Noches en San Juan.

Contenido oculto

Hola a todos. Esta pequeña parte antes de presentar una historia que aun no tengo una idea clara sobre lo largo de esta o el numero de capítulos. Lo que si debo decirles, es que esta historia salio interiormente de mí, mientras me ponía a pensar en mis errores y en las mujeres mas cercanas que conozco. Aquellas que quiero con el corazón, que se que cometieron errores y quise plasmarlos en busca de representar una realidad. Antes de que sigan con la lectura, prefiero que desistan de leerla. Perdonen, pero no encontraran una historia adecuada tal vez para su moral. Por que lo único que yo quiero hacer es representar una persona que comete errores. Otra razón por que les invito a que desistan es esta historia usare la música de regueton. Tal vez unas las odien o amen, en fin, yo me mantengo neutral con ese elemento. En fin, gracias si continuas, prometo darte un buen argumento.

Noches en San Juan.

Prólogo.

Pensé que la vida era más fácil, eso pensaba cuando tenía once años. Sin embargo el tiempo corre y te enseña que pasar una nueva etapa cuesta. Los costos de ello, tal vez es un sacrificio. Los costos por probarte como persona son también un sacrificio, la propia moral sale perjudicada en una contienda contradictoria por encontrar la identidad. La identidad cómo humano, cómo ciudadano y en este caso para mí cómo mujer.

La primera vez que aprendí que era sentir un deseo, fue a la edad de los diecisiete. La galleta que me llamo la atención fue simplemente la curiosidad llamada sexo. Y entonces paso, pasaron, muchas veces. La galleta puede ser comida millones de veces e incluso gastar la de los demás, llegar hacer copiosa en un momento de tu vida y preguntarte ¿Por qué mierda lo sigues haciendo? A los diecisiete nunca había probado esa galleta, por eso cuando se me facilito, volver atrás y empezar de nuevo me costo. El costo fue perder lo que alguna vez pensé tener.

Nunca es tarde, siempre puedes volver atrás. Yo sin embargo me di cuenta que una vez que pisaste los huevos, ya desparramaste esta idea en muchas mentes. Amada y odiada por algunos, existe el machismo en las mujeres. Lo peor es que terminas creyendo en ellas; y ellas en ellos. Por eso cuando me rompí, decidí dar un vistazo a la oscuridad.

I. Un lugar que sólo se observa.

El taxi amarillo corrió por la avenida velozmente, nunca había estado en otro auto que no fuera el de mis padres. Mi mente se sentía aturdida aun por el momento, mientras Jacqueline me llamaba insistentemente para que le ponga atención. Pero entonces el auto paró en seco y me la quede viendo. Ella le pregunto al conductor el precio que debía pagar por sus servicios, mientras en su cara se dibujaba una gran sonrisa fingida. Su cabello café por el tinte contrastó con su blusa transparente, que no dejaba nada a la imaginación. Su jeans apretados desde las caderas hasta sus tobillos, daba una figura muy femenina. Ella era a la que llamaban la chica superficial y ciertamente eso era, alguien que realmente no le importaba mucho la escuela, era dejada en bastantes aspectos de su vida. Aun así simplemente era mi prima.

Me miro una vez terminando de pagar al conductor y me saco de un solo tirón. La seguí casi apresurada.

— ¿Ahora qué?

—Pues ya llegamos.

—…—mire hacia adelante pensativa.

—Y ¿A dónde vamos?—encendió un cigarrillo y me miro melancólicamente.

— ¿A dónde el viento nos lleve?—Sabia que era pésima para la ocurrencia, por eso solo me miro y rio entre dientes.

—Mejor te explico que son esas cuestiones.

Mire esa calle, llena de gente, yendo y viniendo, mas no irse de él. Era una gran cuadra, donde se aparcaba dos hoteles, restaurantes, discotecas hasta los famosos huecos. Luego estaba unas puertas negras como garajes, llevando nombres bastantes ridículos según lo que veía. Estaba el Kajuma, el cual mi prima describió con brevedad que era un lugar donde te enseñaban a bailar salsa, cumbia y bailes típicos. Luego el Sheshomama, según ella ese lugar era exclusivo para el pop, el árabe y electrónica. Y cuando mi vista se fijo en el nombre más ridículo, sonríe con tal ironía que de inmediato mi prima suprimió.

—Ahí bailan reggaetón.

—Ja—me reí por lo bajo, mientras Jacqueline me miraba aun sin entender.

— ¿Qué te parece tan gracioso? Es un arte fin y al acabo.

—No quiero ir en tu contra ni nada parecido, pero, ¿en serio crees que es un arte que se froten?

— ¿Quién te dijo que todo es entre hombres y mujeres? Mujeres pueden con o sin compañía bailar. Y hombres, que se jodan.

—Tus metáforas son extrañas ¿Sabes?—me lanzo una mirada de sarcasmo.

—Y te tengo otra. Más acción y menos palabras.

Y me jalo del brazo, mientras cruzábamos la calle corriendo, yo miraba la gente que iba y venía, conversaban o bien se dedicaban a mirar sus celulares. Personas que pasaban esos lugares curiosos para sus ojos. Tales expresiones me hicieron sentir satisfecha, había valido la pena que hubiese venido, no sería más la que observa, seria parte de este ambiente, del contexto que se desarrollaba en San Juan.