La búsqueda.

Alelí

La teniente acepto mi peticion de ser su compañera, y al parecer preferia que le llamase "Moll" a teniente y si lo admito, decir teniente cada dos minutos seria molesto, asi que me alivie de que hiciese aquel comentario.

Cambio su sonrisa por una expresion mas seria, lo que causo que escalofrio recorriese mi espalda por el repentino cambio.

—En fin, ve a prepararte, te quiero en cubierta en menos de diez minutos

Asenti con la cabeza y le salude como a un militar para irme a mi camarote. Y pues si, ahi estaba todo: ropa y las armas para la expedicion.
Realmente no queria cambiarm mi atuendo por ese, ya que me habia acostumbrado al mio y me sentia mas comoda con el (aparte, con el traje no se veria mi esplenodoroso tatuaje, ¿ah?). Tome lo indicado y me volvi hacia Erika de vuelta.

—¡Venga, estoy lista y preparada para la expedicion teni...! digo, señorita Moll—Reí cruzandome de brazos.

Solo faltaba esperar ordenes de mi compañera, ¡Finalmente la verdadera travesia iba a comenzar, yuju!

 

Damian Emerson

Abrió uno de sus ojos, los cuales había mantenido cerrados con cierta presión, a la espera de la respuesta del capitán. No sabía si reacionaría bien, si se negaría, o si simplemente se reiría de su actitud torpe. Cualquier cosa podría pasar, y por ello debía de estar preparado. Pero nada más abrir la boca el hombre al que se había encomendado, relajó sus facciones con notorio alivio: ¡no se lo había tomado tan mal como esperaba!

Sin hacerlo esperar ni un segundo más (por la cuenta que le traía) asintió varias veces seguidas, habiendo captado el mensaje.

—¡E-en seguida voy, n-no tardaré! —y tras remangar el largo pantalón de su pijama (para evitar más tropezones vergonzosos delante de estas personas), echó a correr rumbo hacia su camarote, teniendo cuidado por donde pisaba. Más le valía no tardar demasiado, lo peor que le podría pasar era que lo dejasen atrás. Y no sería la primera vez.

***

—Espera un momento... ¿de verdad creen que puedo salir ahí, a una isla inóspita y salvaje, sin siquiera un mísero spray anti-mosquitos? ¡Tengo la sangre dulce, me van a comer todos esos bichejos del demonio, por el amor de Dios! —gritó a los cuatro vientos como si no le importase nada, estaba solo en su camarote a fin de cuentas. Miró con disgusto aquella ropa excesivamente corta, estaba seguro de que acabaría con quemaduras y miles de picaduras. No sobreviviría al primer día ni de broma.

No obstante se resignó a cambiarse lo más rápido que pudo, llegando a ponerse la ropa al revés un par de veces y retardándose aún más. Para cuando salío del camarote, se fijó en que llevaba zapatillas diferentes, y se vio obligado a volver de nuevo a por el otro par.

Sin duda, las prisas nunca eran buenas.

***

—¡Ya estoy, ya estoy, abran paso! —Damian se escabulló por entre la multitud apelotonada en la entrada, llevándose un par de empujones. ¿Por qué solían concentrarse siempre en todo el medio? Ya parecía que era intencionado—. Disculpe, p-perdón, paso...

>>¡Ya estoy! —y tomó una gran bocanada de aire en cuanto llegó junto al capitán, agotado. Cuando sintió que estaba listo, miró a ambos lados, y se centró en Galash—. ¿Ya es hora de irnos, llegué a tiempo?

 

Ray Austin

Se mantenía inexpresivo mirando al horizonte, aflojó un poco su camisa pues el calor comenzaba a incomodarlo; todo había detenido su curso, mas él no demostró algún tipo de emoción alguna más que el desprecio al calor. Posiblemente había elegido el peor sitio para mirar el horizonte, perdiéndose completamente de la verdadera acción, algo que era usual para él, pues mirar hacia los sitios donde nadie mira es su especialidad.
Caminó con tranquilidad encontrándose al resto, aparentemente listos para el viaje en la isla —¿La expedición está lista? Deberán perdonar mi ausencia— señaló al cielo — Cuando las nubes son tan claras en el horizonte siempre hay que darse un respiro para observarlas, en especial cuando uno está acostumbrado a ver tormentas— dijo en un tono tranquilo mientras se abanicaba con el cuello de su camisa.

 

Profesor David Brooks

—Excelente, querida. Ahora solo resta esperar la indicación del capitán para zarpar. —el viejo la abrazó por el hombro como si fuera su propia nieta. Colocó una mano en uno de sus anchos bolsillos del saco marrón y esperó impaciente.

Rosie Castro

—¡Fenomenal, chica! Si vas con esa velocidad, seguro seremos las primeras en dar con el Druida. —rió divertida, chocando el puño con el de ella. Se acomodó el cabello y se colocó las gafas para el sol. Sopló un mechón de pelo que husmeaba por su frente. —¿Cuantos años tienes, querida?

Vincent Reynolds

—Te ves en óptimas condiciones para comenzar esta travesía. —dijo sin más, eligiendo cuidadosamente sus palabras. Lo último que quería era que lo acosen de pervertido en una expedición. Miró hacia el capitán, esperando una indicación.

Teniente Erika Moll

Asintió al ver a Erika, aprobándola. Se cruzó de brazos y se puso junto a ella, esperando la señal para cruzar.

Mae Chang

Una mujer esbelta caminó hacia él, sus rasgos claramente la identificarían con una asiática. Se inclinó levemente, entregando lo esencial a Ray para que continúe con el viaje. —Parece que seremos compañeros. —le regaló una de las más leves sonrisas antes de ponerse a su lado, mirando hacia Galash.

Capitán Galash Morton

Se frotó el mentón, pensativo. ¿Aquél chico realmente podría hacer la expedición? Lo midió de pies a cabeza, mientras Damian recuperaba el aliento. Su bigote negro se movió levemente, una señal clara de que Morton había suspirado, resignándose. —Llega justo a tiempo, señor Emerson. —indicó los botes para llegar a la isla. —Nada más al llegar nos dividiremos. Nuestro vigía advirtió dos caminos claros por el momento. No será necesario que viajen únicamente con su acompañante, pero el ritmo lo podrán ustedes, nosotros simplemente estamos para resguardarlos y contenerlos llegados al caso... —de reojo observó a Damian, pues no estaba seguro de cuanto podría contenerlo si el chico estaba en pánico. —Sin más les deseo una buena expedición.

Se distribuyeron sin mucho orden en los botes, que zarparon al instante. El mar estaba agitado, pero estaban cerca de la costa, por lo que no se balanceó mucho para fortuna de varios. Ni bien llegando a la arena blanca, se encontraron de frente con lo que el capitán les había indicado. Un camino que se perdía por lo que parecía ser un camino de selva, donde la vegetación predominaba, eso decía internarse más adentro. El otro camino parecía seguir el camino de la playa, que doblaba en un recodo.

¿Qué caminos tomarían?

a) Tomar el camino de la selva.
b) Tomar el camino de la playa.
​

¡Que empiece el juego!

​

 

Duart Blint

Asentí con la cabeza levemente con la cabeza. Comencé a caminar y me fije que todos hacían lo mismo, poco a poco descendiamos hacia los camarotes para buscar nuestras nuevas ropas. Por supuesto, fui el último en descender, como siempre. Entré a mi camarote y me coloqué la ropa que allí estaba, vi un par de armas colgadas de la pared, que jamás le había dado demasiada importancia y coloqué el machete en mi cintura y la lanza de metal la sostuve con mi mano.

Estuve a punto de marcharme, pero se me quedaban dos cosas importantes. Busqué debajo de la cama y el libro que antes se había caído estaba aún en el suelo abierto por la mitad. Lo cerré y lo guardé en mi pantalón, una lectura ligera para un largo viaje nunca estaba de más. Estaba a punto de salir del camarote, llevé mi mano al cuello y allí sentí como no estaba.

Abrí mis ojos de golpe al sentir que no había nada que colgara de mi pecho. Respiré apresuradamente y comencé a buscar por todo lugar. "¿Dónde estás?" pregunté mientras miraba de nuevo debajo de la cama, escuchaba el paso de los demás que ya habían terminado, pero no podía irme sin tener aquel recuerdo... Aquel medallón conmigo.

Pasé varios minutos buscando, inspeccionando, sabía que llegaría tarde, pero era necesario. Luego de girar sobre mi propio eje, observé algo que brillaba bajo mi vieja ropa. La alcé tan pronto como pude y vi que se había soltado de mi cuello, enredandose con mi camisa. Suspiré alviado y me di cuenta que desde hacia rato nadie pasaba así que me lo coloqué, volví a tomar la lanza y comencé a correr por el pasillo y subir las escaleras.

Todos estaban allí, mientras el capitán comenzaba con su explicación, comencé a acercarme hacia el señor Amar que seguía igual de serio que siempre. Me coloqué a su lado y escuché toda la explicación, intentando que no se dieran cuenta de mi tardanza. Subimos a nuestros botes y nos dirigimos hacia la playa.

Nadie se había percatado realmente de mi tardanza o no le habían dado importancia, suspiré aliviado, llegamos rápidamente a la costa. Bajamos de nuestors botes y además de mojarnos las botas, comenzamos a caminar para llegar hasta la arena blanca de la playa. Sonreí levemente, aún cuando el sol no mostraba piedad con nuestra piel, parecía extrañamente cálido.

Debíamos escoger uno de los dos caminos... Nadie había elegido, cuál seguir, me mostré pensativo por un momento, miré hacia las dos opciones, pero... No estaba familiarizado con la humedad de la selva y realmente no sabía que peligros reales podría haber allí... "No pienses en los libros que has leído, Duart..." me dije mientras intentaba sacar de mi mente los relatos de arena movedizas y jaguares come hombres.

—Señor Singh, deberíamos tomar el camino de la playa sólo para verificar la extensión de la isla y si hay posibilidad de una ruta alterna.—dije con la esperanza de que el hombre diera una respuesta de más de cuatro palabras.

 

Helena

Se sintió enternecida ante el ritmo pausado con el que Vincent respondió a su pregunta, como si estuviera guardando especial cuidado en el armado de la frase con la que contestar. Como guía, le resultó una persona adorable; un poco tosca, pero adorable al fin y al cabo ¡Y además le había dicho que se veía en condiciones como para realizar una travesía por la isla misteriosa del Druida! Nada de cosas relacionadas con la religió, ni con la casa de Dios… Ahora se veía como una aventurera y eso hacía que la felicidad acalorara su alma. Por ende, mostró una gran sonrisa ante las palabras de Vincent, quien en ese momento miraba al capitán a la espera de indicaciones.

Galash explicó que irían a la isla en botes. Los caminos posibles eran dos: uno en dirección a la selva, y otro junto al mar, sobre las bellas playas.

Se acercó a su respectivo bote con el ceño fruncido y una mueca de disgusto en los labios. No le parecía justo no poder realizar los dos caminos, pues ambos le interesaban sobremanera. Cualquier cosa ahora le interesaba más, si se las comparaba con la monótona rutina de la Iglesia. Suspiró.

—¡Vin, Vin~! —llamó, acercándose por la espalda de su guía y apoyando las manos sobre sus hombros, zarandeándolo un poco en el proceso— ¿Qué te parece si tomamos el camino de la playa? Se ve fresca.

 

Sheila Palafox

De un momento a otro sentí el brazo del profesor sobre mis hombros, cosa que me sorprendió por un segundo pero luego, por diversas razones me decidí a soltar una risa tranquila, solo quedaba esperar al capitán entonces. Pasaron un par de minutos hasta que al parecer todos tenían sus respectivas parejas y se nos permitió viajar a la isla en unos botes hasta que, ayudados por la marea logramos tocar la arena de la isla, por fin podríamos investigar algo, todo comenzaría a ponerse interesante.

— Ya que al parecer hay mucho interés en la playa, ¿que tal si nos aventuramos en el camino de la selva?, podría ser interesante lo que encontremos allí, ¿no lo cree? — pregunté mirando los dos caminos, aunque podría ser mas arduo el camino, tal vez se podrían encontrar cosas muy interesantes que en la playa no se notarían.

 

Amar Singh

Sonrió levemente, le había gustado la opción de ruta del muchacho; al parecer no iba a viajar junto un simple niñato. Afirmó ante su decisión y se cargó su equipo al hombro, siguiendo el camino de la playa.

Vincent Reynolds

Estaba ensimismado con sus pensamientos, aquella isla era un misterio por resolver. No sabía qué problemas podrían encontrarse en el transcurso del viaje, por lo que volvió a verificar nuevamente el cargador de su revolver. Cuando abrió el tambor, casi se le suelta de las manos. Su acompañante se había colgado de su espalda. Vincent giró el cuello para verla a la vez que recorría con sus ojos las miradas de los otros, intentando buscar alguna respuesta de su comportamiento. —Claro, podemos acompañar a Singh. —dijo al notar que su compañero tomaba el mismo camino.

Profesor David Brooks

Se alisó las solapas de su traje al ver la densidad de la vegetación, tomó el machete que escondía entre sus ropas. —Fiel reflejo de tu abuelo; una gota de agua. Él también hubiera querido el camino más difícil. —sonrió, recordando a su viejo amigo. —Vamos ya, joven Sheila.

 

Rosie Castro

—¡Vamos allá! Si salimos ahora seguro alcanzaremos al capitán. —saludó al resto que no se decidía que camino tomar y siguió los pasos de la chica.

 

Alelí

El capitan Galash comenzo con su explicacion de como nos dividiramos al llegar a la playa, habia dos rutas por tomar, una por la playa y la otra atravezando la selva. Subimos a nuestro respectivos botes rumbo a tierra firme.

—No lo se señorita Moll, nos han puesto dos rutas para explorar—Murmure recargandome en uno de los costados de la barca—Pero mi instinto me incita a tomar el camino de la selva, tal vez al adentrarse mas en la isla tengamos mas oportunidad de encontrar algo.

Yo siempre seguia a mi instinto y si el me decia que tomaramos el camino de la selva era porque algo nos...me esperaba ahi adentro

—¿Le parece?

 

Asintió a las palabras de Alelí, mirando como los grupos poco a poco ya se habían ido a sus respectivas rutas. Solo quedaba Mae Chang con aquél hombre serio. —La decisión que usted tome puedo no estar de acuerdo, pero usted marca el camino, ¿recuerda? Vamos allá. —giró el rostro a la última pareja, que no se había movido de su sitio. —No se retrasen. Si no salen en quince minutos vuelvan al barco y aguarden nuestro regreso.

 

Ray Austin

Aceptó los objetos otorgados por Mae Chang y afirmó —¡Excelente! Será un placer decifrar lo que esta isla nos depara junto a usted —decía mirando hacia la selva, justo hacia donde se dirigìa la última pareja que había visto —Creo que es tiempo de iniciar el camino, y considero que el saber que hay en la selva nos ayudará a crecer en entendimiento hacia la isla ¿Qué opina de esto señorita Chang?— decía lanzándose un poco de aire, pues el calor le era agobiante.

 

Mae afirmó con delicadeza, calzando la enorme mochila de expedición en la retaguardia. Se acomodó las pequeñas gafas sobre su diminuta nariz y dio el primer paso y se detuvo. Ladeó la cabeza y le miró. —Será mejor que nos apuremos si no queremos que la noche nos atrape ahí en medio.