La Biblioteca y el Jardín

berlinQueer · 11 Octubre 2009

La Biblioteca y el Jardín

(ok, me olvide de ponerlo en el titulo de la discusion, esta basado en The Sandman, un comic creado por Neil Gaiman)

<link rel="File-List" href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_filelist.xml"><link rel="themeData" href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_themedata.thmx"><link rel="colorSchemeMapping" href="file:///C:%5CWindows%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_colorschememapping.xml"><style>  </style>La Biblioteca y el Jardín

'Do cats eat bats?’ and sometimes, ‘Do bats eat cats?’ for you see, as she couldn’t answer either question, it didn’t much matter which way she put it.

Sólo al detenerse frente al espejo recordó Jorge Luis que no recordaba ese objeto de lugar alguno y supo que, aunque exacta en muchos aspectos, no se encontraba en su casa de la calle Anchorena.

Pequeñas diferencias algunas, como el ausente olor a especias o el crujido de las tablas del suelo demasiado agudo, que nunca antes había siquiera notado; y grandes, otras, como la cantidad y disposición de las enciclopedias, por ejemplo. Jorge Luis estaba convencido de que la colección completa del Diccionario Enciclopédico Hispano Americano de Literatura y Artes, con sus 22 tomos ocupaba el tercero de los estantes casi hasta el final; ahora había 25 volúmenes, los nuevos en las posiciones tercera, cuarta y vigésima y llegaban solamente hasta los tres cuartos del espacio original, y el conocimiento de la existencia y ubicación de los mismos también era algo que no podía recordar de donde sabía.

Pero lo más significativo era seguramente el espejo: de cuerpo completo, con marco tallado en ébano, y con algunas manchas de óxido en el costado izquierdo del cristal. Después de mirarse por unos minutos en él, decidió que era sin dudas la entrada, y quedó satisfecho con su deducción. Después de todo, quien era él para desafiar una evidencia carroliana tan bien presentada.

Abrió la puerta, que en su casa daría al zaguán, y entró a una segunda biblioteca, más extensa, alargada y con otra salida en el fondo. Las estanterías estaban repletas de libros, y cuando se acercó a leer los títulos encontró que los lomos estaban en blanco. De todos y cada uno de los que examinó por lo menos. Sólo si los miraba desde lejos o de pasada podía alcanzar a formar palabras, sin llegar a nada en concreto. Creyó leer su propio nombre en varios de ellos.

Por la misma puerta por la que él había ingresado, entró un hombrecito solemne, vestido a la inglesa y con unos finos anteojos redondos, cargando una pequeña escalera que ubicó a su lado derecho. Subió para agarrar un libro, y bajó enseguida.

—Por allí, es en la siguiente sala —le indicó, entregándole el grueso y pesado ejemplar, y luego se retiró llevando nuevamente la escala.

Jorge Luis abrió el tomo por la mitad, por lo menos este tenía letras en el interior, pensó mientras caminaba hacia el final de pasillo, pero encontró que la luz era demasiado baja para poder leer.

Del otro lado de la puerta, una sala hexagonal y otra puerta frente a él, abierta, y un hombre sosteniendo un libro abierto en los brazos. Si este no hubiese tenido una capucha y capa cubriéndolo podría haberse tratado de un nuevo espejo, de enormes dimensiones cortando el salón a la mitad y reflejándolo a él mismo.

Al acercarse Jorge Luis advirtió la niebla en los ojos del hombre y que el texto que llevaba no era en braille.

—No me es necesaria la vista para saber que contiene este libro —dijo con una voz demasiado familiar, conocida a sus oídos—, todo lo que ha pasado, todo lo que pasa y todo lo que pasará, aquí está, y yo lo sé.
—¿Y dónde está lo que podría pasar? —inquirió Jorge Luis.
—En esta biblioteca de los libros soñados, en algún lugar, es seguro. Pero no es este el momento de recorrer esos laberintos. Hay algo que debe usted conocer.

La biblioteca en aquel momento se desvaneció como suele sucederle a los objetos oníricos y se encontraron en otro sitio, en un sendero interminable, en un jardín sereno, carente de flores y casi de naturaleza en su totalidad, pero salpicado cada tanto por esculturas fantásticas.

El camino era angosto y se bifurcaba incesantemente. El hombre retomó la marcha, Jorge Luis lo siguió, en cada división tomaban el camino a izquierda. Siguieron así por largo rato sin que el paisaje cambiara mucho y sin evidencias de llegar a un fin, sabía que no podían perderse allí, y si lo hacían, era porque eso debía suceder.

—El destino que usted lleva en las manos —intentó Jorge Luis reiniciar la conversación— dice que doblamos y doblaremos a izquierda, y efectivamente eso estamos haciendo. ¿Si cambiara ahora este libro por uno exactamente igual, pero que dijera que hemos cruzado hacia el otro lado, sería esa la verdad? ¿Afectaríanos eso en el presente? ¿Recordaríamos que el libro no es el original o, directamente, la nueva experiencia que se acomodaría naturalmente?

El hombre se detuvo.

—¿Cree que tal libro puede existir? —preguntó, no porque no supiera la respuesta, sino porque debía preguntar '¿Cree que tal libro puede existir?’.
—Si. ¿No existen todos los textos alguna vez soñados en esa fabulosa biblioteca? —y, tras dar unos pasos añadió—, podría incluso ser yo quien lo crease.

Abrió entonces el libro que le había entregado el bibliotecario, que aún traía bajo el brazo, en una página aleatoria y comenzó a leer:

...Jorge Luis avanzó por el camino de la derecha, y Destino se vio obligado a apoyar una mano en su hombro para guiarse, solo en este momento recordaron ambos que era ciego. Las preguntas que Jorge Luis esta vez no se había formulado le fueron respondidas. El libro sí podía cambiar, afectar el presente, y el destino podía desorientarse como cualquier viejo mortal.

Debe usted tener un trabajo terrible, pensó Jorge Luis pero sin decirlo en voz alta, y sintió él mismo la soledad de tener todas las respuestas y a la vez la incertidumbre de la noche.

Dejó de leer y levantó la mirada, encontró que no había nadie más allí y que había despertado.

Ami Hoshi · 12 Octubre 2009

Re: La Biblioteca y el Jardín

¡Hmm! Debo admitir que la lectura fue fácil. No sé cómo es The Sadnman, aunque leí por encima el argumento. Si mal no estoy influyen dos: Sueño y Destino. Me gusto mucho la idea, es decir, el ambiente, y aunque dicen que el destino está trazado nosotros mismos lo hacemos.<o:p></o:p>
<o:p> </o:p>
Amo como escribes aunque no cada pedo que te hechas. Y me pareció muy agradable la idea. Es así como tener una cita con el destino. Porque a la final, sólo era un sueño ¿verdad?<o:p></o:p>

Nothing · 12 Octubre 2009

Re: La Biblioteca y el Jardín

Me encantó verdaderamente aquella forma de narrar, me pareció que la historia tenía algo... un toque que lo hace parecer perfecto. Sinceramente es una idea muy original, un simple sueño. Me gustó mucho :) Espero que sigas así y seguir leyendo mas creaciones tuyas.

Saludos.

Atte: MiiKuuZ

Muddy Waters · 23 Octubre 2009

Re: La Biblioteca y el Jardín

BORGEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEES!

Faceless.

Está lindo como usas todas las cositas de Sandman sin quitarle tu fucking estilo. Borges se encuentra con su destino en un sueño y eso es great.

El hecho de que sea su propio destino tambien es muy interesante, todo muy bien explicado y narrado.

Aunque cuestino las razones que no me haz dado para hacer un fanfic. Acepto tu cuento, está bueno.

Are you fucking happy?

Quelconque · 12 Noviembre 2009

Re: La Biblioteca y el Jardín

Es un sueño y un destino que sólo un escritor podría tener... y ya lo nombró Muddy.

Y cuando despertó, Jorge Luis seguía ahí. Pero hubo una pequeña transformación: su visión ya no era la misma y nubes blanquecinas entorpecían la lectura de los lomos de los libros que tan bien creía conocer.

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