Danganronpa Regalos hechos con el corazón [Fuyuhiko x Peko]

Regalos hechos con el corazón​

"¿Le gustará de verdad el regalo? Deseo que sea así..."​

Aguantó la respiración por varios segundos, tratando de controlar los desbocados latidos de su corazón. Se había detenido justo en la puerta del hogar, abrazando con todas sus fuerzas el regalo que tenía entre sus manos, sin siquiera llegar a percatarse que su rostro comenzaba a congelarse debido al frío que hacía aquella noche. Podía escuchar desde fuera el ruido de la música y las voces de sus amigos, y el grito femenino de alguien cayéndose al suelo le sacó una leve sonrisa que trató de disimular ocultándola tras su bufanda. Al menos ellos se lo estaban pasando bien.

Agachó la mirada hacia la caja envuelta que tenía entre sus manos, y acarició con la yema de sus dedos la etiqueta que designaba su destinatario. "Para Peko, de Fuyuhiko". Sus labios formaron una mueca temblorosa, y desvió la mirada preso de los nervios, a pesar de tratar de fingirlo como podía. No, no se veía capaz de hacerlo. Es decir... ¡Él no sabía hacer buenos regalos! Era muy torpe para hacer cualquier cosa de esas, nunca había tenido la obligación de hacer nada por sí mismo, y ahora... Solo el hecho de imaginarse la cara de decepción de Peko al recibir su regalo, le hacía querer salir corriendo sin mirar atrás.

Aún así, mientras se decidía por una respuesta, la puerta se abrió, dejando ver a una risueña Sonia tomar su chaqueta, dispuesta a hacer algún recado.

—¡Oh, Fuyuhiko, qué susto! ¿Qué haces aquí? —exclamó, llevándose una mano al pecho. Le sonrió, tomando su brazo para hacer que entrase en el interior de la estancia antes de que se congelase en el exterior—. Anda, vamos, ¡pasa! Yo iré a comprar más hielo, los demás te están esperando en el salón.

El chico tomado por sorpresa no fue capaz de reaccionar a tiempo, y cuando quiso darse cuenta, Sonia había cerrado la puerta tras de sí, y varios de los presentes se percataron de su presencia. Su mirada se pasó entre cada integrante, vestidos todos para la ocasión, hasta que su corazón se detuvo al posar la vista sobre la persona a la que estaba buscando. Peko Pekoyama, su joven guardaespaldas, se encontraba vestida más elegante que nunca, y aquella impresión provocó un gran sonrojo en sus mejillas, que se acrecentó al recibir una sonrisa de su parte a modo de saludo. Ella también se alegraba por su presencia.

—¡Oh, Fuyuhiko ya ha llegado! Podemos abrir ya los regalos, ¿verdad? —comentó ilusionada Mahiru.

—¡Ibuki está de acuerdo! ¡Ibuki tiene muuuchas ganas de abrir regalos!

—Hmpf, en ese caso... —y haciéndose la desentendida, la pequeña Hiyoko tomó una pequeña bolsita y se acercó disimulando su timidez hacia Mahiru, tendiéndosela con una sonrisita. Sacó de ella un dibujo de ambas hecho por ella, y varias manualidades salidas de su esfuerzo y dedicación—. S-sé que no es mucho, pero espero que...

—¡Oh, Hiyoko, es precioso! —exclamó la joven, admirando emocionada lo que su amiga le había hecho. La estrechó en un abrazo que esta recibió con cariño, ante la mirada enternecida del resto—. Gracias por el detalle.

Esto causó una gran impresión en Fuyuhiko, quien agachó la mirada hacia su regalo. Ese regalo... era un simple dibujo hecho por una niña, pero a Mahiru le había hecho muy feliz. Quizás, la intención era lo que verdaderamente importaba. Se acercó entonces, pasando desapercibido entre la multitud, y llamó la atención de Peko, desviando la mirada sin poder evitarlo.

—Esto, Peko... Ten —y le tendió entre sus manos la bolsa. La joven le observó con gran sorpresa, y el joven carraspeó, nervioso—. Es para ti. Lo hice yo mismo porque creí que quizás... te gustaría más así.

Peko abrió sus ojos con sorpresa al descubrir que en la bolsa se encontraba una modesta tarta de chocolate... algo mal hecha, a decir verdad. Se notaba que el joven no tenía idea de cocina, pero su dedicación con aquel gesto le hizo sentir tremendamente feliz. Le admiró enternecida mientras este le evitaba la mirada, con sus orbes cristalinos, y decidió probar un trozo. Sabía un poco seca, pero para Peko, aquella era la tarta más deliciosa del mundo.

—Muchas gracias, Fuyuhiko. Me encanta —dijo al fin, con una sonrisa permanente en sus labios.

—Oh, eh... Me alegra mucho —murmuró, sintiéndose muy aliviado. Pero había algo en el rostro de Peko que le hizo dudar—. ¿Ocurre algo?

—¿Puedo... ya sabe? —e hizo un ademán de acercarse a él, intentando darle un abrazo con evidente pudor. Su extraña relación a veces les hacía demasiado tímidos, a pesar de conocerse desde niños.

El joven sorprendido desvió la mirada, y tras varios segundos, asintió a su propuesta con un rubor en su rostro. Ambos se fundieron en un cálido abrazo, que disfrutaron como si aquel fuera su verdadero regalo de Navidad, y ellos, unos niños que lo habían estado esperando durante toda la noche.