I can't be perfect

Songfic creado para la actividad ¡Inspírate en esa canción! Espero que guste.

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—Hey, papá —te llamé mientras veía como arreglabas el auto—. ¿Puedes mirarme un momento?

Sé que estas atareado, pero estuve esperando todo el día para hacerte esta pregunta, ya casi anochece. Y casi nunca me prestas atención

— ¿Qué sucede, Pierre? —preguntaste girándote hacia mí, haciendo una mueca de disgusto al verme a la cara, seguro por mi nuevo piercing—. Estoy algo ocupado ahora.

— ¿Crecí de acuerdo a lo que tú y mamá planearon para mí?

Estoy seguro de que mi pregunta te tomó por sorpresa, es un poco rara, pero necesito una respuesta.

Sin embargo, como muchas otras veces sólo negaste con la cabeza y seguiste con lo tuyo. Si mamá estuviera viva todo sería diferente.

—Bueno —suspiré ignorando tu desplante, desde hace tiempo es siempre así—, yo me voy a ensayar a mi cuarto.

— ¿A ensayar? —odio cuando tu voz se vuelve irónica—. Más bien a malgastar tu tiempo en esas cosas.

—Papá, no empieces —solté molesto. Duele que siempre seas así de cerrado, duele que no me entiendas. Que desapruebes todo lo que hago, todo.

Y ahí vas otra vez con tus sermones sobre lo que hacías cunado tenías la misma edad que yo, sobre que debería estudiar más y alejarme de mis amigos. Luego pasas a criticar como me visto, la forma en la que hablo y es hiriente que me recuerdes que no soy la clase de hijo que quieres. Yo lo sé, pero créeme que me esfuerzo por darte gusto en algunas cosas. Como participar en ese absurdo concurso escolar en el que perdí, y aun no dejas de recriminarme lo inútil que soy.

—Sólo quiero hacerte sentir orgulloso —susurré con melancolía, recordando la decepción marcada en tu rostro. Pero claro, no importa cuánto me esfuerce, nunca seré lo suficientemente bueno para ti. Y eso me entristece.

— ¡¿Me estas escuchando, Pierre?! —te paras frente a mí limpiándote las manos, por lo que imagino que ya terminaste de fingir ser un mecánico y que tu estúpido discurso acabó. Realmente no te escuché, no importa cuanto lo intentes, no podrás cambiarme.

—Antes no discutíamos así —comenté. Supongo que perdimos nuestra relación como padre e hijo hace mucho tiempo, nada dura para siempre.

—Ahora ya es muy tarde para pensar en esas cosas —tu voz suena apagada de a ratos. ¿Te sentirás tan mal como yo a veces?

Cuando me regañas trato de no pensar en el dolor que me provocas con tus palabras. Porque las cosas que dices son como cuchillas y cada frase va desgarrando un poco más mi corazón.

¿Sabías que solías ser mi héroe?

Yo te adoraba, porque siempre me enseñaste que debía hacer hasta lo imposible por ser feliz. Decías que fuera fiel a mis ideales, a mis sueños. Que nunca cambiara mi forma de ser. Y ahora te contradices al quejarte por todas mis decisiones.

—Todos esos días que gastaste conmigo, leyéndome cuentos y enseñándome a serme fiel a mí mismo, todos esos días fueron un desperdicio —expongo mis pensamientos, esperando atento tu reacción.

—Esos días ya pasaron, no importan ahora. Menos con esa actitud tan rebelde que tienes —la forma con la que dices esas palabras calan hondo, lastiman tanto. Es como si no te importara nada de lo que te digo.

Sé cómo terminará esto y no lo quiero. No quiero volver a la rutina que poco a poco se lleva el respeto y el cariño que te tengo, papá.

— ¡No puedo aguantar otra pelea más! —grito desesperado, abandonando la habitación. Escucho tus gritos, me parecen tan lejanos.

Y llego a mi único refugio; mi habitación. Es mi santuario, ese que tú detestas por completo. Con mi música, mi alma y mi dolor.

—Nada está bien —susurro, rompiendo en un llanto ahogado—. Hemos perdido todo, papá, todo. Jamás nada podrá ser igual. Nunca volveremos a atrás y nada borrará todas las cosas hirientes y desalentadoras que me dijiste.

Nunca supiste apoyarme y me diste la espalda cuando te pedí que no lo hicieras. Aun no puedo creer lo difícil que es sólo hablar contigo. Porque tú no me entiendes, nunca entiendes nada.
Por eso tomaré mi guitarra y mi abrigo, de ahora en adelante viviré sólo por mí. Y tal vez algún día regresaré, pero sólo cuando pueda hacerte sentir orgulloso. Porque a pesar de que lo perdimos todo, jamás te odiaré.

—Lo siento, no puedo ser perfecto —recité las sabias palabras de aquella canción que tanto me entiende. Cerré la puerta detrás de mí al salir, rumbo a mi nueva vida.