Naturaleza

Naturaleza

Título: Naturaleza
Summary: Ella era la doncella del bosque; la ultima, hasta el momento, de esta linea de vida. En uno de esos días, va a defender lo que le importa. Pero eso, le cambia la vida.
Pareja: Naturaleza y Alex
Advertencias: Caca a más no poder. xD
Género: Romance y locuras xD
Cantidad de palabras: 2523

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Era un enorme bosque, verde y lleno de vida. Los animales corrían y bailaban al compas del viento, este, también, hacía bailar a mi pelo. Pasé mi mano por unos matorrales, frondosos, ese tacto con la naturaleza se sentía muy bien. Naturaleza, Pacha mamá, bosque, vida; me llamaban con tantos nombres que solo algunos recordaba.

Hoy estaba con ganas de caminar un poco y tomé forma humana, aquí mi piel es totalmente blanca y mi pelo verde. Mi ropa no es gran cosa, una pollera del color de mi pelo y un top de ese mismo tono. Amó caminar por los prados y los bosques, pero odio las ciudades y las grandes cosas que ha hecho el hombre; siempre arruinan todo lo que he hecho y me destruyen lentamente.

Mis pasos me llevaron a un pequeño claro que había en el centro del bosque; el césped era largo pero blanco, y se escuchaban los pajaritos cantando. De repente, un gran estruendo comienza a resonar por todos lados, frío como el hierro y feroz cual monstruo atacando en la noche. Mi sangre se helo y sentí un espanto atroz. Llevé las manos a mi pecho y mi respiración se entrecortó, levantó mi vista y observó maquinas enormes de tala. ¡Esos humanos destruirán el bosque!

—Comenzaremos desde dentro hacía afuera. No quiero ningún árbol en pie para la noche. ¿Entendido?—. Un muchacho de, aproximadamente, 26 años les gritaba a los hombres por encima del estridente sonido. Cuando estaban por comenzar, me acerque a ellos y con determinación dije:

—Hola, no entiendo por qué, ni para qué arruinan este hermoso bosque pero, favor, ¿Podrían retirarse?—. Les sonreí y espere a escuchar su respuesta, esta no me complació.

—Disculpe, pero no podemos hacer nada. Una importante empresa nos llamó para talar este bosquecito para la plantación de soja—. Él parecía indiferente y ni me miraba.

—Pero con esto, habrá menos oxigeno en el aire y plantas inocentes, morirán—. No quería entender y saltó con un “¿Usted es de Greenpeace?” con una respuesta negativa y un “Entonces aléjese” de su parte.

Rezongue y subí mi tono de voz para que el hombre me escuchara:

—Ustedes no tienen derecho a esto. Nunca aprenderán. ¿No? Si continúan con esto, el mundo acabará para ustedes y todo lo que conocen será destruido—. Mi tono no era muy pasible y él lo noto.

—Disculpe, yo no puedo hacer nada. Si tiene alguna queja, vaya a la empresa y dígala allí, ellos la atenderán—. Me miro a los ojos y su semblante cambio notablemente. Su expresión fría paso a ser de tristeza y compasión.

—No podría hacerlo, yo…—. Dejé la frase inconclusa. Mi expresión era de duda y a la vez, intentaba formular algo para que dejaran el bosque en paz.

—Usted no es de aquí, ¿cierto?—. Yo negué con la cabeza. — ¿Tiene donde quedarse?—. Volví a negar. —Miré, no sé por qué, pero usted me da un semblante de confianza. Le dejare quedarse en mi casa y yo la ayudare con el tema del bosque. ¿De acuerdo?—.

Yo, agradecida y por un impuso, lo abrasé. No tenía ni la más remota idea de por qué lo había hecho, pero al fin y al cabo, lo abrasé. Me separé de él rápidamente y mis mejillas se pusieron de un color carmesí intenso. La vergüenza invadía cada célula de mi cuerpo.
Él rio tímidamente y le pidió a todos que parasen. Después de que todos se hayan retirado, me llevó hasta su auto y condujo a su casa.

—Un placer, soy Alexander Dawn—. Me extendió su mano y yo se la sujete un segundo. Yo estaba nerviosa y solo le dije:

—Soy Naturaleza—. No estaba muy segura de lo que hacía. Aun así le di mi nombre.

—Curioso—. Su voz sonó con un leve tono de burla, pero en cuando lo presentí, bajó su mirada como pidiendo perdón. Se había burlado de mí. —Disculpa, es raro un nombre como ese. Pero estas vestida muy verde, parece como si fueses la naturaleza en persona—. Sonrió y me miro un segundo.

—Lo que ocurre, es que yo soy la naturaleza en persona. Tomé esta forma para salir a caminar un rato, pero me topé con ustedes y tuve que hacer algo. No iba a dejar que dañasen el bosque—. Mi voz era seria y comprensiva. Estaba segura de que lo haría entrar en razón si le decía quién era. No lo tomó muy bien.

—Sí, claro. A mí me parece que estas un poco pirada. Tú no puedes ser la naturaleza. La naturaleza es la vida del planeta, los animales y las plantas. Vos solo sos una chica—. No quería entrar en razón. Por las buenas o por las más, lo haría.

—Así que crees que no soy la naturaleza, ¿eh?—. Cerré mis ojos para concentrarme, los volví a abrir y tras levantar mis manos, un gran árbol surgió desde el pavimento, rompiéndolo. El auto casi choca contra él y por poco nos estrellamos.

—La próxima vez, ten más cuidado—. Tenía una expresión rara en el rostro y un poco de conmoción por el “casi-golpe” que nos podríamos haber dado.

Sonreí un poco apenada. —Perdón—. Subimos a la autopista y tras una hora de haber viajado, llegamos a su casa—en realidad era un edificio, él vivía en un departamento. Era pequeño, para una o dos personas—. Cuando entre, no percibí esa armonía a la que estaba muy acostumbrada. Se notaba que no pasaba mucho tiempo en su casa. Era de color beige y blanco; con mesas, sillas y sillones de tonos cremas; con cortinas de color blanco, beige y hueso, en degradé. Tenía un LCD con DVD y todo, aprendí de esas cosas en una de mis expediciones a la ciudad; donde aprendí los horrores que hacían los humanos para crear sus aparatos.

—Pasa. Siéntete como en tu casa. Ven, te mostraré algunos papeles para que puedas ayudar al bosque—. Inmediatamente después de cerrar la puerta, va hacía una cajonera y revisa unos papeles. Voy junto a él y observo todos esos papeles, documentos y contratos. Todo aquello no suponía un bien hacia el planeta ya que, la mayoría, era de talar árboles. Cuando saca unas pilas de contratos y demás observo, para mi sorpresa, una foto. Era de una mujer, no muy vieja—o que se conservaba muy bien— y estaba sonriendo. Ella posaba junto con un hombre un poco mayor que ella y un niño de, más o menos, 10 años. Se veían muy felices. Estaban en la playa.

Yo tomo la foto y la observo atentamente. Él me ve y me dice: —Ellos son mis padres, fallecieron en un accidente hace muchos años. Cuando yo tenía 15 años—. Lo veo y le digo que lo siento mucho. Bajo la cabeza y sigo viendo la fotografía.

— ¿Qué tiene la foto?—. Me miro atentamente, para observar mi respuesta. Yo no dije nada durante un minuto, un largo y sin fin minuto. — ¿Los conocías?—.

—Ella fue mi antecesora. Ella fue la antigua naturaleza. Nosotras no vivimos para siempre y necesitamos nuestras sucesoras. Cuando nace una nueva Naturaleza, la anterior se vuelve humana y debe vivir la vida como tal. La mayoría de las veces esto pasa de madre a hija, pero como ella no tuvo hijas, según veo, la transferencia se le hizo a otra persona. Se me hizo a mí—. Siempre tuve respeto por mi antecesora. Me enseñó y me crió.

—Ella fue mi maestra. Ella me hizo lo que soy hoy—. Una lágrima comenzó a recorrer mi mejilla. Alexander la secó y me abrasó.

—Ella fue una gran persona. Quería a todos. Ofrecía mucho amor—. Su semblante era triste.

—Nunca conocí a una persona así. Pero no te preocupes—. Pongo una gran sonrisa en mi rostro. —No te entristezcas por mi culpa, me harás sentir culpable. Tenemos que estar felices de que, por lo menos, existió una persona así. Yo, realmente, desearía que todos los humanos fueran como ella. Ellos destruyen el planeta y no sentirán su destrucción pero, sus hijos y sus nietos, sí lo harán—. Mi cara pasa a ser de preocupación. Agacho mi cabeza y suspiro.

—No te pongas así. Ya verás que solucionaremos el problema del bosque…—. No lo dejo continuar y le dijo, con voz firme.

—Esto no es solo por el bosque—. Comienzo a llorar y, una a una, las lágrimas caen. —Esto es por el mundo. En un momento, todos morirán. Moriré por la culpa de ellos. No podre disfrutar de una vida, de un amor ni de una familia—. Alex me agarro, cuidadosamente de la pera, y me levanta la cara. Con sus dedos, limpia mis lágrimas. Y me observa, sus ojos tienen un brillo especial, y no sé lo que significara.

Le doy la espalda y observo la foto una vez más. Recuerdo cada momento con ella y sonrió. Una mujer tan especial como ella de seguro, tenía un hijo tan especial como Alexander. Es simpático, tierno y me trata bien. Se nota que al ser hija de una antigua naturaleza, él no es como los otros humanos.

Doy un suspiro bajo y profundo, me doy vuelta para verle a la cara, pero con lo que no contaba fue que tengo un pequeño tropiezo y rozo mis labios con los suyos. Me sonrojo a más no poder e intento apartarme, pero él no me deja y me abraza. Mi corazón palpita a una velocidad increíblemente alta, mi cara está en su pecho y la levo para verle. Sin quererlo, una lágrima comienza a caer ya surcar mi mejilla; sus dulces dedos me la limpian y me besa. No es como esos besos falsos y apresurados. Aquí, estos eran lentos, sin ninguna prisa innecesaria y con amor, mucho amor. Me separo de él por falta de aire y lo veo a los ojos, me regresa la mirada y se retira al jardín.

Toco mis labios por la impresión y lo sigo, le toco el hombro para que se de vuelta y cuando, por fin lo hace, veo en su expresión dolor, inseguridad y el semblante de alguien que cometió un error.

— ¿Qué ocurre? ¿Estás bien?— Le intento tocar la mejilla, pero me rechaza.

— Perdón. Soy un idiota. Nunca debí besarte, yo…—. No le deje terminar y lo beso.

Lo tranquilizo y le digo que está todo bien y que lo amo.

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La noche paso tranquilamente y hoy vamos a ir los dos a hablar para evitar la tala de árboles. Después de lo que paso ayer, me siento más segura, más fuerte y confiada en que daría todo por Alex.

Estacionamos el auto y caminamos a dentro del edificio. Este era alto de, calculo yo, unos 15 pisos; tenía muchísimas ventanas y era de color crema. Fuimos directamente a la oficina del presidente de la corporación para hablar con él. Estuvimos allí poco más de una hora, sin resultado alguno. No nos quería escuchar, no tenía interés en la naturaleza, encima de todo, despidió a Alex por irse a quejar.

Yo estoy que mato. No puede hacer eso, no hicimos nada. Después de este acontecimiento fuimos a comer algo y charlar. Veríamos que íbamos a hacer con este tema, y de paso conseguirle un trabajo a Alex.

—Esto es horrible. El presidente no nos quiere oír, y peor aún, te despidió. Nosotros dos no podemos hacer nada. Creo que necesitamos ayuda—. Muerdo las papas fritas que están frente mío y lo veo, esperando su respuesta.

—Yo tengo un amigo que está en una organización de protección a la naturaleza. Creo que sería bueno ir a verlo. Siempre me dijo de todo por mi empleo, y también quería que lo ayudase. Espero que quiera acompañarnos a hacer algo—. Le sonrió. Es una brillante idea.

Acordamos las cosas y mañanas partimos en busca de su amigo, Jimmy —mientras que conversábamos me dijo su nombre—.

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Esta vez, el calor era un poco más fuerte y se notaba la humedad. En la noche, Alex telefoneó a Jimmy para avisarle y él, totalmente feliz, le dijo que a las 10 estemos por allá. Le dio la dirección y se acostó conmigo en la cama.

El sol me pega de lleno en la cara. Doblamos a la derecha y paramos en una casa—de un estilo antiguo, pero de un muy gran tamaño—. Cruzamos la puerta y un hombre de, cálculo yo, la misma edad de Alexander, se acerca a nosotros.

—Saint Jimmy, ¿qué haces tanto tiempo?— Se estrecharon las manos y se dieron un abraso. Alex nos presento, y yo le pregunte por qué Saint Jimmy ya que, bueno, no es un santo.

—Jajaja, lo que ocurre es que nos conocimos en un concierto de Green Day, de chicos. Y como él se llama igual que un protagonista de un CD de ellos, le quedo de apodo—. Ahora entendía, St. Jimmy era su apodo. Le respondí asintiendo con la cabeza.

Caminamos hasta una habitación de la casa y comenzamos a hablar. Le contamos todo lo que paso. Y hasta dedujo que estábamos juntos. Comenzamos los preparativos para una manifestación, si no nos querían escuchar del modo bueno, lo harían del modo malo.

Mientras que seguíamos discutiendo estas cosas, una chica entra de sopetón y, agitada, dice que hay una alerta y la operación está en proceso. Comenzaron la tala, ahora.

Todos corrimos hasta el lugar. No teníamos idea de que hacer ya que, de improviso, esto esta difícil. Los chicos me dicen que me quede debajo de un árbol y los utilice para protegerme y proteger, así lo hago. Un sonido muy fuerte me llega de sorpresa por atrás, me matara. Intento utilizar a un árbol para protegerme pero no puedo. En eso, Alex se acerca a mí y me quita del camino. Cierro los ojos, y no recuerdo nada más.

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La adrenalina que sentí en ese momento era increíble. Creo que debería decirle a Jimmy si podía unirme a él para ayudar al planeta. Abro los ojos y con lo primero que me encuentro es a mi novio. Era todo lo que necesitaba y quería, no, amaba. Le pregunto qué ocurre, me cuenta lo que paso; entre en estado de shock en aquel momento, y me desmaye. Él me salvo.

Seguimos hablando y me cuenta que todo fue perfecto. Al parecer salvamos a todo el bosque. Yo me quede impresionada, y le pedí a Jimmy—que había llegado hace solo unos minutos– si podía unirme a él. Mira a Alex y este le dice, sorprendiéndome, que también quería entrar. Me pongo muy feliz y lo abrazo. Él también lo hace y, de paso, me besa.

No quiero regresar a mi vida como naturaleza, pero quiero ayudarme y ayudar al planeta. No me alejare de mí ser, no lo dejare ir. Estaré con Alex y le demostrare que el planeta necesita ayuda; y si puedo, yo se la brindare.