Ambrosía Ambrosía, el manjar de los dioses.

Selena Grace

—Hija de Selene, Diosa de la Luna, ¿eh? No está nada mal... —echó su cabeza hacia el respaldo del carruaje no sin cierta parsimonia, casi saboreando las palabras. Releyó la carta aferrada entre sus suaves y pálidas manos una vez tras otra, pero no dejaba de sentirlo irreal. Casi parecía estar sumergida en un extraño sueño, un sueño del que no quería llegar a despertarse, de eso estaba segura.

Sus orbes amielados se clavaron en la ventana que tenía al lado, contemplando el paisaje por el que discurrían en aquel mismo instante sin mostrar ninguna emoción aparente. Cualquiera diría que no le hacía ilusión la noticia de que era ni más ni menos que una semidiosa (aunque siempre cabía la posibilidad de que todo esto fuese una broma de cámara oculta, al menos tendría más sentido), pero en verdad en su interior no podía dejar de rebosar alegría. ¿Una excusa para poder alejarse de una vez por todas de su odiosa familia? Oh, no tardó ni dos minutos en hacer las maletas y huír de aquella horrenda prisión en la que estuvo encerrada durante sus 16 años de vida.

¿Saben lo duro que es tener 49 hermanos y ser la más pequeña de todos ellos? Sí, increible pero cierto. Selene y Endimion, sus supuestos padres biológicos, no parecieron perder el tiempo en tonterias. Ahora que lo pensaba, comenzaba a tener sentido el hecho de que su familia fuese tan... especial. Todos y cada uno de sus hermanos (aunque solo había llegado a conocer y convivir con 20) tenían cualidades extrañas e increíbles. Y ella... ella podía oír los pensamientos más profundos de la gente, aunque siempre la habían tachado de bruja y loca por ello. ¿Qué clase de poder era ese, si no le serviría ni para defenderse a sí misma? Quizás... solo necesitaba confiar más en sí misma, quizás aguardase algo más. El tiempo lo diría.

Era la oportunidad para destacar al fin y dejar de ser solo otra hija más, ella quería hacer sentir orgullosa a Selene, esté donde esté. Era hora de hacerse valer por sí misma.

Y justo en ese entonces, el carruaje se sacudió no sin cierta brusquedad, y la jovencita asomó su cabeza, curiosa; en efecto, había llegado a su destino. Bajó con tranquilidad y observó el gran templo ante ella sin hacer comentarios al respecto, no era algo que captase su atención, estaba acostumbrada a ver edificaciones de este tipo.

—Bueno pues... vamos allá... —bostezó, somnolienta como siempre (esto tuvo que heredarlo de su madre seguro), y comenzó a subir los peldaños con desgano. En pleno siglo 21 y aún había lugares sin ascensor ni escaleras mecánicas, qué desilusión.

***

El eco de sus pisadas resonó por todo el templo casi de manera pausada y rítmica, demostrando así la inmensidad del lugar. Paseó la vista por todas y cada una de las personas que allí se encontraban, analizándolas a simple vista, y se alejó sin detenerse en ningún instante. Le abrumaba el estar junto a tanta gente reunida y encima todos parecían mayores que ella, por lo que prefirió aguardar alejada del resto a que la persona o ser que les citó en el lugar diese la cara al fin.

Impasible, se mantuvo a la espera de algo más, pese a que ni ella misma sabía con exactitud lo que estaba por llegar.

 

—Hmm...comprendo—respondí, y luego me puse un poco nervioso cuando la chica se aferró a mi brazo. No estaba del todo acostumbrado con cualquier contacto físico femenino.

Estudié con la mirada a todos los presentes, pensando a quien conocer primero. Una chica se hallaba cerca de nosotros, pero tambien estaba cerca del chico rubio que Bryanna se negaba a conocer, por lo que debía descartarla.

—Ugh, sí—dije, al ver a una chica que se mantenía alejada de los demás—vamos—agregué, y caminamos hacia ella.

 

Calliope Lemonis

Cuando por fin llegue a la cima estaba a punto de tirarme al suelo a descansar, subir escaleras no era lo mismo que subir por la ventana al techo de mi casa, era más cansado.

—Y bien, ¿ahora que se supone que debo hacer?

Mientras estaba metida en mis pensamientos pude notar a otras señales de vida alrededor, la mayoría admiraba a la gran estatua de oro solido de Zeus mientras que otros, realmente no sabía que estaban haciendo.
Entonces no era la única sema-dios aquí, bueno, se me quito el sentimiento de la chica "única y diferente" del lugar.

Camine un poco hacia el centro del lugar admirando cada grabado, cada columna y cada rincón de la inmensa construcción hasta terminar enfrente de la estatua del dios del rayo, Zeus.

—Oro solido—Murmure mirando de arriba a abajo la estatua—Los dioses se han esmerado mucho en construir esto, ¿ah?

Seguido de eso me recargue en uno de los pilares en espera de, no se, que llegara alguien y nos digiera que hacer o para que estamos aquí exactamente.
O simplemente, conocer a mi verdadera "Madre"

 

Johan Faust

Estaba en la ciudad de Atenas, enfrascado en mi investigación sobre el combate de semidioses del que había leído, pero sobre tal acontecimiento poco o nada había documentado. La Biblioteca Nacional de Grecia contaba con un sinnúmero de textos sobre mitología, como era de esperarse. Estuve un par de días en la ciudad, alojándome en una posada barata que encontré en las afueras. No fue hasta el séptimo día de mi estadía cuando recibí la extraña invitación. Un carruaje y una carta explicando de manera muy breve la situación, no necesité darle muchas vueltas al asunto. Si se trataba de una especie de engaño, siempre podía patearle el culo a los responsables. Pero un carruaje... era tomarse demasiadas molestias para ser falso.

***​

La graba crujió ante el peso de mis botas, tomé mi equipaje y di un escupitajo al suelo, ladeando la cabeza. Un templo griego parecido a los desperdigados por toda la ciudad se erigía frente a mí, eso sí... las escaleras eran mucho más largas de las que habían en las otras edificaciones. Desde donde estaba podían verse los enormes pilares que mantenían el templo, lo que le daba una imagen imponente. Un bosque circundaba todo el lugar, y no sabía muy bien dónde me encontraba. Pero por la duración del viaje, podía decir que no muy lejos de la capital. Mis sospechas de que fuese un engaño se disiparon y me dispuse a subir las escaleras de mármol.

Una vez llegué a la cima de las escaleras, una gigantesca estatua dorada de Zeus sentado en un trono me daba la bienvenida. Me resultó imposible apartar la vista por unos segundos, me resultaba sumamente extraño que una estatua de oro de ese tamaño se encontrara en un lugar perdido como ese, porque su brillo y mis años de experiencia con diversos metales me bastaban para reconocer el metal precioso cuando lo veía. Unos murmullos sordos me sacaron de mis pensamientos y pude notar que había más personas en el templo, eran críos en su mayoría. Sin hacerles mucho caso, avancé con paso firme hasta la estatua del padre de todos los dioses, atravesando toda la sala. Mis pasos resonaron en el mármol del suelo y alguno que otro se volteó a ver. Cuando llegué al pie de la estatua, alcé la vista y aprecié su tamaño descomunal. Me volteé hacia los presentes y exclamé a viva voz:

—¿ALGUIEN SABE QUÉ MIERDA HACEMOS AQUÍ? —pregunté con voz rasposa y potente.

 

Calisto, Bronte y Layna.

Después de la pregunta del chico una voz se hizo escuchar, era potente sin necesidad de gritar, la voz masculina y gruesa con tintes de hastío pronuncia. —Si, semi dios, sabemos perfectamente lo que pasa aquí, al parecer no hay ningún hijo de Atenea entre ustedes así como tampoco alguien con suficiente sentido común como para responder a tu pregunta.

De un costado del cuerpo de Zeus se abren paso tres cuerpos musculados, dos hombres y una pequeña chica con una mirada tan fría que alteraría los nervios a cualquiera. El primero con rasgos delicados incluyendo su melena bien cuidada tan larga que cualquier mujer añoraría, casi dos metros de altos y una musculatura de envidia seguido por un segundo cuerpo con cuello de toro: cuerpo más ancho, un poco más bajo que su hermano y finalmente una joven niña con las mismas características que sus hermanos, pelirrojos de ojos magenta vestidos apenas con harapos de túnicas griegas impecables aunque corroídos con el tiempo. La voz vuelve a salir de cuerpo central mientras se detienen frente a la estatua de Zeus, las palabras brotan casi con asco —si no sabes que pasa aquí y aun así has venido, has firmado vuestra sentencia de muerte, chico. Los dioses no temen madar las almas de sus hijos al Hades así como las vidas de cualquier otro mortal.

El más alto se hace escuchar por primera vez —Bronte, deja de asustar a nuestras invitadas— dirigiéndose al grupo hace una profunda reverencia —mis señoras estamos para servirles queridas damas. En cuanto estemos todos comenzaremos a enseñarles vuestra morada.— su paso es ligero, así como sus palabras dirigidas a las damiselas del lugar sin embargo también lanza miradas penetrantes, que desnudarían a cualquiera, a los caballeros de la sala, no era un hombre cerrado con las compañías en su cama. —Mi nombre es Calisto, señoras y señores, estoy para servirles en lo que vuestros corazones y cuerpos deseen.

La niña tan solo se recuesta en la estatua con los brazos cruzados sobre el pecho, estudia cada uno de los cuerpos sin abrir la boca escuchando como las frases de su hermano se vuelven cada vez más lascivas sin importare ensuciar el pulido oro con las plantas de sus pies sin cubrir, callosas y algo sucias. En ella destacan su piel blanca al contraria de la curtida de sus hermanos, las piezas de oro que la adornan cosas que ningún otro sirviente tendría a su disposición, esas joyas así como ningún otro posee una gran cicatriz que atraviesa un lado de su rostro, de su frente a la mejilla.

 

Zetos Goumas

No pudo evitar reír ante la apariencia de esos tres personajes que aparecían. Encontró con gracia esas túnicas y esos cabellos ridículos, pero se contuvo de mantener sus palabras dentro de la boca. Cerró los ojos para evitar reír y escuchó todo lo que Calisto y Layna decían. Le sorprendió cuando el grandote había dejado en claro que estaba para servir a las damas. Alzó una ceja, vaya, eran más rápido que él. —¿Y la mujer está para servirnos a nosotros? —preguntó con gracia. —Por que se me apetece un poco de vino... y quizá un abrazo. O un beso. Lo que primero venga.

 

Calisto, Bronte y Layna.

Ambos cuerpos masculinos cubrieron el cuerpo de la chica de unos catorce años, ella había escuchado el comentario cuadrando sus hombros dispuesta a atacar, parecía un pequeño tigre, delgado, lleno de músculos, con rostro sereno pero agazapado para acabar con todo con lo que se le cruce en su camino.

—Layna está fuera del alcance de cualquiera, mujer o hombre, tóquela y no lamentaremos que no pueda participar en el torneo por la desaparición de sus cojones ¿entendido?— Bronte fue directo al punto, el hermano del medio no sufre de temores contra ningún semidiós en cambio Calisto intenta calmar las aguas, por más que la tensión en su cuerpo es tan notoria como en la de su hermano.

—Tenemos muchas mujeres y hombres a su disposición en el cuarto consagrado a Afrodita, allí lo preverán de las mejores atenciones, puedo prometerle que experimentara los placeres carnales como nunca antes y si no queda satisfecho pues le ofrezco un lugar cálido en mis aposentos.— La sonrisa del mayor era insinuante, sexual y tentadora; aunque realmente ninguno se encontraba cómodo en la situación; él era el mejor amante, sea gracias a sus habilidades físicas o aquellos dones de díplomacia.

 

Adara Nox.

Subo las malditas escaleras una a una, el peso de mi espada parece que arrastra mi trasero hacia atrás por lo cual tengo que poner cierto empeño para mantenerme erguida, dolesria como los mil demonios que mi torpeza me hiciera caer por las escaleras. El templo no me impresiona, he visto cosas que ningún mortal debía y este lugar no es más que un capricho de algún dios, tenlo por seguro, quizás le perteneció a alguna amante de alguno… Nunca se sabe. Este no es el Olimpo, así que no puedo evitar reírme de las caras de impresión de algunos cuando llego a la cima, era ridículo, pues ni siquiera estábamos en Grecia, solo los Dioses podrían saber donde se posan nuestros pies.

Un hombre se alteró y creo que lo había visto antes, detallo sus rasgos uno a uno, ojos verdes, cabello rubio de puntas grises… Era un luchador y si estaba aquí es probablemente un hijo de Ares. No tardo en pronunciarme con un comentario ligero en su dirección aunque nunca habíamos cruzado palabras en los campeonatos de MMA.

—Un guerrero sin paciencia, planes u estrategia… Debería observar los fines tristes de hombres como él en el pasado. Condenados antes de siquiera defenderse.

 

Leah Samaras

Un nuevo chico había llegado y se hizo notar preguntando algo que probablemente todos nos habíamos hechos en nuestras cabezas pero antes de que alguien pudiera decir algo para responder su pregunta una voz potente se hizo presente entre tanto silencio, insultándonos de cierta forma, aunque de igual forma en la carta no estaba tan explicado que veníamos a hacer aquí...

No mucho después, el origen de la voz se hizo presente junto a otros dos presencias, los tres eran muy parecidos en cuanto a ciertos rasgos pero en físico eran muy distintos al igual que sus personalidades. Y por si fuera poco el primero en hablar fue Zetos, insinuando algo a la pequeña niña que de inmediato fue reprendido con ciertas amenazas por parte del más alto..¿Bronte? y aclaraciones por el otro chico.

La situación era más que tensa y no animaba mucho a intentar decir algo o saludar de cierta forma a aquellas visitas, ¿o era acaso que solo a mi me parecían intimidantes y con esta situación más?, bueno... si era así la situación solo me hacía seguir estando en silencio hasta que esa pequeña tensión pasara.

 

Zetos Goumas

—¡Wuu! La pequeña tiene garras, mírenla; es puro nervio, parece un puma enjaulado. —rió ante la amenaza de uno de los pelirrojos. Si bien su fuerte era emborracharse y conquistar damas, nunca tuvo la necesidad de entrar en un pleito con alguien de su mismo sexo. No por temor, sino porque era una inversión arriesgada. ¿Y si perdía algún diente y perdía su espléndida sonrisa? —Tranquilo, Brutus; estate seguro que estaré fuera de tu alcance. —sonrió, galante. —Pero sí que me interesó eso de Afrodita... ¿Dónde dices que está?

 

Peter

Antes de poder llegar a la chica, un tipo mas o menos de mi edad causó un escándalo, que tuvo como consecuencia la llegada de tres personas bastante particulares. Luego de un intercambio de malas palabras entre los dos recién llegados y el tipo al que Bryanna no quería acercarse, todo volvió a quedar en silencio.

Estaba interesado en la razón por la que estas personas habían aparecido en primer lugar. ¿Nos dirían acaso que hacer a partir de ahora?

Contenido oculto

@Amane toca seguir desde aqui xD

 

Contenido oculto

Por si no se |comprendio mi explicación dejo la imagen de los hermanos: Calisto es el hermano mayor, pícaro e insinuante, el más alto y de cabello largo. Sigue Bronte, es más bajo pero mucho más ancho que su hermano, es el de voz potente y comentarios claros. Layna es la pequeña, tiene catorce y apenas habla.

Dejo otra imagen pero la que aparece en personajes es mucho más ligada a su descripción así que recomiendo que se pasen por alli.

 

Johan Faust

Una voz retumbó en el templo después de que el eco de la mía se desvaneciese. Tres personas aparecieron de uno de los laterales de la estatua de Zeus, caminaron con parsimonia y se detuvieron frente a la estatua, a poca distancia de donde yo me encontraba. Era casi seguro que eran hermanos, pues compartían el mismo color de cabello y tenían rasgos faciales parecidos. Vestían túnicas blancas desgarradas por igual, pero la niña pequeña se diferenciaba por usar joyas de oro y tener una cicatriz que le recorría la cara. El que había hablado primero era el del medio; un tipo de gran tamaño y musculatura exagerada. Le seguía un tipo un poco más alto pero de larga cabellera, también musculado pero no como el primero. Ambos de piel tostada diferenciándose de vuelta de la hermana, que tenía la tez clara. Cuando estuvieron seguros de que todos le prestaban atención, el hombre corpulento hizo un comentario amenazante hacia mí en un tono que no me agradó en lo absoluto:

—Sé por qué vine—respondí clavando mi mirada en él—. Hemos venido hasta éste lugar y no había nadie para recibirnos, ¿se supone que ustedes deben servirnos? Te tengo un trabajo entonces, vete a la mierda.

Cuando parecía que el grandullón iba a reaccionar, su hermano se interpuso, tratando de calmar las cosas. En definitiva no me hubiera molestado enfrentarlo y bajarle un par de dientes, después de todo, había acabado con sujetos como él antes. Entonces le di la espalda y me alejé mientras el pelilargo ligaba con las chicas. El primer día y los tres hermanitos ya me caían del asco.

Una chica que no había notado antes me dirigió unas palabras. Tenía una cabellera oscura con mechones grisáceos al final, la recogía en una coleta que no le servía de mucho, pues algunos mechones se le escapaban de igual manera. Piel nívea y ojos azules contrastaban con su negro cabello. Llevaba una especie de armadura y cargaba una espada. Algo en ella me decía que la había visto antes, pero no podía precisar en dónde.

—La paciencia no se encuentra entre mis virtudes, ¿pero eso a ti qué te importa? ¿acaso me conoces?—pregunté cruzándome de brazos, mirándola fijamente.

 

Calisto, Bronte y Layna.

Bronte sonrió —¡oh! Disculpe señor por no tener preparado una jolgorio para la llegada de mortales que en un par de semana estarán muertos.

La tensión era obvia, pero Calisto era todo un señor de la persuasión así que vió la forma de salir de ese embrollo mientras el hermano del medio abraza a la pequeña Layna que se lo quita de encima un poco hosca. —Señores, nosotros seremos sus guías en esta travesía, empecemos mostrándoles el edificio, para que puedan descansar luego de ello.

Bronte tomo el control para empezar a guiar a todos por el espacio, giran por la mano derecha de la estatua de oro se pronuncia —Cada uno de los salones, cuartos y habitaciones está consagrado con el nombre de uno de los doce, este lugar es de los dominios de Hestia, la cocina, no hay comedor así que coman aquí o donde les dé la gana pero no hay nadie que limpie su mugre por lo que recomiendo que no se alejen demasiado de aquí; al otro lado de la estutua esta el salón de entrenamiento cuerpo a cuerpo, los dominios de Ares, tendrán todo lo necesario para mantener esos lindos culos de semidiós en forma, ejercítense pues lo necesitaran; el patio es territorio de Deméter.

Contenido oculto

Luego dejo los links de las apariencias de cada espacio pues ahora no se me cargan

Viajando hacia la parte trasera de la estatua se muestra un gran salón con todo tipo de armaduras, cueros, armas y metales así como pintura e instrumentos al otro extremo de la gran fogata diseñada para mantener las temperaturas para crear las armas de mejor calidad o cualquier otro tipo de forja —Se les dará diez minutos para tomar todo lo que puedan o crean que necesitaran en la misiones, si fuera ustedes dejaría todo preparado en el salón de las artes de Hefesto desde hoy mismo, nunca se sabe cuándo serán convocados al tercer piso— fue el mayor de la triada el que tomo la palabra esta vez, mientras menos hablase su hermano hay menos posibilidades de que otro de los seres le responda. Una gran escalera se abre paso en el centro de esa tercera habitación. Los pelirrojos les esperan allí.

Contenido oculto

 

Adara Nox.

El chico reacciona tan y como espero lo que me saca una sonrisa del rostro, al parecer tiene mala memoria o demasiado ego como para observar a otros en su mismo gimnasio, cierto que no lo conozco y pase poco tiempo en el mundo de la MMA, prefería entrenar las artes marciales puras y luego mezclarlas a mi propia manera; muchos parecen más boxeadores que artistas marciales en realidad y aunque no juzgo a nadie creo que hay que honrar las raíces que e han enseñado.

—Lo suficiente como para saber que tu gancho izquierdo no es tu fuerte, aunque tienes razón realmente no me importa sin embargo tu terquedad podría matarnos en algunos casos así que si me incumbe un poco.

 

Leah Samaras

La tensión, por si fuera poco seguía aumentando cada vez más pero por suerte uno de los hermanos decidió cambiar de tema y decidió mostrarnos la mayor parte del lugar que teníamos disponibles, aunque de cierta forma... tenía una curiosidad de como sería el cuarto de Apolo y a la vez no, pero por ahora trataría de no pensar en eso, tendría que suponer que por ahora no oiría nada con respecto a él y me conformaba con esa idea.

Así que mi tema de interés sería lo que los hermanos acaban de mencionar aunque realmente no tenía una pizca de idea de nada, y tampoco tenía idea de que se trataría ese "tercer piso" o las misiones, y que tan preparados teníamos que estar para enfrentarnos a eso. Todo era un mundo demasiado nuevo y esperaba no ser la única persona ligeramente perdida en estos ámbitos.

Suspiré y pasé una de mis manos por mi cabello, y poco a poco comencé a acercarme al trio de hermanos con una pequeña sonrisa, lo mejor que podía hacer con el manojo de nervios que era por tomar aquella iniciativa impropia de mi casi todo el tiempo, pero era necesario. — Desconozco si ustedes saben todo de nosotros.. pero.. aun así, me gustaría presentarme con ustedes..— me detuve un poco por unos segundos y después volví a dirigir mi mirada hacia ellos — Mi nombre es Leah, Leah Samaras... hija de Apolo, y... quería preguntarles...— mordí mi labio ligeramente, ¿obtendría la misma contestación que el chico que llegó preguntando sobre que hacíamos aquí?

>> Me gustaría preguntarles si tienen alguna clase de sugerencia sobre que podría tomar.. para lo que nos esperará... — solté de pronto para acabar de una vez con esto.

@Ana inukk

 

Calisto, Bronte y Layna.

Un cuerpo menudo de hebras color castaño se acerca a ellos, los hermanos más pequeños miran de reojo mientras Calisto, galán como siempre sujeta su mano dándole un pequeño beso en su dorso aunque sabía perfectamente que la pequeña no disfrutaría que el contacto se alargara demasiado, el joven se separa. —En un placer, señorita, aunque no tengo la información que podría serles útil yo le recomiendo que prepare un bolso ligero, que se cubra bien ese hermoso cuerpo y por supuesto que su angelical rostro no sea un blanco fácil; nadie sino los Dioses saben a qué se enfrentaran una vez entren a uno de los grandes salones del piso superior, pero puedo asegurarle que la mejor preparación no siempre será suficiente pero si será un paso para mantenerse sana y salva. Si gusta puedo acompañarla cuando se sienta preparada para escoger.

—Calisto, mejor recomiéndale que le rece a su padre y a todo aquel en ese panteón para que bendigan un arma fiable y le presten un par de doblones para pagar Caronte cuando muera.

—Siempre tan pesimista querido hermano.— Bronte no era el mejor para dar calma y una falsa sensación de seguridad, era recio y sabía muy bien que la esperanza y la fe en estas ocasiones estaban sobre valoradas —también deberías llevar abrigo, algo con que hacer fuego y donde dormir por si les hacen pasar una mala noche.

 

Zetos Goumas

Escuchó el diálogo como un extra en un salón de cine. Solo le faltaban las palomitas... aunque en realidad solo le faltaba una jarra con alcohol. Rió en cada comentario que le parecía gracioso, sin ocultar su alegría; se limpió las lágrimas cuando Johan le respondía a los pelirrojos. —La pasaré bien por aquí. —dijo con una mano sobre el abdomen, ya le dolían los abdominales de tanto reír. Luego siguió totalmente mudo, viendo las habitaciones que les presentaban. Su rostro se notaba insatisfecho. Vio a Leah, la hija de Apolo hacer una pregunta. El tosió, para hacerse notar. —¿Y el cuarto de Afrodita? ¿En el tercer piso? Porque créanme, si nos mandan a pelear por nuestras vidas, quiero una buena noche de placer. De lo contrario no serviré para la acción.

 

Asu y Rye Banski

La gente nos miraba raros, estábamos acostumbrados de alguna forma pues no muy a menudo se veían megisos por esos rumbos, nos transportábamos en una carreta, nos habian convocado por culpa de nuestra madre, nuestro chófer nos dejo en la entrada, donde ya había gente ahí, supusimos que seria por la misma razon que nosotros dos, nos encaminamos hacia el centro de aquella sala entrando en el gran templo.

Asu
Me había separado de mi hermano, mientras sintiera su energia en mi pecho, todo estaba perfecto, miraba confundida aquel sitio, mi timidez no me permitia hablarle a nadie asi que simplemente caminaba hasta que por accidente topo con un chico de cabellos negros que parecia algo molesto —Oh Lo lamento mucho— le dije sin siquiera mirarlo a los ojos.
@Error Akazami

Rye

Mi hermana se habia ido, la vigilaria desde lejos al parecer, mire el sanuario y no le veia algo del otro mundo, hasta que un hombre se acerco a nosotros ofreciendo ser nuestro guia, sonrei algo engreido y camine cerca de aquella persona hasta que escuchaba la conversacion enre un gran hombre y otro, parecia disfrutar su estancia en el lugar, ¿y porque no acerlo? —Hey entonces pasemosla bien — interferi a su platica manteniendo mi voz engreida y algo arrogante mientras me acercaba a quel gran hombre. —Te hare compañia al cuarto de afrodita, si no te molesta claro esta— prosegui deteniendome enfrente mirandolo para memorisar su rostro.
@rapuma