Drabble Prueba K-6 [Cuentos Udienses]

Prueba K-6

—¿Habéis traído la especie que os pedí? —preguntó Sumu, en su laboratorio, dando los últimos retoques al experimento que había preparado.

—S-sí, jefa. Hemos traído centenares de Koffing para su experimento —respondió uno de sus súbditos.

—Perfecto. Traigan el primer sujeto para la prueba. Experimento K-6 —habló entonces a una grabadora que portaba en su mano, tras pulsar el botón que la activaba—. Los Koffing poseen una toxina maravillosa que debemos aprovechar para manipular los Sliggoo. Procederemos a la extracción con la máquina de succión.

El primer Pokémon, asustado, fue arrastrado hacia una cabina que se cerró segundos después de que Koffing fuera introducido dentro, contra su voluntad. Diez ventosas se pegaron a su cuerpo, conectadas a un tubo, y pronto la máquina comenzó a funcionar. Por los tubos, el gas en su interior era succionado a una velocidad alarmante, produciendo el vacío dentro del propio Pokémon. El cuerpo del Koffing palideció súbitamente, volviéndose completamente blanco, vacío de la nube tóxica que siempre lo acompañaba. Toda esta polución, mientras, era almacenada en contenedores cerrados herméticamente, para su posterior uso.

Al volver a abrirse las puertas de aquella cabina infernal, el tipo veneno cayó al suelo en un golpe seco, retumbante, y rodó algunos metros hasta frenar. Parecía que la extracción había acabado con toda clase de voluntad en el Pokémon. Sumu, satisfecha con la sustancia obtenida, se acercó hacia el pseudo-cadáver, y lo agarró con una mano, alzándolo hasta la altura de sus ojos, para examinarlo de cerca.

—Maravilloso, ha quedado completamente dominable… —Mientras observaba la esfera blanca, una idea pasó por su cabeza—. Reclutas, marchad a la jungla Tropiki. Necesito que me traigáis frutas venenosas —ordenó—. Su sabor es delicioso, pero, sin embargo, poseen una droga muy potente, difícil de asimilar para el organismo humano. Con el jugo alucinógeno que contienen, podremos sacar gran partido de la prueba K-6… creo que podremos crear algo…

Con cierta maldad, pronunció estas últimas palabras, saboreando cada segundo, cada sílaba; disfrutando de su brillante idea.

—Algo maravilloso…

Y tras ello, se encerró en su laboratorio a planificar cómo convertir su máquina de succión en una máquina que pudiera adherir la nueva droga al cuerpo de los Koffing.