One-shot de Inuyasha - Nadie como tú [Sessho&Rin]

Hola, aquí trayendoles mi primera historia sobre esta pareja, espero sea de su agrado y perdonen el Occ que probablemente he metido (claro, sin intensión)
Espero sea de su agrado :D

NADIE COMO TÚ

Sentada sobre la hierba, miró la puesta de sol, el crepúsculo se ponía tiñendo de rojo el cielo azul, de la misma manera en la que lo había hecho en los últimos quince años. Rin ya no era una niña, era una joven bella, que seguía a la espera de la llegada de aquel frío guerrero.

Ella envejecía y él no aparecía; sólo el recuerdo sobrevivía. Rin lo quería y lo supo aquel mismo día en el que el albino la dejo en la aldea. Sin su compañía, la pequeña notó con cuanta intensidad requería su presencia, no sólo por el hecho de que segura la mantenía, Sesshomaru se había convertido en su salvador, en su redentor, pero más importante aún, en el amor de su vida.

El tiempo pasaba y sus sentimientos no cambiaban, no se marchitaban pues Rin lo amaba. La chica recordaba aquella conexión, esa unión especial que nació cuando era una niña, admiración primero sintió y esta noble emoción pronto se intensifico y en amor se convirtió.

Su mirada ambarina era lo que más nítido es su memoria se mantenía, con sólo observarla, sin preguntar nada, sabía lo que quería y necesitaba. Nunca hubo necesidad de hablar, solo de la mirada cruzar, de dejar al silencio rodear esta relación singular.

Una traicionera lágrima por su mejilla rodó, el dolor claramente apareció, cada tarde se extinguía y él seguía sin dar señales de vida. La hería la falta de información; se puso en pie y miró una última vez el horizonte antes de caminar en dirección contraria, hacia su casa. Unos cuantos pasos dio, desilusionada, con el corazón resquebrajándosele de dolor y probablemente sin encontrar curación.

–Rin

Se detuvo en seco al oír esa voz, su corazón desbocado corrió y nuevas lágrimas a raudales cayeron por sus mejillas, pero esta vez provocadas por un sentimiento diferente. La alegría llenó de calidez su interior y una sonrisa surcó sus temblorosos labios. Abrumada y ansiosa se dio la vuelta y ahí, donde la luz se extinguía, podía distinguirse la sombra de un hombre que por demás ella conocía.

Emocionada corrió hacía la inmóvil figura, lanzándole los brazos al cuello cuando estuvo cerca. Ahí, frente a ella, se hallaba Sesshumaru igual a como lo recordaba, orgullosos y estoico, sólo que cuando su ambarina mirada se posaba en ella, desaparecía todo rastro de frialdad e indiferencia.

Cuando lo tocó, miles de recuerdos se agolparon en su mente, momentos que entre ellos formaron un lazo indestructible. A sus pensamientos llegó aquella primera imagen del día en el que lo conoció, él se hallaba herido y solo; de alguna manera en una situación similar en la que ella se encontraba. Pero al mismo tiempo tan diferentes eran, el un hermoso Daiyoukai, Rin una simple humana, deslumbrada, como lo estaría cualquier otro por la inusual y sobrenatural belleza del ambarino.

Un segundo recuerdo llegó a su mente, el día en el que los lobos atacaron la aldea en la que vivía y la chica corrió al bosque en busca de protección, porque sin saberlo ya lo quería pues él, la hechizo con una sola mirada de sus orbes doradas. Su recuerdo solamente la acompañaba cuando murió y luego cayó en la oscuridad para tiempo después los ojos volver a abrir y encontrarse con esos ojos dorados que aparentemente fríos e indiferentes tomaron un nuevo matiz, que desde ese momento resultaron ser más cálidas y lo convirtieron en su salvador. Su amor nació a través de los meses que con Sesshomaru convivió y de todas las ocasiones en las que lo salvó.

Desde hace mucho ya lo amaba, desde aquel entonces sólo deseaba vivir con él y aunque en aquel tiempo no conocía el por qué, ahora ya sabía la razón. Lo amaba y eso no necesitaba más explicación.

–Has crecido –exclamó tomándola de los hombros para romper aquel abrazo.

Rin sólo se limitó a asentir, de pronto encontraba imposible la acción de hablar, la boca se le hallaba seca y tal parecía que acababa de olvidar como es que se debía dialogar. El albino le dedicó una larga mirada y recordó que entre ellos no era necesario cruzar una palabra; eso la alegró y la reconfortó pues era un alivio tener la certeza de ello. Aquello no cambió, el tiempo no lo desgastó.

–Te extrañe Sesshomaru-sama

Una media sonrisa curvó sus delgados labios y sus ambarinas orbes brillaron como anteriormente lo había hecho el mismo sol y al igual que el astro rey, lleno de calidez su corazón, liberándolo de la sombría prisión en la que hasta el momento estuvo recluido, esperando, anhelando la llegada de su único y absoluto dueño. Que al marcharse se llevó más que una lágrima y un triste adiós, también se llevó la promesa de volver, junto con las ilusiones y deseos de la anterior infanta.

Nadie la conocía como el albino, nadie era capaz de ser partícipe de sus alegrías y tristezas, de sus ganas de vivir pues sólo con él deseaba hacerlo, él le regresó la vida y sólo con él quería compartirla. Sólo él era capaz de apartarla del dolor, acallando a sus demonios internos al llenar de tranquilidad su corazón.

–No veo el por qué, dije que volvería además aquí estas rodeada de esos humanos…

–Nadie como tú me da su protección, ni la señorita Kagome ni el joven Inuyasha son capaces de proveerme de la seguridad, de esa tranquilidad que solo tú me sabes brindar.

Sesshumaru la miró largamente y Rin supo que ese era el momento de decidir; él le estaba dando la oportunidad de hacerle saber si todos estos años no habían cambiado su decisión, si realmente deseaba ella unir su camino con el de él, aún sabiendo que nunca más volvería a ver a uno más de su raza, pues ningún humano era digno de estar en presencia del Lord, sólo Rin por ser ella era la única excepción.

Respiró hondo y tomó una resolución, le haría saber lo que por él sentía. Las manos comenzaron a temblarle y el corazón a latirle con una fuerza impactante en el pecho; la sangre subió a su cabeza y coloreo de un nada discreto rubor sus blancas mejillas. Quiso hablar pero eso le costó más de dos intentos ya que las palabras se le quedaban atascadas en la garganta.

–Nadie como tú me ayuda a caminar, me apartas del dolor pues tienes la virtud de hacerme olvidar el miedo que me da mirar la oscuridad –sonrió pensando que si alguien escuchase su conversación no comprendería pero él… –Solamente tú lo puedes entender y solamente tú te lo podrás creer.

Dejo de hablar y apartó la mirada de esas orbes doradas que la miraron con una intensidad con la que nadie la había mirado, por primera vez, desde la última vez que lo vio se sintió querida y pensó que tal vez, sólo tal vez, Sesshomaru anhelo su reencuentro con tanto ímpetu como ella. Tembló cuando el ambarino colocó uno de sus fríos y suaves dedos debajo de su barbilla para obligarla a mirarlo; un escalofrío la recorrió y cerró los ojos; el momento simplemente era perfecto.

La besó, cumplió ese sueño que por quince años albergo, demostrándole con esa dulce y anhelada caricia lo mucho que la quería. Sonrió cuando él se separó y al ver sus ojos dorados tan cálidos como el mismo Sol, lo supo, ahora ya nada ni nadie los podía separar. Pasarían los años y Sesshumaru se encargaría de que los sueños que soñaba antes de ayer al dormir se hicieran realidad y comenzaba esa tarde, en ese mismo momento al acogerla en un abrazo con sus fuertes brazos.

–Te amo.

Sesshomaru no dijo nada, sólo sonrió y de nueva cuenta la besó; recordándole que no necesitaba hablar pues con una única mirada era capaz de entender lo que necesitaba, lo que deseaba y sólo porque él la amaba.

¿Y que les a parecido?