo que pasé a considerarlo uno de mis sitios preferidos en el castillo; también vendría bien para cuando quisiera estar sola, en paz. De a ratos, necesitaba el silencio.

Me alejé de la entrada de la Sala y pronto me encontré caminando por los corredores del séptimo piso. En ese momento no se hallaba nadie además de mí, pero el sonido que las escaleras hacían al moverse rompía toda posibilidad de silencio. A mis oídos llegaba la áspera resonancia del roce de piedras. Suspiré.

—Bueno… ¿Dónde quedaba la Sala Común de Ravenclaw?

Primero recorrí aquel corredor del séptimo piso, en busca de una señal que despertara mi recuerdo. No hubo ninguna.

Sin embargo, encontré algo que llamó mi atención…

Se trataba de un cuadro en el que aparecía retratado un noble caballero. Sentía una predilección especial por este tipo de personajes, pero noté que el del cuadro tenía algo que le hacía perder algo de su gallardía. Los caballeros solían montar fantásticos corceles, de pelaje brillante y crines lacias. Pero éste…

—¿Un pony? —pregunté, mirando el cuadro más de cerca.

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Sir Cadogan

 

Dentro del cuadro, un caballero cabalgaba sobre un pony, blandiendo su espada a diestra y siniestra. Llevaba una armadura similar a las que había en los pasillos del castillo, y los demás caballeros del retrato no tardaron mucho en abandonarlo y partir hacia otro cuadro. Al verlos huir, el caballero se quitó su casco.

—¡Cobardes! ¡Ratas asquerosas; huyan como los viles cobardes que sois! ¡Pensadlo dos veces antes de desafiar a Sir Cadogan! —gritó aquel caballero a bordo de su pony. Al sentirse observado, volvió para descubrir a la chica de Ravenclaw que lo estaba examinando—. ¡Ajá! ¿Acaso es usted mi próximo oponente? ¡En guardia, vil bellaco! ¡Veamos de qué estáis hecho, malandrín! ¡Ahora, brujas!

Sir Cadogan intentó darle con su espada, pero obviamente no pudo salir de su cuadro. Pero entonces aparecieron tres brujas que ingresaron al cuadro de Sir Cadogan desde otro cuadro del castillo... las tres agitaron sus varitas y el cuadro entero comenzó a brillar.

Repentinamente, el caballero se encontraba de pie frente a Melinda, su espada en alto, amenazante, aunque era incluso más bajo que la niña de once años que tenía frente a él. Su pony había quedado dentro del cuadro, y todo su cuerpo brillaba por el hechizo que le había sacado de su cuadro.

—El conjuro no durará mucho, ¡pero será suficiente! ¡En guardia! —exclamó Sir Cadogan.

Sir Cadogan
Armadura Reluciente [ataques de agua y oscuridad causan mitad de daño; fuego y tierra causan x1,5 más de daño]
Salud: 200/200
Ataques:
-Estocada: ataca con su espada, causando 60 HP de daño. [Especial]
-¡En Guardia!: baja en 5 la resistencia de todos los oponente. [Especial]
-Giro Heróico: sacrifica 10 HP para quitarle 70 HP y 10 MP al oponente. [Especial]
-Golpe de Gracia: sólo puede usarlo cuando le quedan 30 o menos de Salud; causa 100 HP de daño. [Especial]

 

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Me falto añadir esto, y esto es importante: sólo tendrás siete (7) turnos para derrotar a Sir Cadogan.

Al finalizar el séptimo turno, Sir Cadogan regresará a su cuadro y habrás fallado la misión. Originalmente iban a ser menos turnos, pero dado que has tomado la misión en solitario lo extendí a siete... buena suerte :3