Microrrelato Hermano

Hermanito


Aún recuerda cuando estabas en brazos de mamá, eras una cosita muy hermosa, tu piel clara, tus ojos grises, tu cabello castaño claro, casi rubio. También recuerdo tu primer disfraz… era del zorro, recuerdo lo feliz que estabas, sonreías como nadie.


Extraño aquellos días de nuestra infancia donde jugábamos con tus soldaditos, cuando montábamos tu patineta y corríamos con los patines por toda la cuadra. Siempre estaba a tu pendiente para que nada te pasara, tú eras mi pequeño hermanito, ese que ahora es todo un hombre.


Más recuerdos de nuestra infancia y adolescencia llegan a mi memoria, aquellos días en los que aprendías a montar en bicicleta. Te caíste muchas veces, pero siempre estuve allí para decirte “no te rindas chamito”, siempre te llamé así… y te reías porque decías que esa palabra era muy graciosa, pero que sólo yo te llamaba así.


Aún siendo adultos, tu de veintitrés años y yo de veintisiete, seguimos tratándonos de la misma forma. Nos podemos pelear, enojar por varios días y hasta decirnos una sarta de barbaridades, pero hay algo que se llama amor de hermanos, y eso es lo que a ti y a mí nos sobra.


Estamos en tu graduación, ahora eres un administrador de empresas de esta república, las lágrimas de felicidad recorren mi morena mejilla, al ver que ese pequeño niño al que tanto protegí, se había convertido en alguien tan importante.


Al finalizar el acto de grado, sales por esa gran puerta para encontrarte con mamá, papá, abuelita y yo, me acerco para darte un abrazo y con una gran sonrisa te digo.


—Lo lograste, chamito —pude ver esa misma felicidad en ti, por lo cual me contestaste.

—Gracias, chamita… —sonreiste para luego abrazarme.


Fin.