Sed [Yuuki&Zero]

Título: Sed
Disclaimer: Nada me pertenece, estoy pensando en quitarle los derechos de autor a Matsuri Hino-sama limpiamente... Tan sólo tengo que encontrar un muy buen abogado.
Tipo: One-Shot [y vaya que lo es, 1.348 palabras es algo bastante]
Pareja: Yuuki Kuran & Zero Kiryûu
Advertencias: Basado en el capítulo 72 del manga, un poquito nada más, no se spoilearán nada. Fic de un fangirl emocionada por el comportamiento del cazador en el nuevo capítulo ♥
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Sed​

¿Porqué me encontraba tan sedienta? Tal vez era por los nervios que me carcomían las entrañas o por el obvio hecho de no haber comido decentemente en días; aquellas tabletas no saciaban mi incontrolable hambre, ahora entendía a Zero en su totalidad con respecto a sentirse entre derrotado y frustrado ante aquellas situaciones que, incesantes se manifestaban en él en un pasado.

Toco mi garganta en un vano intento por apagar un poco el ardor que me invade. Yo solía alimentarme de Kaname oni-sama con libertad, incluso a petición de él; y ahora que él se ha ido, no tengo una fuente decente de alimento… ¡Estoy tan hambrienta! Y no puedo evitar sentirme como un monstruo al imaginarme bebiendo algo de sangre, por más minúscula que fuera la cantidad…

Tomé la caja de pastillas entre mis manos casi de manera desesperada, vertiendo su contenido en la palma de mi mano para llevármela a la boca. Mastiqué y mastiqué y aún así, el molesto y casi insoportable escozor no desaparecía. ¡Les juro que deseaba romper a llorar de la impotencia allí mismo! Pero la presencia de cierta persona me crispó de los nervios…

Ustedes se preguntarán… ¿Porqué yo estaba podrida en nervios al principio? Fácil, aún no podía olvidarme de la cercanía que Zero y yo habíamos tenido en la tarde. Me había permitido tocarlo; él me había tomado a la fuerza del brazo y aún así su mirada expresaba tanta melancolía, un sentimiento de burla que se pintaba en aquella sonrisa tan inusual en él… Tal vez ese era mi castigo por haberle hecho tanto daño ¿no?, de alguna forma –y aunque me rehusara en reconocerlo de una vez por todas- únicamente yo tenía la culpa.

Y ahora no tenía otro remedio si no observarlo recostado del marco de la habitación del frente, la habitación que le había proporcionado el director y que, obviamente, pertenecía a él.

Sin dudas el destino no podía odiarme más de la cuenta.

Pude verlo con su semblante serio y un tanto deprimente. ¡¿Qué él no sonreía?! Claro que no lo hacía, ¿cómo lo haría?, si su existencia era un total infierno, porque a pesar de tener esa imagen despreocupada e indiferente, él sufría incluso más que oni-sama.
—Oni-sama…

¿Por qué tengo que pensar en él ahora que me ha dejado sola a mi suerte? Espera… ¿Cuándo me volví tan cruel al pensar en sus acciones? ¿Acaso me he dado cuenta de quién es en realidad? ¿Por qué no me llevó con él cuando escapó? ¿Por qué asesinó tan cruelmente a Aidôu-dono? Tantas preguntas y tan pocas respuestas…

No… Definitivamente no lo entiendo; ya no deseo pensar en él.

—Parece que Ichjôu-senpai quiere decirte algo, Yuuki —lo escuché decirme con aquel tono característico de él, aunque conmigo parecía usar un tono de voz más insípido y cruel.

—Soy una idiota —suspiré —por dejar la puerta abierta…

Lo escuché gruñir, e inconscientemente dirigí mi rojiza mirada a su cuello, justo al precioso e impactante tatuaje grabado en su carne. Podía observar su sangre fluir sin tapujos a través de sus venas, gruesas, vigorosas. Sin poder evitarlo me lamí los labios y un agudo e insoportable dolor hizo acto de presencia en mi pecho.
Gemí de dolor, y Zero me observó.

Inevitablemente comencé a llorar; no podía soportar el hambre, me sentía tan débil que podría haber muerto de inanición en cualquier instante; golpee la cama y apreté las sábanas con mis delgados dedos, sollozando en un intento por no gritar adolorida.

Alguien se sentó en la cama justo a mi lado y, con brusquedad en sus acciones me tomó de la muñeca y me acurrucó en su pecho. Pude percibir inmediatamente aquel nostálgico aroma que tanto me embriagaba y me gustaba, me hacía sentir en casa y me cobijaba.

—¿Z-Zero? —sollocé en su pecho.

Fui interrumpida casi inmediatamente.

—¿Tanta hambre tienes, que no puedes soportarla Yuuki? —me preguntó casi en un susurro. ¿Qué hacía? Él no debía de abrazarme, ni de mostrarme afecto, ni de estar cerca de mí de ninguna manera. Iba en contra de su código de honor como cazador; los cazadores no se afligían por los vampiros.

Además, él debía cumplir la promesa.

Gemí de dolor, y mis sollozos se materializaron en lágrimas que imparables se deslizaban por mis ojos. No podía evitarlo, estaba desesperada por acallar el dolor en mi pecho, el ardor en mi garganta y, sin pensarlo ni un momento, me aferré del cuello de su camisa dejando la curvatura de su cuello a mi vista. No hubo reacción alguna por parte de él.

Me ensimismé tanto en oler la fragancia que desprendía su piel, aquel olor tan maravilloso e indescriptible que se apoderaba de lo más profundo de mi alma que me olvidé de todo… Allí a los pies de mi cama solo estábamos él y yo.

Me aferré de su cuello, y al compás con las palpitaciones que provenían del pulso del mismo trotaba mi corazón emocionado y a la vez despavorido. A mi mente llegaron los recuerdos de aquella vez en la que él me había llevado ‘en brazos’ a la estación de los cazadores; casi lo muerdo y él casi dispara su arma en contra mía.

No sé porqué, pero todo pensamiento de hambruna y muerte por inanición desparecieron de mi mente al recordar la vez en que me mordió por primera vez. ¡Sentí tanto miedo! Y el dolor poco a poco se convertía en placer, aún cuando yo lo negara en mi interior.

Lamí su cuello de forma gentil, casi temblaba de emoción. Él pudo notarlo, porque inmediatamente pasó ambos de sus brazos alrededor de mi cintura, acortando las distancias entre amos. Podía sentir su corazón latir a un ritmo anormal, de manera veloz y brutal.

Él lo deseaba tanto como yo; y para no hacerlo esperar, y en parte producto de mis enormes ansias por alimentarme, lo mordí de una vez por todas.

Se tensó, pude percibirlo perfectamente y en parte me sentí culpable. No le pedí ni el más mínimo permiso, si me detenía a pensar, no merecía tenerlo ni cerca de mí…

La sangre brotó de las incisiones en abundancia, la poca luz de la habitación hacía énfasis a una de mis más oscuros deseos; deseos que aún siendo vampira, me resultaban bizarros y poco decentes. Aunque proviniendo de mi nueva e inmortal consciencia era normal. Yo deseaba sangre, Kaname oni-sama lo hacía, Zero también probablemente.

Me acercó más a él, como si no deseara apartarse de mí. Acaricia mis cabellos, me susurra palabras tranquilizadoras al oído y yo no puedo evitar seguir llorando. Jadeo atragantada, siento que voy a vaciarlo por abusar tanto, pero él me exige que beba lo que necesite… No sé qué le pasa, esto no es correcto; no está bien que un cazador reconocido recurra a la ayuda de un vampiro y mucho menos que le de de alimento su propia sangre a una purasangre hambrienta.

Un escalofrío recorre mi espalda y por fin, luego de tanto tiempo me siento verdaderamente satisfecha…

Me separo de él, avergonzada y con restos de aquel líquido carmín perteneciente a él en la comisura de mis labios. ¡No puedo mirarlo a los ojos! Me siento tan mal conmigo misma, por haberme saciado tanto de la sangre de quién juró protegerme y después matarme.

¿Me matará después de esto?

Subo la mirada hasta su cuello, y puedo observar claramente las hendiduras hechas por mis colmillos; la sangre brotaba aún y se perdía en su pecho bajo la camisa. Elevo más mi mirada, y me encuentro con los irises lavandas observándome poco amigables… Quise disculparme por tal momento de impulso, más él simplemente se levantó dejándome sola en el frio suelo, se acomodó la camisa y limpió la sangre que había manchado aquel tatuaje en su cuello, justo en el sitio de la mordida; para luego marchar hacia la puerta e irse, no sin antes observarme fijamente y sonreírme.

¿Qué había sido eso? No lo sabía, tan solo muy dentro de mí, deseaba repetirlo.

¿Saben? De pronto ya tenía sed nuevamente.