Dilema amoroso

Tema en 'Novelas Terminadas' iniciado por Borealis Spiral, 23 Septiembre 2011.

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    Borealis Spiral

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    Dilema amoroso
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Romance/Amor
    Total de capítulos:
    14
     
    Palabras:
    3574
    Ah, ah, ah. Conjeturas precipitadas mi querida Marina. Espera un poco, espera un poco.

    Ups, primero se saluda. Hola a todos. ¿Cómo están? Espero que bien. Bueno, después de un rato de no publicar —casi un mesjejeje, no tengo perdón. Pero bueno, aquí les traigo el siguiente capítulo de esta problemática historia, para mí, claro. Aún me centro en Isaac, pero es el último en el descubriremos un poco más de él. Después volvemos al dilema XD.

    ¡Disfruten!


    Capítulo 11: Viejos sentimientos.
    — ¡No es tu culpa! —Aseveró ella intentando convencerse a ella más que a él—. Tú ensayaste muy duro e hiciste lo mejor que podías, no es tu culpa. Y en verdad tocaste bien, yo lo sé porque te oía tocar cada vez que practicabas y lo hacías muy bien…

    —Azahar…

    —Por supuesto que tocó bien —concordó Gris que se había acercado a ellos. La chica miró a Isaac—. Así que no dejes que esto te deprima.

    Él sonrió.

    —Gracias, Azahar, Gris. Por cierto, ¿acabas de llegar? —se dirigió a la actriz.

    —No, en cuanto dieron los resultados me vine, pero recordé a qué horas llegarían y aquí estoy.

    —Ya veo. Tu presencia allá fue muy animadora, te lo agradezco.

    —No es para tanto.

    Azahar miraba a uno y luego a otro. ¿Gris había estado con Isaac todo ese tiempo? Frunció el ceño, desconfiada, mientras observaba a la pelirroja.

    —Isaac —u compañero de él se acercó—. El maestro Roberto quiere hablar contigo.

    —En un momento vuelvo, chicas —y se alejó de ellas yéndose junto al otro.

    — ¿Por qué fuiste a verlo? —interrogó Azahar una vez estuvieron solas.

    — ¿Por qué, dices? Porque es lo que los amigos hacen o por lo menos los que son buenos amigos —Gris recalcó la palabra “buenos” y eso hizo enfadar a la pelinegra, sabía que hablaba por ella—. Además, tengo con qué hacer las cosas. Por eso nadie me impidió ir a verlo.

    Azahar crispó las manos en un puño. Esa diva era de lo peor. No por nada no podía tragársela. No hacía más que irritarla con su mera presencia, como ahora. No sólo le aseguraba que era una mala amiga, sino que también le restregaba en sus narices las limitaciones económicas en las que vivía. ¿Era su culpa ser tan pobre? Si ella pudiera también habría ido a donde Isaac.

    — ¿Y por qué te importaría que fuera a verlo o no? —quiso saber la pelirroja, pícara—. ¿No será que estás celosa?

    Azahar se sonrojó completamente y se turbó.

    — ¿Por qué iba a estarlo? No digas tonterías. No podía sentir celos de alguien como tú.

    —Sí, claro —le dio por su lado en son sarcástico.

    Isaac se regresó con ella una vez más.

    — ¿Todo bien? —cuestionó Azahar.

    —Sí, sólo quería agradecer mi participación.

    —Bueno, todo esto ha sido muy divertido, pero ya tengo que irme —anunció Griselda mientras rodeaba los hombros de Isaac con su brazo—. Buenas noches —le susurró en la oreja con voz provocativa lanzándole una mirada retadora a Azahar.

    La chica de perlas ámbar volvió el rostro, indignada. Lo hacía a propósito. Quería provocarla, lo sabía. La actriz se alejó de ellos con paso elegante una vez vio la reacción de Azahar, que era su misión; luego Isaac habló:

    —Pienso que es muy cariñosa, ¿no crees?

    — ¿Cariñosa? Claramente intentaba seducirte.

    — ¿En serio? Prefiero seguir pensando que es muy cariñosa.

    —Eres demasiado inocente, Isaac.

    —Supongo. Será mejor ir a casa antes de que se haga más tarde.

    Azahar asintió y los dos emprendieron el recorrido necesario para llegar a sus hogares. Se suponía que ahora que Isaac había terminado con esa labor suya que se le había encomendado, las cosas serían como antes, o al menos eso fue lo que pensó el chico hasta que notó que su compañera se hallaba muy pensativa con respecto a algo.

    — ¿Sucede algo, Azahar?

    —Pensaba en lo que dijiste aquella vez de que Marina era un buen ejemplo a imitar; de hecho, lo he pensado mucho estos últimos días y he descubierto que yo también tengo alguien a quién imitar.

    —Eso es bueno. ¿Se puede saber quién es?

    —Tú —respondió con seguridad, apuntándolo.

    — ¿Yo? —inquirió extrañado apuntándose también—. ¿Por qué yo?

    —Porque quiero ser tan fuerte como tú. Quiero tener el valor de superar mis temores. Quiero deshacerme de ese trauma tonto que ha hecho que me pierda de cosas interesantes, de vivir una vida normal. Quiero conocer a más personas como tú. No quiero limitarme a conocer chicas, así que vamos a esforzarnos juntos y a seguir adelante, ¿bien?

    —Me parece bien.

    Y ante esto, los dos se dirigieron cada uno a su casa. Al día siguiente, como al medio día, Azahar se apresuró a ir a la casa de los Valles. Arribó y se encontró con la estética atestada de gente, por lo que no le quitó tiempo a Marina y se adentró rápidamente a la casa, donde se encontró con que Isaac vestía a Danny porque iban a salir y el niño le había casi suplicado acompañarlo.

    — ¿Y a dónde van? —preguntó después la joven una vez le explicaron aquello.

    —Quiero llevar a que le den un chequeo a mi violín. Seguro que estar más de tres años en el desván no le hizo bien —informó Isaac—. Iremos con alguien que conozco, tiene experiencia en eso; aunque debemos tomar el ruletero porque está bastante lejos de aquí y no creo que Danny resista una caminata tan larga.

    —Ya veo, ¿puedo acompañarlos?

    — ¡Sí! —se apresuró a contestar Danny contento.

    —Ahora si no vas, llorará —aseguró Isaac provocando que Azahar soltara una risita.

    Fue de esta manera como los tres subieron al autobús local, que los llevó a un negocio los suficientemente grande como para vender varios instrumentos musicales del otro lado de la ciudad. Entraron y tanto Azahar como Danny se asombraron de la diversidad de artefactos que había. Se acercaron al mostrador e Isaac alzó al pequeño para que éste pudiera tocar la campanita y así los atendieran ya que no había nadie. No mucho después, un hombre de raza negra y de cabellos como el ébano aunque ya teñido con muchas canas que demostraban que ya cursaba la tercera edad, los atendió.

    —No puede ser. Mis ojos me engañan. Pero si eres Isaac —el hombre no dudó en darle un abrazo de oso que al pobre chico le sacó el aire.

    —También me alegra verlo, señor Lauro —aseveró Isaac con dificultad.

    —Esto es técnicamente un milagro, hijo. ¿Y a quiénes tenemos aquí? —El hombre se inclinó para quedar a la altura de Danny—. ¡Hola!

    —Él es el menor de mis hermanos. Danny.

    — ¡Oh, pero si ya está grande! Yo te conocí cuando eras un pequeño bebé —le dijo con voz alegre y luego se irguió para ver a Azahar—. Hola.

    —Ella es mi mejor amiga, Azahar.

    —Eres afortunada de serlo, muchacha —un pequeño “lo sé” por parte de ella fue ahogado por la fuerte voz del hombre—. ¿Y bien? ¿A qué se debe tu visita, hijo?

    —Bueno, decidí seguir con mis clases de violín y me preguntaba su podía dejárselo para que lo revise.

    — ¡Qué gusto oír eso! Claro que sí, déjamelo… —el timbre del teléfono que se oyó desde el interior del lugar lo interrumpió—. Permítanme, ahora regreso.

    Y se marchó de allí, en tanto, Azahar e Isaac se pusieron a conversar, por lo que no se dieron cuenta de que Danny se alejaba de ellos y se adentraba mucho más al negocio. No fue hasta que Azahar preguntó por él, que se dieron cuenta de que no estaba a su lado, y con toda la pena del mudo ingresaron más del comercio para buscarlo. Lo encontraron en un pasillo de la izquierda.

    — ¡Danny! No puedes irte de esa manera —lo regañó el mayor.

    Azahar lo apoyó. Isaac iba a seguir reprendiéndolo cuando una melodía penetró sus oídos. Una pieza tocada a piano que le resultó bastante familiar. Miró ambos lados y descubrió una puerta al final del pasillo. Completamente cautivado por la melodía, se acercó a la puerta hasta que descubrió que detrás de ella, sentada frente a un enorme piano de cola, una linda joven de tez más clara que el hombre que los atendió, aunque indudablemente de la misma raza, mantenía los ojos cerrados y su expresión serena y concentrada en tocar la composición, en tanto sus manos se movían rítmicamente de un lado al otro de las teclas. Isaac se empapó por completo de la sinfonía hasta que esta terminó, y sin poder evitarlo, aplaudió extasiado.

    —Tocas mejor de lo que puedo recordar —dijo con una sonrisa después de haber visto que la joven saltaba en su asiento ante la sorpresa y los miraba, con ojos asombrados.

    — ¿Isaac? ¿Eres tú? —inquirió ella alzándose de la silla, incrédula.

    —Cuánto tiempo, Ciara.

    — ¡Sí eres tú! —Gritó emocionada mientras corría hacia el joven y se lanzaba a él para darle un afectuoso abrazo que Isaac correspondió encantado dándose el lujo de disfrutar al máximo aquel contacto—. Estoy tan feliz de verte, Isaac… Oh, ¿son amigos tuyos?

    Cuando Ciara se despegó de él y vio a Azahar y Danny, Isaac recordó que iba acompañado, así que un poco avergonzado, los presentó. Una terminadas las presentaciones, Ciara preguntó qué hacía Isaac por allí.

    —Vine a que tu abuelo le hiciera algo de mantenimiento a mi violín. Ah, es que volví a tocar, después de todo.

    — ¿En serio? Eso es maravilloso. Por favor, Isaac, toquemos algo juntos como en los viejos tiempos.

    Ciara miró al joven con ojos esperanzados y bien abiertos, a los que Isaac simplemente no pudo negarse; aunque no es como si antes no hubiese sucumbido a las miradas de ella. Nunca pudo negarle nada. Ciara se dirigió a un estante que había en la habitación y de él sacó un violín entregándoselo a Isaac; luego, ella se sentí frente al piano.

    — ¿Recuerdas nuestra canción, Isaac? —sus orbes cafés no podían no mostrar alegría.

    —No la olvidaría jamás, Ciara —sinceró con una sonrisa.

    —Bien, toquémosla.

    Y con eso, el cuarto se llenó de la alegre melodía que del piano comenzó a salir, mientras el instrumento de cuerdas le hacía dueto, dándole un toque especial. Azahar y el menor quedaron asombrados por la canción. Tan concentrados estaban en escuchar la música que apenas notaron cuando el Sr. Lauro hizo acto de presencia, escuchando muy callado las notas. Unos minutos después, los jóvenes dejaron de tocar.

    — ¡Gracias por complacerme! —le agradeció Ciara con una sonrisa que hizo sonrojar al chico.

    —Me apetecía oírlos —se dejó oír el hombre mayor.

    —Sr. Lauro, lo siento mucho. Me tomé demasiadas libertades al venir hasta acá —se disculpó Isaac.

    —No te preocupes, hijo. Tu violín estará listo el fin de semana próximo.

    —Muy bien, entonces por ahora nos retiramos. Muchas gracias por todo. Ciara, me encantó volver a verte, en serio.

    —Lo mismo. Espero sigas viniendo para seguir hablando y tocando. Adiós.

    —Adiós.

    Y no teniendo más que hacer allí, los tres dejaron el establecimiento de música y esperaron el camión, para montarse en éste e ir a casa. Una vez en el bus, Azahar preguntó a Isaac, con interés:

    — ¿Ya conocías a Ciara?

    —Sí. Lamento si los dejé a ustedes de lado por un momento, pero me dio mucho gusto verla. Ciara es la nieta del Sr. Lauro y al igual que yo, ha tocado desde muy pequeña, pero el piano. Papá y yo solíamos venir con el Sr. Lauro cada vez que mi violín necesitaba mantenimiento y como Ciara se la pasaba en la tienda comenzamos a hacernos muy buenos amigos. De hecho, su abuelo, un gran compositor, fue quien hizo la canción que tocábamos minutos antes, en base a nuestra amistad. Sin embargo, cuando dejé el violín no regresé a la tienda y debido a que vivimos muy lejos el uno del otro, no volvimos a vernos hasta ahora. Por lo que comprenderá, me hizo muy feliz saber que está bien.

    —Debe ser lindo un rencuentro de ese tipo —de algún modo, Azahar deseó tener esa clase de amigos.

    Llegaron a la casa de Isaac una vez bajaron del autobús y aunque a Azahar le hubiese gustado quedarse un poco más, tenía que trabajar, así que se fue. En tanto, en cuanto entró a su morada, Isaac se dirigió a su habitación y se mantuvo dentro de ella todo el día. No salió más que para comer. Una vez la jornada del día terminó, Marina fue a la habitación de su hijo mayor y lo vio sentado en su escritorio.

    —No me contaste cómo te fue allá —dijo ella mientras se sentaba en la cama.

    —Bastante bien. El Sr. Lauro sigue siendo tan amable y enérgico como siempre.

    —Eso es bueno. ¿Algo más? —inquirió ella al notar algo de indecisión por parte de él. Isaac suspiró y le entregó una libreta de dibujo a su madre, quien la reconoció enseguida—. Ya veo. Te topaste con ella. ¿Cómo está? Era una linda chica y muy buena. ¿Sigue así?

    —Por supuesto que sí, mamá. Sigue siendo alguien increíble. Sigue siendo igual de bonita que siempre. Sigue siendo tan buena en el piano. Sigue siendo alegre. Sigue siendo… sigue…

    “Provocando estos sentimientos de amor en mí”, pensó al momento de guardar silencio. No obstante, Marina no necesitó que lo dijera para saberlo. Abrió la libreta y fue pasando uno a uno los retratos dibujados de Ciara que Isaac había hecho de ella desde el instante que aprendió a dibujar. Entonces, la mujer llegó al último dibujo y fue como si volviera a ver en persona a Ciara después de esos años. Sonrió.

    —Así que sigues enamorado de ella —no era una pregunta.

    —…Sí —concordó con voz suave.

    Un par de días después, Isaac caminaba por el centro de la ciudad, cuando frente a una tienda divisó a Ciara. Sonrió feliz de verla y se acercó a saludarla.

    — ¿Qué haces aquí? —preguntó la chica después de los saludos.

    —Vengo de las clases de pintura —señaló el estuche de pinturas llevaba en su mano izquierda—. ¿Y tú? ¿Qué te trae por aquí?

    —Quedé con una amiga y a última hora me canceló —puso una cara cómicamente triste. ¿Cómo era eso posible? ¡Quién sabe! Pero así le pareció a Isaac—. Por cierto, quizás puedas ayudarme con esto. ¿Qué te gustaría que alguien te regalara?

    — ¿Un regalo?

    —Sí, verás, mi novio y yo cumplimos un año de noviazgo dentro de unos días y quiero darle algo especial. Y pensándolo un poco, tiene gustos muy parecidos a los tuyos.

    — ¿Tu novio? —más que sorpresa, una profunda tristeza se apoderó de él y un dolor agudo atravesó su corazón—. Ah, es bueno saber que tienes novio —ocultó sus verdaderos sentimientos con una forzada sonrisa.

    “Soy un mentiroso. Claro que no es bueno saber eso”.

    — ¿Verdad? ¿Y? ¿Qué te gustaría que te regalaran?

    —No creo que mi opinión valga mucho; después de todo es tu novio y si ya cumplirás un año con él debes conocerlo bastante. Confía en que lo que sea que le des, será bueno.

    “Soy una mala persona…”

    —Además, si yo fuera él, me conformaría con tener a mi lado a esa persona tan especial, a quien amo, sin pedir nada más. Por lo que no te preocupes, pasa un feliz aniversario junto a él.

    — ¡Tienes razón, Isaac! Gracias por todo. Bueno, no tengo nada que hacer aquí, así que nos vemos después. Adiós.

    —Adiós. Saluda y felicita al afortunado de mi parte, ¿quieres?

    “En verdad soy de lo peor”.

    Ciara se perdió entre la multitud y en cuanto Isaac la perdió de vista, la sonrisa se borró de sus labios y la tristeza volvió a su rostro. Había pensado hablar claramente de lo que sentía por ella cuando fuera por su violín, teniendo la certeza de que ella correspondería sus sentimientos. ¡Qué tonto al siguiera imaginarlo! Habían pasado tres años desde la última vez que la vio. Era obvio que las cosas cambiarían si el tiempo pasaba. ¿Creyó en verdad que lo esperaría? Para su desdicha, sí; lo creyó y muy estúpidamente y muy egoístamente.

    Se llevó la mano derecha al rostro y en cuanto ésta tocó las lágrimas, descubrió que lloraba. Abrió los ojos sorprendió. ¿Tanto así lo había dañado saber de la relación de Ciara y su novio? ¿Tanto así se había enamorado de ella? Intentó limpiarse las gotas de agua salada con su camiseta, no obteniendo muchos resultados. Éstas seguían brotando sin control de sus ojos. Así, en medio de su dolor y confusión se dirigió a casa, dedicando el siguiente pensamiento a su querido amigo que dejaba que el tiempo transcurriera sin atreverse a hablar de lo que sentía:

    “Por favor, no cometas el mismo error que yo, Kevin”.


    Pensando en los demás mientras sufre. ¿En verdad se considera una mala persona y que es egoísta? Creo que este chico tiene baja autoestima. Pero con todo y todo es mono. ¿Quién no querría tener a algien así a su lado? Uff, está difícil. Jejeje. Y a quien se lo hiciera extraño que Isaac y Ciara se encontraran en el centro después de verse por primera vez en tres años y que en esos años no se hibiese visto ni una vez, ¡ni tan extraño! A mí me ha pasado, no sé a ustedes, pero a mí sí y por eso lo puse aquí.

    Anda pues, no digo más que los aburro. Ojalá les haya gustado el capítulo. Se cuidan mucho todos.

    Hasta otra.
     
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    Wow, casi un mes sin actualizar, uff, no tegno perdón. Jeje, bien, es que, como lo vengo dicendo desde hace mucho, mi tiempo en la PC es muy limitado. En fin, no quiero aburrirlos así que les dejaré el capítulo que sigue en donde regresamos al dilema. Ojalá les guste y gracias a todos los que se toman el tiempo de continuar con esta lectura.

    ¡Disfruten!


    Capítulo 12: Declaraciones.
    Azahar se encontraba en el kiosco de la plaza principal. Observaba el rojo atardecer que dentro de poco daría paso a una oscura noche, en tanto meditaba en michas cosas, pero sobre todo en su lucha contra su injustificado odio hacia los hombres y su deseo de dejarlo de lado para siempre. Sonrió al recordar lo que una vez Isaac la había dicho. No tenía sentido querer correr antes de gatear. Debía darle tiempo al tiempo; después de todo, duró muchos años en el error de sus pensamientos. No podía acelerar el proceso. Además, no era como si no hubiese avanzado de alguna manera. Ahí estaba la convivencia que mantenía con el mismo Isaac y sus hermanos. ¿No contaba eso?

    No obstante, ahora debía seguir socializándose con chicos y entre más cercanos fueran mejor, le había dicho Marina. Bueno, a decir verdad no tenía nada que ver con sus compañeros de clase; le eran por completo unos desconocidos. Con quien más relación tenía era con Kevin, pero siendo totalmente sincera, la idea de acercarse más a él no le atraía en lo más mínimo. De hecho, la incomodaba bastante, mas no era como si fuera por completo su culpa.

    Desde el momento en que lo conoció, Kevin no había hecho otra cosa que fastidiarle la vida y eso en realidad ya la estaba cansando. Pensó que las cosas podrían complicarse más si permitía que su relación cruzara la línea en la que estaba. Y es que conforme compartía tiempo con Kevin e Isaac, se daba cuenta de lo diferentes que eran y de las reacciones diferentes que provocaban en ella. Isaac era tranquilo y apacible, y cuando ella estaba con él, también podía sentirse calmada, en cambio, Kevin, si bien era bastante alegre, era ruidoso y terco, como ella. Quizás fuera es la razón que se sentía un choque cada vez que se veían.

    Suspiró prolongadamente. ¿Qué iba hacer? En el mundo había de todo y se tenía que aprender a vivir con todos.

    —Tomas un momento de relajación, ¿eh? —oyó una voz a su espalda y volviéndose para encarar a la persona, sonrió contenta.

    — ¿Qué haces aquí, Isaac?

    —Vengo de las clases de violín —respondió colocándose a un lado de ella.

    —Es verdad, ya i te pregunté, ¿dejaste las de pintura por las de violín?

    —No, sólo ajusté los horarios para ir a la de las dos cosas. Lo creas o no, me encariñé con la clase de pintura.

    Ella rió divertida. Vaya que le creía. Quedaron en silencio para observar como el sol terminaba de lanzar sus últimos rayos en aquella mitad del globo terráqueo, para comenzar a nacer del otro lado. Isaac silbó y luego dijo:

    —Esta vista es bastante bonita. Un día de estos haré un cuadro de ella.

    —Me gustaría verla. Es una pena que no quedaras en ningún lugar en el festival de arte y cultura en la sección de pintura de la semana pasada.

    —No te aflijas por mí, ya me lo esperaba; pero es bueno que tú vayas a representar a la escuela en canto. Nunca imaginé que fueras tan buena con la voz. Debería darte algo como premio.

    —Ah, no, no es la gran cosa —cada vez que hablaba bien de ella la hacía sentirse muy avergonzada y nerviosa—. Y no tienes que hacerlo, aún tengo del enorme pastel que Kevin me dio. El ramo de orquídeas ya se secó. Ni mamá ni yo tenemos buena mano para las plantas… Aunque me cuestiono como es que supo que mis flores favoritas eran las orquídeas…

    “Me declaro culpable”, pensó Isaac recordando ese día que Kevin le pidió consejo sobre qué regalarle a Azahar. La noche ya había llegado.

    —Será mejor que me vaya —anunció el joven.

    — ¿Tan rápido? —se extrañó ella y es que cada vez que estaba a su lado, el tiempo se pasaba volando—. Es una lástima. Ciertamente me gusta estar contigo, Isaac —declaró mirándolo a los ojos, con una seriedad tal que el propio Isaac quedó sin palabras. ¿Qué responder a eso? No había algo oculto detrás de aquellas palabras, ¿o sí? Entonces, ¿por qué sintió que sí?

    —Ah… pues, nos vemos después —dijo finalmente tomando su camino.

    A la mañana siguiente, en la mansión Perfecto, Kevin se encontraba en un dilema nada grato. El día anterior había presentado síntomas de un fuerte resfriado y en verdad había pensado que para esa mañana estaría mejor, mas no fue así. De hecho, se sentía morir. La cabeza le palpitaba con dolor, la mucosidad constante no lo dejaba respirar, los estornudos lo hacía estremecerse y la fiebre estaba en un punto crítico. La idea de estar todo el día en cama era muy tentadora, pero no podía quedarse, tenía que ir a la escuela. Si no lo hacía no vería a Azahar ese día y eso no le agradaba nada.

    Se levantó de la cama y se vistió bastante abrigado, con una bufando cubriéndole casi toda la cara, más que nada para que no vieran lo enfermo de su rostro. En tanto su padre no se enterara de su malestar no correría peligro de no ir a la escuela. No había problema si Gustavo lo veía, le guardaría el secreto… o al menos eso esperaba. Bueno, el listo mayordomo y chofer, obviamente se enteró de lo que pasaba por la mente extraña de su joven amo, pero dado que el rubio casi se arrodilla frente a él para que lo dejara en la escuela y no le dijera nada a su padre, no tuvo más opción que acceder. No era la primera vez que pasaba algo así, pero como en las ocasiones anteriores, rogó que todo saliera bien o perdería su empleo.

    Arribaron a la escuela y Kevin, con paso lento y cansino llegó a su salón. A quien divisó primeramente fue a la chica que le había robado el corazón y luego descubrió como se comenzaba sentir mejor. Tan sólo verla lo hacía recuperar energías. Se acercó a su asiento y se sentó. Lanzó un suspiro de alivio. Isaac dejó de prestar atención a lo que Azahar les contaba a él, Vero y Montse para mirar a su amigo. Lo notó extraño. Lo llamó.

    — ¿Estás bien? —Le preguntó en cuanto tuvo su atención—. Te ves enfermo.

    Kevin movió la mano en un ademán que indicaba que no era nada importante.

    — ¿Estás seguro? —insistió el de ojos verdes.

    Kevin alzó el pulgar. Isaac no quedó en absoluto contento con lo que el rubio le mostro, pero no pudo seguir indagando porque la maestra entró al salón y todos tuvieron que prestar atención a las clases hasta que el timbre del receso sonó y todos salieron dispuestos a comer. Kevin bajó las escaleras paso a paso. Sentíase muy débil y le dolía todo. Tropezó en sus pasos, además de que las lágrimas de la enfermedad opacaban su visión, e iba a caer de no haber sido porque alguien lo sujetó. Era Isaac quien traía a Montse detrás de él.

    —Definitivamente no estás bien, Kevin —la preocupación era evidente en la voz del chico. Hizo que el enfermo se sentara en las escaleras y lo descubrió quitándole la bufanda y tocó su frente—. ¡Dios mío, Kevin! ¡Estás ardiendo! Tenemos que decírselo a la enfermera para que te dé un permiso y puedas regresar a tu casa…

    — ¡No! —Negó rotundamente poniéndose de pie—. Tengo que estar aquí —y se alejó de ellos.

    — ¡Kevin…!

    —Olvídalo —habló por fin Montse—. No importa cuántas veces se lo digas. No te hará caso.

    —No podemos dejarlo así —respondió él antes de correr detrás del otro, dejando sola a la rubia, quien suspiró.

    —En verdad eres terco, Kevin —y se fue a buscar a Azahar.

    — ¡Tienes que estar bromeando! —se escandalizó Azahar ante lo que Montse le pedía—. No pienso ir con él a su casa. No tengo por qué.

    —Creí que planeabas relacionarte más con él.

    —Bueno, sí, pero no a ese grado. Además, ¿yo por qué?

    —Porque si no lo acompañas tú, no se moverá de aquí.

    A Azahar no le gustaron esas palabras. ¿Qué quería decir? ¿Por qué de repente se sentía acosada? Sin previo aviso, el recuerdo el beso de aquel día. Eso había sucedido cuando estuvieron solos. ¿Qué le aseguraba que Kevin no haría algo así una vez más? Aunque tal vez exageraba. Estaba enfermo, ¿no? Como si leyera sus pensamientos, Montse siguió hablando:

    —No creerías que te enviaría sola, ¿cierto? Llamaré a Gris para que venga por ambos e irán a casa de ella.

    — ¿Con la diva? —Torció el gesto de mal humos—. No estoy de acuerdo.

    —Es mejor a que vayan solos tú y Kevin. Gracias por hacerlo.

    — ¡No he dicho que sí!

    —No tienes opción. Nunca te he pedido nada y si mal no recuerdo, me debes bastantes favores y no es como si estos fueran muy insignificantes —la taladró con su mirada y ella se sintió pequeñita. Suspiró abatida y derrotada.


    —Debes ir a casa —siguió insistiendo Isaac con la enfermera a su lado, quien también insistía.

    —Lo siento pero tendré que llamar a tu casa para que vengan por ti.

    —No, no, no, en serio estoy bien… —un estornudo lo interrumpió desmintiendo sus palabras.

    —Es obvio que no estás bien —aseguró Azahar acercándose a ellos—. ¿Te gusta tanto la escuela como para llegar a estos extremos? ¿Qué clase de persona eres? Arriba. No puedes expandir tus gérmenes, así que te llevaré a casa.

    Tanto Kevin como Isaac se sorprendieron de oí aquello. Entonces llegó Montse y explicó la situación, diciendo que Griselda ya se encontraba frente a la puerta, por lo que los dos jóvenes empacaron sus cosas y salieron del edificio montando el auto de la actriz. Un incómodo silencio los acompañó en todo el camino. La tensión se debía más por las chicas que por el rubio, pues este, con la poca lucidez que el malestar le daba, no dejó de mirar atónito a Azahar, no creyendo todavía que estuviera allí con él, preocupada por su salud.

    Llegaron a la mansión Ziporá y con ayuda de los empleados adentraron a Kevin del lugar y lo acomodaron en una de las muchas habitaciones. En tanto, Azahar deleitaba sus ojos con la estructura del lugar, los adornos, el amueblado y las decoraciones. Era sin duda alguna una casona digna de ricos. La gente de servicio se fue y quedaron los tres solos en la habitación.

    —Ya le hablé al doctor. No tarda en llegar —le informó Gris a Kevin que yacía en la cama. Su mirada azul, brillante por la preocupación, se volvió y miró a Azahar, sin brillo esta vez—. Ya no es necesaria tu presencia aquí, puedes retirarte.

    —No tenías que decirlo, estaba por hacerlo —respondió irritada y dio un paso dispuesta a irse de allí lo más pronto posible. No se sentía cómoda.

    — ¡No, Azahar! —Kevin se sentó en su lecho, con el rostro rojo—. No me dejes, por favor —pidió con voz tenue y ronca mientras lágrimas se acumulaban en sus ojos—. No te vayas, no te vayas.

    —T-tengo que hacerlo. Debo regresar a la escuela —dijo ella sintiendo de pronto n desconcierto enorme ante la actitud del chico. ¿Tan mal se sentía? —. Además, tengo que ir a casa de Isaac porque quedé con él…

    — ¿Por qué? ¿Por qué tienes que ir con él? ¿Por qué no te puedes quedar conmigo? ¿No entiendes que te quiero aquí porque te amo? Te amo, Azahar.

    Las mujeres lo miraron estupefactas, y mientras a Gris el dolor volvía a golpearla por haber escuchado aquello, la sangre se le iba a los talones a Azahar. ¿Había dicho qué? ¿Que la amaba? No, eso no era verdad. Deliraba. Eso era, la gente deliraba cuando tenía mucha fiebre, ¿cierto? Sí, no existía otra explicación porque él no podía amarla ya que… ya que… La respiración comenzó a acelerársele. No estaba pasándole esto. Negó con la cabeza una y otra vez. No era verdad. Fue retrocediendo paso a paso, con la mirada perdida, hasta que ya no soportó estar allí y salió de la habitación y luego de la mansión.

    — ¡Azahar! —gritó Kevin con toda la intención de ir tras ella y lo hubiera conseguido de no ser porque Gris fue más rápida y tomándolo por los hombros lo empujó con fuerza moderada para que volviera a recostarse, mientras ella enterraba el rostro entre el hueco de su cuello y hombro.

    —No vayas…

    —Gris…

    —Estás enfermo, Kevin. Preocúpate primero por ti una vez en tu vida en lugar de ella y recupérate. Ya después podrás hablarle con tranquilidad. No querrás contagiarla, ¿verdad?

    —…No… —dijo débilmente y con Gris en esa posición fue quedándose dormido poco a poco, hasta que finalmente entró por completo al reino de Morfeo, lo que agradeció en silencio la pelirroja, no sólo para que él descansara, sino porque así evitaría verla llorar una vez más por él.


    Isaac se encontraba solo en casa. Marina iba a surtir nuevos productos del negocio una vez cada par de meses y ese día era precisamente ese. Adrián y Danny había decidido acompañarla y Ben… bueno, Ben tenía trece años, estaba entrando en una etapa difícil de la vida. Su principal preocupación era la de estar con sus amigos. Así que allí estaba él encerrado en la casa, cuidándola. La tarde era ya avanzada. Azahar le había llamado para decirle que no iría a su casa. Le pareció bastante extraño que de un de repente dijera eso y aunque le había preguntado si algo había pasado en casa de Kevin, ella lo negó; no obstante, estaba seguro de que sí pasó algo.

    Estaba en su habitación realizando la tarea para el día de mañana cuando escuchó que alguien tocaba la puerta. Se dirigió a abrir y su sorpresa fue enorme al encontrar a Kevin detrás de ésta.

    — ¿Pero qué…? —Isaac no terminó de formular la cuestión porque tuvo que sostener a su amigo, quien ya no pudiendo consigo mismo, iba a azotar en el suelo.

    Sumamente confundido, Isaac ingresó al rubio a su casa y logró recostarlo en el sillón largo de la sala; luego fue a buscar un trapo húmedo para colocárselo en la frente al sentir el fuerte calor que emanaba de él.

    — ¿Qué estás haciendo aquí? —inquirió con voz un tanto dura exigiendo una explicación, frustrado. Sin embargo, lo que consiguió fue que Kevin comenzara a derramar abundantes lágrimas—. ¿Eh, Kevin? Ah, lo siento, no estoy enojada no nada, es sólo que…

    — ¿Por qué? —Lo interrumpió Kevin y en su voz se notó el dolor—. ¿Por qué Azahar prefiere estar contigo que conmigo? ¿Por qué me hacen esto? ¿Qué hay entre ustedes?

    Isaac abrió los ojos de par en par ante las preguntas del otro. Se forzó una sonrisa.

    — ¿De qué hablas? Ella y yo sólo somos amigos…

    —No me mientas. Te busca demasiado como para que sean “sólo amigos”.

    —No, la verdad es que como los exámenes del período se acercan, quiere que la ayude a estudiar. Ya sabes, una relación tutor y alumno. Por eso la frecuencia de sus visitas —y era verdad. De hecho, por eso Azahar iba a ir a su casa, aunque también era cierto su amistad estaba en un nivel muy alto.

    —Ya veo, es bueno oír eso…

    Volvió a escucharse que alguien tocaba la puerta e Isaac dejó a su amigo un momento para ir a abrir.

    —Gris…

    —Isaac, estoy en un problema. Kevin…

    —Se te perdió, ¿cierto?

    — ¿Cómo lo sabes? ¿Está aquí?

    Isaac asintió y permitió que la pelirroja pasara para que se llevara al chico. El chofer de ella lo subió al auto.

    —Gris, algo fuerte pasó allá, ¿no?

    —No, no. Nada importante. ¿Te dijo algo él? No le creas mucho. Ya sabes que la fiebre hace decir incoherencias y…

    —No intentes ocultarlos. Los daños se ven en los implicados— recordó la llamada de Azahar, las preguntas de Kevin y luego miró a Gris—. No por nada has estado llorando.

    Ella bajó el rosto, avergonzada.

    —Sí, pasó algo… Luego te doy los detalles.

    —Bien.

    Y no perdiendo más tiempo, el auto desapareció de la vista de Isaac, quien se quedó nuevamente solo y muy sumido en sus pensamientos y con una incógnita que hasta ese momento no lo había atormentado tanto: ¿Realmente interfería de alguna manera entre Azahar y Kevin?

    Oh, oh, esto empieza a complicarse, ¿cierto? BIen, es todo por ahora. Les advierto que esta historia está llegando a su final -ya era hora- así que espero puedan continuar pendiente a ella. Sin más me despido deseando que estén bien simpre.

    Hasta otra.
     
  3.  
    Borealis Spiral

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    Hola, hola, gente bonita! Bien, estoy ansiosa por terminar de publicar esta historia ya, asi que les advierto abiertamente que de ahora en adelante no me tardare en actualizar. Prueba de ello, este capitulo que no tado tanto como los anteriores... aunque de cualquier manera no es como si faltara mucho para el final. Je, en realidad, que creen? Este es el penultimo capitulo. Sip, ya se acaba la historia. Asi que tengo que agradecer por adelantado a todas ustedes personitas que se tomaron la molestia de leer. Gracias! Les dejo el capitulo.

    Disfruten!


    Capítulo 13: Nada será igual.
    El camión en el que se hallaban todos los alumnos y docentes que fueron a participar en el Festival de Arte y Cultura a nivel regional arribó a la plaza central y poco a poco cada una de las personas fue bajando. Azahar salió de bus y suspiró de alivio. Se estiró un poco para despejarse por completo. Eso de los viajes nunca habían sido los suyo. No fue un largo viaje, pero aún así estaba fatigada.

    — ¡Azahar! —escuchó su nombre entre la multitud y puedo divisar, en la lejanía, a Kevin.

    Un estremecimiento la invadió. Aún tenía en la mente lo que pocos días atrás había pasado en casa de Gris. Parecía ser que en verdad todo lo que él había dicho formó parte de los malestares de la fiebre porque cuando escuchó que Isaac le preguntó si recordaba algo de la tarde anterior, él simplemente dijo que lo último que tenía bien claro era que había ido a casa, pero que lo demás era algo borroso, y eso la perturbaba. Quizás sí había delirado, ¿pero y si no? ¿Cómo debía tratarlo de ahora en adelante? Siempre creyó que él vivía por molestarla y ahora resultaba que podría ser que no. ¿Cómo actuar? Ciertamente no quería lastimarlo.

    —Azahar, hola, ¿cómo te fue? —preguntó el rubio una vez estuvo frente a ella, con una sonrisa. Una incomodidad la invadió, sintiéndose sumamente confundida.

    —Es de mala educación no responder cuando alguien te pregunta algo —sentenció una linda rubia acercándose a ellos.

    — ¡Montse! —la nombró Azahar sintiendo que la tensión de sus hombros se alivianaba un poco.

    —Vero también quería venir a recibirte —comentó Montse.

    —No se podía hacer nada. Ella debe atender su trabajo. Quizás al rato vaya a hablar con ella.

    — ¿Y? ¿Qué tal?

    —No quedé en primer lugar pero sí en segundo. Tal vez sea una lástima, pero no estoy segura de haber querido competir a nivel estatal —informó Azahar.

    —Ya veo… —Montse notó como Azahar miraba con atención su alrededor, buscado a alguien—. No está aquí, lo que es raro porque él sabía a qué hora llegabas.

    —Entiendo —Azahar se puso triste.

    —Puedes ir a verlo —aconsejó Montse.

    —No, no quiero molestarlo tanto. Si no vino tendrá sus razones.

    — ¿No vino quién? ¿Ir a ver a quién? —inquirió metiéndose en la conversación al verse totalmente excluida de ésta.

    —Olvídalo, Kevin; por cierto, ya vámonos. No queremos hacer esperar mucho a Gris —se dirigió a él Montse.

    — ¿Quedaron con ella? Ah, bueno, entonces yo ya me voy. Iré con Vero a contarle cómo me fue. Adiós —y sin darles oportunidad de nada más, Azahar comenzó a alejarse de ellos a paso veloz, dejándolos solos.

    —Oye, Montse —Kevin continuó observando unos momentos más la dirección por donde la joven había desaparecido—, ¿no crees que últimamente Azahar ha estado algo desanimada?

    ¿Que si no lo había notado? Era más que obvio si incluso alguien tan distraído como Kevin lo había descubierto. Y es que la actitud de su amiga estaba así desde que, días pasados, Isaac había estado evitándola. Se daba una idea del por qué el chico lo hacía, pero realmente no podía hacer conjeturas precipitadas.

    — ¡Ya sé! —la voz de Kevin, más enérgica de lo que solía ser, la sacó de sus pensamientos—. Hay que organizarle una pequeña fiesta para que se anime un poco y, aprovechando, para felicitarla por obtener el segundo lugar en el concurso de canto regional, ¿qué te parece?

    Montse lo miró unos segundos. No estaba segura de querer que él se enterara de todo. La rubia le dio la espalda.

    —Haz lo que quieras, Kevin —y comenzó a alejarse de él, quien la siguió pasos más atrás mientras pensaba en cómo hacerle esa fiesta a Azahar.


    La pelinegra caminaba por las calles de la ciudad. Ya era bastante tarde y la noche había caído hacía tiempo. ¡Esa Vero sí que sabía hablar! Bueno, así era ella. No es como si no estuviera acostumbrada a su personalidad. Observó su entorno y asombrada, se dio cuenta que en la calle donde vivía Marina. ¿Cómo es que sus pasos la habían llevado allí? Entonces recordó con pesar que en los últimos días, Isaac se había comportado algo distante para con ella. Como si deseara esquivarla a toda costa. ¿Había hecho algo que lo ofendiera?

    Se detuvo frente a la casa. La estética estaba cerrada ya. Puede que al no verlo allí esa tarde, apoyándola como siempre lo hacía, la había movido a ir a ver si pasaba algo malo; aunque podría ser que más que nada, deseara saber si él estaba enojado con ella por algo y si era así, arreglarlo. No le gustaba que la tratara así. Iba a tocar y se abstuvo de hacerlo. Vamos, ¿qué era? ¿Una desesperada? Mañana lo vería, ¿no? ¿Por qué no esperar hasta entonces? Además, ya era muy tarde. No tenía derecho de molestar a la familia a esas horas de la noche.

    — ¿Azahar? —una voz a su espalada se escuchó y, después de pegar un saltito de sorpresa, se volvió encontrándose con Isaac.

    — ¡Isaac! ¿Qué haces a esta hora fuera de tu casa?

    —Te preguntaría lo mismo. Yo saqué la basura.

    —Ah, bueno, yo… Quedé en segundo lugar, ¿puedes creerlo? —quizás no había sido lo más inteligente, pero fue lo primero que se le vino a la mente una vez terminó de balbucear sinfín de cosas.

    —Oh, eso es bueno —no la miraba. Isaac no la había mirado a los ojos en ningún instante—. Será mejor que te vayas a casa. Es noche ya —le aconsejó mientras seguía su camino para adentrarse a su hogar, pasando de largo a un lado de ella.

    —Isaac —volvió a mirarlo ella cuando él estaba a punto de entrar a la casa—. ¿Estás molesto conmigo? ¿Hice algo que te enfadó? Lo siento si así fue. Tal vez no me di cuenta y…

    —Para —la interrumpió aún sin mirarla—. ¿Por qué iba a estar molesto contigo? No hay razón.

    —Entonces, ¿por qué…?

    —No puedo hablar ahora, Azahar. Estoy algo ocupado. Luego conversamos, ¿sí? —y se introdujo a la morada cerrando la puerta, impidiendo que ella siguiera contemplándolo.

    Lágrimas silenciosas rodaron por las mejillas de la pelinegra. Sí que estaba molesto y la destrozaba el no saber por qué- Retomó el camino a su casa, sintiendo una densa y fría nube en su interior. Apenas pudo dormir, así que por la mañana, al levantarse para ir a la escuela, se encontraba bastante cansada. Entró al salón y esperó a que Vero y Montse aparecieran. Isaac no llegó hasta que la maestra lo hizo, al igual que Kevin, por lo que no pudo hablar con él, ni siquiera en los pequeños intermedios que había entre clase y clase, pues él se levantaba y se iba al otro extremo a hablar con alguien. Si eso no significaba que en serio la evadía, ¿entonces qué?

    — ¿Vienes a desayunar con nosotras, Isaac? —le preguntó Vero con ilusión una vez dieron el timbre del almuerzo.

    —Hoy no, Vero, me quedaré en el salón. Gracias por la invitación.

    —Oh, bueno, otro día será.

    Y la chica se alejó con sus dos amigas, en tanto una de ellas pensaba que si no quisiera estar con ellas era por su culpa. Isaac sacó un cuaderno y comenzó a hacer un dibujo al mismo tiempo que comía su lonche. Poco después, apareció Gris.

    —Esa costumbre tuya de almorzar aquí es muy rara —confesó ella sentándose en la banca de Azahar a su lado derecho.

    —Me gusta la tranquilidad de vez en cuando. ¿Qué te trae por aquí esta vez?

    —Vine a invitarte personalmente a la fiesta que organizamos para Azahar.

    —Ah, sí. Kevin me habló de ella… Espera, ¿organizaron?

    —Sí, en realidad Kevin no tiene mucha cabeza para ese tipo de cosas así que le ayudé… —se interrumpió al ver que Isaac le lanzaba una extraña sonrisa—. No es que quisiera hacerla, ¿entiendes? Es sólo que la situación lo ameritaba y me vi obligada, hm. ¿Y bien? ¿Vas o no vas?

    —No, creo que no iré —y siguió dibujando.

    — ¿No? ¿Sabes? Creo que sé por qué haces todo esto.

    — ¿Ah, sí?

    —Sí y déjame decirte que no considero que esté bien. ¿Qué ganas haciéndolo? ¿Es realmente tu culpa que las cosas resultaran así? No puedes revertir ni mucho menos evitar este tipo de situaciones complicadas. No puedes hacer que alguien no sufra. Yo lo sé mejor que nadie —la pelirroja se levantó de la butaca—. En fin, la invitación sigue en pie. Si cambias de opinión esta es la dirección —le dio una tarjeta—. Ella lo apreciará mucho. Nos vemos —y dejó el aula.

    —También sé que no puedo evitarlo —susurró Isaac al vacío.

    Las clases terminaron y todos se fueron a sus casas. Azahar llegó a la suya. Todavía estaba dolida por la actitud de Isaac para con su persona, pero no por eso no continuaría con su vida normal. Por ejemplo, Montse la había invitado a una pequeña reunión de amigos que se llevaría a cabo en un saloncito de fiestas, muy popular en la ciudad y más entre los jóvenes. Ciertamente no estaba muy de humor como para aceptar la invitación, mas conociendo a Montse, no olvidaría la negativa y se la recordaría el resto de su vida. Además, hacía tiempo que no socializaba un poco con sus amigas y de algún modo extrañaba ese tipo de tiempo que compartía juntas. Fue de ese modo que terminó aceptando al final, aunque ahora estaba con el gran dilema de qué vestir.

    Después de mucho pensarlo, optó por ir de manera casual y se dirigió al salón en la que la reunión se llevaría a cabo. No estaba completamente segura de por qué, de un de repente, habían decidido hacer aquello y cuando le preguntó a su rubia amiga, ella le dijo que al llegar se daría cuenta. Arribó al lugar y en cuanto entró, una agradable sorpresa le fue dada. Todos sus compañeros del salón estaban allí y le gritaban, con alegría, que la felicitaban por esforzarse al quedar en segundo lugar en la competencia. Un calorcillo confortable la invadió y su rostro volvió a iluminarse, sintiéndose sumamente halagada.

    — ¿Pero qué…? ¿Cómo es que…? ¿Por qué? —se hallaba felizmente confundida. Se acercó a Vero y Montse—. Chicas, ¿esto por qué?

    —Pregúntaselo a los organizadores —le dijo Vero divertida, haciéndose a un lado dejando ver a Kevin y Gris.

    — ¿Ustedes? —Azahar simplemente no podía creerlo.

    —Definitivamente es algo que te mereces, Azahar —aseguró Kevin sonriente mientras alzaba su pulgar—. Gris me ayudó con mucho también.

    —Es que estabas tan emocionado que no pude decirte que no.

    —Sí, claro. También estabas preocupada por ella.

    —Claro que no.

    —Ya basta, ya basta —Vero intentó calmar la pelea entre los dos amigos—. Mejor comemos ya, ¿no?

    —Sí, tienes razón.

    Y con esto, toda la lozanía comenzó a disfrutar de los alimentos que los anfitriones prepararon, pasando un rato relajante y cómodo. Terminó la comida y la música se escuchó, haciendo que muchos comenzara a bailar. Aunque Azahar se encontraba maravillada por todo aquello, no podía dejar de sentirse indigna de que todo eso, o gran parte, fuera por ella. Miró a Kevin que intentaba sacar a bailar a Vero, quien se negaba por su timidez. Una expresión triste se apoderó de su rostro. Si eso no era prueba suficiente de que él sentía algo más por ella que solo “amistad”, ¿entonces qué?

    Se tocó el pecho al sentir un dolor en éste. Y había estado tratándolo tan mal todo ese tiempo cuando lo único que él procuraba era su bien. Se odiaba a sí misma por vivir tanto tiempo en la oscuridad de sus ideas erróneas. Si tan sólo hubiera averiguada todo eso semanas atrás, ahora no se sentiría así de abrumada y culpable. No quería dañarlo más…

    — ¿Por qué esa cara larga? —La reprendedora voz de la actriz, que estaba frente a ella con sus manos en su estrecha cintura, la sacó de sus cavilaciones—. Por lo menos puedes fingir que estás feliz. No pasamos tanto tiempo organizando esto para verte con esa expresión de penumbra. Ya no hagas que Kevin se preocupe tanto.

    Azahar se encogió más de hombros y Gris bufó. La pelinegra no sólo se sentía mortificada por su nuevo descubrimiento, sino que también lo estaba porque seguía con el problema de Isaac. Todos y cada uno de los del salón habían asistido a esa fiesta. Independientemente de que interactuara con ellos o no, allí estaban; pero Isaac no y eso la atormentaba. Seguramente la odiaba y no lo culpaba por ello. Ella misma lo hacía, por ser tonta y testaruda. Gris pareció leer sus pensamientos porque entonces dijo:

    —Lo invité esta mañana y me dijo que no vendría —Azahar se puso más triste—. En verdad no entiendo cuál es su problema, pero si tanto te afecta que no esté aquí, ve a buscarlo y exígele una respuesta. Seamos sinceros. No seguirás disfrutando ya del evento, así que será mejor que vayas a arreglar eso de una vez. No dejes que una amistad como la suya se acabe por nada.

    Los ojos ámbar de la chica se posaron sobre la actriz, viéndola completamente anonadada. Jamás pensó que ella pudiera darle algún tiempo de consejo. No porque no fuera buena para eso, sino más bien por su relación de “enemistad”.

    —Apresúrate y no te preocupes por Kevin. Ya le inventaré algo.

    —Gracias.

    —Ni lo menciones, en serio. Pero antes de que te vayas —le dijo una hoja de papel y una pluma.


    Azahar corría con prisa por las calles de la ciudad, deseando con vehemencia llegar ya en casa de Isaac. Estaba dispuesta a aclarar todo de una vez por todas. Iba a virar en una esquina cuando chocó con alguien y dado que la otra persona también iba a paso veloz, el golpe fue tan duro que ambos cayeron al suelo.

    — ¿Por qué no te fijas por dónde vas? —inquirió ella en son molesto dispuesta a levantarse. ¡Y es que no tenía tiempo para esto!

    — ¿Cada vez que no encontremos tendrá que pasar esto, Azahar? —preguntó la otra persona con voz divertida rememorando su primer encuentro. La joven enfocó su mirada en el otro y descubrió a Isaac. Definitivamente ese no era su mejor momento.

    — ¡Isaac! Lo siento mucho. Iba corriendo y no me fijé —se lamentó ayudando a su amigo a ponerse de pie.

    —No hay problema. También estaba distraído. Espero que no se haya dañado —informó mientras alzaba una bolsita de regalo que había ido a parar al suelo—. Por cierto, ¿qué haces aquí? Creí que estarías en la fiesta.

    —Me vine temprano. ¿A dónde ibas tú?

    —A la fiesta porque creí que estarías allí —Azahar se sorprendió de oír aquello—. Quería darte esto.

    Le alcanzó la bolsita y ella la tomó, extrañada. La abrió y sacó una pintura bellísima del mar y la playa. La pintura estaba enmarcada con madera firme y tenía un vidrio que impedía que se manchara, por lo que realmente era un cuadro. Lo miró estupefacta.

    —Recuerdo que una vez me dijiste que te encantaba el mar —comenzó a explicar Isaac—; así que comencé a hacer este dibujo días antes de que fueras al concurso. La idea era terminarlo para cuando regresaras, como una sorpresa, pero no pude. Entonces escuché que Kevin te haría una fiesta y decidí terminarlo por lo menos para entregártelo hoy a más tardar. Tuve que concentrarme por completo en el dibujo, por eso es que estuve tan ocupada últimamente y… —se vio interrumpido cuando, de improvisto, Azahar se lanzó a él, abrazándolo con fuerza mientras lágrimas corrían por sus mejillas y los sollozos la sacudían.

    —Estaba tan asustada —se sinceró con la voz entrecortada—. Creí que en verdad estabas enojado conmigo, que me odiabas y que no me quería ver. Creí que me evitabas —y siguió llorando.

    Isaac la vio con ternura. La idea de evitarla le había pasado por la mente y se había quedado allí un largo espacio de tiempo. Realmente no quería seguir entrometiéndose entre la relación de Kevin y Azahar, mas después de meditarlo bien desechó el pensamiento. En este caso Gris tenía razón. Nadie tenía la culpa de nada y él consideraba a Azahar una muy preciada amiga. ¿Qué problema había en ello? Ninguno. Si Kevin quería obtener resultado, debía estar dispuesto a hablar de sus sentimientos con ella, frente a frente, completamente consciente y dejar todo en claro.

    —Vamos, vamos, Azahar. No llores —la despegó de él, le limpió las lágrimas y le sonrió—. Ya te lo había dicho. No hay motivos para estar molesto contigo.

    Ella sonrió también y abrazó el cuadro contra su pecho.

    —Gracias, Isaac. Es el regalo más lindo que he recibido en mi vida.

    — ¿Regresamos a la fiesta?

    —No, me gustaría que fuéramos a mi casa. Creo que es hora de que vayas conociendo a mi mama.

    —Oh, sería un placer hacerlo.

    Y ambos comenzaron a caminar, con una sonrisa en su rostro y no sintiendo ninguna clase de presión.


    —Oye, Gris —Kevin se acercó a la pelirroja—. ¿Has visto a Azahar? Me gustaría bailar con ella.

    —Ah, verás…Ella tuvo que irse ya porque tenía un asunto importante que atender y…

    — ¿Qué? ¿Por qué no me dijo? Hubiera podido llevarla. Tal vez pueda alcanzarla.

    —Espera un segundo, Kevin —lo detuvo Gris—. No te dijo porque no quería molestarte y me pidió que te diera esto —le mostró una hoja de papel con un mensaje escrito. Kevin lo leyó:

    “Gracias por prepara esta fiesta, Kevin. Me divertí bastante. Es un lindo recuerdo que atesoraré siempre. Gracias por todo y disfruta el resto de la reunión por mí, ¿sí?
    Azahar."
    El rubio sonrió.

    —Dime, Gris, ¿ella se fue con una sonrisa de aquí?

    —Iluminaba como un sol, Kevin.

    —Ya veo —se guardó el papel—. ¿Bailas?

    —No ahora, quizás después.

    —Bien.

    Y se alejó de la pelirroja, quien no pudo evitar lanzar un suspiro prolongado.

    —Eres más atenta de lo que pensé —le dijo una delicada y fría voz a su espalda y al girarse, observó a Montse sentada en una de las mesas, sola. Se acercó y se sentó a su lado—. Deberías ser un poco más egoísta, como yo.

    —Mira quién lo dice. La única que podía hacer algo con respecto al matrimonio arreglado entre ella y Kevin y que lo canceló por la felicidad de él, sin importarle sus propios sentimientos —lanzó Gris con una sonrisa maliciosa. Montse se mantuvo callada. La actriz volvió a suspirar—. ¿Somos culpables de amar al mismo chico?

    —Amar no es un crimen.

    —Tienes razón, pero hacer sufrir a quien amas sí que lo es.

    —Has madurado.

    —Que tú lo digas me honra.

    Quedaron en silencio unos minutos más. Gris miró a Kevin entre toda la multitud, quien conversaba animadamente con uno de sus compañeros del otro lado del salón.

    —Me gustaría saber si Kevin ha madurado.

    Montse dirigió su vista al mismo lugar que Gris observaba.

    —Lo sabremos cuando se dé cuenta de todo. Y cuando eso pase, nada, absolutamente nada será igual —aseguró la rubia como el ultimátum del día.


    Bien, es todo por ahora. No se pierdan el final, proximamente. Quizas la semana entrante.

    Siendo honesta, este no se me facilito nada. Con decirles que hasta este grado habia siete finales disponibles! Complicado, eh? Pero ya todo esta planificado. Y lo de los sentimientos de Montse, no se. Ella se ha convertido en uno de mis personajes favoritos y como es -a parte de Gris- quien mas ha pasado tiempo con Kevin no vi como una completa locura el hecho de que pudiera estar enamorada de el, despues de todo, quien no querria a ese chico?

    No mas parloteo por mi parte y los dejo. Se cuidan mucho.

    Hasta otra.
     
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    Borealis Spiral

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    Bueno, aqui les traigo el veredicto final. Y como es tan commun en mi, el capitulo me ha quedado excepcionalmente largo. No, no pregunten porque siempre mis finales son asi, pero asi son... o la mayoria. Espero que hayan disfrutado de esta historia tanto como yo lo he hecho escribiendola. Me alegra saber que conte con mis lectores durante la historia, fuera parcial o completamente, pero me hacen muy feliz. Nos estaremos viendo en otra historia, lo granrtizo. Sin mas el ultimo capitulo.

    Disfruten!

    Capítulo 14: Y al final quedamos en…
    Abrió los ojos con lentitud. Se encontraba un tanto atolondrado por la anestesia que habían usado en él, así que tardó unos momentos en enfocar bien la visión. Cuando pudo hacerlo, recorrió la habitación en la que se encontraba la cama en la que reposaba y a su lado, sentada y leyendo una revista, distinguió a la mujer que lo había criado gran parte de su vida.

    —Mamá… —susurró con voz ronca.

    — ¡Hijo! —Exclamó Marina dejando a un lado la revista en la pequeña mesita—. ¿Cómo te encuentras?

    —Bien…creo. Tengo sed.

    Marina le acercó una botella con agua y el joven tomó del vital líquido por medio de una pajilla.

    —Menos mal que todo pasó ya —aseveró la mujer regresando el vaso a la mesita—. Nos diste un buen susto. Tuvieron que operarte de emergencia de apendicitis, pero todo está bien ahora. Fue una intervención exitosa.

    —Me alegro…

    —Por cierto, has estado recibiendo constantes visitas de un joven rubio muy simpático y una linda chica pelirroja… creo que a ella la he visto en algún lado —Isaac los reconoció como Kevin y Griselda—. Sin embargo, hay alguien que no ha querido dejar el lugar a menos que hable contigo. La haré pasar.

    Antes de que Isaac pudiera comentar algo, Marina salió del cuarto. Casi al instante, la figura de Azahar atravesó la puerta. La joven se sentó donde Marina lo había hecho momentos antes. Isaac no pronunció palabra, esperando que ella hablara. El silencio reinó unos instantes, por lo que el chico iba a abrir la boca cuando Azahar decidió decir algo.

    —Me asusté… Me asusté mucho.

    Apretó los puños que estaban sobre sus muslos al recordar como de estar jugando tranquilamente en la clase de deportes, Isaac se había inclinado de repente, quejándose de dolor cerca del estómago. Las lágrimas no se hicieron esperar y corrieron libres.

    —Estaba tan preocupada. Tenía miedo de que algo realmente malo te pasara. No sabía qué tenías y no podía hacer nada tampoco. Me sentí impotente. Me asusté. Me dio miedo pensar que te perdería. Yo no quiero eso porque yo… yo… —el llanto brotó más abundantemente, haciéndola callar.

    —Está bien, Azahar. Todo está bien ahora. Tranquila.

    —Te quiero demasiado como para pensar perderte y por eso me asusté —confesó entrecortadamente y apenas entendible.

    Afuera de la habitación, un joven rubio escuchó la declaración de ella. Iba a entrar a ver cómo seguía su amigo cuando oyó las palabras de Azahar. ¿Qué había sido eso? No podían ser verdad todos esos chismes que circulaban en la escuela de que había algo entre Isaac y Azahar, ¿o sí? Fue alejándose del lugar, dubitativo y confundido mientras se sentía, extrañamente para él, traicionado.


    Isaac arribó al salón de clases y saludó a las chicas.

    — ¿Cómo seguiste, Isaac? —le preguntó Vero en cuanto lo vio, preocupada.

    —Sí, estoy mejor, gracias. Esta semana de reposo me ha sentado de maravilla.

    —Me alegro —se sintió aliviada la castaña.

    Conversaron un momento más hasta que hizo su aparición el profesor, quien hablaba con Kevin, y todos tomaron sus respectivos asientos correspondientes. Parecía ser que todo iba de maravilla, hasta que llegó la hora del receso. Los estudiantes se habían ido a comer. Isaac se quedaría de nuevo en el salón. Disfrutaba de sus alimentos cuando vio a Kevin entrar por la puerta. Había regresado por algo que olvidó en su mochila.

    —Tan distraído como siempre, ¿eh? —Comentó el joven de ojos verdes no teniendo intensión de ofenderlo, lo que no dio resultado, en su opinión, porque Kevin le lanzó una mirada asesina—. Lo siento, no creí que te molestaría.

    Kevin dejó de mirarlo y se dispuso marcharse de allí.

    — ¿Pasa algo, Kevin? —inquirió Isaac extrañado del trato tan distante que su amigo le daba.

    — ¿Algo? —su voz sonó fría y cundo volvió su mirada, una vez más, a él, ésta lo fue mucho más—. De hecho sí, pasa algo y creo que tienes que ver con eso que pasa. Si quieres saberlo, te espero detrás de la escuela en cuanto terminen las clases.

    Y sin más, salió nuevamente del salón, dejando a Isaac por demás confundido y con una intriga que le duró el resto del día hasta que la campana de salida se oyó.

    — ¿No vienes a “El Ocio” con nosotras? —le preguntó Azahar mientras bajaban las escaleras.

    —Sé que ya había dicho que sí, pero Kevin me pidió hablar con él y considero que es realmente urgente.

    —Entiendo… Nos vemos después, entonces. Cuídate —y se alejó junto a sus amigos.

    Isaac siguió su camino y llegó al lugar citado, que en realidad formaba parte del terreno de la escuela, sólo que estaba vacío. Kevin aún no llegaba por lo que decidió esperar. No lo hizo por mucho tiempo ya que vio como el rubio caminaba hacia él.

    —Vaya, en realidad viniste —el comentario hecho en tono algo retador le pareció ofensivo a Isaac.

    — ¿Por qué no iba a hacerlo? —cuestionó con voz un tanto impersonal.

    —Dime, Isaac, ¿qué opinas de las personas que engañan a sus amigos?

    —No me gustan.

    —A mí tampoco, pero lo que me parece curioso es que, si a ti no te gustan, ¿cómo es posible que seas de esa clase de personas?

    — ¿Disculpa?

    — ¿Por qué me mentiste? Me dijiste que me ayudarías a conquistar a Azahar e hiciste todo lo contrario. Tú te la quedaste. ¿Crees que no he escuchado los rumores que ya de ustedes? Que están juntos.

    —Nunca te he mentido ni engañado.

    — ¿Entonces por qué? ¿Por qué te prefirió ella ti que mí? ¡No es justo! Yo la conozco desde antes.

    — ¿Y eso qué tiene que ver? ¿Crees que por ese hecho ya te la tenías ganada? ¿Que por conocerla desde mucho antes tenía que enamorarse de ti? Pues, ¡qué mal!, porque no es así. El tiempo no importa y mucho menos si nunca te atreviste a decirle lo que sentías realmente. ¿Cómo querías que se entrara? Tu cobardía es la culpable de que esto concluyera de esta manera.


    Gris se mantenía sentada en una de las muchas mesas que había en “El Ocio”. Ese día ella y Kevin irían a la ciudad de al lado para hacer algo de turismo, pero a última hora él le había dicho que cancelaran la cita. Ya hacía un tiempo que no pasaba eso, por lo que en realidad no tuvo problema alguno; no obstante, le preocupaba le hecho de que al decirle que no podría hacer lo planeado, su voz sonó un tanto molesta, resentida. Era raro oírlo de esa manera y estaba inquieta.

    —No puedo creer que Isaac no venga —escuchó que alguien decía con voz triste a su espalda, en la otra mesa.

    —Ya te dije que tenía algo urgente que atender con Kevin, Vero —reconoció la voz de Azahar. Gris se levantó bruscamente de su asiento y se volvió a verlas.

    — ¿Dijiste que Kevin quería hablar con Isaac? —le preguntó a la pelinegra, mucho más preocupada.

    —Sí, ¿no te enteraste?

    —No puede ser, lo sabe. Tenemos que encontrarlos antes de que Kevin haga algo tonto —y sin darle más explicaciones, tomó a Azahar de la muñeca, sacándola del lugar.


    —Pero yo la amo y tú me traicionaste —replicó Kevin, dolido.

    — ¿Amor? —La expresión de Isaac, así como su voz, se tornó bastante serias—. ¿Cómo dices amarla si nunca te interesaste por conocerla a plenitud? ¿Por qué tendrías que preguntarles sus gustos a sus amigos ahora si la conoces desde hace tanto tiempo? Ni siquiera te interesaste por averiguar por qué te trataba tan mal. No sabías que ella no apreciaba a los hombres por el trauma de que su padre las abandonó a ella y su madre, y que cuando, a la fuerza, intentabas entrar a esa burbujita que la envolvía no hacías más que irritarla y frustrarla. ¿Y dices amarla? No eres más que un cobarde y no, ¡no la amas!

    — ¡Cállate! —le gritó Kevin y sin poder contenerse le asestó un puñetazo a su compañero, quien, bastante sorprendido, retrocedió unos pasos y tropezando, cayó al suelo.

    Isaac llevó su mano a su rostro, más específicamente a su pómulo izquierdo, y descubrió que no sólo sentía un dolor infernal, sino que se le había abierto una pequeña herida y sangraba. Miró el líquido rojo con expresión ausente. No estaba molesto. Se lo merecía. Bien, definitivamente era un hecho que el no hablar de sus sentimientos, Kevin sufría lo que sufría y arrastraba consigo a tres personas más. Pero también era verdad que él se había pasado al decirle que en realidad no amaba a Azahar; sin embargo, realmente no le habían gustado las acusaciones que el rubio le hacía y ya estaba cansado de su actitud.

    En tanto, Kevin pasaba sus ojos, de Isaac a su puño. Se sentía mal. Lo había golpeado y no podía creerlo. ¿Por qué lo hizo? ¿No estaba Isaac diciéndole la verdad? ¿Entonces…?

    — ¿Qué está pasando aquí?

    Tanto Kevin como Isaac dirigieron su atención a la persona que formuló la cuestión, descubriendo a Azahar, cuyo mohín demostraba la confusión por lo que estaba pasando y, a su lado, a Gris, quien también mantenía los ojos abiertos de par en par ante la sorpresa.

    —Kevin, ¿qué has hecho? —volvió a preguntar Azahar acercándose a ellos—. ¿Por qué goleaste a Isaac? Acaba de salir de una operación, ¡por Dios! ¿Qué te hizo? ¿Estaban peleando? ¿La cosa era tan seria como para recurrir a los golpes? ¿En qué piensas? —Y cada palabra que ella hablaba, llena de un poco de resentimiento, era como una puñalada para Kevin—. Nunca creí que fueras esa clase de persona. Me decepcionas. Eres un…

    —Guarda silencio, Azahar —la interrumpió con el ceño fruncido, sin dignarse a levantarse.

    —Pero si te golpeó. Eso no…

    — ¡Hizo bien! —Volvió a interrumpirla con voz fuerte—. Le dije cosas que no debí… que lo lastimaron.

    — ¿Cosas? ¿Qué clase de cosas? ¿Por qué? —la joven no podía dar crédito a lo que escuchaba. Isaac no era así.

    —Porque quise —contestó el joven con voz baja y ronca.

    Azahar negó con la cabeza, confundida e incrédula. ¿Qué pasaba allí? Miró a Kevin exigiéndole una explicación, pero el chico tan sólo se limitó a bajar la cabeza; también extrañado. Había golpeado a su amigo, ¿y aún así salía en su defensa? Azahar se dio la vuelta y comenzó a alejarse del lugar, ofuscada.

    —Kevin —lo llamó Gris acercándose a él—. Kevin —iba a sujetarlo del brazo, pero él lo retiró bruscamente—. Kevin…

    —Por favor, Gris, déjame solo. Tengo cosas que pensar.

    Y al igual que la otra, se fue de allí. Gris miró la dirección por donde el chico había desaparecido, triste; luego enfocó su visión a donde estaba Isaac y se apresuró a ayudarlo a levantarse del suelo.

    — ¡Por Dios, Isaac! ¿Qué ha pasado aquí? —inquirió por primera vez una vez el chico estuvo de pie.

    —Lo que tenía que pasar, Gris. Lo que tenía que pasar. Después de todo, era inevitable.


    El día siguiente llegó y la butaca de Kevin se encontró completamente vacía en todo lo que las clases duraron. No había asistido a la escuela. Por si fuera poco, una insólita tensión entre Azahar e Isaac podía sentirse en el ambiente, logrando que los demás se sintieran incómodos. Realmente, un día nada agradable. Cuando los cursos terminaron, podía observarse a un Isaac un tanto abatido que salía de las instalaciones. A un lado de la puerta principal lo esperaba Gris.

    — ¿Qué sabes de Kevin? —preguntó en cuanto la vio, preocupado.

    —Está mal. La noticia en verdad le cayó dura. Apenas pude lograr que me dejara verlo. Ah, ya no sé qué hacer. Me duele verlo así.

    —Entiendo…

    — ¿Hablaste con ella?

    —No. De hecho la densidad a nuestro alrededor era notoria. Mejor dejo pasar este día para que las cosas se clamen un poco. Realmente las cosas están complicándose bastante.

    — ¿Por qué lo dices ahora? —Isaac le mostró un sobre rosa que sacó de su bolsa del pantalón. Ella lo tomó y lo observó detenidamente—. ¿Una carta de amor?

    —Así es.

    —Vaya y yo que pensé que no eras popular entre las chicas. ¿Y es anónima?

    — ¡Qué va! La propia chica me la entregó. Es Vero, la amiga de Azahar.

    —Estoy de acuerdo, las cosas se ponen difíciles —le devolvió el sobre—. Bueno, ya me voy. No quiero dejar mucho tiempo solo a Kevin. De verdad necesita compañía ahora… aunque no se la mía la que desee…

    —Gris…

    —Está bien. Estoy en proceso de superarlo. No vemos. Cuídate.

    —Igual.

    Isaac vio que la pelirroja subía a su auto y se alejaba de allí. Suspiró algo cansado y se encaminó a casa. Tenía que pensar en qué contestarle a Vero. El resto del día trascurrió de una manera lenta para nuestros protagonistas de la historia y luego la mañana siguiente llegó. Kevin atravesó la puerta de su aula, donde ya se encontraban Azahar e Isaac, quienes no decían nada. El rubio bajó la mirada, incapaz de mirar a alguno de los dos y se sentó en su lugar. Si el día anterior el entorno había sido pesado, no se comparaba al de hoy. Mucho de los alumnos dejaron de hacer lo que estaban haciendo al sentirlo e incluso las chicas no se alborotaron como solían hacerlo cuando veían a Kevin. Hasta los profesores se vieron contagiados del pésimo ambiente. Fue un día duro. La campana que anunciaba la salida se oyó y todos fueron dejando sus salones. Azahar seguía acomodando sus útiles en su mochila y entonces Kevin se le acercó.

    —Quiero hablar contigo, Azahar —le habló por primera vez en todo el día. Ella lo miró sorprendida. Pensó que definitivamente no se dirigiría a ella.


    Isaac bajó las escaleras llegando a la planta baja. Suspiró. Últimamente era lo único que hacía. Iba a continuar con su camino cuando, en el pasillo, divisó a Vero. Seguramente esperaba a Azahar. Se acercó a ella. Era la hora de aclarar también ese asunto.

    — ¡Isaac! —un sonrojo se apoderó de su rostro una vez lo vio y se puso muy nerviosa—. Hola, ¿cómo has estado? ¿Qué tal el día? Agotador, ¿eh?

    Él le sonrió, intentando calmarla.

    —Vero, quisiera hablar contigo sobre la carta que me diste.

    La castaña se puso seria, aunque aún con el sonrojo. Sabía que era eso. Bien, estaba preparada.


    Kevin y Azahar seguían mirándose fijamente. Ninguno de los dos decía nada. La tensión no estaba más presente, pero algo extraño e indescifrable los envolvía. Kevin abrió la boca dispuesto a aclarar todo cuando Azahar se le adelantó y, bajando la cabeza e inclinándose un poco, dijo con voz alta y clara:

    —Lo siento mucho.

    — ¿Por qué te disculpas? —susurró lo suficientemente alto para que ella lo oyera.

    —Por lo que Isaac te dijo el otro día y que te lastimó. Realmente no sé con exactitud qué pasó ese día ni por qué Isaac te diría todo eso. Tampoco sé si se disculpó, pero en caso de que no, yo lo hago de su parte. Por favor perdónalo, tal vez…

    — ¿Eres tonta o qué? —La interrumpió él sintiéndose mal—. Ninguno tiene que disculparse por nada. Isaac no hizo más que decir la verdad sobre mí. Que yo no la aceptara me orilló a golpearlo. Si alguien aquí tiene que disculparse soy yo. Debo pedirle perdón a él y a ti por no decirte jamás de lo que sentía. Por no esforzarme por conocerte más a fondo. Por ser tan cobarde y no poder decirte lo mucho que te amo.

    Azahar se echó para atrás ante la última frase, estupefacta. De nuevo pasaba.

    —Así es. Te amo Azahar Salas. Desde el primer día que te vi me cautivaste completamente y eso debí decírtelo ese mismo instante. Cuando me hiciste sentir de esa manera. Te amo, te amo…

    —Fue suficiente —fue el turno de ella interrumpirlo. Miró el exterior que la ventana le mostraba—. Lo deduje, hace poco, pero lo hice. Era tan claro. Esas miradas, esas atenciones, tus esfuerzos… —Sonrió al recordar todo lo que había vivido con él—. ¿Sabes? Esperé muchos años poder escuchas esas palabras.

    El impactado por lo escuchado fue ahora Kevin. ¿Qué significaba eso? Ella siguió:

    —Desde que te conocí en secundaria llamaste mi atención porque eras el único que no desistía en hablarme a pesar de mi desprecio y eso me pareció interesante de ti. Me gustabas, pero no podía aceptarlo porque eras un chico. Entonces recientemente comencé a aceptar a los hombres poco a poco con la ayuda de Marina y su familia, pero… —lo miró con tristeza y aquello fue como si una flecha atravesara el corazón de él—. Si lo hubiese sabido meses antes. Si lo hubiera descubierto quizás las cosas fueran diferentes. Tal vez… lo siento, no quiero lastimarte más, pero la verdad es que yo no…

    —Comprendo —la cortó a duras penas con un nudo en la garganta. No quería escucharlo—. El tiempo no espera y tú tampoco podías hacerlo.

    —Lo siento.

    —Está bien —se forzó por sonreír, mas sus ojos no se iluminaron—. Seguimos siendo amigos, ¿no?

    —Sí… Gracias por todo.


    Isaac ayudaba a los niños con la tarea. Ya la familia había comido y la cocina estaba limpia, por lo que ahora se enfocaban en cumplir con los deberes y debido a que los niños querían ver la televisión tenían que terminar primero con la tarea. Concentrados estaban en eso cuando se hizo oír el teléfono.

    —Yo voy —se apresuró a decir Ben saliendo de su habitación, Tomó el auricular—. ¿Diga?... Sí… En un momento —tapó la bocina con su mano—. Isaac, te buscan.

    El mayor frunció el ceño confundido y se acercó a coger el aparato.

    — ¿Diga? —nadie respondió—. ¿Diga? —nuevamente el silencio se escuchó del otro lado de la línea. Se vio tentado a colgar hasta que la voz de Kevin por fin llegó a sus tímpanos.

    —Isaac yo… Lo lamento, tenía que hablar con alguien —Isaac no respondió—. ¿Estás molesto?

    —Por supuesto que no —aseguró en tono calmado y suave para que le creyera.

    —Ya veo, me alegro. ¿Sabes? Por fin lo hice. Por fin me le declaré a Azahar y le dije lo que sentía —volvió a callar, sin embargo, Isaac pudo escuchar con claridad los sollozos del rubio—. Tenías razón. No debí esperar tanto. Me rechazó… me rechazó y en verdad duele…

    El llanto lo interrumpió. Isaac tan sólo escuchó entendiendo el dolor de su amigo. Después de todo él también había sido rechazado y sabía lo que se sentía.

    —Perdón, no debería estar quitándote tu tiempo —dijo el rubio ya más sereno.

    —No te preocupes, no me quitas nada.

    —De cualquier manera, colgaré ya. Gracias por escuchar mis lamentos.

    —Para lo que sea estoy aquí y lo sabes.

    —Sí, gracias de nuevo. Adiós.

    —Cuídate.

    Ambos colgaron. Isaac suspiró. Realmente las cosas se desenvolvían de manera extraña. Alguien tocó la puerta.

    —Yo atiendo —dijo el ojiverde dirigiéndose a la puerta a abrirla—. ¿Azahar?

    —Hola.

    El la miró atónito. No pensó que ella fuera a su casa. Se dio cuenta de que no hacía ningún movimiento y ella tampoco hablaba.

    —Ah, lo siento, ¿quieres pasar?

    —No, estoy bien, gracias. Sólo quería saber si podíamos salir los dos —directa, al grano, sin rodeos.

    — ¿Salir? Entiendo, no veo el problema; es decir, debemos hablar y ya hemos salido muchas veces como amigos y…

    —No, no me refiero a ese tipo de salir. Me refiero a una cita real entre tú y yo. Como algo más que amigos.

    De acuerdo, Isaac no esperaba esa honestidad, por lo que su expresión no pudo evitar verse asombrada.

    —Sé que es sorpresivo —volvió a hablar ella—, pero me di cuenta de que conforme pasaba el tiempo a tu lado, ibas gustándome más y más hasta que llegué a quererte mucho. A decir verdad, ni siquiera la palabra querer cubre lo que siento por ti. Puedo decir con completa seguridad que me he enamorado de ti, Isaac. Por eso me gustaría que me dieras una oportunidad…

    Se silenció cuando vio como el chico se llevaba una mano al rostro. Sintió su corazón romperse. Creía saber lo que eso significaba. Un rotundo no, ¿cierto?

    —Lo lamento tanto, Azahar —dijo él en voz baja, mirándola triste—. Ahora no puedo corresponder tus sentimientos. Han pasado muchas cosas estos últimos días y ciertamente estoy confundido. Además, yo mismo acabo de ser rechazado y no estoy en condiciones de querer involucrarme en otra relación de ese tipo. Y lo que pasó con Vero…

    Un silencio los envolvió. Montse la había puesto al tanto de lo de Vero. Ya decía que su amiga actuaba extraño cada que Isaac estaba cerca de ella. En cuanto a lo del rechazo que sufrió Isaac, eso sí era nuevo para ella. Le parecía increíble que alguien fuera capaz de rechazarlo. Sin embargo, saber todo eso no la hizo sentirse tan mal como ella esperaba. Sí, estaba triste, mas no era algo que no pudiera controlar.

    —Es cierto, han pasado muchas cosas; ahora contéstame algo, Isaac. Puede pasar un tiempo y yo volveré a decirte lo que siento y aún no está preparado, puedo esperar más, ¿pero valdrá el esfuerzo que haga? ¿Tendré alguna oportunidad contigo en el futuro?

    Ante la cuestión, la imagen de Kevin le vino a la mente. ¿Qué iba a ser de su amigo? ¿Y si Azahar lograba enamorarlo? ¿Estaría bien? Después recordó lo que Gris le había dicho en una ocasión: era tiempo que él buscara también su felicidad en lugar de sólo la de los demás. ¿Tenía razón? ¿Era bueno que fuera egoísta?

    —Sólo dame tiempo, Azahar —contestó finalmente.

    El rostro de la pelinegra se iluminó. Aún había esperanza.

    — ¡Sí! —Respondió sumamente contenta.

    Al día siguiente.

    — ¡Detenlo, Vero, detenlo! —gritó Azahar en medio del juego de fútbol al ver que Kevin estaba por dirigirse a su portería, dispuesto a anotar un gol.

    —Eso intento —se defendió la chica un tanto confundida. De hecho, no era muy buena para los deportes y eso se notó cuando no pudo marcar al rubio y este parteó el balón, logrando un punto a favor de su equipo—. Lo siento.

    Azahar suspiró. Que su amiga sustituyera a la faltante para completar el equipo no había sido su mejor idea. En tanto, a un lado del pasillo que llevaba al interior de los edificios y que conectaba con la cancha de fútbol, Isaac observaba todo con una sonrisa sincera. Se alegraba que todo volviera a la normalidad y mucho más porque Kevin seguía tan animado. Por la llamada de ayer creó que estaría más depresivo.

    —Es bueno ver a todos alegres —comentó una voz a su lado y al virar su cabeza noventa grados descubrió a Gris.

    —Sí, eso mismo pienso yo.

    Quedaron en silencio viendo como entre Azahar y Kevin se iniciaba una disputa algo divertida. Gris sonrió.

    —Es una buena chica —soltó sin más.

    —Lo es.

    —Opino que debes cuidarte o terminarás como Kevin. Sólo espero que él esté bien. Merece una segunda oportunidad. Ser feliz.

    —Todos la merecemos, Gris. Incluso tú… Por cierto, ¿qué haces aquí?

    —Venía a despedirme, pero no creo que sea el momento apropiado.

    — ¿Despedirte? ¿Te vas? ¿A dónde? —eso le cayó de improvisto a Isaac.

    —Mis padres vinieron a buscarme personalmente para que regresara con ellos. Quizá era lo que en el fondo quería. Que dejaran un momento sus ocupaciones y se preocuparan por mí como padres, no como representantes. Y ahora que lo hicieron, no puedo negarme a regresar. Ya vi a Kevin, creo que podré sobrevivir otro espacio de tiempo.

    — ¿De verdad no piensas despedirte de él?

    —Míralo, Isaac. Está tan contento que simplemente no puedo hacerlo. Sé que soy muy arrogante al pensar que su le digo que me voy se pondrá triste, pero no quiero averiguarlo.

    —Pero Gris…

    —Vamos, ¿qué se esperaría de una cobarde como yo sino esto? —Lo miró con tristeza—. Isaac, no importa qué pase, no se lo digas a Kevin hasta que yo lo llame. Ni siquiera si pregunta por mí.

    —No puedo hacerlo…

    —Por favor. Cumple mi último deseo aquí… —se le quebró la voz e Isaac entendió que era realmente duro para ella irse.

    —De acuerdo. Te lo prometo.

    —Gracias. Adiós.

    Y sin una palabra más, Gris se dio media vuelta y se alejó de allí. Estaba por salir por completo de las instalaciones escolares cuando una voz muy familiar la detuvo.

    — ¿Piensas huir de nuevo?

    — ¡Kevin! —Giró sobre su eje por demás sorprendida, encarando a su amigo—. ¿Cómo es que…? ¿Isaac? —no era posible que él volviera a romper su promesa.

    —Isaac no me dijo nada. Fue Montse.

    —Vaya, no debo subestimarla de esa manera.

    — ¿Te vas? —preguntó Kevin en tono bajo, triste.

    —Sí, las cosas se arreglaron con mis padres.

    —Estoy feliz y a la vez acongojado. Yo… ¿También voy a perderte?

    Gris sintió su corazón encogerse e impulsada por el amor que le tenía a ese joven se acercó a él y lo abrazó con ternura. Kevin comenzó a sollozar ocultando su rostro entre el hueco que formaba el cuello y el hombro de la actriz. Y es que esos días había estado muy sentimental.

    —No seas tonto, Kevin —susurró con dificultad al sentir su garganta arde por el nudo—. No importa que el tiempo pase y no nos veamos, nunca vas a perderme.

    — ¿Volverás?

    —En tanto mi casa siga al lado de la tuya siempre nos veremos.

    Un confort invadió al rubio y se mantuvo abrazado a la pelirroja unos instantes más.

    —Bien, ya debo irme. Tengo los boletos de avión para esta tarde y debo hacer muchas cosas todavía —Gris se separó de él.

    —Cuídate mucho.

    —También hazlo —y como último recuerdo, Gris le plantó un dulce beso en la frente—. Nos vemos.

    Volvió a darse la vuelta para desaparecer. Kevin suspiró. Volvería a verla, lo sabía.

    —Oye, Kevin —un chico se acercó—. Están por dar el timbre. Hay que terminar el juego.

    —Ya voy —y se dirigió a la cancha.

    Mientras, en la planta alta, una bella joven de largos cabellos dorados miraba a sus amigos con su expresión fría de siempre, teniendo en su mano derecha su celular. Fijó su visión al aparato y volvió a leer el mensaje que hacía unos instantes había recibido y que rezaba:

    “Cuídalo bien por mí”.

    —En verdad tú nunca cambiarás, Gris —soltó al viento mientras guardaba el medio de comunicación—. Mira que dejarme siempre a mí lo que es tu trabajo.

    Una sonrisa de medio lado se formó en sus labios al mirar a Kevin. Puede que no fuera tan malo su encargo. Sacudió la cabeza con fuerza ante sus pensamientos, sorprendida y volviendo a su frialdad entró al salón.

    —Definitivamente, en cuanto vuelva se lo regreso.

    La campana sonó y todos los alumnos volvieron a sus actividades normales. Como debía ser.

    FIN.

    Jejeje, fue la manera mas facil de sacarme de apuros con respecto al dilema XD. Ojala no me maten, pero a mi me gusto como quedo, asi que yo no me quejo. Los quiero a todos y espero se cuiden siempre.

    Hasta otra.
     
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    Marina

    Marina Usuario VIP Comentarista Top

    Tauro
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    Hola! Cuánto tiempo xD.

    Oh, estuvieron geniales todos los capítulos, si buen, este final no me lo esperaba. Creí que alguien se quedaría con alguien, jaja, pero bueno, tú eres la escritora. No obstante, me hubiera gustado que Azahar aceptara a Kevin, pero Isaac tiene razón. Kevin dejó pasar el tiempo y por su cobardía, perdió al amar de su vida. Espero que se enamore de Gris, una linda chica y también espero que Isaac no cometa el mismo error que su amigo. Que acepte pronto esa cita con la pelinegra, jaja.

    Bien, la historia estuvo genial, sentimental y al mismo tiempo, alegre. Los personajes muy carismáticos.

    Felicidades por haber terminado otra historia. Espero que pronto subas otra así de linda xD.

    Fue un gusto volver a leerte y disculpa por no haberte dejado comentario antes, estuve fuera del foro algún tiempo, pero ya volví, haha. Cuídate.

    Abrazos.
     
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