Malvada pero sensible

N/A:Escrito para la actividad: Malvado pero sensible ^^​

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Malvada pero sensible​

One shot​

—Déjame sola, ¿no entiendes que tu sola presencia me fastidia? —Escuché que me decía, mientras nos encontrábamos en el cuarto en el que la frialdad dominaba.

—Sí, princesa —hice una reverencia y cuando estaba a punto de retirarme escuché su voz.

—Espera.

—¿Sí, princesa?

—¿Eso fue una reverencia? Parecía más bien que mirases a tus zapatos.

—Yo..., lo lamento. Har...

—Hazme una como se debe hasta que te indique que marches.

Y tres horas fue el tiempo en el que mi castigo fue puesto. Después de ese tiempo me paré de nuevo con rectitud y me marché de sus aposentos con un dolor severo en la espalda.

—La..., la princesa no quiere a nadie —musité con lentitud—, ha prohibido el paso a cualquier guardia real que quiera entrar.

—¿De nuevo?
—¿No entiende que es por su seguridad?
—Sólo es una engreída.

Las voces de todos los guardias se camuflajeaban y chillaban al mismo tiempo. Todos la odiaban, quizás por su soberbia, o tal vez por creerse siempre una superheroína cuando no podía ni abrocharse por si sola los zapatos.

—Cuando la secuestren y llore a mares, deseará que algún plebeyo la hubiese salvado.

—¡Silencio! —grité—. No estás hablando de una persona corriente, estás hablando de la princesa. Deberías medir tus palabras si quieres seguir sirviéndola.

La joven mucama sólo asintió con vergüenza y tragó saliva. Aún ella fuera una engreida, era nuestra princesa al fin y al cabo. Se... debía respetar.

—Guardaespaldas real, ¿qué hace fuera de su puesto? ¿Y si la princesa la necesita?

Escuché una voz familiar detrás de mí y me helé por completo. Era la antigua reina y la mismísima madre de la princesa en persona.

—Ha pedido que nadie esté cerca, su majestad.

—Tonterías —me reprochó—. Vaya a su puesto inmediatamente.

Asentí y reverencié con lentitud para después regresar a donde me correspondía.
Me posicioné detrás de la gran puerta que daba a su cuarto. El estar dentro de aquél lugar real solo era permitido si un miembro real lo permitía, así que lo más cercano a vigilarla era detrás de aquella puerta de gran magnitud.

Servir a la princesa tal vez pareciese agotador, tortuoso o incluso odioso; pero, yo ya me había acostumbrado a ello; a ella.

—¡¡Auch!! —Se escuchó un grito tras la puerta donde ella se encontraba, abrí la puerta con preocupación y allí se encontraba ella, en el suelo y tratando de subirse de nuevo a su cama.

—¡Princesa! ¿La ayu...?

—¿No te dije que te fueras? ¡¿Quién te ha permitido entrar?! ¡Sal inmediatamente! —gritaba avergonzada dándome la espalda, mientras con sus brazos seguía intentado subir.

La joven princesa había caído de un caballo meses atrás, y su incapacidad en las piernas seguía perturbándola a cada instante a tal grado de no salir de su propia habitación.

—¡Te dije que te fue...!

—¿Siempre es así, verdad? Tratando de hacer todo por si misma, evitando a la gente e incluso alejándola de usted..., ¿es eso realmente correcto, prince...?

—¿Somos tan cercanos? ¡¿Cómo puedes hablarle a un miembro real de esa forma?! —decía comenzando a llorar—. Solo eres un..., un...

—Sirviente y guardaespaldas real, lo sé; pero —susurré comenzando a levantarla del piso con mis brazos, sin importar cuánto luchase ella por lo contrario—, soy su sirviente y su guardaespaldas real. La conozco más que a su madre y por más mala que quieras aparentar, tú no eres así.

—¡¡Suélteme!!

—¿Y que caiga al piso? —pregunté irónicamente mientras liberaba un par de mis dedos de ella.

—¡N-no! No te atrevas ha ¡¡¡aaaah!!!

La abalancé y luego la lancé hacia su cama, pude notar que me miraba con odio e indignada.

—Usted no es malvada —Sonreí recordando las conversaciones que solían incluirla con los rumores de cuán malvada, sanguinaria y loca se había vuelto desde el accidente—, ni un poco.

—Tú... —dijo con tono de furia para después soltar un suspiro, acomodar sus piernas y meterse a la cama—. Olvídalo, ya te puedes ir.

Salí con una sonrisa en mi rostro y la miré de reojo, luego deslumbré una leve sonrisa en sus labios mientras miraba a la nada.

Ese día me di cuenta de cuán malvada se vuelve la gente si empieza a ser considerada como tal.

Tal vez ella era malvada, pero también era sensible. Quizás por eso la admiraba.

—Gra..., gracias.

—¿Disculpe?

—Nada. No he dicho nada.