Ambrosía Ambrosía, el manjar de los dioses.

Peter

—Ugh...de acuerdo—solté cuando la vi marchar, mis mejillas aún encendidas. Estaba casi seguro de que su beso en mi mejilla había dejado marca de pintalabios, pero no tenía ninguna inclinación hacia limpiarme. ¡O-obviamente porque sería una falta de respeto, no porque el hecho de que me besara fuera la gran cosa! ¡Agh! Odiaba tener que discutir conmigo mismo por estas cosas. Aunque, siendo sincero, esto era lo más lejos que había dejado que una chica llegara, y en parte se sentía...bien.

Mis ojos cambiaron de color por cuenta propia, pude sentirlo. Las tonterías que causaban los nervios. Usé el reflejo de mi telefono como espejo, y me di cuenta de que ahora mis ojos eran color esmeralda. Vaya, se veían geniales. Debía usar ese color más seguido.

Ya que estaba solo de nuevo, decidí pasarme por la sala de Artemisa. Allí, esperandome, estaba mi equipo escogido. Me puse el armamento, enganché la daga a su vaina, la cual enganché en mi pierna, para sacar rápidamente en modo de emergencia. Solo entonces toqué la moneda de Hécate.

Jadeé cuando una especie de humo invisible salió de cada uno de mis poros. De nuevo, la cantidad de magia me abrumaba. Mis ojos cambiaron de color en el acto, y pude sentir como, por primera vez, mi pelo hacía lo mismo. Rayos. ¿Que...?

Esta vez tuve que usar el reflejo de un escudo que se hallaba en la sala. Mi cabello había pasado a ser castaño oscuro, y mis ojos eran azules. De no ser por las facciones, no me habría reconocido.

—Basta—espeté.—Hay que controlar esto, o terminará controlandome.

Y eso hice al entrenar. Mientras me acostumbraba a la daga, iba también expandiendo la magia hacia mis alrededores, cada vez mas lejos. Así, la magia sería mi arma de largo alcancé...en cuanto necesitara usarla.

 

Selena Grace

Y entonces, cuando la visita guiada había dado por finalizada, el grupo comenzó a dispersarse. Observó en silencio la marcha de aquel hombre y su cantimplora de vino y no pudo evitar fruncir el ceño en una clara mueca de desconfianza. Aclaró para sí misma el no tener que ver mucho con él, sus pensamientos no fueron del todo agradables para la inocente jovencita, quien sacudió levemente la cabeza para tratar de borrar aquellas ideas desagradables. Desventajas de poder escuchar los pensamientos de las personas de su alrededor, a veces era mejor no saberlo.

Caminó entre los semi-dioses rezagados que aún continuaban en la sala directa hacia la salida, pasando por el lado de aquel chico al que había visto antes con la supuesta hija de Afrodita. Justo cuando parecía tener un extraño debate mental consigo mismo alcanzó a sentir la mezcla de emociones que lo tenían tan confundido, antes de que el chico abandonase la sala por completo. Como lo sospechaba, Selena había encontrado indicios de lo que podía ser una tierna pareja entre el grupito formado. Puede que su estadía aquí no fuese tan aburrida, después de todo.

Sin un rumbo aparente, optó por acercarse a la habitación donde se encontraban reunidos tantísimos estantes repletos de enciclopedias, cuentos, novelas, todo lo que necesitaba para pasar el rato, pues la lectura era algo que amaba realmente. Si bien iba a acabar agotada con tanto entrenamiento, prefería pasar sus posibles últimas horas de tranquilidad en compañía de los libros, sus únicos amigos después de tantos años. Ella no necesitaba de nada más, socializar no era lo suyo a fin de cuentas.

Pero su camino se vio interrumpido abrúptamente al chocar con suavidad contra otra chica, quien parecía estar a punto de irse al igual que ella. Alzó la vista y la reconoció como la joven tímida de hacía un rato, a la que había escuchado hablar anteriormente y de la que parecía recibir buenas vibraciones sin siquiera conocerla. Debía ser un año o dos mayor que ella, una de las que menos años se llevaba de todos los presentes sin duda. Inclinó su cabeza al notar que había vuelto a perderse en sus pensamientos como era habitual en ella, pidiéndole disculpas con el gesto, y decidió continuar su camino sin más percances, pero llegó hasta ella de manera inevitable una de las dudas que la cabeza de la joven que tenía enfrente parecía estar procesando en ese instante.

—Oye... —se giró antes de seguir avanzando y la observó, dejando entrever sus ojos apagados y su voz neutral hacia ella. La chica parecía estar pensando sobre las habitaciones y la organización de estas, cosa que no le era algo importante aún, pero que en la noche podría evitar más de una confusión. Mejor asegurarse el cuarto cuanto antes—. ¿Compartirmos una de las habitaciones? Es mejor asegurarse el lugar para dormir, no me gustaría tener que ir a la habitación de uno de esos tres hermanos tan extraños... —dejó clara su postura mirando hacia el pelirrojo a lo lejos con cierto recelo, para volver a posar su mirada en la de la joven.

 

Leah Samaras

Poco a poco los semi dioses se fueron retirando de la sala, unos hacia el cuarto de Afrodita, lo cual me sorprendió un poco a pesar de que una de ellas era la hija de la susodicha diosa pero... ¿tan rápido iban a querer "disfrutar" de ese cuarto?, rápidamente sacudí mi cabeza para dejar de pensar eso, tal vez iban por otras intenciones, y siendo ella la hija de Afrodita probablemente fuera más curiosidad que otra cosa, sí, eso debía ser aunque el otro chico... hmm... tal vez, solo tal vez quisiera cuidarla de las personas de allí dentro, en especial de los seguidores de Dionisio. De cierta forma no me gustaba pensar mal de la gente así que me limitaría a pensar que solo iban por eso y poco más, nada malo.

Después proseguí a caminar un poco para salir de ese piso y aventurarme un poco en la sala que más me había llamado la atención del primer piso, pero justo antes de que pudiera seguir andando sentí como me chocaba levemente con alguien, casi de inmediato me avergoncé — L-Lo lamento tanto... debí fijarme por donde iba.. ¿e-estas bien? — dije rápidamente intentando cerciorarme que ella no hubiera recibido daño alguno, pero... parecía como si estuviese un poco perdida, ¿estaría pensando algo importante?

Al parecer no, ya que casi al instante hizo un rápido gesto y siguió su camino, suspiré aliviada al ver que entonces no le había pasado nada y en el momento menos esperado le escuché decir algo, al parecer.. dirigido hacia mí. Cuando preguntó sobre las habitaciones cierta emoción recorrió mi pecho, ¡parecía que me había leído la mente! — ¿Enserio? — pregunté esperanzada y emocionada — Sería un placer, gracias.. — acomodé un mechón de mi cabello rápidamente detrás de mi oreja y le sonreí amablemente.

— Soy Leah, Leah Samaras. — me presenté ligeramente más... ¿confiada?, esa chica no parecía ser nadie malo y si se había tomado la molestia de pedirme eso cuando me preocupaba un poco el asunto, no había nada que temer.

 

Selena Grace

—¿Hm? —ladeó la cabeza, tratando de comprender aquella súbita emoción en su voz. Parecía que una oración tan insignificante como esa podía alegrarle el día a la tal Leah, algo a lo que Selena no estaba acostumbrada a tratar.

¿P-por qué le miraba así? ¿Debía... debía sonreír ella también, presentarse quizás? La simpatía que reflejaba el rostro espectante de la semi-diosa la empezaba a poner nerviosa, y tuvo que desviar la vista hacia otro lado, analizando con cautela sus próximas palabras.

—Puedes llamarme Selena si quieres —dejó claro finalmente, sin un ápice de emoción en su expresión. Paseó la vista de nuevo hacia la salida, notando que ya parecía que casi no quedaba nadie, y avanzó con cierta tranquilidad hacia la puerta, mirando por última vez a la chica de soslayo—. Supongo que... ya nos veremos por ahí.

Y tras echarle un último vistazo al lugar, abandonó la sala finalmente para dirigirse hacia su destino principal. Supuso que más tarde volverían a encontrarse.

 

Johan Faust

Cuando el mayor de los hermanos había terminado de mostrar los salones del segundo piso, me aparté del grupo y volví al primer piso antes de que el hermano del medio empezara a hablar. No me interesaba lo que tenía que decir, ya me enteraría si pasaba algo importante. Bajé las escaleras escuchando el sonido de las voces apagándose hasta convertirse en apenas un susurro audible. Cuando llegué al pie de las escaleras, volví a encontrarme en el Salón de Hefesto. Fui hasta el soporte de armas en el que había dejado mis cosas y tomé mi alabarda, blandiéndola para probar el peso por segunda vez. Esbocé una media sonrisa y cogí mi escudo.

—¿A quién carajos se le ocurre poner la sala de entrenamiento con armas en un piso diferente a la armería?—maldije entre dientes. Entonces rehíce mi camino al segundo piso para dirigirme al Salón de Artemisa.

Cuando llegué al susodicho piso, los tres hermanos ya se habían ido y el grupo de semidioses se había separado. Al pasar al lado de unas chicas escuché algo de compartir habitaciones, a lo que fruncí el ceño molesto. Lo único que faltaba, habiendo tantas habitaciones y aparente lujo en aquel templo, no habían habitaciones separadas. Alejando los pensamientos relacionados a tener que soportar a alguno de esos desconocidos, crucé todo el pasillo dedicado a la biblioteca para llegar al Salón de entrenamiento con armas y tratar de despejar mi mente.

El Salón de Artemisa era una amplia habitación con armas dispuestas en estantes acomodados en las paredes, muñecos de pelea tamaño real, dianas para tiro de arco y diversos artilugios más para gastar el filo de las armas. Las ventanas estaban ubicadas en lo más alto de las paredes, así que la iluminación era la justa y necesaria. Fui hasta uno de los muñecos y dejé mi escudo por uno de los pilares del lugar.

***
​

La cabeza del muñeco cayó al suelo separada del cuello. Exhalé con cansancio y abandoné la pose de combate que había adoptado al arrancarle la cabeza al muñeco de prácticas. Me limpié el sudor que recorría mi frente con la mano izquierda y ladeé la cabeza a ambos lados, produciendo un crujir en el cuello. Suspiré y dejé la alabarda de lado. "Éstos muñecos son más débiles de lo que parecen" pensé y chasqueé la lengua. Había pasado por lo menos una hora desde que empecé a entrenar y ya habían 4 muñecos totalmente mutilados. Tendría que controlarme más, de lo contrario nos quedaremos sin muñecos.

Tomé mi playera, la cual me había quitado para que no estorbara y me quité la pañoleta, sacudiendo mi cabello.

—Donde... ¿dónde diablos quedan los baños?

Contenido oculto: Johan en esa última parte (?)

 

Leah Samaras

Asentí aun con leves pizcas de emoción ante su presentación, tratando de que ese nombre se me quedara grabado y no poder olvidarlo jamás, a fin de cuentas sería mi futura compañera de habitación y sería descortés olvidar un nombre lindo como ese. Cuando se marchó tampoco tardé mucho en despedirme y poco a poco fui caminando hacia las escaleras que me llevarían de vuelta al primer piso. Quería estar otra vez en el único cuarto que había llamado mi atención hasta ahora: el salón de Hefesto.

Una vez abajo logré reconocer a un chico que al parecer había tomado una de sus armas entre diversas quejas antes de marcharse otra vez, no parecía haberse percatado de mi presencia y eso era maravilloso. Ya cuando me cercioré que no había nadie me dirigí a la parte que no tenía nada de armas, por así decirlo a la parte "artística" a un lugar en especifico: el espacio donde se encontraba el piano.

Si decían que teníamos un par de horas libres, las aprovecharía haciendo algo que me gustaba hacer y de cierta forma me hacía sentir bastante bien, me senté en taburete de color negro frente al piano y acaricié las teclas de este con las yemas de mis dedos y sonreí.

"Aprovechemos el tiempo..~" Y sin más, comencé a tocar.

Contenido oculto: Piano~

 

Adara Nox

Me moví por el lugar, visite la habitaciones escogiendo una vacía, me daría igual con quien compartiría. Las habitaciones triples eran amplias, con camas perfectamente tendidas en colchones de tamaño King, una mezcla entre lujo y antigüedad propia de todas las salas que habíamos visto con su respectivo baño más parecido a un pequeño spa que a un baño griego antiguo, gracias gracias a los Dioses no renunciaría al agua corriente.

Luego de una visita rápida para intentar peinar mi cabello de nuevo me abrí paso Hasta el salón de entrenamiendo con armas. Los Dioses sólo desean complicarnos la vida realmente con todos estos pisos, lo mas probable es que pusieron las armas lo más alejadas del tercer piso, donde se harían las pruebas, con el simple fin de que muchos no obtuvieran armamento; eso significaría más muertes en menos tiempo.

Ellos jamás dejan algo al azar, Moros y las Moiras no lo permiten. El chico luchador que me había ignorado hizo una pregunta al aire y no me negué a contestar.

-Cada habitación tiene un baño uno muy bueno por cierto- dejo mi espada al un lado, negandome a utilizarla por lo que tomo una pequeña hacha de mano. Y atacar los sujetos de paja y otros de plástico.
@Hey Miguel

 

Peter

Luego de entrenar, no me lo pensé demasiado y escogí una habitación. Ya vería quienes serían mis compañeros o compañeras de cuarto. Había dejado todo el armamento en el salón de Artemisa, y solo tuve que cerrar la puerta de mi cuarto antes de ir al baño para tener total privacidad. Necesitaba ducharme.

Al principio había esperado una especie de ducha antigua...un cuadrado de terreno enorme lleno de agua caliente, lo mas parecido a un Jacuzzi, pero lo que había era una tina, de un tamaño perfecto para alguien de mi estatura. Vaya, iba a ser una ducha en condiciones...y luego si quedaba tiempo pasaría por la sala de Atenea.

 

Leah Samaras

Cuando toqué la última nota del piano un pequeño suspiro salió de mis labios, de cierta forma me había ayudado a calmarme un poco. De igual forma no podía permitir el hecho de quedarme aquí intentando adaptarme cuando podría estar concentrada en lo importante: entrenar para lo que sea que nos pusieran, me levanté y acomodé todo tal y como estaba antes y me dirigí al arma principal que había elegido antes de subir por las escaleras y dirigirme al área de entrenamiento.

Y tal vez no era la mejor manejando un arco y flechas pero... tan siquiera estaba haciendo el intento de que todo diera frutos en un momento determinado y quien sabe, si tenía algo de.. él capaz solo era tener que confiar más en mi misma y dejar que todo fluyera y fuera algo "natural" en mí.

 

Calisto.

Al sentir mirada de una de las semidiosas a mi cargo no pude evitar posar mi mirada en ella, sus rizos café y piel clara podrían pasar de ser persividos ante cualquier ojo inexperto sin embargo algo en ella te invita a no dejarla ir, a mantenerla cerca por mas que todas las señales de su cuerpo dictan una orden de advertencia, pareciera que desea pasar percibida y eso junto a la forma en que me miro, despectiva y sin un apice de confianza en mi persona, ha llamado mi atención ssin embargo su voz timida al conversar era tan distinta a la de la mayoría de su raza.

La encontré de nuevo en la biblioteca, donde sin poderme detener le hablo. —Mi hermosa dama, ¿busca algo en especial?

@Liza White

 

Bronte y Layna.

Ambos entran a la sala de entrenamiento, el mayor siempre a la defensiva sobre el cuerpo más pequeño que era su sombra y el no la abandonaría. En vez de conservar la posibilidad de un descanso había sido enviado de nuevo con esa horda de impuros para de alguna forma ayudarles a no morir… Tan rápido.

—¡Hey! ¡Vamos! Hay que comenzar con esto de una buena vez— su voz resonó por todo el recinto incluso por toda la planta, lleno de asco y ganas de acabar con cada uno de los que debería ayudar a vivir un poco más.

Contenido oculto

¡Hora de la práctica! Para que este claro lo de el método de lucha y cómo funcionan las habilidades vamos a tener que trabajar en ello… Bronte y Layna los invitan a usar sus armas contra los objetivos en forma de muñecos o en cambia contra ellos o ustedes mismos, cada uno de los objetivos tendrá solo 25 puntos de vida antes de destruirese y cada lucha con un personaje contará con 50 PV para cada uno.

El método de combate: Dado de defensa, dado de ataque y dado de capricho divino (suerte)

• Tirar dos dados de 10 caras. El primer dado SIEMPRE representará al ATAQUE; el segundo dado SIEMPRE representará la DEFENSA.
• Tirar un dado de 5 caras. Este dado representa si los dioses están o no del lado de tu personaje (suerte); si en el dado sale “4” o “5” se le sumarán +5 de ataque.
• Todos los combates se llevan a cabo por turnos (siempre tirarán primero ustedes, luego yo representando al enemigo o en este caso su contrincante).
• Para que el ataque afecte al enemigo siempre debe ser más alto que la defensa del enemigo.
• No se usará el dado de último recurso ni bonificación por armas sin embargo pueden utilizar si gustan su habilidad extra.

@Liza White @Bruno EVF @Nekita @rapuma @Error Akazami @Amane @Graecus @Hey Miguel @Alisse Madness

 

Selena Grace

Acarició suavemente con la yema de sus finos dedos la pasta del libro que tenía ante ella, oculto entre tantos otros tomos en aquella inmensa estantería que abarcaba hasta donde su vista alcanzaba. Aquella biblioteca era inmensa, y se notaba el cuidado que ponían en cada rincón de la estancia. Se sentía realmente a gusto en aquel rinconcito del lugar al que había ido a parar, al menos había encontrado la sala donde invertir sus horas de descanso de forma tranquila y sin molestias de ningún tipo. Sola ella y los libros, como siempre fue.

Paseó la vista por cada tomo de aquella colección que tanto le fascinaba y que aún no había acabado de leer, y por suerte halló frente a ella la saga continua que no había logrado encontrar en su barrio natal. Sin perder un segundo más lo tomó entre sus brazos y lo observó por unos instantes. Por fuera parecía no mostrar la verdadera felicidad que sentía al tener aquel libro en sus manos, pero la realidad era otra. Lo apegó contra su pecho y buscó un buen lugar donde sentarse, alguna mesa alejada de la puerta y de posibles personas que llegasen después a interrumpir el dulce silencio que inundaba la sala.

Pero no fue sino dar media vuelta cuando una imponente figura se mostró ante ella, y divisó un cuerpo curtido y bastante entrenado en su lugar. No tuvo que alzar la cabeza para saber de quién se trataba, pues con su voz descubrió que se trataba de uno de aquellos hermanos pelirrojos de antes, justo al que le había dirigido la mirada desconfiada a los ojos. ¿Casualidad? Nada más lejos de la realidad, sabía que estaba aquí por eso.

—¿Hum? —alzó finalmente la cabeza con cierto desgano, sin dejar de abrazar el libro contra su pecho. Su mirada no parecía deslumbrar emoción alguna, más bien brillaba por su ausencia. Observó por unos segundos su rostro y volvió hacia la biblioteca, creyéndola más interesante—. Ahora ya no, tengo todo lo que quería.

Pero sus pasos se detuvieron a medio camino de tomar un asiento y ponerse a leer, y volvió a ver a Calisto, con cierta curiosidad en su ser.

—¿Se puede saber por qué me seguiste hasta aquí? ¿Necesitas algo en especial? —inquirió con un deje de frialdad en su tono de voz. Y estaba en lo cierto, no había nadie más que ellos dos de momento en la sala.

 

Zetos

Despertó abruptamente al escuchar el grito; movió su cuerpo por inercia y sintió como unas lanzas y otras cosas pesadas comenzaban a caer por detrás de su espalda. Se cubrió el rostro sin estar del todo seguro donde rayos estaba. Abrió un ojo, luego el otro... y con muuuuucha calma bostezó. Se había quedado totalmente ebrio, bebiendo de aquella cantimplora que nunca parecía terminarse. Eructó ruidosamente e intentó levantarse. —Rayos... este vino sí es divino. —se apoyó contra la pared y esperó que el mareo se le vaya. Estaba en el primer piso, en la sala de entrenamiento de Ares. Totalmente solo. No sabía en qué momento había perdido la remera, pero así estaba; totalmente desnudo de la parte superior. Chasqueó la lengua y la sintió pastosa. —La cabeza me estalla. —se frotó la sien con cuidado. —Pero el veneno se mata con veneno... —le dio un largo sorbo a su cantimplora; se limpió la boca con el dorso de la mano y suspiró. Estaba muy bueno. Decidió que había estado mucho tiempo en la pared y se despegó con pereza. Caminó con cuidado, sorteando las cosas que había tumbado y se dirigió al segundo piso con cuidado de no tropezar y quebrarse el cuello en las escaleras, sería la primer baja y una forma muy estúpida para irse al otro mundo.

Tardó más de lo debido y llegó a la sala con los ojos irritados; rojos y entrecerrados. Su cuerpo dejaba estelas de alcohol, de su boca se podía sentir el vino, un gusto fuerte y dulzón. Entró con paso vacilante y sonriendo, le parecía graciosa la situación. Acomodó la cantimplora en su cinturón y siguió, mirando a los muñecos de pajas y de nuevo a los tres hermanos de pelo rojo. —Entonces... ¿pegarle a estas cosas? Bueno, ¿quién será el primero? ¿Yo? claro, claro... no podía ser de HIP... otra forma... no. —tomó las armas que había escogido en la sala de instrumentos para cortar cabellos, y quizá un anillo de compromiso, y acortó la distancia con el muñeco. —Veamos... te voy a enseñar que el trigo no se mastica... ¿o era el hielo? —se ladeó y observó a las dos mujeres en la sala. Le guiñó un ojo a una y le regaló su mejor sonrisa a la otra. —Oigan, preciosas... este golpe va dedicado a ustedes.

 

Johan Faust

Inmediatamente después de generar mi pregunta, una voz femenina a mis espaldas me respondió. Era aquella mujer de vuelta. La observé tomar un hacha de mano y golpear uno de los muñecos de entrenamiento sin mostrar indicios de querer decir más. Entonces una chica más entró al Salón de Artemisa, llevaba un arco en las manos y una aljaba en la espalda. Resoplé y me puse la playera, el lugar ya se llenaría de mocosos. Tomé mi alabarda con el escudo y caminé hacia la salida.

Cuando me disponía a dejar el lugar para ir a darme una ducha, el pelirrojo gigantón y su antipática hermana se cruzaron conmigo en la puerta. Entraron al salón de entrenamiento y el mayor avisó por medio de gritos que era hora de entrenar. Al parecer debíamos pelear contra los muñecos de entrenamiento o bien podíamos desafiar a los hermanos. Una media sonrisa se formó en mi rostro y di media vuelta regresando al salón, caminando en dirección a los hermanos. Dejé mi arma y el escudo en el suelo y di un paso al frente, mirando desafiante al hermano mayor.

—Pelea conmigo, cerebro de músculo.

 

Leah Samaras

Me encontraba tranquilamente recogiendo las fechas que había utilizado en mis intentos de participar cuando de pronto dos de los hermanos apareció en el recinto y tomándome por sorpresa alzó su voz haciéndola resonar por todas partes, haciendo que por el susto tirara un par de flechas que recogí segundos después lo más rápido que pude para que nadie lo notara mucho tan siquiera.

"Bueno... si inicia la practica de verdad... debo de hacer mi mayor esfuerzo..."

Re-acomodé mis flechas en su lugar correspondiente y tomé con algo más de fuerza mi arco, respiré hondo y disparé, todo quedaría al azar y probablemente a merced de los dioses también.

 

Peter

Rayos, ¿Iba en serio? Acababa de darme la mejor ducha de mi vida, y justo cuando termino de vestirme, nos llaman a salir a sudar. Por lo menos eso significaba que podríamos darnos otro baño al acabar.

Llegando a la sala de Artemisa, tomé mis cosas, y como no quedaba más remedio, tocaba comenzar a entrenar.

Vale, primero intentaría ver si mi plan de uso de magia funcionaba. Entrecerré los ojos, fijandome en el muñeco que sería mi objetivo. Solo cuando sentí que estaba listo, toqué mi arma de largo alcance: la moneda de Hécate.

La magia salió por mis poros, invisible, y la extendí por el campo de batalla como había estado practicando. Logré que un campo de magia se extendiera hasta el objetivo, y solo entonces llevé a cabo la otra parte del plan.

—¡Atacad!—ordené. Se los juro, mi idea era que un lobo de piedra saliera del suelo y atacara al objetivo. En vez de eso, un pedazo del suelo, sin forma alguna, se separó y se lanzó hacia el muñeco. Por lo menos una parte del plan si salió bien, pues luego de golpear, la piedra volvió a su lugar y se fundió con el suelo, como si nunca se hubiera separado. Era cosa de practicar.

 

Zetos vs Objetivo 1
Objetivo: 22 (-2)

Johan vs Bronte.
Johan:50 (ataque anulado)
Bronte:40 (-1-9)

Leah vs Objetivo 2.
Objetivo: 15 (-10)

Peter vs Objetivo 3.
Objetivo: 17 (-3-5)

 

Peter

Vale, el muñeco seguía sin ser completamente destruido. Extendí de nuevo la magia, hasta que de nuevo se formó un camino desde mis pies hasta los del muñeco. Una vez que esto estuvo listo, volví a agitar mi mano, como si apartara algo frente a mi de un manotazo. Al instante, pedazos de roca, esta vez a modo de dagas, se clavaron en el muñeco, para posteriormente volver a su lugar.

Sonreí, estaba mejorando.

 

Calliope Lemonis

Me senté en el principio de las escaleras después de que todos los semi-dioses se esparcieran por todo el edificio, a excepción del tercer piso que por el momento teníamos prohibido subir.
Realmente no sabía qué hacer en ese poco tiempo que nos dejaron en "Libertad", o ir al salón de mi madre y quizás hablar con ella, o a la biblioteca para mirar los múltiples libros que esta contenía o simplemente a investigar bien el lugar por mi cuenta.

— ¿Habrá mas dioses por la zona? me gustaría por lo menos conocer a uno en persona—murmure.

De eso, me quede pensando el "porque" de que nos llamaran, había una razón en especial o quizá solo para ver hasta donde podían llegar los hijos de algunos de los Dioses.
El llamado de uno de los hermanos que nos habían dado el tour por parte del Olimpo me hizo salir de mis pensamientos, gire la cabeza sin muchos ánimos y me di cuenta de que nos estaban llamando desde el salón de Ares para entrenar. Se acabo el descanso.

****

Entre a la sala con mis armas elegidas como con el escudo—decidí no tomar la coraza después de pensármelo—y me di cuenta de que ya había algunas personas en la sala, no les di importancia y me dirigí a uno de los muñecos a paso tranquilo. Apunte con la ballesta y dispare tan solo (creí) haber encontrado el punto perfecto en el que la flecha quedara en el puro centro, que esta si se dirigiese a donde quería ya era suerte.

 

Johan Faust

Bronte no esperó más para atacarme cuando lo desafié, seguro estaba deseando que alguien lo hiciera, ya que no parecía aguantar a ninguno de los semidioses. Se ladeó extendiendo su puño derecho hacia atrás para darme un golpe. Demasiado lento. Esquivé su golpe con facilidad y le di un cabezazo con todas mis fuerzas. Casi lo derribo, pues la rapidez y potencia del movimiento lo tomó por sorpresa. No esperé a que se recobrara y mientras el pelirrojo trataba de no perder el equilibrio, le di un puñetazo en la nariz. Eso lo hizo caer estrepitosamente.

—¡¿Creíste que sería fácil derrotarme?!—reí esbozando una sonrisa burlona.

El gigantón se puso de pie y escupió hacia un lado, mirándome fijamente. Una mancha roja tiñó el suelo y mi sonrisa se ensanchó. Seguro le había roto la nariz o algo.

Contenido oculto

Ignoren lo de Experiencia en batalla. Mi error ._.