Drabble Su última voluntad

—¿Estás segura de que esto será lo mejor?

—Sí.

—¿Por qué?

Izumi se detuvo unos segundos, sosteniendo el cuchillo en el aire antes de proseguir con su actividad. Se tomó su tiempo cortando con delicadeza y precisión cada filete de carne, haciendo zumbar al filo del arma con cada uno de sus movimientos. Cuando terminó, giró lentamente para quedar cara a cara con su marido.

—No quiero que Al se preocupe por mí —admitió al tiempo que una solitaria lágrima escapaba hacia su fría y pálida mejilla.

—De todas maneras lo hará —murmuró el hombre, acercándose a ella para poder así abrazarla.

Permanecieron de tal forma en silencio, consolándose mutuamente en los brazos del otro, sabiendo que nada más podía hacerse. Izumi fue la primera en volver a hablar.

—Le he ensañado todo lo que sé. Incluso las cosas que aprendí de ellos en estos cuatro años. Ahora está más que preparado para...

Un súbito ataque la invadió, haciéndola caer de rodillas al piso mientras la sangre brotaba de su boca. Su marido se apresuró en socorrerla, la alzó entre sus musculosos brazos y con delicadeza la transportó hasta el cuarto, recostándola en la cama mientras buscaba desenfrenado su medicina.

Tres largos y agonizantes minutos debió de soportar Izumi hasta que pudo recobrar poco a poco el control de su propio cuerpo.

—Ya lo ves, querido —comentó a su marido quien, sentado a su lado, limpiaba la sangre en su rostro—. No me queda mucho tiempo.

—No digas tonterías —la acalló él, aunque sus palabras parecían ser más para sí mismo que para su mujer—. Eres fuerte, Izumi. ¡Te repondrás!

—No, querido. No esta vez.

Los rayos del sol comenzaron a menguar mientras el gran astro ascendía por el horizonte. El cálido resplandor que aún se filtraba en la habitación caía directamente sobre Izumi, resaltando así su palidez y agotamiento, tanto físico como mental, el cual había estado soportando por años. Y mientras sus ojos oscuros se apagaban, la mano firme de su esposo sosteniendo la suya la hizo sonreír por última vez.

—Espero que Al... lo encuentre pronto. Yo sé... que Edward sigue con vida.

—¡Izumi!

—¿Sabes? Me hubiese gustado... haberlo visto, por última vez... A nuestro... hijo.

El sol terminó de ocultarse, dándole paso al tenue brillo de la luna, único testigo del último aliento de tal valerosa mujer.

Por fin había llegado para ella la hora de su merecido descanso eterno.