Long-fic de Inuyasha - Enséñame a besar (InuKag) Termindo

Re: Enséñame a besar (InuKag)

Enséñame a besar.

6-.

Kagome seguía corriendo, sin importarle ni siquiera en qué hospital podría estar su amigo. Es cierto, ¿dónde estaba? Ayumi dijo en un hospital… ¡En el Shikon no Tama, seguramente! Allí trabajaba el hermano mayor, Sesshômaru, era más que obvio que lo llevarían allá.

Volviendo a tomar la carrera, corrió hacia el hospital que le quedaba bastante lejos. ¡Pero qué más daba! ¡InuYasha la necesitaba verdaderamente! Él estaba solo, su hermano era tan frío que seguramente no se preocuparía mucho por él, y no confiaba en nadie más.

"Que no te haya ocurrido nada… por favor… que esté bien, que estés bien… ¡InuYasha!"

Finalmente llegó sin aliento hasta el hospital. La garganta tenía reseca, con una sed muy impresionante. Tomó aire unos segundos, apoyando las manos en sus rodillas y jadeaba. Maldición, estaba tan cerca pero no podía moverse.

Con un ultimo esfuerzo, corrió hacia la recepción. No había nada ni nadie, ni siquiera una enfermera que pasara de casualidad.

¡Oh! ¡¿Por qué?! Maldición. ¡Ella necesitaba una enfermera!

Las puertas de un ascensor se abrieron, y justo aparecieron dos enfermeras. "¡Al fin!", suspiró Kagome aliviada.

–Disculpe… Disculpen… –las llamó Kagome, caminando torpemente hacia ellas, las enfermeras la miraron algo sorprendidas -. Me… me pueden decir… donde… donde… está… ¿Inu… Yasha…?

–Oh, ¿el hermano del señor Sesshômaru, no? –dijo una enfermera, de cabello castaño a igual que sus ojos, de unos veinticinco años más o menos.

Kagome asintió como una niña pequeña.

–No te preocupes, Ayame, yo la guiaré –dijo la castaña, golpeando suavemente la espalda de la enfermera pelirroja, quien asintió y se fue por un largo pasillo -. ¿Quién eres?

–Soy… Soy Kagome Higurashi y…

–Te advierto que no pueden entrar personas ajenas a visitarlo.

–¿Tan grave está? –se alarmó Higurashi, mirándola con los ojos bien abiertos y palideció rápidamente. Parecía que se desmayaría.

–Oh, no, vivirá –lo dijo tan despreocupadamente que Kagome se preguntó como llegó a ser enfermera -. El señor Sesshômaru es muy estricto en eso.

Kagome se rió nerviosamente.

–¿Qué eres del muchacho InuYasha? –preguntó amistosamente la enfermera -. ¿La novia?

Kagome se sonrojó tanto que parecía tan brillante como el mismo sol. La castaña soltó una carcajada.

–Eso ya me respondió –dio media vuelta y la guió hacia una puerta que dirigía hacia el parque del hospital -. Tu… 'amiguito' está por aquí.

Kagome asintió preocupada, observando lo maravillosamente que estaba decorado el parque. El pasto estaba muy bien cuidado, los árboles crecían en armonía y eran agitados por una simple brisa.

Había unos niños con vendajes corriendo, unos ancianos en sillas de ruedas mirando el cielo con nostalgia. Otros parecían tan sanos, que ella se preguntó porque estaban todavía en el hospital. Finalmente encontró a InuYasha.

Estaba masticando una manzana con enojo, sentando en una silla de rueda con una pierna cubierta por yeso. Los ojos de Higurashi brillaron casi angustiados y sin esperar a que la enfermera dijera o murmurara algo, salió corriendo hacia él.

–¿Qué haces aquí? –preguntó InuYasha, ligeramente sorprendido, viendo como Kagome lo abrazaba por el cuello y empezaba a llorozar -. ¿Kagome?

Pero no respondió. Solamente lloraba.

Sonrió levemente, cerró los ojos en una expresión tranquila y le acarició la cabeza suavemente. La pequeña y frágil Kagome…

–Estaba muy preocupada por ti, InuYasha –dijo la enfermera, acercándose hacia la pareja -. Vaya, que suerte tienes, pillín –y le guiñó un ojo.

–¡Oye…! –empezó él a recriminar, pero otro llorozo de Kagome lo detuvo. Miró de soslayo a la enfermera, quien asintió y los dejó solos.

Frunciendo el ceño, el ojiazul miró hacia ambos lados buscando alguna mirada curiosa. Soltando un suspiro silencioso, terminó abrazándola.

Mientras tanto, Kagome era cociente del alivio que sentía. ¡Jamás en mucho tiempo se sintió tan desesperada, ni siquiera cuando Hoyo… la había rechazado para besarla! Pero ahora InuYasha se encontraba bien, solo… parecía tener la pierna fracturada, una lesión que en menos de dos meses se curará.

Fue conciente de todo.

Sus llorozos se detuvieron abruptamente, y se separó con brusquedad del pelinegro, mirándolo fijamente. InuYasha la miró sorprendido, con la misma expresión que tendría un niño que fue descubierto con las manos en la masa.

–¿Sólo… tenías… eso? –chilló Kagome, señalando la pierna derecha de InuYasha -. ¡¿Quieres decir que… que vine para nada?!

InuYasha ahora estaba confundido, y su ceño fruncido lo demostraba.

–Oye, oye… ¡Yo no te pedí que vinieras! Tú fuiste la que apareció de repente –respondió con calma y algo de brusquedad el ojiazul.

Los ojos de Kagome volvieron a llenarse de lágrimas.

–¿Me puedes… creer que dejé a Hoyo sólo en… mitad de mi cita por ti? –recriminó con voz trémula, apretando fuertemente sus puños.

La boca de InuYasha se curvó en una sonrisa casi inexistente.

–¿Por mí? Debo sentirme halagado –repuso él, moviendo su cabeza hacia el árbol, fijándose en los rayos de un atardecer se colaban entre las hojas -. Tú fuiste la que viniste corriendo hacia aquí, Kagome. Yo no te llamé.

Estaba lista para gritarle, para golpearlo con todas sus fuerzas y culparlo de todo pero… simplemente no pudo. ¿Cómo podría echarle la culpa a alguien quien verdaderamente no tenía culpa alguna? En todo caso, quien debería tenerla es ella. Kagome fue la que salió corriendo como una posesa hacia el hospital.

Suspiró, derrotada.

–¿Cómo te enteraste que estoy aquí? –preguntó InuYasha alzando una ceja, moviendo su silla hacia atrás algo incómodo.

Kagome se sonrojó ligeramente.

–Ayumi… ella me llamó –oh, todo ahora resultaba tan incómodo -. ¿Qué… Qué te sucedió? –preguntó, queriendo decir sinceramente: '¿Qué me sucedió?'

El pelinegro soltó una carcajada amargada.

–El estúpido de Bankotsu me empujó –apretó fuertemente los puños -. No me caí, pero mi rodilla sufrió las consecuencias –se golpeó el yeso con cariño -, gracias a eso… pude ganarle otra vez.

Kagome buscó algo en donde sentarse y finalmente encontró una raíz crecida de ese árbol tan grande. Apoyó sus codos contra las rodillas, sosteniendo con sus manos el rostro pensativo pero igualmente atento a las palabras de su mejor amigo.

De su hermano mayor.

–Eres un idiota, InuYasha –dijo Kagome.

Unos niños pasaron muy cerca de ellos, resonando sus carcajadas de otro silencio incómodo. Una niña con feas quemaduras pasó cerca de ellos, mirándolos con atención pero reanudó su carrera al percatarse de que unas enfermeras iban tras los niños.

–¡Oigan, vuelvan adentro!

–¡Mayu, Satoru! –exclamaba una mujer detrás de las enfermeras, con expresión algo asustada pero se percibía su amabilidad.

InuYasha y Kagome las observaron sin decirse nada hasta que finalmente atraparon a los niños traviesos. Vieron como ellos alegremente regresaban al hospital, cantando con algunas enfermeras.

–Mayu, todavía no estás curada para salir a correr… –decía la mujer, colocando su mano lastimada por quemaduras en el hombro de la niña.

–Ay, mamá… –respondió ella, soltando un suspiro y quejándose.

Finalmente, solo quedaron ellos y el silencio. Los demás estaban tan calmados, tan callados… como si toda su vitalidad fuera absorbida por el gran edificio blanco.

InuYasha miró a Kagome.

Kagome miró a InuYasha.

Ambos desviaron la mirada rápidamente.

–¿Cómo… cómo te fue en la cita con… Bobo? –preguntó nerviosamente InuYasha, moviendo sus ojos de ella hacia la manzana entre sus manos.

Kagome sólo tenía la vista fija en el pasto.

–Fui… Fuimos al cine.

El chico la miró sorprendido unos segundos, pero luego cerró los ojos. Kagome se sentía culpable, ¡claro, salía con Hoyo al cine y ella no podía hacerlo con él!

–¿Qué vieron? –preguntó con cierto temor el pelinegro, apretando fuertemente sus manos en forma de puño.

"Que no sea Mutantes, que no sea Mutantes"

–Mi Pequeña Sei –sonrió con nerviosismo.

"Al menos no fue esa…"

–Ya veo.

Kagome lo miró, entrecerrando sus ojos cuando su corazón latió rápidamente. InuYasha parecía algo decaído, un poco triste… y dolido. Todo su cuerpo empezó a temblar, su pulso estaba acelerado.

Quería animarlo.

O al menos intentar sacarle una sonrisa.

–InuYasha.

Él movió su cabeza, dándole de entender que la estaba escuchando. No la miró, sus ojos estaban fijos en algún punto cualquiera.

Kagome tomó valor, frunciendo el ceño, se levantó y lentamente se acercó hacia él. En este caso, todo su conocimiento sobre InuYasha desapareció: apenas lo conocía, pero había algo que la atraía mucho.

Estaba dándose cuenta que… era atractivo.

Muy atractivo.

–¡InuYasha! –exclamó una voz, y Kagome volteó a mirar; siguiendo la mirada fija de InuYasha.

Reprimió un gemido.

Kikyou.

–Hola, Kikyou –dijo él de mala gana, soltando un suspiro algo cansado y moviéndose incómodo de la silla.

La muchacha miró seriamente a Kagome, pero le sonrió levemente. Los ojos castaños de Kagome no le respondieron la sonrisa.

–Vine apenas me enteré –comentó Kikyou, corriendo unos mechones traviesos de su rostro -. ¿Qué te hizo Bankotsu?

InuYasha gruñó, pero sonrió arrogantemente.

–¡Keh! Ese sujeto no puede lastimar ni a una mosca –respondió el pelinegro, cruzándose de brazos -. No me lastimó, sólo… pisé mal.

Kagome miraba a ambos con mucha atención.

¿Qué significaba esto? No lograba comprender. ¿Desde cuando InuYasha se llevaba tan bien con esa mujer? Hablaba amenamente, sonreía… Sus ojos brillaban con alegría. ¿Será que… la enamorada de InuYasha era Kikyou?

La muchacha miró a la otra preocupada, sintiendo una punzada en su corazón. InuYasha y Kikyou… ambos, ¿se gustaban? Podría ser… ¿Esa era la chica que tenía hipnotizado a su mejor amigo?

Apretó fuertemente los puños.

–¿Pasó algo, Higurashi? –preguntó Kikyou, con algo de burlería. Le dirigió una mirada cómplice a InuYasha.

Aquello fue demasiado.

Apretó fuertemente los puños, mordiéndose el labio.

–¡Eres un idiota, InuYasha! –chilló Kagome, empezando a correr lo más lejos posible de esa pareja. Las lágrimas no tardaron en venir.

–¡Kagome! –gritó InuYasha, tratando de alcanzar a la chica pero se perdió entre una multitud que empezó a salir -. Maldición.

–Déjala, InuYasha –repuso Kikyou tranquilamente, tomando una expresión seria y neutra -. Ya la conoces.

El pelinegro no le hizo caso, siguió a avanzando con un poco de dificultad debido a que el pasto empezaba a enterrar a las ruedas.

Necesitaba hablar con Kagome. ¡Necesitaba…! Hacerle entender tantas cosas, demasiadas pero… seguramente ella no las comprendería.

·__·

Apenas llegó al templo, Kagome tapó el rostro con sus manos, llorando como una idiota. ¡Dolía, en verdad dolía! No soportaba ver a InuYasha con esa mujer, aunque no se dijeran nada… aunque no se tocaron, ni siquiera se besaron estaba más que segura. ¡Él estaba enamorado de ella!

¿Por qué sino a él le brillarían los ojos cuando hablaba con ella? Era una tontería llorar porque su mejor amigo por fin encontró el amor.

Tal vez tenía miedo de que la dejara de lado, como siempre sucedía cuando un amigo estaba de novio. O que Kikyou le dijera que no podía juntarse con ella porque estaba celosa.

Sí… ¡Tenía miedo de perderlo!

De perder a la única persona que la entendía. La única persona que ella verdaderamente confiaba. ¡No comprendía… ese temor… pero… estaba angustiada de tan solo imaginar que pudiera suceder!

¿Podría perder a InuYasha para siempre?

"InuYasha… InuYasha…"

Escuchó unos pasos acercarse a ella. Levantó el rostro y sintió como todo se detenía. Su mundo dejó de girar, las lágrimas dejaron de caer, su corazón no latió por varios segundos. Sus ojos chocolates se fijaron en unos grises preocupados.

Hoyo…

Era el mismísimo Hoyo. El que dejó plantado en su cita por su mejor amigo. Estaba ahí, parado frente a ella, mirándola preocupado.

–¡Hoyo! –exhaló Kagome, ahogando un llorozo y corrió hacia él, abrazándolo con fuerza, ocultando su rostro entre el pecho del muchacho.

Él se quedó sorprendido, pero pronto correspondió el abrazo. Kagome siempre se preguntó como sería estar así, ahí, tan protegida… tan segura pero no era lo mismo. No podía olvidar la forma de abrazar que tenía InuYasha.

Pero aún así, estaba ahí. En el lugar que siempre quiso estar.

Y le gustaba.

–¿Le sucedió algo a tu amigo? –preguntó Hoyo en su oído, soltando el aliento sobre su cuello, causando cosquillas.

Kagome tembló ligeramente.

¿Cuántas veces InuYasha le habló de la misma manera?

–No… No es nada… –empezó a sonreír, ocultando la amargura que sentía. Es verdad, si InuYasha estaba feliz con Kikyou… no debería importarle que se besara con ella -. Sólo… me sentía mal.

Hoyo la abrazó con más fuerza.

–Yo estoy aquí, no debes preocuparte más… Higurashi.

Kagome asintió, recibiendo el calor de Hoyo con gusto. Es verdad, sólo eran ellos dos… no debía pensar en InuYasha.

Alzó la mirada.

Sin embargo, una parte de sí deseaba que el que dijera esas palabras tan dulces fuera InuYasha.

–¿Hasta cuando?

–Hasta que te canses de mí –sonrió inocentemente.

Kagome le respondió la sonrisa.

–Hoyo… ¿Qué… quieres decir? –apretó la camiseta del muchacho con fuerza, pidiendo con todo su corazón su único deseo: que la besara.

–Higurashi… ¿Deseas ser mi novia?

Oh.

Los ojos de Kagome volvieron a llenarse de lágrimas, y lo abrazó con fuerza.

–¡Sí, Hoyo…! Sí, sí –chilló ella, sin poder explicar la felicidad que verdaderamente sentía. Nunca podría… nunca podría reemplazarlo, jamás.

Él la agarró por el mentón, hasta que sus ojos estuvieron clavados… inmersos en el otro. Kagome, ya acostumbrada, entreabrió sus labios… esperando a la invitación suave y dulce de Hoyo.

Pero no lo fue.

Con cierta desesperación, hundió su boca en la pequeña de Kagome. Ella gimió sorprendida, pero se dejó besar. Una vez experimentó aquella desesperación… aquella agresividad, y el primero… fue InuYasha.

"InuYasha… yo… quisiera saber… tanto…", pensó Kagome, besando a Hoyo con toda la experiencia que tenía. Probó su gusto, amó como sus lenguas se rozaban constantemente, moviéndose en un baile casi mágico.

Ese… ese era su… primer beso con Hoyo.

Pero él jamás podría reemplazar a InuYasha, por más que quisiera negarlo. Hoyo no tenía aquél gusto tan suave, no era delicado, no era paciente. No rozó su boca, no disfrutó con calma y serenidad.

No fue el primer chico que la besaba.


Continuará…


Desperadas y exageradas xD


Acá está el capítulo, un poco más largo también. Bueno, nos vemos. Espero que les haya gustado :)


:byebye: Sayonara!

PD: Aprovechando... haré propaganda. Hay un Fans Club de InuYasha, a quien le guste este hanyou tan cute si quiere unirse que se una, pero cuidado que hay otro pero ese es para el animé y manga general, busquenme a mí como líder del grupo :)