—En cualquier tienda o centro las venden Destiny—respondí, alegre de saber quien alguien se interesaba por mis Friz!
--Veré si la compro. Me coloqué los guantes de vuelo. Charizard apoyó su cabeza en mi hombro. --¿Y Dante?
Rojo se quedó con su pokémon y Yair se fue por otro lado a buscar la llave. Yo seguí por un ancho pasillo lleno de puertas. Quizá en una de las habitaciones hubiese una llave para abrir la misteriosa puerta. Entré en la primera y me encontré con un viejo escritorio y sillas desparramadas por todas partes. Definitivamente allí no encontraría nada. Seguí mi camino y doblé a la derecha, entré a otra habitación, esta más ordenada que la otra. Había una cama y un ropero. Me acerqué lentamente, pero las tablas de suelo comenzaron a crujir. —¿Qué está pasa...?—No alcancé a terminar que todo el suelo se había roto en un gran estrépito. Traté de agarrar algo para sostenerme, pero fue en vano. Caí en no sé dónde, era como un sótano.
—Uh bueno, él se perdió... y y ahora está con los de Equipo Gamma... ¿bonita historia, eh?—Ahora mi misión era vencerlo y quizás hacerle entrar en razón, no había por que llorar o lamentarme más.
—Sí sí, no me lo podía creer, pero lo vi con mis propios ojos—suspiré.—Pero ahora debo vencerlo y a esos del equipo Gamma tambien, sea cual sea su plan, no dejaré que lo cumplan.
—¡Pues, en buena hora Destiny!—Si éramos más, sería más sencillo derrotarlos, ya estaba al tanto de lo que tenian planeado hacer con Lugia, se necesitaria a los 3 perros legendarios, sin embargo Liza y Steve no se encontraban conmigo.
Aterrice en la ciudad con una pokeball en la mano.-- Primero al c.p y luego buscare algo para divertirme-- me dije a mi mismo mientras corria al centro pokemon. Al llegar cure a mis 3 pokemon que estuvieron en batalla
Escuché una voz a lo lejos, pero estaba demasiado aturdida para saber de dónde provenía o de quién era; veía todo negro, me sentía perdida. Gateé por el suelo y sólo encontré tablas y escombros. ¿Dónde demonios estaba? No podía ver absolutamente nada y la cabeza me dolía a horrores. Tomé mi bolso que estaba a un lado y de él saqué una pokéball. —Espero que funcione... ¡Elekid, sal!—Dije. Mi pokémon salió, lo pude notar porque el ambiente se llenó de una inconfundible electricidad—. Elekid... por favor, usa Onda Trueno, necesito ver.
Escuché la voz de Yair, gracias al cielo; ¡él estaba cerca! —¡Aquí abajo, Yair! ¡El suelo se derrumbó y caí aquí adentro!—Grité esperando a que me escuchara.
Habían caído más escombros y éstos cubrían casi todo el sótano. El polvo se arremolinaba alrededor mio y me dificultaba la vista. Cyndaquil y Elekid estaban a mi lado, cuidándome. A lo lejos, podía sentir los ecos de las voces de mis amigos que gritaban; quería contestarles pero mi voz no salía; no podía hablar, y cuando lo intentaba terminaba tosiento. Desesperada, tomé una tabla y comencé a golpear los escombros, tratando de hacer ruido; algo salió, pero dudé de que se escuchase. Sin querer golpeé muy fuerte y con un clavo que estaba atorado en la tabla, me corté un dedo. La sangre comenzó a fluir lentamente. —¡Maldición!—Dije. Tomé mi pañuelo y lo envolví en la herida. Me levanté y comencé a mirar el agujero por el cual había caído, que ahora estaba medio tapado por los escombros. ¿Me encontrarían Yair y Rojo?
Yair estaba ahí. ¡Me había encontrado! Me abalancé sobre él y lo abracé. Estaba muy asustada, quizá demasiado. —Gracias a Arceus que me encontraste—dije sollozando—. Estaba muerta de miedo. Y gracias por dejar a Cyndaquil conmigo, fue de gran compañía—. Le sonreí y lo solté. Miré su ropa y me di cuenta de que lo había manchado con sangre—. Como lo siento... no fue mi intención.
—Gracias—le contesté. Ambos subimos unas escaleras y caminamos por unos cinco minutos, buscando la salida de la mansión. Al final, logramos salir. Afuera, el día estaba cálido y corría una suave brisa. Miré a Yair y de pronto recordé:—¡¿Dónde está rojo?!
Íbamos caminando tranquilamente por la ciudad, ambos envueltos en un incómodo silencio. No sé qué pasaba, pero me decidí a romper el hielo... —Dime, Yair, ¿hace cuánto que iniciaste tu viaje?—Pregunté.
Entré en pánico. Me agaché junto a Yair que yacía en el suelo, preso de, lo que parecía, un terrible dolor de cabeza. Reuniendo todas mis fuerzas, lo levanté y lo coloqué en una banca, recostado. Desesperada, sabiendo que no podría cargar con él hasta el hospital, saqué a Grovyle para que me ayudase. Era genial tener un pokémon que caminara en dos patas y fuese grande. Juntos cargamos a Yair hasta el hospital. Y al llegar allí, unas enfermeras se lo llevaron; lo único que hice fue limitarme a esperar.
—¡Podrías haberme avisado! Entre el sótano, el corte, y tus desmayos me he preocupado muchísimo—refunfuñé. Estaba un poco enojada. Se supone que el tema de los desmayos es importante, debería habérmelo dicho para estar prevenida. Miré al suelo, incómoda; ¿y ahora qué hacer?—¿Tardarás mucho en recuperarte?—Pregunté.