Cazadores Cazadores. Un mundo perdido

Tema en 'Partidas Inacabadas' iniciado por rapuma, 7 Julio 2014.

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    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

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    Rom, que parecía no darse cuenta de mis palabras con el sujeto aquel, me pregunto qué hacia acá.

    —Vacaciones, un descanso y hacer algo que me gusta. Soy buena en esto además de que necesito una nueva mascota. — Hacia esto para concentrarme en otra cosa, la empresa casi puede andar sin mí un tiempo. Bebí el primer sorbo de mi cuarto vaso de licor, cuando otra vez hablo ese tipo, creía que por ser un joven era infantil y claro que él se veía muy maduro girando mis comentarios, nótese mi sarcasmo.


    —Tú me entendiste, el que parece necesitar tantos eres tú así que no te me vayas por las ramas— no pude evitar reírme, hoy amanecí de buen humor ¿Qué puedo hacer?
    —Creo que te molesta que una mujer de veinticuatro años tenga el mismo nivel que tú y lo tengo, si no no me hubieran invitado.
     
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    Se me salió una sonrisa casi automática quería revolcarme de risa, era fácil decir que eres igual o mejor que alguien sin jamás saber a que se dedica o en que es especialista, es fácil abrir la boca sin pensar, quizás demasiado sencillo, si me hubieran permitido hacer un negocio con los fanfarrones ya yo estaría rico, pero bueno, si uno lo hace después lo culpan de secuestro y el papeleo es algo aburrido:

    —Sí, sigue esparciendo tú mierda por el mundo, supongo que tú ano está celoso de tu boca por toda la mierda que escupes cada vez que la abres.—dije volviendome a poner el collar con la bala y con una sonrisa en mi rostro.
     
  3.  
    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

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    Parecía que una gran carcajada quería salir de su boca cosa que no me molesta para nada, era un avance. —Un hombre, cuando se le acaban los argumentos inicia con las groserías.— seguía sonriendo era algo bueno además ¿qué digo yo sobre groserías si cuando sale mi carácter las escupo como si no hubiera mañana? —Aunque lo dudes se supone que los que fuimos invitados somos los mejores de nuestra especialidad, solo la crema de la crema.
     
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    —¿Comprar la invitación cuenta?—pregunté aún aguantando la risa, debía tragarla de una forma, pero era complicado.—No sé, de dónde provengas, pero de dónde yo vengo la palabra "mierda" ni la palabra "ano" no son groserías, pero bueno, aquellas personas que compran la invitación para lugares como estos supongo que esperan otras cosas.—¿Especialidad con la tarjeta de crédito? ¿Eso se considera algún deporte o algo? ¿Cierto?—
     
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    Ana inukk

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    —No gasto mi dinero en cosas que puedo ganar por mi propio merito, quizas no sean las palabras mas vulgares pero son suficientes para demostrar tu poca imaginación.— siempre es así, saben a que me dedico y ya todo lo que logre en mi vida ha sido por pura palanca economica. —¿Qué especialidad tienes? o ¿Qué haces que seas tan especial como para estar aquí?
     
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    —Mi poca imaginación se compensa con mi sútil forma de asesinar.—dije con una sonrisa mientras escucha sus últimas preguntas.—¿No que las mujeres tienen un sexto sentido? Adivinalo, si eres tan buena debes ser suficientemente meticulosa y analítica para saber que hago.—
     
  7.  
    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

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    —No todas las mujeres somos iguales, podría decirse que soy más masculina de lo que se ve. Aunque claramente tienes ese rostro de soberbia militar probablemente ocupaste un buen cargo, pero tampoco fue algo mucho mayor que un soldado normal. Diría que eres sigiloso y estratega pero las armas a larga distancia te agradan— señale la gran bala de su cuello. —francotirador sin embargo no estoy segura, los militares son malditamente adaptables.

    Busque mi quito vaso de licor, ron con refresco y limón antes de mirar al techo y respirar hondo, realmente detesto a los militares.
     
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    —Quizás, solo que englobaste Francotiradores en un solo círculo, pero bueno creo que es bastante aceptable viniendo de una persona de cierta forma "inculta".—dije indiferente recostándome en la pared para cerrar los ojos suavemente, debía descansar mis ojos, unos ojos cansados nunca le sirven a alguien que observa por una mira telescopica.
     
  9.  
    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

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    —En ese tema, sí te doy la razón, puedo ser toda una bruta— alce los hombros sin interés, no era gran cosa aceptar eso. Busque otro trago y más comida, como acostumbro ofrezco a en general. — ¿Alguien quiere algo de la mesa de comida?— también pensé que era raro que después de haber casi regañado al hombre por su vocabulario el no me dijera nada sarcástico cuando maldije a los militares.
     
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    rapuma

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    Vince Reynolds ingresó a la sala de recreo y les guío a todos ustedes directo al comedor. Caminaron por el pasillo con Reynolds a la cabeza; vestía elegante, una camisa blanca con un chaleco negro y pantalón negro. En todo momento sonreía y giraba el rostro para ver que el grupo le seguía.

    Desde el pasillo se podía ver el reflejo de luces del comedor; un rumor vago de música y voces y tintineo de vasos recibía a los visitantes como un pregusto delicado. Luego las puertas se abren y una marea multicolor se desploma sobre ellos. Se huele el aroma de excelentes licores; hay rostros enrojecidos por la buena comida y la buena bebida. Luces de candelabro, violines y risas.

    Vince los acomodó en la mesa y rápidamente se dan cuenta el modo jerárquico de la reunión; en la cabecilla se encontraba John Burnet con las manos enlazadas en el pecho, con gesto de irritación; a su lado estaba Adrian Caparzo, es un hombre corpulento, de cincuenta años, con bigote color gris acerado y ojos azul intenso: observa a todos los invitados y se puede ver en su rostro que no está cómodo con la cena; frente a él se encuentra el jefe de ingenieros Heinrich Hendriksen, fumando un cigarro, hastiado por la cantidad de gente; al lado de Caparzo se encontraba un hombre sonriente, vestido de traje Armani y con una corbata violeta, se le notaba tranquilo y miraba de vez en vez a John Burnet mientras cenaba; este hombre se llama Alfred McAllen, abogado de las compañías asesoras de Xymos, fue enviado a la isla para asegurarse del correcto funcionamiento de las instalaciones; frente a él se encontraba Rosie Castro, la analista de sistema de los laboratorios de genes; morena, delgada y exótica, lleva unos pantalones holgados y una remera que le cubre el abundante pecho; y a su lado Vince Reynolds, sonriente en todo momento; luego seguían los cazadores mezclados entre ellos en lo que quedaba de la mesa; Vasco era uno de los cazadores, experto en rinocerontes, un hombre corpulento, con una cabeza enorme, unos músculos como piedras en los hombros y el pecho, unos brazos gruesos y unas manos descomunales, que agarraban los cubiertos haciendo que parecieran minúsculos; luego estaba Georgia, experta en animales carroñeros, sólida y musculosa, con un pantalón corto y una camiseta que le daba un aire vigoroso y juvenil y el pelo negro y corto sujeto sobre la frente mediante unas gafas de sol; Jeyce cenaba con su sombrero australiano sobre su cabeza, siempre sonriente, moviendo los cubiertos sin dificultad alguna con su mano izquierda parcialmente cercenada; Telius observaba en silencio; menudo y fibroso, con la cabeza afeitada; sus ojos inquietos examinaban el suelo como si hubiera extraviado algo mientras escuchaba con la cabeza ladeada; luego se encontraba Johnstone; alto, con complexión atlética, luce un tatuaje en la cabeza, que lleva casi rasurada, tiene la mirada dura y punzante de un experto en caza mayor. El resto de ustedes se sentaron entre los cazadores; pueden ver que varios guardias están apostados en el comedor, nunca se sabía lo que podría pasar.

    John Burnet se levantó de su asiento y con una sonrisa encantadora, de casi anciano, comenzó a hablar: -Me llena de emoción que hayan podido asistir a este evento, que como saben, es único en el mundo. Tengo entendido que en su llegada a la isla solo pudieron apreciar a una de las tantas especies extintas que hemos podido recrear gracias a los laboratorios de la señorita Castro. –Burnet la señalo y los comensales aplaudieron brevemente. –Créanme que mañana empezaran una cacería sin igual y estoy tan ansioso como ustedes. Quiero recordarles que la cacería será no mortal para ustedes, pero sí para los animales de la isla. El señor McAllen. –arrastró las últimas palabras del apellido del abogado defensor. –Ha traído unas políticas nuevas a las cuales debemos adaptarnos. Y créanme cuando les digo que los animales NO están programados para dejarlos heridos de muerte; son animales vivos, auténticos, por lo que se guiarán por su propio instinto. El señor Caparzo ha instalado torretas automáticas en todas las áreas de cacería destinadas a disparar a los animales si la vida del cazador está en riesgo. –sonrió. –Contamos con un enorme personal que estará dispuesto a contestar todas sus preguntas que hagan falta y yo mismo lo estoy. Pero disfruten la cena, ya habrá tiempo para preguntas antes de que se termine la noche. –y con la sonrisa en el rostro, volvió a tomar asiento.

    -A decir verdad, yo tengo alguna que otra pregunta. Claro, si no es molestia, John. –comenzó Alfred McAllen, limpiándose la comisura del labio con una servilleta. -¿Qué pasa con la contención física de los… de estas especies? ¿Pueden salir de sus cotos cerrados?
    -Absolutamente no.
    –dijo secamente Hendriksen. -Éstos son animales caros, señor McAllen. Los cuidamos muy bien. Tenemos ochenta kilómetros de cercas de cuatro metros de altura, comprendidos treinta y cinco kilómetros que rodean el perímetro de la isla. Todas las cercas llevan diez mil voltios. Los animales pronto aprenden a no acercárseles.
    -¿Pero si uno sí saliera?
    –preguntó McAllen. Hendriksen resopló y aplastó su cigarrillo. –Nada mas que en sentido hipotético. –insistió McAllen. –Supongamos que ocurriera.
    Caparzo se aclaró la garganta. –Saldríamos y lo traeríamos de vuelta. Tenemos muchas maneras de hacerlo. Todo no mortal porque, como dice el señor Hendriksen, son animales caros.
    -El señor McAllen es de firmes convicciones.
    –informó Burnet desde la cabecera de la mesa. No estaba cómodo con aquél burócrata despreciable.
    -¿Y qué hay respecto del sistema de control: podría alguien operarlo de forma indebida? –preguntó McAllen.
    -Mire atentamente esta sala. La construimos según las pautas para contrarrestar actos terroristas: todas las entradas tienen puertas dobles, como esclusas de aire, para evitar el acceso no autorizado. El cielo raso tiene claraboya, pero podemos correr sobre ella una persiana de acero, para evitar la entrada. Podemos aplicarle diez mil voltios al perímetro de esta sala. Las ventanas son de vidrio a prueba de balas, de dos centímetros y medio de espesor. Nadie puede meterse aquí si nosotros no queremos. –explicó Hendriksen, encendiendo otro cigarro.
    -Entonces, supongo. –dijo McAllen. –que su sistema funciona tan bien, que no tiene problema alguno.
    -Tenemos infinitos problemas aquí.
    –contestó Hendriksen, alzando una ceja. –Pero ninguna de las cosas que le preocupan a ustedes. Las enfermedades que afectan a los animales son nuestra principal preocupación.
    -¿Enfermedades?
    –preguntó McAllen, súbitamente alarmado. -¿Existe alguna posibilidad de que nos podamos enfermar?
    Hendriksen volvió a resoplar. -¿Alguna vez se contagió un resfrío del cocodrilo de un zoológico, señor McAllen? Los zoológicos no se preocupan por eso. Nosotros tampoco. ¿Algo más que quiera saber? –el rostro de McAllen se tornó rojo mientras bajaba la cabeza y seguía cenando. John Burnet dejó escapar una risilla cómplice mientras observaba a los cazadores. –Veo que trajo nuevamente a su… mercenario, señor McAllen. –el abogado rápidamente levantó la cabeza y giró el rostro hacia Telius; el aludido no respondió ante nada, se limitó a cenar en silencio, con su mirada fija en el plato. –No es un mercenario, es un cazador, John. Y de los mejores. –dijo McAllen, volviendo a retomar la compostura y sonriendo. –Siempre supe que quisiste tomar mi cargo, mocoso engreído. Pero no lo harás mientras yo esté vivo. –John Burnet estalló en cólera, Caparzo lo tranquilizó susurrándole algo al oído. McAllen se encogió de hombros, indiferente al berrinche del anciano. –Por eso Telius está aquí. Ganará el concurso y una parte de tu compañía me pertenecerá. –y rió. –No es enserio. Vamos, John, no arruines una buena cena.

    La mesa se silenció, alguna que otra charla trivial entre McAlen y Hendriksen. Los cazadores por su parte no le interesaban los detalles técnicos; ellos querían vivir la emoción del primer día de cacería y llevarse la sorpresa ante los animales excéntricos que se toparían. Pero, por otra parte,los cazadores que habían llegado hace poco, quizá tendrían alguna que otra duda dando vueltas en su mente...

     
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    Ana inukk

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    Ya los demás cazadores y personajes importantes estaban en el lugar, me acerque a Jonh y le salude cortés, nos conocimos en una cacería para cerrar un trato hace un año, pues puedo agregar que nos beneficio bastante a ambos.

    Tomé mi lugar, estaba en un ambiente familiar para mí, normalmente este es el elemento en que me muevo: licores caros, sonrisas falsas y comida en abundancia.

    Yo ya he comido bastante en la sala anterior aunque tengo hambre, así que ataque mi primer platillo con gran educación pero algo rápido. Me presento a aquellos que no había visto anteriormente.

    --Mucho gusto, AnaBelt Cherry o Nicte, como gusten.
     
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    Entró al recinto y rápidamente tomó asiento y comenzó a alimentarse mientras Burnet comenzaba a hablar; no tenía mucha hambre pero era descortés no comer nada en una mesa con alimento abundante; al menos así era en casa. No quitó la mirada de aquellos que tomaban la palabra, había una rencilla entre algunos, así que debía evitar meterse en ese tipo de asuntos; el estaba aquí para demostrar algo para sí mismo, no para nadie más.
    –Si estos son animalos caros... ¿Cuál es el objetivo de cazarlos? Sé que esto es un concurso pero sólo perderían dinero mientras nosotros nos encargamos de ellos... o entendí mal y simplemente debemos enfrentarnos a ellos sin matarlos...– Ysgramor estaba confundido
     
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    Ana inukk

    Ana inukk Gurú

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    Un grandote había preguntado algo que en mi mente es totalmente razonable, que sentido puede tener matar animales tan caros y ofrecer un premio todavía más costoso para una competencia que te hace perder dinero, no es algo inteligente.

    --¿Podemos llevar nuestros "premios" a casa?-- eso es lo que me trajo a este lugar: tener una nueva y extraña mascota a mi hogar, pues no soy de las que se interesan por pieles, huesos y cabezas.
     
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    rapuma

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    John Burnet respondió el saludo de AnaBelt, apretando gentilmente con ambas manos su rostro. Burnet era casi un anciano ya y los modales del hombre estaban finamente refinados conforme su edad. Lanzó una risa chirriante complacido ante la pregunta del señor Ysgramor. Caparzo se aclaró la garganta y miró en dirección al gran hombre del norte. -El día que la competencia se abra, sus registros como cazadores pasara a un plano televisivo mundial. Tenemos miles de inversores que apostaran por sus nombres y talentos, también como los televidentes. No es un reallity show; los votos no los afectarán. La gente tiene favoritismo, siempre fue así y votaran a quienes crean que ganará el concurso... por un premio, claro está. Esto recauda fondos, me atrevería a decir mas que el cuarto de lo que se invirtió aquí. -Rosie Castro, la especialista de los laboratorios de genética sonrió y miró a Ysgramor. -Tenemos sobre población de animales en la isla, son animales caros, sí, y no podemos darnos lujos de que mueran por enfermedades o porque escaparon de sus cotos de contención. Tienen un sólo propósito y es darle vida a esta competencia. -John Burnet observaba con una sonrisa complaciente la cena; todo estaba sobre rieles, a pesar de tener a aquél burócrata despreciable de McAllen, todo marchaba bien. -Claro que sí, linda. -contestó el anciano a AnaBelt. -Todo animal que logren cazar, la cuadrilla de mantenimiento se encargara de hacer los trofeos correspondientes; al finalizar el concurso se los podrán llevar si así lo desean.
     
    Última edición: 20 Julio 2014
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    Amelie

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    Ysgramor

    Las palabras y las risas resonaban en su cabeza; era matar por matar, o peor aún: matar por dinero. Animales creados genéticamente... Se podría decir que Ysgramor entendía muy poco de eso; pero sabía que si el animal estaba vivo, el animal tendría alma. "Veo que hay varios que subestiman la inteligencia y la fiereza de los animales, esto no acabará bien. Por donde lo vea esto es un desastre a la naturaleza..." Pensó Ysgramor cerró sus puños —¿Un concurso de popularidad mundial?... — detuvo sus palabras y volteó su argumento, no quería hacer enemigos en territorio desconocido— Vaya... Mi poblado serían los únicos que votarían por mi, y ninguno de ellos tiene la tecnología. ¡Nadie votará por mi, pues pensarán que soy pariente del mamut! comenzó a reirse
     
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    Cassandra

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    Finalmente, habían pasado a un sala que le llamaba muchísimo la atención, más que nada, porque sentía el estómago hecho un nudo por no haber comido desde hacía un día y algo le decía, que sin lugar a dudas, cuando el concurso tomara rumbo, sería la comida lo que más escaseara. Caminando lentamente por el pasillo con paso felino y ligero, llegó hasta el comedor y pasando con educación sus ojos por cada uno de los ahí presentes, hizo una leve venia con la cabeza antes de separar sus rosados labios para permitir que su voz inundara la estancia-Cassandra...-Musitó suave mientras una gentil sonrisa se dibujaba sobre su boca, cerrándola mientras pequeños hoyuelos se dibujaban en sus mejillas-Aunque preferiría que me llamen Cass-Dijo finalmente antes de sentarse junto al resto de cazadores, escudriñándolos uno por uno con sus orbes esmeraldas mientras ponían con cuidado la servilleta sobre su regazo-Haremos una limpieza televisada...según entiendo de su conversación...ahora...tengo una consulta que probablemente hará que me vean con malos ojos pero...-Soltó sin poder poner freno a su lengua-¿Esta sobrepoblación de animales...no estaba en sus planes?-Sabía que la pregunta probablemente acarrearía miles de miradas furiosas, pero su curiosidad era más grande y si era conocida por algo, era por aquella personalidad investigadora y obstinada.

    Cruzando sus piernas bajo la mesa, tomó los cubiertos y empezó a comer con cuidado, deleitándose con el delicioso sabor del alimento que habían servido, podía sentir como el calor subía a sus mejillas y las ruborizaba a penas mientras esperaba una respuesta.
     
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  17.  
    Zeek

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    Aries
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    Rom

    Entró en el comedor, un lugar bastante... ¿Lujoso? Rom puso un gesto de descontento por el aura que expulsaba ese lugar... Sonrisas fingidas, modales fingidos, gentileza y amabilidad... ¿Que creen? fingidos.

    Eso era una de las cosas que tanto odiaba, personas que ocultan lo que realmente son, o lo que realmente quieren ser, quienes no se atreven a demostrar sus ideales por miedo a que los demás lo vean con malos ojos, estos sujetos quizás no fueran el vivo ejemplo de ese fenómeno, pero esa actitud de los presentes, sin duda le recordó a Rom eso que tanto odiaba.

    Pero su disgusto se fue al diablo cuando vio el enorme festín que se servia frente a el, era un hombre determinado en lo que hacía y pensaba, a menos que le pusieran algo de comer al frente...

    Sonido modulado no salia de su boca, solo el sonido de su mandíbula haciendo su labor, masticando cada cosa que Rom metía a su boca, los demás presentes lo miraban con asombro, parecía un demonio de tasmania que no había comido en meses...

    Aunque no lo parecía, Rom escuchaba con algo de atención lo que discutían, preguntaban y respondían los demás, el era de los que no se tomaban la molestia de preguntar o mencionar sus dudas, así que solo se mantuvo comiendo y escuchando las preguntas de los demás las que disipaban sus propias dudas.

    —¿Hay sobre población? ¿Entonces hacen un concurso para que, a la vez, limpiemos su desastre?— Preguntó sarcasticamente mientras se llevaba otro bocado a la boca, si había una sobre población, era obvio que era algo que se salió de las manos a estos sujetos.
     
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  18.  
    rapuma

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    John Burnet rió encantado por las palabras de Ysgramor; se acomodó las gafas y suspiró, recobrando el aire. -No votarán por la apariencia, señor Solberg. Aunque si así lo harían, le puedo asegurar que su apariencia cautivaría tanto como los animales que hay en esta isla. Tenemos un grupo de inversores que votarán por ustedes tras la primer cacería que se dará mañana a primera hora; a cada uno se le entregará una laptop portátil que sólo recibirá la transmisión de la gente que confió en ustedes su dinero. Si suman puntos en el ranking general de cacería, los inversores les proporcionarán dinero para comprar accesorios en la tienda que tenemos aquí. -sonrió. -Que la gente les vote es un plus aparte; genera popularidad y eso es algo que también el inversor busca.
    Rosie Castro tomó rápidamente la pregunta de Cassandra. -Es un hecho que no estaba en los planes iniciales; los animales pueden reproducirse, lo cuál habíamos intentado que no se logré en un principio. Pero el señor Burnet le pareció idear dejarlo así. De este modo la cacería genera un nuevo ambiente realmente autentico. Y no le llamaría exactamente desastre, señor Rom. -le contestó Castro. -Es parte del concurso y los animales fueron creados para esto.

     
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    Yukionnatifa

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    Hector.

    Una de las mujeres y un militar, habían iniciado una disputa verbal de orgullos; bufe con molestia... es por eso que jamas convivo con gente.

    Después de lo que pareció una eternidad en aquella sala de estar, nos trasladamos a un elegante comedor, como los de mi casa es la isla. El banquete se disponía suculento y realmente antojable, y mi estomago hacia maromas para que le prestará atención; con mis pulcros modales inicie a comer, y escuche con atención las teorías de los concursante y las explicaciones de los organizadores.

    Ahí en la mesa también se hallaba Carpazo.. "ah, viejo infeliz... aun me debes y espero que lo recuerdes..."

    Por fin sorbiendo un pequeño trago de vino de mi copa, únicamente para limpiar mi paladar; me propongo a hablar.
    Sobre las armas... Yo traje una buena selección de las mías... pero me pregunto si en estos animales resucitados seran de alguna efectividad... de ser inútiles ¿Nos darán armas nuevas?— Cada palabra mía fue hacia todo el comité, pero mi mirada no se apartaba del viejo cazador...
     
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  20.  
    Cassandra

    Cassandra Entusiasta

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    -Una pena...crear animales para ser cazados-Pensó la joven mujer mientras se llevaba un bocado de comida a la boca, permitiendo que su lengua disfrutara del delicioso sabor de una cena que era tan bienvenida como el reto que ahora formaba parte de su vida; sintiendo como el golpe de sabores hacía que su sangre rotara más rápido por sus venas, arqueó sus labios en una elegante sonrisa-Aunque me parece cruel crear animales para luego matarlos...supongo que...al igual que nuestro querido anfitrión de bienvenida...su celda del espacio y tiempo fue consumida mucho tiempo atrás...-Comentó fijando sus ojos en cada uno de los magnates, militares y cazadores ahí presentes-Así que...creo que podríamos ayudarlos con su pequeña plaga-Comentó mientras formaba un par de comillas con sus dedos.

    De pronto, una de las preguntas realizadas a la comitiva llamó su atención, era cierto, acaso ellos debían velar por sus propias armas o podrían contar con más arsenal dado por la compañía; después de todo, dinero no les faltaba si podían permitirse un torneo de esa altitud.
     
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