Eximius humano: excalibur

Tema en 'Historias Abandonadas Originales' iniciado por EN Auditore, 2 Julio 2015.

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    EN Auditore La Hermandad de Asesinos

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    Eximius humano: excalibur
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    565
    Prólogo

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    Pleno siglo XIX, un siglo lleno de innovación, la humanidad se ha encaminado hacia una era en dónde nada es imposible. Nos encontramos en el Imperio de Gran Bretaña en dónde los últimos treinta años se han proclamado como la cuna de la Revolución Industrial, las fábricas se erigen por todo el territorio y las máquinas soñadas… son reales. Máquinas voladoras de metal, Trenes de vapor capaces de cruzar continentes, armas automáticas con la capacidad de escupir balas sin tener que recargarse, además de armas con funcionamientos mucho más enigmáticos igual que un uso casi incesante del Vapor. El petróleo ha quedado en segundo plano y su uso es casi inexistente o limitado, mientras que los objetos basados en el vapor, presión o gas han llegado a alcanzar un auge y dirigir la vida de los ingleses y las otras naciones. Mientras, también ha habido una explosión en la aparición de una minoría que se creían un mito, los catalogados: Eximius humano o más que humanos. Personas con habilidades extraordinarias, con la capacidad de hacer lo imposible para simple mortales, son una minoría perseguida y a la vez temida, los medios han deseado publicar datos sobre ellos, pero es imposible, aún cuando controlan muchas área del Imperio, sobre todo lo que se oculta detrás de la sombra.

    El bajo mundo de la ciudad de Londres, el corazón del Imperio es dirigido por cinco facciones o cinco grupos que simplemente se encuentran desde décadas en constante conflicto. Éstas son en orden de antigüedad: La Hermandad de Sangre y Acero, que desde sus comienzos ha sido conformada por: asesinos, ladrones y mercenarios que han tenido lazos con la milicia. El Sindicato Guante Blanco, un grupo de ladrones, estafadores, contrabandistas y saqueadores y sus filas están ocupadas casi en exclusiva por inmigrantes. Luego está L’Unité de la Rose Noire, un grupo que se cree es francés, pero en realidad es inglés, es el rival más importante del Sindicato Guante Blanco, ya que prácticamente realizan los mismos trabajos, sus hombres son asesinos, saqueadores, estafadores y cazadores de tesoro. Después, está un grupo creado luego de que varias pandillas francesas decidieran unirse, luego de ser segregados por el gobierno inglés, aunque rara vez aceptan a hombres de procedencia británica, su nombre: L’ Fraternité de la Liberté y la mayoría son: Mercenarios, contrabandistas y una minoría anarquista. Y el último grupo, formado pocas décadas, está compuesto por personajes corruptos, policías, militares, traidores y cazadores de tesoros, se hacen llamar la Alianza de Comerciantes ya que controlan la mayoría del negocio legal (muchos trabajan en el gobierno) e intentan abrirse camino a través del bajo mundo.

    Las tensiones entre estos grupos son casi imposible de aplacar, varias alianzas, traiciones, asesinatos y guerras salen a la luz cada semana, los habitantes temen lo peor, pero muchos ya están acostumbrados. Muchos de los pertenecientes a estos grupos han sido segregados por haber sido considerados Eximius Humano. Una guerra que se lucha tanto a la luz del día como detrás de la tinta. Una era de innovación se abre ante nosotros, pero igualmente, un momento de salvajismo se extiende por las calles. Nadie puede cambiar lo que sucede o lo que está destinado a suceder… por ahora…
     
    Última edición: 2 Julio 2015
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    Aventura
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    984
    Capítulo 0: Bloody Sunday


    “¡Extra! ¡Extra! ¡Domingo Sangriento deja un saldo de dos muertes y miles de heridos, lean la noticia!”

    “¡Extra! ¡Extra! ¡Se acusa a Sir Charles Warren y a la policía de ineficacia y brutalidad contra los manifestantes, lean la noticia.”


    Las calles de Londres se encuentra movidas desde los sucesos de Trafalgar Square, no meramente por la brutalidad policiaca vivida el 13 de Noviembre, sino, por la muerte del líder de la Alianza de los Comerciantes, con lo cual ha dejado débil uno de los mayores y más poderosos grupos criminales de todo Londres. La gente que vive cerca del corazón de la ciudad, simplemente prefieren volver a casa pronto luego de salir de su jornada de doce horas, antes que estar envueltos o en la línea de fuego de alguna guerra de bandas.

    Un hombre, bastante mayor, que viste muy elegante se mueve tembloroso por las calles, con sus lentes puestos y un sombrero de copa que intenta utilizar para esconder su rostro. Las calles están desiertas y la policía se encuentra dando rondas, sin saber a qué se enfrentan. Ni las prostitutas o borrachos se han paseado por el corazón de la ciudad y grupos rivales han buscado la oportunidad de tomar una pequeña parte del botín.

    El hombre cruza una calle y se adentra a un callejón, observa a ambos lados, algo sudoroso, pone su mano en el picaporte de una vieja puerta de madera, mientras saca una llave y abre la cerradura. Entra desesperadamente y enciende una lámpara de gas mientras se adentra a la estancia. El lugar parece inhabitado, pero una habitación se encuentra iluminada, debe bajar unas escaleras para llegar al sótano, mientras estás chirrían y gritan bajo sus pies. El hombre abre la puerta lentamente y observo en su interior.

    Otro hombre, un poco más joven que viste igual de elegante, tiene un cabello castaño oscuro y ojos de color avellana lo observa desde una silla en medio de la estancia. A su alrededor está lleno de libros, la mayoría llevan años sin ser leídos y una fogata ilumina y calienta la habitación. El hombre asustado cierra la puerta y se gira para observar al hombre sentado mientras hablaba:

    —Señor, le tengo buenas noticias.—dijo nervioso mientras se quitaba su sombrero de copa al igual que sus lentes. Apagó la lámpara y la colocó en el suelo a la vez que se detenía frente al hombre intentando evitar su mirada.

    —Habla, viejo amigo, cuéntame esas noticias que tanto proclamas.—respondió el hombre sentado mientras colocaba sus manos debajo de su nariz en posición de pensar mientras una leve sonrisa se escapa de su bigote bien afeitado.

    —La Alianza ha tomado una decisión…—exclamó al aire mientras sujetaba firmemente el sombrero y con su mano derecha le daba la circunferencia mostrando su nerviosismo.—Luego de los sucesos acontecidos en Trafalgar Square, y la muerte de nuestro anterior jefe a manos de la policía, han tomado una decisión y usted, ha sido escogido…—se detuvo y pensaba dubitativamente lo que iba a decir y en la forma en la que lo diría.—Usted es el nuevo líder, por votación.—respondió y se callaba calló esperando alguna respuesta.

    El hombre de la silla se reacomodó y se puso en una posición cómoda mientras sonreía, pero no una sonrisa de alegría, sino de satisfacción y quizás de superioridad, se acomodó la barba y habló.—¿Cuántos votos he tenido?—preguntó observando al hombre.

    —Creo que ha tenido la mayoría.—contestó nervioso a la vez que se rascaba la garganta y tragaba ligeramente.

    —No pregunté si fueron la mayoría, quiero el número de quienes pusieron mi nombre en la maldita urna.—se levantó y se acercó al hombre, borrando su sonrisa y mirándolo fijamente desde la oscuridad.

    —Cuarenta y ocho, señor, cuarenta y ocho votos a su favor.—dijo mientras bajaba la mirada al suelo y con sus dedos tocaba la parte superior de su sombrero, de forma errática.

    —¿Y cuántos en contra, amigo?—volteándose para volver a sentar de nuevo con aquella sonrisa.

    —Trece señor…Trece votos en su contra.—respondió casi en un susurro mientras miraba el suelo como si estuviese apenado.

    El hombre de la silla se quedó varios segundos pensando, se acomodó hacia al frente, mirando hacia ningún punto en particular, articuló algo inaudible antes de reacomodarse ésta vez con indiferencia.—¿Sólo trece?—bufó un momento antes de continuar.—Esperaba más, creo que mi plan fue todo un éxito.—respondió observando la inquietud del hombre de pie.

    —¿Desea algo especial con ellos?—respondió fingiendo alegría, pero sus ojos demostraban un miedo profundo y una sudoración continúa en su frente y manos.

    —¡Asesínalos!, no me importa como lo hagas o a quién mandes, sólo acábalos, nadie se debe levantar en contra de mi liderazgo y muchos menos dejar sospecha de mi conexión con la muerte de nuestro difunto líder.—dijo levantándose casi exaltado, se acomodó los botones y colocó una mano dentro de su bolsillo.

    —Pero, Jostén…—se detuvo mientras abría los ojos sintiendo que fue un error las palabras que utilizó para llamarlo mientras continuaba desesperado.—Digo, señor, no, líder, ¿No cree que se verá un poco lógico la repentina muerte de trece miembros?—fue interrumpido antes de poder proseguir.

    —Hazlo parecer accidentes desafortunados, le haremos velatorios y pagaremos a sus familias, quizás sus nombres ésten en nuestros libros, pero ellos no pueden quedar con vida, ¿entendido?—preguntó acercándose un tanto malhumorado hacia el hombre que simplemente comenzó a temblar ligeramente.—Y si lo deseas, “amigo”, cuando termines con ellos, pégate un tiro, conseguiré a alguien que no titubee cuando le doy una orden.—respondió por última vez mientras se volteaba, se sentaba en su silla y la giraba completamente, tardó unos segundos, pero una sonrisa siniestra se escapó de sus labios… el otro hombre literalmente ya había huido de su presencia.
     
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    Fénix Kazeblade

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    Una especie de mafia en tiempos victorianos, ciertamente es original,es muy común que estos mecanismos se viva como si se fuera un animal salvaje, estando heridos son más letales pero al mismo tiempo esa agresividad los hace torpes, esperemos haber que ocurre con este líder que se maneja entre el miedo ahora que es su turno de realizar la jugada.

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    Capítulo 1

    Las calles se encontraban movidas esta noche, luego de la elección de un nuevo líder en la Alianza de Comerciantes las calles se había logrado calmar. En este momento las facciones intentaban pensar cómo actuar ante un cambio tan grande como lo era un nuevo líder. Algunos grupos deseaban formar una alianza lo antes posible, mientras que otras simplemente ignoraban la situación.

    —Cuéntame de nuevo la historia.—dijo un niño que se encontraba dentro de un bar de forma ilegal, se encontraba encima de unas de las butacas y se encontraba molestando con insistencia a uno de los miembros de la Hermandad de Sangre y Acero.

    —¿No se supone que estés de camino a casa?— el hombre preguntó algo exasperado mientras tomaba la mitad de su pinta de cerveza de una sola bebida.

    La taberna en la que se encontraba estaba llena de personas, muchos de ellos miembros del mismo grupo que se distinguían principalmente por las marcas de un escudo en sus armas y botas además de que lucían unos collares que los diferenciaban de los otros grupos rivales. La iluminación del lugar era perfecta, las mesas se encontraban en el centro y las apuestas se realizaban en el lado derecho, mientras que los trabajos se entregaban en las mesas de la izquierda. Los que no pertenecían o no eran parte de ninguna facción pues disfrutaban de las mesas del centro que tenían la mayoría al menos cuatro sillas de madera.

    —No seas así, Arvid, estuve trabajando ocho horas en la fábrica, llegar a casa sería un martirio.—respondió mientras se sentaba al lado del hombre moviéndole la camisa repetidamente para que el hombre le hiciese caso.

    Al hombre que se dirigía, tenía el cabello castaño oscuro bastante desarreglado, un bigote arreglado y una tez bastante blanca por la falta de luz. Sus ojos color marrones y su estatura oscilaba el metro ochenta.

    —Bien, sabes, lo haré, luego te marchas con tus padres…—respondió volteándose para mirarlo de frente y el niño simplemente sonreía triunfante. Por la cantidad de personas el niño era ignorado por los encargados del bar.—Me encontraba en el corazón de Londres, las calles estaban vacías, mi misión en el lugar… acabar con un hombre que no trataba bien a niños como tú, me acerqué al local, entré por el techo por supuesto, es mi estilo, me adentré en las entrañas casas, esperé que subiera a su habitación…—volvió a beber un poco de su cerveza antes de continuar.—Subió, escuché los escalones, saqué mi cuchillo.—hizo la mímica con su mano.—Me acerqué por la espalda y le rebané el cuello, la sangre salió volando y el cayó rodando por las escaleras, llenando cada escalón con su líquido vital, sus amigos subieron y yo ya había desaparecido.—dijo mientras sonreía ante la expresión de incredulidad del chiquillo.

    —¿Y los niños como yo?—preguntó con una breve ilusión en sus ojos esperando la respuesta.

    —Fueron liberados por mi grupo.—respondió señalando a un grupo que se encontraba hablando y riendo a la vez que bebían felices.—Ahora lárgate chiquillo, no vuelvas hasta la semana que viene.—cuando pronunció esas palabras el pequeño niño salió corriendo y salió por la puerta, el hombre simplemente sonrió, para luego voltearse y terminar su bebida.

    —No deberías mentirles a los niños.—dijo una voz gruesa a sus espaldas que le colocó la mano en su hombro para sentarse a su lado, pidió otra pinta y volvió a observar al hombre.

    —Si le dijese la verdad de todas mis historias, odiaría la vida.—

    —Pero, ¿Por qué decirle al niño que todos esos chiquillos fueron liberados cuando en realidad todos fueron masacrados por los secuaces?—

    —Esperanza, querido amigo, eso es lo que piden, una simple historia que es irreal.—mirando algo serio al hombre mientras volvía mirar su pinta que se encontraba vacía antes de proseguir con la charla.—¿Me tienes algo?—

    El otro hombre sacó algo lentamente de su bolsillo y lo colocó enfrente de él, tenía una sonrisa como si hubiese descubierto algún secreto oscuro.—El líder ha deseado que te otorguen éste encargo, algo sencillo sin demasiados objetivos, sólo una muerte.—respondió esta vez con un semblante triste.

    —¿Y por qué me dan un trabajo tan sencillo?—volteándose hacia el hombre algo exasperado, sin quitarle la mirada de los ojos.

    —Porqué ya has cagado los últimos dos encargos y el jefe no quiere errores…— se detuvo y se levantó, volteó una vez y contestó.—Los guardias andan alborotados así que cuidado.—alejándose del chico, vio una pared y creó una portal.—No la cagues, Arvid.—antes de meterse dentro del portal y desaparecer.

    —No me digas, maldito transportador.—dijo mientras dejaba la pinta vacía en la mesa, lanzaba un par de monedas, recogía el papel y salía del local.

    Afuera, la noche parecía que iba a ser fría, aún quedaban transeúntes en las calles, la mayoría prostitutas y vagabundos que buscaban la forma de conseguir dinero. El hombre vestía de una forma poco formal una camisa de botones blanca, una corbata roja, encima de ésta un chaleco con múltiples botones y broche de color gris oscuro con múltiples bolsillos. Y encima de todo una chaqueta larga color negra con interior en rojo. Sus pantalones eran de cuero color negro que le llegaban hasta las rodillas. De su bolsillo derecho sacó un reloj y observó la hora y miró hacia las calles. Abrió el papel y leyó quién sería su víctima.

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    De forma misteriosa dentro de carta improvisada no había ningún nombre, sólo atributos físicos, su objetivo era alguien que había estado en el extranjero y que llegaría a los muelles controlados por su grupo lo más pronto posible. La carta no decía su importancia o su culpabilidad, sólo le explicaba que debía ser asesinado en la mayor brevedad posible.

    El hombre ya se encontraba observando desde lo alto de un edificio lo que sucedía en el muelle, no había mucha actividad, un par de policías que pasaron y un vagabundo borracho y desafortunado que cayó al agua. No había más ningún barco y ninguna actividad importante parecía ocurrir.

    Activó su habilidad, sus ojos se pusieron de un color negro, sin retina y observó todo el lugar, no había ninguna figura escondida o huellas que seguir. Sus ojos volvieron a la normalidad y bufó para sí mismo mientras respiraba suavemente esperando algo.

    Pasaron largos minutos, pero un carruaje se detuvo, los caballos relincharon y la puerta se abrió. Una mujer de porte delicada descendió por las escaleras y le dijo al cochero que esperara. El hombre activó su habilidad y el personaje apareció iluminada de un color rojo brillante, probablemente un enemigo o más bien una contrincante. Pudo observar alguna de sus armas que ocultaba debajo de su ropa, una espada sobresalía de su cintura, un par de cuchillos intentando pasar desapercibidos y sin pistolas.

    —Muy audaz…—se dijo a si mismo mientras la observaba caminar a través del muelle, con un toque elegante.

    Se colocó a mitad de camino y se quedó parada esperando. Ella no era su objetivo, pero no se explicaba por qué estaba allí, aún ¿Porqué estaba armada? Pasaron otros minutos y un pequeño navío silencioso se acercó, trabajaba con gas y se movía con rapidez, último modelo egipcio y un adelanto para su época. La mujer se acercó aún más, el barco se detuvo y un hombre de bastante edad descendió del bote.

    Saludó a la mujer intentado ser alegre, pero ella se quedó bastante tranquila e inmovible, le dijo algo y comenzaron a caminar. El hombre caminaba con un bastón, su pierna derecha parecía que le fallaba, vestía elegante, pero su porte era de alguien que había trabajado de forma pesada.

    El hombre del tejado sacó su reloj lo observó y pronunció para sí mismo.—Ya es hora…—y se lanzó al suelo, cayó con sus manos en la tierra, rápidamente miró a los dos personajes que se caminaban. Se levantó y abrió su boca.—Bonita noche.—

    La chica y el hombre se giraron, confundidos ambos, la chica rápidamente colocó una mano en la empuñadura de su espada y el hombre se colocó detrás de la mujer.

    —Señor, entré en el carruaje y váyase.—dijo hacia el viento sin esperar ninguna respuesta, mientras sus facciones se mantenían inmovibles.

    El hombre intentó hablar, pero el tono de voz de la mujer le hizo recapacitas, así que tomó su bastón y algo cojo trotó hasta el carruaje, se montó y le indicó al cochero que se moviera. Le dio una dirección de forma casi inaudible y los caballos comenzaron a moverse.

    El hombre llamado Arvid, permaneció un poco sonriente frente a la mujer, sacó un cuchillo de su bota del tamaño de su antebrazo, lo tomó con su mano izquierda y comenzó a hablar.—Una Rose Noire, interesante, jamás había escuchado que aceptarán mujeres.—mencionó mientras comenzaba a moverse de lado a lado y observaba el collar de un rosa negra que colgaba notablemente del cuello de la mujer.

    La mujer desenfundó lentamente el arma y lo colocó frente a sí, con sus facciones en el mismo estado. Parecía que no fuese a hablar, pero lo hizo.—Soy especial, “Hermano”.—lo último lo dijo en forma de burla, sabiendo que el hombre frente a él, pertenecía notablemente a la Hermandad de Sangre y Acero.

    El hombre se puso serio y se detuvo.—Dime a dónde llevan al hombre, mujer, prometo no lastimarte, sólo lo quiero a él.—dijo de una forma indiferente esperando alguna reacción de parte de la mujer.

    Por primera vez la mujer sonrió, pero de una forma de superioridad.—No puedo hacerlo, sabes que no puedo, así que si no me vas a matar, mejor lárgate.—respondió de forma cortante, con un aire de superioridad y con su arma todavía en alto.

    —Como quieras.—

    El hombre comenzó a trotar hacia la mujer que lo esperaba con su arma en forma defensiva. El metal chocó, la ventaja de la mujer era la longitud de la espada y la del hombre su ferocidad casi bestial. El choque de metal se volvió varias veces incesante, la mujer no tenía demasiados problemas ya que su distancia era prudente, pero el hombre lograba esquivar cada tajada y se acercaba más. Cuando la mujer menos lo esperó, aguantó su muñeca, la mano encima de él, mientras una sonrisa escapa de su rostro, casi victorioso. El puñal en su mano, observó el estómago de la mujer y bajó a gran velocidad para introducirse, pero simplemente el metal la atravesó sin hacer ningún daño.

    —¿Qué carajo?—preguntó al aire mientras la chica rubia sonreía.

    La mujer rápidamente con su mano izquierda le dio un golpe en el estómago, el hombre se dobló, le golpeó el rostro con el mango de la espada. Cayó al suelo confundido, ataques demasiados rápidos para poder descifrarlos. Intentó levantarse, pero una patada de la mujer lo hizo caer acostado en su espalda mirando hacia el cielo y observando las estrellas.

    La chica se arrodilló a su lado, sacó el papel doblado del bolsillo del chico, lo observó y luego sonrió.—Ni tan siquiera sabes por qué te pateé el trasero, ¿no es cierto?— dijo con una sonrisa deslumbrante y enfundó el arma.

    El hombre intentaba levantarse y articular, pero la mujer lo detuvo y le colocó un dedo en sus labios.—No, calla, descansa, porqué lo mío no será nada comparado con lo que hará tú jefe.— se levantó y se movía casi juguetonamente, se colocó frente a una pared antes de girarse y decir.—Hasta nunca, “Arvid”.—dijo pronunciando el nombre que estaba en el papel antes de atravesar la pared y desaparecer.

    El hombre se levantó bastante atontado, movió su cabeza varias veces, no encontraba nombre para poder explicar aquella habilidad que nunca había visto. Caminó sintiéndose cojo y desorientado por la paliza. Se posó sobre otra pared y comenzó a escalar hasta llegar al tejado, mientras muchas preguntas salían a flote de su cabeza, pero su pregunta más importante fue:

    “¿Quién o qué era ella?”

    En el tejado comenzó su largo recorrido hacia la casa segura. Y hacia las respuestas que pasaban por su cabeza.
     
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    Capítulo 2

    Aún no pasaba de medianoche y el hombre aún se encontraba trotando por los tejados llegando a la casa segura, mientras la paliza aún se encontraba fresco en su mente. Aquella mujer lo había impresionado y aún más por su habilidad tan… ¿Imposible? Siguió moviéndose por los tejanos aún con una leve jaqueca en su cabeza.

    Llegó a la esquina de una calle y se dejó caer al suelo. No hizo ningún ruido, un vagabundo que se encontraba cerca se asustó y comenzó a alejarse, mientras el hombre caminaba tranquilamente por la calle. Dobló un par de esquinas desiertas y luego se encaminó a un lugar que seguía abierto.

    Al frente había muchos caballeros de distintas clases sociales, desde trabajadores de fábrica hasta hombres que vivían en el corazón de Londres con sus trajes impecables y bastones de marfil, todos esperaban para adentrarse en aquel lugar.

    Por supuesto, era un prostíbulo, el hombre pasó por el lado a la fila de hombres necesitados y se movilizó entre las muchas mujeres de diferente edad, color y atributos que le pasaban por el lado para atender a sus clientes. Subió una escalera en caracol y abrió la primera puerta de madera que se encontraba a su izquierda.

    Una mujer y un hombre lo recibieron, ambos se encontraban observando a través de la ventana. La habitación notablemente era de la mujer, ya que tenía un gran espejo y frente a él, demasiados objetos para maquillaje. En una de las paredes laterales estaba la cama y al otro lado un enorme armario, en la pared exterior se encontraba una ventana. Y frente, dos sillas. Los dos personajes se giraron cuando observaron al hombre entrar.

    —Arvid, al fin llegaste.—la mujer se le acercó rápidamente, le besó la mejilla y lo miró de forma seria.

    La mujer era un poco más alta que el hombre, tenía el cabello castaño oscuro hasta la cintura, esa noche utilizaba una pequeña mascara de festival que le ocultaban la mitad de sus rostros, pero sus ojos se observaban de un color verdoso intrigante. Su piel era blanca y en su cuello y brazaletes se observaban las marcas distintivas del escudo. Usaba unas botas elegantes que le llegaban hasta la rodilla y su traje era él de una cortesana.

    Arvid se acercó hacia el centro de la habitación, el hombre en la ventana se observaba apacible. El hombre, simplemente se volteó se le acercó fugazmente y le dio un puñetazo en todo el rostro que lo hizo caer al suelo, más de la impresión que del dolor:

    —También me da gusto verte, Joseph.—sonrió ligeramente, mientras escupía al suelo para saber si había sangre, pero no había rastro de ella, se levantó rápidamente y se volvió a acomodar, esperando las palabras del hombre.

    —¿Eres idiota o simulas serlo?—le preguntó el hombre con vestimentas formales, cabello negro y un pequeño bigote del mismo color, se le veían leves ojeras alrededor del ojo y varias arrugas en su frente, pero aún se podía observar bastante fornido. Sus ojos eran grises y reflejaban frialdad.—¡Ya van tres malditos trabajos que has fallado!¡Tres!—gritó el hombre mientras se le acercaba al joven y se ponía frente a él, observándolo con enojo.

    Arvid simplemente bufó levemente y le sostuvo la mirada antes de comenzar a hablar.—Hubo un leve problema, esta noche, no volverá a suceder.—contestó pensativo, se alejó del hombre enojado y se sentó en una de las dos sillas.

    La mujer se sentó en un pequeño banquillo y comenzó a arreglarse mirando por el enorme espejo toda la situación aún con su rostro pensativo.

    —Sabes, nunca había visto que una chica le diera una paliza tan rápido a alguien como tú.—respondió el hombre volteándose para sentarse al lado de Arvid.

    —Oh, genial, así que Oráculo ¿te lo ha mostrado todo?—preguntó extendiendo sus manos en dirección de la mujer sin observarla.

    —Debía asegurarme que no hicieras ninguna idiotez, pero supongo que mis temores simplemente se cumplieron, lo hiciste y la volviste a cagar.—exclamó el hombre mientras cruzaba sus brazos y miraba al hombre con desaprobación.

    Hubo un minuto de silencio, sólo se escuchaba el leve tatareo de una canción que salía de la boca de la mujer mientras se arreglaba tranquilamente. Unos segundos más, y Arvid comenzó con una pregunta:

    —¿Quién era la mujer?—preguntó con un tono derrotado mientras bajaba el rostro y cerraba los ojos esperando la respuesta.

    —Nuestros informantes al otro lado de Londres, nos informan que es la hija adoptiva de Jacques de la Court, el líder de Le Unité de la Rose Noire, su nombre es Jane…—respondió siendo interrumpido por el hombre.

    —¿Sabían que iba a recoger a mi víctima?—volvió a preguntar con el mismo aire sin mover ningún músculo.

    —Teníamos detalles, no muchos, pero sabíamos que alguien importante lo recogería, quizás menospreciamos esa información…—se detuvo suspiró y luego continuo.—Su nombre es Jane, no tenemos información de su pasado sólo sabemos que es la estafadora en jefe de Jacques, no teníamos idea de su habilidad y mucho menos de su habilidad con el combate.—

    —¡¿Y cómo te atreviste a enviarme a un encargo sin yo poder saber todos los malditos detalles?!—preguntó el hombre claramente enojado, abriendo los ojos y acomodándose para mirar al hombre mayor que simplemente lo ignoraba.

    —No me vengas a reclamar, ya llevas tres encargos fallados, si fuera por mí te irías al mismísimo carajo, pero una promesa es una promesa.—respondió completamente serio observando al joven que simplemente se volvió a sentar inconforme.

    —¿Y qué con el hombre? ¿Quién es? ¿Porqué debía asesinarlo?—preguntó el joven mientras suspiraba lentamente múltiples veces, demostrando frustración y quizás vergüenza, pero se mantuvo para escuchar la contestación.

    Hubo otro minuto de silencio, el hombre mayo se limitó a pensar, y en su rostro se notaba el proceso de información viajando a través de sus neuronas, la mujer igualmente había detenido de maquillarse y se había girado en la silla con un leve rostro de preocupación. La mujer comenzó a hablar:

    —El nombre del hombre no es importante, sólo debes saber que su apellido es Kelly…—se detuvo un momento antes de proseguir.—Es un arqueólogo, toda su vida ha viajado por diferentes partes del mundo estudiando las civilizaciones y objetos antiguos, tenemos información de una fuente ya muerta que éste hombre tiene información para conseguir algo que nuestras facciones han buscado…—fue interrumpido por Arvid que simplemente se había quedado perplejo por la información.

    —¿Información para qué?—

    —Información para el arma más peligrosa de todo el Imperio Británico.—respondió el hombre sin mover sus facciones.—La arma suprema para controlar y derrotar todos los otros grupos criminales y reformar ésta sociedad, aquel que tenga la información es nuestro peor enemigo, ni nosotros podíamos obtenerla Arvid.—

    —¿Pero porqué asesinarlo? ¿Porqué no secuestrarlo y le sacamos la información?—preguntó el joven observando a las dos personas en la habitación casi de forma perpleja y confusa.

    —Porqué no somos herederos de ese poder.—respondió el hombre en un suspiro mientras se levantaba.—No soy demasiado codicioso, pero los líderes de las otras facciones sí, tampoco puedo permitir que intenten derrocar lo que he construido y lo que muchos hombres como tú padre defendieron.—caminó hacia la puerta de la habitación para marcharse.—Te doy otra oportunidad, Arvid, un último chance de acabar con éste hombre, Oráculo te dará los detalles.—después de eso abrió la puerta y se alejó.

    Todo se quedó en silencio mientras Arvid dejaba que toda la información pasara en su cabeza, sus facciones cambiaron a un semblante bastante serio. La mujer se levantó y se sentó en la silla que antes había ocupado el hombre, sacó un papel de una de sus botas y se lo pasó:

    —Esa es tú segunda oportunidad, Arvid, estarás en territorio de la Rose Noire, así que no habrá apoyo de ningún tipo, estás sólo en esto y en territorio, no quiero repetirte lo que eso significa…—fue interrumpida por el hombre.

    —No habrá rescate, lo sé.—respondió, miró el papel se acordó de la dirección y de los detalles, intentó esconder su nerviosismo.—¿Qué facciones saben del hombre?—preguntó esperando una respuesta.

    —Todas, Arvid, cada una de ellas están detrás de éste hombre y su información valiosa.—

    El hombre se levantó, se acercó al armario, lo abrió sacó un sombrero de copa color gris y lo colocó encima de su cabeza, luego sacó un bastón, pero cuando extendió el mango mostró a una espada reluciente de color azul grisácea que volvió a enfundar y la colocó en su cintura. Cerró la puerta del armario, miró a la mujer y exclamó:

    —Nos vemos en unas horas.—respondió haciendo una reverencia burlona con su sombrero luego se encaminó hacia la puerta, la abrió y se marchó.

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    Mientras en el otro lado de Londres, un hombre de edad mediana con cabello y barba blanca de forma prematura, facciones duras, pero a la vez con ojos compresivos de color chocolate se encontraba esperando afuera de un enorme edificio que se encontraba a sus espaldas. Un carruaje se detuvo frente a él, se acercó y abrió la puerta.

    Una joven de cabellos dorados y espada en su cinto se bajó primero con una leve sonrisa en su rostro. Sus ojos de color amarillento parecidos a los de un felino se dirigieron hacia el hombre que lo esperaba. Otro hombre a su espalda descendía con una sonrisa y con un bastón en su mano derecha.

    —Veo que ha tenido un buen viaje, señor Kelly.—respondió mientras le extendía la mano para un apretón de manos.

    El hombre extendió igualmente la mano con una sonrisa en su rostro llena de satisfacción.—Sí, señor Jacques, su protegida ha sido una maravillosa compañía.—

    La mujer puso los ojos en blanco y bufó levemente para sí misma mientras cerraba la puerta del carruaje y el cochero en seguida se alejó por una de las calles laterales.

    —No lo dudo…—contestó el hombre simulando una sonrisa agradable.—¿Todo ha ido según lo planeado, Jane?—preguntó “Jacques” observando a la mujer.

    La mujer sonrió recordando levemente la paliza que le había propinado al asesino de la Hermandad de Sangre y Acero.—Nada interesante, maestro, digamos que fue una noche tranquila.—dijo extendiendo su mano para observar con indiferencia su guante color rojo.

    —¿Y la cazadora?—

    —Está en camino.—

    —Excelente…—el hombre se adentró hacia el edifico seguido de los dos personajes que acababan de llegar. En su rostro no había sonrisa, sino preocupación.
     
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    EN Auditore La Hermandad de Asesinos

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    Eximius humano: excalibur
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    2847
    Capítulo 3

    Oficialmente ya era más de medianoche, los policías realizaban sus rondas habituales y los vagabundos se iban a descansar debajo de algún puente. Ya no había casi personas y el asesino ya se encontraba en marcha. Correteo otros tejados y cayó al suelo con un sonido sordo, nadie se encontraba. Los faroles alimentados por vapor se encontraban encendidos y las casas con las luces apagadas. Arregló su sombrero de copa y se acercó a una esquina.

    La dirección que había recibido lo dirigía hacia el edificio que tenía al doblar la esquina. Se asomó y observó la calle desierta y como el edificio era más alto que la mayoría de las casas a su alrededor.

    —¿Una biblioteca?—se preguntó confundido mientras se volvía a esconder detrás del muro.

    Pensó unos segundos, sacó el papel y lo volvió a releer confundido, pero la dirección era correcta, el mentor nunca se equivocaba. Escaló nuevamente y llegó al tejado, se asomó por un lateral y encendió su habilidad, rápidamente detectó siete guardias en la entrada principal a la cual se llegaba dando toda vuelta. Miró hacia la parte trasera y vio otra entrada con cuatro guardias. Todos armados con revólveres de diez balas que no le darían oportunidad para pelear. Se sentó en el tejado con aire de frustración, pero luego observó otra entrada, cerca de él que había pasado por alto, una puerta pequeña y custodiaba por dos guardias con revólveres sencillos de seis balas. Sonrió antes de dejarse caer al suelo nuevamente detrás de un callejón.

    Salió del callejón, se encaminó rápidamente hacia un lateral del edificio y comenzó a trotar casi silenciosamente al lado de éste. La puerta estaba detrás de un pequeño túnel, quizás fuese de servicio, así que custodiarla no era necesidad. Se acercó en uno de los laterales de la pared y miró hacia el pequeño túnel, ambos hombres estaban tranquilos inclusive se podría decir que somnolientos. Arvid respiró y soltó el aire, salió de detrás del túnel. Los dos hombres reaccionaron lo iban a detener, pero Arvid fue más rápido desenfundó dos cuchillos que estaban guardados en el interior de su abrigo y se los lanzó hacia el pecho, el filo los atravesó y cayeron de lado sin saber que había pasado.

    El hombre sonrió y se volvió a acomodar el sombrero, sacó ambos cuchillos de los cuerpos y los guardo en el mismo lugar de antes. Puso la mano en el picaporte y la puerta con un leve sonido simplemente se abrió.


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    En el interior del lugar, casi en completa oscuridad, una leve luz del fuego iluminaba una mesa con seis sillas, el olor de la chimenea emanaba el lugar y dos hombres ocupaban las sillas. Se encontraban demasiado ocupados charlando como para fijarse en lo que sucedía. Mientras, una mujer en el segundo piso observaba la situación algo asqueada, era la misma chica de cabellos dorados que le había dado la paliza al hombre y ahora custodiaba el lugar desde su posición.

    Igualmente, tenía un pequeño refuerzo, una cazadora, probablemente extranjera, tenía un chistoso acento que no podía descifrar. Su cabello de un color púrpura bastante extravagante, una piel oscura que simplemente reforzaba la idea de que no era de esos territorios y un arco y con múltiples flechas colgaban de su espalda. Se encontraba detrás de otro cubículo observando con sus ojos violetas la situación de abajo.

    —Bienvenido a Londres, señor Kelly, espero que su viaje desde el Mediterráneo haya resultado placentero.—exclamó el hombre de la barba blanca mientras se la tocaba ligeramente mirando hacia el hombre delante de él.

    —Gracias, Jacques, debo decirle que no entiendo porqué la gente alaba esas aguas tan calurosas, prefiero más heladas, pero he de admitir que el viaje fue más tranquilo de lo esperado.—respondió con una risa sincera debajo de sus anteojos, se quitó el sombrero mostrando su cabellera color castaño oscuro.

    —Bueno, es cierto, he de admitir que son aguas que no he frecuentado así que mi conocimiento sobre ellas es limitado.—se detuvo un momento antes de proseguir.—Tengo entendido que usted tiene en su posesión un mapa muy preciado por estas y por las cuáles un hombre asesinaría.—

    El hombre de los anteojos sonrió, casi en forma de burla mientras se reacomodaba en la silla.—Sí, señor Jacques, tengo en mi poder una información que casi merecería la pena morir para destruirla.—

    —Por suerte, tenemos un trato, ¿no?—preguntó el hombre ahora con un semblante serio y acercándose intrigado juntando ambas manos sobre la mesa.

    —Claro que sí, Jacques, un hombre siempre cumple sus promesas y he de admitir que su patrocinio me ha ayudado notablemente en descubrir más piezas interesantes, una menos no significaría nada.—moviendo su mano como en señal de menosprecio antes de continuar…—Pero todo tiene un precio y éste artilugio no es muy barato.

    El hombre de cabello blanco se quedó sin parpadear inclusive se podría decir sin respirar durante varios segundos.

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    El asesino se encontraba acercándose, dentro del lugar no había más nadie que perteneciese al grupo además de los guardias que custodiaban las puertas. A veces se preguntaba como un grupo criminal podía meterse y hacer tratos con oficiales, pero alejó esos pensamientos y se enfocó. Se movió por las hileras de libros como una sombra furtiva. Rápido y contundente, intentando hacer el menor de los ruidos, ascendió por una escalera se asomó y activó su habilidad.

    Sus pupilas volvieron a ponerse negras como si no hubiera ninguna luz detrás de ellas. Observó el lugar detenidamente, sólo encontró cuatro figuras en todo el complejo, a su altura habían dos… una de ellas extraña, nunca antes vista y no llevaba ningún símbolo, quizás sólo fuese un erudito. Su objetivo se encontraba frente al líder de la Rose Noire y bufó levemente, sin casi ruido.

    Se movilizó a través de los cubículos zigzagueando para evitarlo mostrarse predecible, sacó su cuchillo y se acercó a la primera figura que se iluminaba en rojo que se encontraba frente a él. Quitó su habilidad y observó al personaje que se encontraba frente al barandal.

    Se impresionó al volver encontrarse en la misma noche con la mujer que lo había golpeado, sonrió para sí mismo, se acercó en una posición de acecho, la mujer se encontraba absuelta en sus pensamientos en la conversación, sus manos fuera de sus armas. Se acercó, le tapó con su mano izquierda la boca a la mujer y la acercó a sí, con la otra mano colocó su cuchillo en la cintura a punto de entrar. Pasaron unos segundos y el hombre comenzó a hablar:

    —Espero que se acuerde de mí, señorita.—le susurró al oído mientras mantenía el agarre de su boca.

    La mujer lanzó un pequeño alarido de incredulidad mientras intentaba con sus ojos localizar al agresor. El hombre alejó ligeramente la mano de la boca de la mujer mientras pasaba su mano alrededor del cuello manteniéndola retenida.

    —Vaya, jamás había conocido a un “hermano” suficientemente estúpido como para volver a tomar otra paliza.—respondió la mujer con el mismo susurro mientras soltaba un bufido.

    El hombre río por lo bajo, disfrutaba un poco de una víctima tan… ¿agresiva? Quizás esa fuese la palabra, volvió a su oído para contestarle.

    —Daremos un pequeño paseo, ¿sí?—el hombre se giró aún con el agarre, pero cuando miró al frente observó a aquel personaje que no pudo identificar y se dio cuenta…era otra chica.

    La mujer mantenía un arma frente a ella, a través del pasillo. ¿Cómo no pudo observar el arma? Quizás simplemente ignoró ese detalle por la falta de logos que la identificasen. La otra mujer se acercaba, sonriente con su arma en alto y comentó casi gritando.

    —Esa no son formas de tratar a una dama, caballero aléjese de ella.—

    El hombre chasqueó su lengua y pudo sentir la sonrisa de la mujer apresada, ella sabía que él se encontraba en problema y lo disfrutaba. Arvid, observó frustrado la situación y una idea salió de su cabeza. Guardo el cuchillo lentamente y sacó algo de un pequeño bolso sujeto a la parte trasera de su cintura, no la observó y ahora era él quién sonreía.

    —Disculpen ambas, pero no lo puedo hacer.—lanzó algo al suelo y estalló en una luz casi cegadora mientras una cantidad excesiva de humo salía y cubría toda aquella zona.

    El hombre empujó la mujer hacia el suelo, se acercó a la barandilla, colocó un pie se impulsó y cayó en la mesa del primer piso. Observó las sillas a su alrededor, pero los hombres ya se encontraban varios metros, con su mano libre se encontraba a punto de un cuchillo de su cintura, pero un dolor recorrió toda su pierna.

    Observó su pierna instintivamente y observó como una flecha lo atravesaba, miró hacia arriba y se encontró con la cazadora a punto de dispararle otra. Se lanzó al suelo rápidamente, mientras la flecha salía de la cuerda y se estrellaba en contra de la madera de una de las sillas. El hombre lanzó un grito ahogado mientras se quitaba la espada, observó la dirección hacia la cual los hombres estaban escapando hace unos segundos, pero ya no se encontraban. Tenía una buena posición de cobertura.

    Rodó por el suelo y se encontró detrás de una estantería llena de libros, suspiró la flecha continuaba clavada en su extremidad. Desenfundó la espada del bastón, tomó aire y cortó uno de los extremos mientras lágrimas de dolor se le escapaban. Cortó el otro y respiró con un poco de tranquilidad, pero aún estaba en peligro.

    Se quedó mirando hacia el techo, hasta que escuchó el sonido inconfundible de pisadas, por su lado izquierdo alguien se acercaba y apenas tuvo tiempo de accionar su segunda habilidad. Observó como una espada se acercaba lentamente hacia él.

    Era la chica de cabellos dorados que lo atacaba desde el lateral, él rodó aún estando sentado y la hoja rebasó a poca distancia de su rostro. Se levantó rápidamente y enfrentó a la figura femenina frente a él, colocó su espada en posición de defensiva, pero su pierna cojeaba y sangraba.

    —Te mencioné que te daría otra paliza, pero no estoy segura que de ésta te puedas recuperar.—mencionó la mujer mientras se acercaba con estocadas agresivas hacia el hombre.

    Arvid bloqueó los ataques lo mejor que pudo, pero esos ataques lo hacían retroceder irremediablemente hacia dónde no había cobertura. Aún con esos ataques tan agresivos, la mujer sabía mantenerse con gracias y movimientos bastante articulados y fluidos.

    Luego de varios segundos ambos se encontraban combatiendo ahora desde la posición de tipo de la cazadora y el hombre no podía hacer demasiado. Intentó contraatacar, pero le fue imposible, su pierna para impulsarse había sido lastimada.

    El hombre por un momento sintió como si tuviera la oportunidad de contrarrestar los cortes de la mujer, pero cuando se disponía a hacerlo, una flecha surcó el aire a una gran velocidad, chocó contra el filo de la espada y la mandó a volar lejos. Instantáneamente giró su rostro para observar a la mujer que se encontraba en el segundo piso con una sonrisa, pero cuando volteó la mirada para concentrar en la chica de ojos gatunos un dolor volvió a inundarle la pierna.

    La mujer le había dado una patada y lo había hecho caer de espaldas, un poco aturdido y confundido. El hombre reaccionó nuevamente cuando la hoja se acercaba hacia su rostro, se movió un poco y evitó el filo, pero la mujer se encontraba obstinada y lo intentó nuevamente.

    —No…—susurró el hombre y volvió a accionar la habilidad, nuevamente comenzó a observar todo en cámara como la hoja volvía a acercarse peligrosamente hacia su rostro.

    Sacó uno de los cuchillos de su abrigo y antes de que la espada de la mujer bajara completamente el hombre había hecho chocar ambos metales y había redirigido la trayectoria de la espada hacia la derecha evitando el golpe. La mujer no supo como lo había hecho y mostró un rostro impresionado, quizás de incredulidad.

    Pero antes de que pudiera reaccionar, el hombre le había dado una patada en la rodilla y la hizo caer al suelo. Arvid desde su posición se colocó encima de ella, con una mano sujetaba la mano que sostenía la espada y con la otra colocaba el cuchillo en su cuello.

    Estando en una posición comprometedora ambos jadearon levemente demostrando cansancio por el combate, el cuchillo del hombre se introdujo milagrosamente debajo de las primeras capaz de piel haciendo un pequeño corte y unas leves gotas de sangre salían de su cuello para caer en el suelo. Arvid fue el primero en comenzar a hablar:

    —Yo que usted, soltaría la espada señorita, usted no es mi objetivo y no tengo intenciones de asesinarla.—dijo con un tono sincero mientras alejaba ligeramente la hoja de su cuello para recolocarla un poco más abajo sin demasiada presión.

    La mujer intentó luchar un par de veces, pero el peso del hombre la mantenía allí tirada sin poder moverse y la mesa los cubría a ambos de las flechas de la cazadora, así que estaba en una notable desventaja. La mujer se encontraba en algún estado de shock por la impresión de haber sido cortada y como la sangre salía de esa herida, jamás le había pasado y por un segundo le aterró. Soltó la espada más por instinto que por lo que dijo el hombre, mientras no entendía la sensación que se liberaba dentro de ella, era una mezcla de frustración e impotencia antes la situación.

    —Es la mejor decisión, señorita “Jane”.—respondió con un susurro mientras le olía sutilmente el cabello a la mujer, guardó su cuchillo y sacó otro objeto de la pequeña bolsa detrás de su cintura.

    —¿C-Como sabes mi nombre?—preguntó la mujer en un mascullo casi inaudible, cerrando su puño e intentando respirar tranquilamente.

    —Tengo recursos, “Jane”, cosas que no estás apta para entender.—contestó con una sonrisa un tanto confusa ya que se mantenía en medio de la burla y la sinceridad.

    —Pero…—intento mascullar, pero fue detenida.

    El hombre le colocó el índice en sus labios y le volvía a susurrar esta vez de una forma completamente burlona.—No lo intentes, mejor calla, “por qué lo mío no es nada comparado con lo que hará tú jefe.”— le respondió en un tono burlón.

    Lanzó la bomba de humo al suelo y rápidamente el brillo cegador se hizo aparecer seguido de toda la cortina de humo, el hombre se alejó velozmente, la cazadora no tenía visión de disparo así que no pudo hacer nada. El hombre corrió, pero cojeaba y sangraba de una pierna, abrió uno de las puertas principales, pero tan pronto como salió sintió como algo lo golpeaba y caía al suelo confuso.

    —¡Hombres, mantened posiciones!—gritó el capitán de la guardia mientras los seis hombre rodeaban al hombre con sus pistolas de diez rondas apuntándole.

    Arvid se quedó en el suelo observando como un carruaje se alejaba, indudablemente eran Jacques y el señor Kelly y su cara se volvió frustración. El capitán tomó sus dos manos y las puso en sus espaldas, les colocó unas frías esposas y lo levantó violentamente del suelo.

    Dentro de la biblioteca la mujer era ayudada por los otros oficiales de la otra entrada y por la cazadora. La levantaron y la vendaron, lo único que hizo la mujer fue dirigirse hacia la mujer:

    —Gracias Helen, tus servicios han sido excepcionales…—le susurró a la cazadora y salió rápidamente junto con los oficiales hacia la puerta por la cual el hombre había escapado.

    Observó con una sonrisa triunfante como era metido en un carruaje, el hombre simplemente no se negaba, ni tan siquiera miró detrás de él lo que sucedía. La mujer se colocó su mano sobre las vendas y las heridas, confundida por un momento… sobre lo que había pasado.

    La cazadora se le acercó con algo metálico entre los dedos.—Esta es su espada, Jane.—le dijo a la mujer mientras le entregaba el arma que se la había caído al asesino.

    Jane tomó el arma y la observó, paso su dedo por el filo ligeramente sin cortarse, sonrió aún más, como si fuesen una de sus mejores victorias, la tomó y la sujetó entre su cintura y le exclamó a la mujer.—Me la quedaré, será un recordatorio de la estupidez de la Hermandad de Sangre y Acero y sobretodo de ese asesino, yo misma me encargaré que se pudra en la cárcel.—

    Con esas palabras la mujer se alejó, adentrándose en la biblioteca mientras mantenía esa sonrisa imborrable de su rostro, pero una confusión en su mente. Ella conocía de antemano al fiscal del distrito de Londres y no le molestaría meter a otro idiota dentro del calabozo…
     
    Última edición: 6 Agosto 2015
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    1880
    Capítulo 4

    Tres días después

    El hombre que había sido capturado por los policías se encontraba sentado en una silla, esposado de manos y pies a una mesa observando a una figura en el estrado con una peluca ridícula y una cara arrugada, más abajo había otras mesas llena de funcionarios con pelucas más viejas y más ridículas que lo miraban con desaprobación.

    En la segunda planta había una cantidad considerable de personas, por un lado estaban los “testigos’, en el otro. Se encontraba en un tribunal, el juez en ese momento era Thomas Manchester, uno de los jueces más corruptos de todo Londres, también era conocido por hacer trato con las distintas facciones para que los acusados de uno fueran puertos en libertad o los de otros fuesen sentenciados a la horca:

    —Levanten al acusado…—dictó el juez mientras con una mano lo señalaba de forma de menosprecio mientras apuntaba algún dato en uno de los papeles.

    Dos oficiales se acercaron, le quitaron las esposas de los pies ayudaron al imputado a levantarse, el cual se limitó a ponerse de pie de la forma más erguida posible, una pierna le estaba fallando aún cuando los doctores le habían extirpado la flecha y lo hayan suturado.

    Todos los presentes se levantaron esperando con ansias cual sería la determinación que daría el juez presente. Thomas Manchester, se levantó con un poco de dificultad, se sostuvo sobre su estrado que se alzaba varias cabezas sobre los que estaban en el suelo, miró hacia la multitud un momento y sonrió ligeramente, se arregló la peluca antes de comenzar.

    El hombre acusado, sintió el sonido de todos levantándose, miró a su alrededor, la mayoría eran rostros desconocidos, excepto uno… y una leve llama de odio nació dentro de él. Allí se encontraba la mujer de cabellos dorados, se encontraba junto a un hombre mayor que no reconocía, ella apoyada en su brazo como si realmente fuese su acompañante… pero no. El brillo inconfundible de una daga se notaba que se encontraba apoyada en la cintura del hombre mayor sin poder oponerse.

    La mujer se percató que el imputado la observaba desde su pequeña mesa de acusado. Agitó levemente su cabello y luego le guiñó un ojo de forma ¿Burlona? ¿Juguetona? No sabía, lo único realmente apreciable era la burla en todo su rostro y la molestia que salía del hombre. Giró su rostro y mantuvo la atención en el juez antes de habar.

    —Arvid Bennet, usted ha sido encontrado culpable de todos los cargos imputado en esta corte entre los cuales se encuentran: Intento de asesinato agravado en contra del Señor Kelly y el Señor Jacques de la Court. Asesinato de dos oficiales de la armada del Imperio Británico, además de tentativa de asesinato hacia una pobre chica que ha deseado permanecer anónima…—se detuvo un momento, ambos sabían que lo último se refería a la mujer de cabellos dorados que se mostraba sonriente desde su lugar en lo alto.—Todos los testigos lo han encontrado culpable y como usted ha denegado la solicitud de la corte de recibir una defensa legal y de mostrar pruebas para su inocencia, su sentencia debería ser la muerte…pero…—se volvió a detener tragó saliva y continuo.—Las víctimas han decidido que ellos no aceptaran la muerte de usted, joven Arvid, y yo no soy quién para denegar el perdón de tales criaturas inocentes hacia un monstruo como usted, así que con el poder concedido por Dios y la reina; Usted pasará lo que resta de toda su miserable vida llena de crímenes en el agujero.—

    Los presentes vitorearon un momento, mientras el juez los mandaba a callar para continuar.—Guardias, ya pueden regresar a éste ingrato al agujero del cual ha salido.—respondió quitándose la peluca y bajando del estrado.

    El hombre fue empujado, hacia la salida, los guardias lo metieron en un carruaje y lo llevaron hasta la cárcel. Hicieron que descendiera del carruaje, lo metieron a la fuerza dentro del edificio, comenzaron a pasar múltiples celdas, estás se encontraban iluminadas por la luz del sol, bajaron un par de escaleras mientras los reos le daban la “bienvenida” al sujeto. Descendieron dos veces más y llegaron a un túnel bajo tierra, iluminado tristemente por las lámparas de gas, sólo la mitad de las celdas a ambos lados estaban ocupadas y la mayoría de los reos estaban moribundos. Abrieron la “jaula” más alejada, le quitaron las esposas y lo metieron dentro de un empujón.

    Un lugar más pequeño de lo esperado, sólo había lugar para la cama y un pequeño agujero en el suelo que hacía de retrete y que parecía inutilizado por mucho tiempo. El hombre se sentó en la cama y se frotó el cabello, no había pronunciado ninguna palabra prácticamente en esos días, un leve estado de shock y de irrealismo habían pasado por su cabeza sin poder creer lo que sucedía.

    Su ropaje sólo eran harapos color grises que le quedaban extremadamente grandes, sus zapatos le apretaban y la cama eran tan dura como la piedra del suelo, la luz de afuera era inexistente, sólo una leve grieta reflejaba opacamente la luz de afuera y el sonido del exterior no existía.

    Pasaron varias horas, el hombre se encontraba sentado mirando hacia el infinito un poco perdido, pero comenzaron a sonar por el túnel el inconfundible sonido de pasos que hacía eco en todo el lugar. Arvid, salió de sus pensamientos al sentir como se acercaban, los pasos estaban a dos celdas y se acercaban, se levantó confundido y observó las figuras que se encontraban al otro lado de la reja.

    Era un guardia que portaba un intento de vela y unas llaves en su mano y al lado de éste la mujer de la Rose Noire, la culpable de mi encierro en ese lugar. La mujer le susurró algo al guardia quién inmediatamente guardó las llaves y le entregó la vela, mientras se alejaba en la oscuridad y entre los murmullos de locura de los reos.

    —Sabe, es una extrañeza que haya decidido venir a ver, ¿me debo sentir halagado, señorita?—preguntó el hombre levantándose y apoyando sus manos y rostro a los barrotes mientras intentaba lanzar una sonrisa de burla.

    —He venido a ver qué tan deplorable se volverá su vida luego de estar encerrado aquí.—contestó acercándose con una sonrisa llena de superioridad.

    El hombre extendió su mano, tomó el collar que diferenciaba a la facción de ella de las demás, era una rosa negra perfecta, jaló suavemente el collar y la mujer se acercó a los barrotes. Se quedó unos segundos observando el collar, la mujer estaba confundida estaba a punto de contestar, pero el hombre pasó el índice en dónde se encontraba la herida que ya estaba bastante cicatrizada, sonrió para él mismo mientras sentía ese pequeño pedazo de imperfección en la piel de la mujer, luego tocó ligeramente otra área y pudo sentir la diferencia. Soltó el collar y se sentó en la cama apoyado en la pared.

    —He de admitir que le luce bien.—contestó el hombre refiriéndose a la cicatriz.

    La mujer hizo una mueca de disgusto mientras le contestaba con un aire de prepotencia.—A usted le luce perfectamente vivir entre sombras pudriéndose con sus heces fecales.—y tocó levemente su cicatriz, demostrando un pequeño aire de frustración en su rostro, sintiendo el recuerdo de una leve derrota.

    —¿Eso fue un intento de dañar mi ego, “señorita Jane”?—cerrando sus ojos y fingiendo un dolor en su pecho.

    La mujer traspasó ligeramente los barrotes, estaba dentro de la jaula y con elegancia se acercó al joven para luego pasarle el índice suavemente por la mejilla en señal de burla.—Si se hubiera mantenido lejos, luego de haberle dado la paliza en los muelles, no estuviera aquí encerrado y destinado a morir en el olvido.—mencionó casi en un susurro.

    —A veces los sacrificios son necesarios, señorita, pero… ¿Porqué hablo de sacrificios? ¿Si usted nunca ha pasado por uno?—preguntó el hombre con un tono irritado mientras con su mano derecha alejaba el dedo de la mujer ignorándola.—Si no tiene nada más que decir, os pido que os marche de una vez.—

    La mujer se alejó y traspasó los barrotes, ignorando su último comentario, haciendo una mueca para restarle la mayor importancia posible, tomó la vela del suelo y le dedicó una última sonrisa llena de burla.—No se preocupe, “Arvid”, ya no volveré, yo seré su último recuerdo de libertad.—

    Y con esa última respuesta la mujer se alejó con un paso casi juguetón, sumiendo de nuevo casi todo el lugar en oscuridad. El chico dentro de la celda bufó y se acostó, observando la leve grita intentando pensar.

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    Varias horas después del encierro del chico, las calles de Londres sobre todo en el sector controlado por L’Unité de la Rose Noire se encontraba en una atmósfera de confusión, los miembros habían encontrado misteriosamente el cuerpo del Señor Kelly en un callejón. Había sido atacado probablemente por un solo hombre y le había realizado un disparo en cien.

    El rostro de terror en los ojos del hombre demostraba que había sido tomado por sorpresas. Su cuerpo estaba a dos cuadras de la casa segura, probablemente para terminar los negocios con Jacques de la Molay. El líder se encontraba observando el cuerpo, sus habilidades de sanación eran inútiles en éste momento.

    —¿Quién lo encontró?—interrogó observando al menos a media docena de hombre que eran parte de sus filas.

    Un hombre que parecía el líder, tenía la rosa negra tatuada en su cuello, además de una mirada penetrante, se acercó al líder sin miedo en sus facciones mientras sus compañeros no sabían cómo responder.—Señor, lo encontramos allí tirado cuando regresábamos de una taberna y enviamos a uno de nosotros para que le notificara.—

    —¿Había algo fuera de lo normal en el cuerpo?—preguntó el hombre observando el cuerpo detenidamente.

    —Sus bolsillos están vacíos, señor, pero nuestro visionario nos dice que estaba cargando algo con gran apuro y que ya no está.—respondió el hombre demostrando en sus facciones un aire de impotencia mientras cruzaba los brazos en señal de espera.

    —Infórmenle a todos los mensajeros de todas las facciones que alguien asesinó al Señor Kelly, y diles que esto no quedará impune, esa información que estaba consigo es lo suficientemente importante como para hacer estallar todo Londres...—

    Los hombres al escuchar las palabras comenzaron a correr en distintas direcciones y se separaron, no asustados esta vez sino concentrado en acatar la orden. Mientras, el hombre de barba blanca, se acercó al cuerpo y lo observó, luego se dio la vuelta y se marchó: Ya no era funcional.

    Las horas pasaron y los hombres volvieron, todos los grupos estaban aterrados con la información, todos sus planes con él se habían perdido. Nadie tenía idea de quién fue el culpable. Desde ese momento comenzaron los señalamientos, hubo un par de ataques entre pequeño grupos y las Alianzas se rompieron, mientras otras se realizaban debajo de la mesa. Una nueva era de traiciones y alianzas se avecinaba…
     
    Última edición: 20 Agosto 2015
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    2755
    Capítulo 5
    Tres meses después

    Está a punto de amanecer, un hombre se encuentra en su solitaria celda, con los ojos abiertos, fijos en la grieta que ilumina un poco la pared, el cabello largo llegándole casi al cuello, el bigote y la barba desarreglada y un olor corporal desagradable. No estaba tan delgado como debía esperarse de él como reo, sabía que si no se alimentaba y aprovechaba las oportunidades moriría.

    Pero sus pensamientos de libertad y satisfacción poco a poco desaparecían de su mente. Ya no recordaba del todo el sol, sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad y temía no poder mirar al astro de luz. Sus habilidades no se habían oxidado demasiado, su vista de águila le había funcionado para observar a los otros reos y los guardias, además de las acciones que se realizaban en la superficie. Un par de minutos al día realizando ejercicios habían evitado que perdiese demasiado la forma, aún así se encontraba agotado, más adentro que afuera.

    Pasaron varios minutos de meditación cuando el inconfundible sonido de pasos se hizo llegar. Un murmullo de dos hombres inundaba todo el lugar, los otros reos estaban dormidos así que no les molestaba. El andar era errático y ajetreado, el hombre se giró y se preocupó por un momento: “Los guardias no vienen tan temprano.” Pensó mientras activaba su habilidad. Sus temores aumentaron cuando observó a dos hombres, iban vestidos de oficiales, pero en su cintura llevaban revólveres de diez balas y en su cabeza el Gorro Frigio, símbolo de libertad y… del grupo: L’ Fraternité de la Liberté.

    Se reacomodó en la cama para ponerse en contra de la pared y con ambas manos sujetó el pedazo de tela que hacía de “sábana”. Los hombres se acercaron y se detuvieron frente a su celda.

    —¿Éste es el tipo que nos mandó el jefe?—preguntó uno de ellos un tanto asustado.

    —Bueno, es el más lejano tal como dijo el informante.—respondió mientras con una lámpara en su mano derecha iluminaba dentro de la celda.—Aún duerme.—

    —Pues hagámoslo rápido.—dijo mientras sujetaba la lámpara.

    El que había soltado la lámpara se había alejado un poco, frotaba sus manos y las soplaba continuamente, Arvid no se movía, se mantenía latente esperando el momento. Con la fricción de sus manos el extraño comenzó a crear una especie de energía entre sus dedos de color verdoso que en un instante lanzó hacia la cerradura de la puerta haciéndola romper y volar en múltiples pedazos.

    Un sonido bastante ensordecedor, pero nadie se había levantado.

    —Hostias, parece que aquí todos tienen el sueño pesado.—el hombre que había lanzado un proytectil de energía impura, abrió levemente la puerta y comenzó a entrar, sacó un cuchillo con puños americanos de su cintura, miró a su compañero encima del hombro y observó al hombre “dormido”.

    El corazón del sujeto estaba acelerado y su pulso tembloroso, se acercó lo suficiente a la cama, respiró profundamente, levantó el puñal y cuando iba descendiendo directo hacia el costado del reo su rostro palideció.

    Arvid, activó su segunda habilidad: Dilatación Temporal. Comenzó a observar a su alrededor todo en cámara lenta, se levantó lo más rápido que pudo, con la sábana rodeo las manos del sujeto evitando que tuviera control de sus manos, luego pasó el resto alrededor del cuello del hombre, dejándolo casi completamente incapacitado. Luego todo volvió a la normalidad, el cuchillo simplemente dio contra la cama atravesándola, sólo habían pasado tres segundos y el hombre se encontraba luchando por su vida, movía sus manos frenéticas intentando salir del agarre, pero el reo apretaba la sábana alrededor de su cuello cortándole el flujo de oxígeno.

    El otro hombre afuera de la jaula no podía creer lo que había sucedido. Dejó caer la lámpara de gas y ésta simplemente se rompió haciendo que el vidrio volara en miles de pedazos y el sonido de metal titilante levantara a los otros reos. Sacó su pistola y comenzó a disparar hacia el interior de la celda casi a ciegas.

    Observó como ambos cuerpos dejaban de moverse, sonrió para sí, mismo y se acercó lentamente hacia el interior. Intentó mirar con dificultad el cuerpo, se fue acercando con el arma en alto, pero antes de que pudiera reaccionar, dos detonaciones habían salido del arma de su compañero y ambas balas habían atravesado su pecho.

    Cayó arrodillado sin entender lo que había sucedido. Luego observó como el cuerpo de su amigo caía al suelo y el hombre que estaba preso salía con el revólver en su mano.—¿Te molesta si tomo esto?—preguntó irónico mientras le arrebataba el revólver de su mano moribunda.—No, no lo creo.—susurró y el hombre simplemente murió.

    Arvid se arregló y observó las manos del sujeto con la sábana alrededor de su cuello, una leve mancha entre sus dedos le reveló su habilidad.—Mierda, un catalizador.—se dijo mientras miraba al otro y suspiraba al notar nada raro en particular.

    Se levantó recargó el revólver, pero sintió las pisadas corriendo en el piso de arriba, salió de su celda a gran velocidad, miró a los demás reos, algunos más desquiciados que otros, pero todos igual de desalineados, tomó la pistola y disparó hacia las cerraduras mandándolas a volar, ocho reos salieron alegres y vitoreaban llenos de júbilo.

    —Seguidme, hombres, y saldremos de aquí.—respondió mientras cuatros oficiales ya descendían las escalera.

    Los reos se le echaron encima como un enjambre de avispas, los patearon, escupieron, golpearon y humillaron mientras los hombres intentaban huir, pero eran detenidos, esos reos eran bestias y más de uno usaron una de las paredes como armas. Arvid, no lo soportó y decidió poner orden en la Anarquía:

    —Escuchad malnacidos, nadie asesina a un oficial, si lo hacen prometo que una de esta balas atravesará vuestro rostros, ahora, preparemos el motín y liberemos esta maldita cárcel.—dijo casi en un grito mientras los reos lo secundaban en un rugido casi de júbilo.

    Ascendieron la escalera corriendo, ansiando la libertad, otros guardias intentaron domarles, pero ellos eran más y lograron doblegar las fuerzas. Tomaron las llaves de esos guardias y abrieron las otras celdas y los reos estaban igual de felices, sólo con el primer nivel de celdas ya eran cerca de dos docenas de reos que se movían hacia la libertad. Rompieron la cerradura de la puerta y se encaminaron al segundo piso, pero Arvid hizo una parada.

    Encontró la puerta que daba al almacén. La abrió fácilmente y se adentró, encendió las luces y se iluminaron, todas funcionaban con gas. Era una habitación bastante normal, pero llena de estante con cajas, la mayoría polvorientas y ubicadas por longevidad, así que la suya era una de las que tenía más polvo. Fue a la parte de atrás y buscó su letra. Estuvo largos minutos buscando, pasando por encima los dedos de las cajas hasta que observó la etiqueta: Bennet, A. sacó la caja y notó su tamaño.

    La puso en el suelo y la abrió, el polvo se había acumulado, sonrió con suficiencia para sí, saltó un par de veces en el mismo sitio, su pierna ya estaba completamente funcional y eso le agradaba. Se desvistió de los harapos sucios, los lanzó a otro lado no quería saber de ellos y se comenzó a vestir.

    En cuestión de minutos ya había terminado, su pistola estaba cargada y lista, sus cuchillos arrojadizos en su lugar dentro del abrigo, la bolsa de humo en su cintura y el cuchillo en su bota, pero le faltaba algo lo más importante.—¿Mi espada?—preguntó al aire mientras sacaba solamente la funda que simulaba ser un bastón y lanzó un bufido de enojo al aire.

    Los recuerdos le vinieron lentamente, la espada había volado de su mano y se había perdido en la biblioteca, en eso un sentimiento de culpa lo invadió.—Ella la tiene.—respondió pensando en la mujer de cabellos dorados y cerró su puño ligeramente antes de salir de esa habitación.

    Afuera de la habitación el murmullo de los reos era lejano, mientras los gritos de los guardias eran callados, nadie se había percatado de la ausencia del líder, así que fue en dirección contraria, hacia dónde había abierto las celdas. Caminó sobre los cuerpos de oficiales inconscientes y cuando uno intento levantarse le dio un golpe seco en la nunca y lo devolvió con Morfeo.

    Descendió unas series de escaleras, hasta el primer piso, era una salida alterna para los guardias y por allí mismo traían a los reos más peligrosos. Sonrió al observar la puerta abierta, se encerró y con un silbido pasó por la estancia vacía. Tardó varios minutos, pero salió, el sol de la mañana le dio en todo el rostro. Parpadeo múltiples veces, mientras sentía un leve ahogo en su pecho, era la libertad que pensó pérdida y simplemente no se pudo sentir más satisfecho. Intentó arreglarse el cabello ligeramente, pero simplemente le era imposible, era tan largo y disparejo que parecía un vagabundo, su barba no estaba mejor y tenía restos de comida, pero lo que no le ganaba era su olor, hacia días de su último baño y fue a cubetazos, se volvió a poner el sombrero de copa y esperó un poco.

    Movió sus manos frenéticas sobre los lados del sombrero mientras intentaba arreglar su cabello disparejo algo enojado y luego lo intentó sobre su barba, un hombre que iba al trabajo le paso por el lado.

    —Maldito loco.—le dijo mientras cruzaba la calle para alejarse de él, casi asustado.

    Arvid se sintió confundido, suspiró, pero luego se calmó cuando observó como varios carruajes con oficiales llenos llegaban a la puerta principal de la cárcel, todos con armas y apuntando mientras lo más valiente se aventuraban con armas aturdidoras y rifles de aire.

    Se alejó, cruzó la calle y se metió en un callejón. Comenzó a ascender hasta el tejado de uno de los edifico. Observó el cielo y luego se encaminó hacia la casa segura de la Hermandad de Sangre y Acero.

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    Tardó un par de horas en llegar, pero estaba frente al prostíbulo con una cara algo enojada, cuando se disponía a entrar, dos sujetos mal vestidos y salían, ambos riendo como si hubieran pasado una buena noche y se mencionaban que sus mujeres lo iban a matar.

    Bufó el hombre, al observar tal felicidad ingenua, se adentró, las luces estaban iluminadas y habían pocos clientes y pocas chicas para atenderlos, cruzó en medio de los presentes y subió las escaleras notablemente decidido. Ignoró la presencia de todos y se dirigió a la misma habitación que hacía ya tres meses había cerrado. La abrió de un portazo y entró.

    Dentro Oráculo estaba sentada en la cama con los ojos cerrados y el hombre: Joseph estaba apoyado contra una de las paredes, ambos se impresionaron y emocionaron cuando lo observaron entrar.

    —Y al fin que decides llegar, Arvid.—respondió el hombre con una sonrisa mientras se alejaba de la pared y lo miraba con ojos llenos de alegría.

    El joven apretó los puños e ignoró la alegría, cerró la puerta de un portazo y se mantuvo allí estático, se quitó el sombrero y lo sostuvo frente a él, antes de de comenzar a hablar.—¿Porqué no mandaron a nadie a que me fuera a buscar?—preguntó casi en un susurro mientras cerraba sus ojos esperando alguna respuesta.

    Hubo un momento de silencio y el líder comenzó a hablar.—Arvid, todos deben pagar sus pecados, tú ya cumpliste, tres errores, tres meses de tú vida encerrado en el agujero, es más que justo, ya Oráculo había visto esto hace unas semanas cuando íbamos a mandar una expedición para rescatarte, decidí esperar.—sus facciones cambiaron y se pusieron serias casi inamovibles.

    —¿Entonces me quitaste tres meses de mi vida sólo para darme una lección?—

    —Es lo que hubiera preferido tú padre, es mejor morir a fallar Arvid, y tú, te diste el lujo de hacerlo más de una vez, merecías un castigo y ya lo recibiste.—respondió acercándosele y poniéndole una mano en su hombro.—Tenemos mayores, problemas, no podemos darnos el lujo de perderte.—y se alejó para sentarse en una de las sillas cerca de la ventana.

    —¿Mayores problemas?—preguntó el joven lanzando su sombrero cerca de la mujer y sentándose en el banquillo cerca de los maquillajes.

    —Ya lo viste, L’Fraternité de la Liberté ha dejado de ser una facción neutral con nuestra causa, es una clara traición a nuestra alianza y sabemos por qué lo hicieron.—bajando el rostro levemente mientras pensaba.

    —¿Porqué lo hicieron?—preguntó el joven.

    —Porqué trataste de matar a la hija del líder.—mencionó Oráculo entrando a la conversación.—Parece que estuvo meses planeando como hacerlo, supo que eres bastante hábil y mandó a uno de sus mejores catalizadores para matarte, pero por supuesto como en mi visión lo lograste.—respondió con una sonrisa sincera mientras lo observaba.

    Arvid se encontró confuso, dentro del agujero no habló con ninguna mujer y mucho menos intentó asesinarla, se puso su mano sobre la barba desalineada intentando pensar con claridad de que se había olvidado.—Pero, yo no he intentado asesinar a nadie, estuve tres meses metido en el maldito agujero, es imposible.—se levantó exaltado esperando una explicación.

    —Eres un idiota, estoy hablando de “tú chica”, Jane.—el hombre soltó una carcajada mientras le respondía con sarcasmo, la mujer tampoco lo pudo evitar, lanzó una leve carcajada mientras el hombre intentaba proseguir, pero fue interrumpido por el joven.

    —¿”Mi chica”? ¿Es lo mejor que se te ocurre? ¿Emparejarme con un ser tan…ella?—preguntó mientras soltaba un leve bufido y miraba hacia otro lado con un leve sentimiento de rabia.

    —Arvid, no lo podes negar, es atractiva, sabe manejar una espada y te ha pateado el trasero dos veces, además es “superior” a ti…—se detuvo antes de proseguir.—Además, inevitablemente eres masoquista, como tú padre…—intentó proseguir, pero fue interrumpido.

    El joven se encontró exasperado, así que alzó su voz para interrumpir a su líder, y decidió cambiar el tema.—¿No que ella era hija de Jacques?—preguntó esperando una respuesta y que su táctica hubiera funcionado.

    —¿No puedes ser más idiota?—dijo con sarcasmo el líder antes de continuar.—Dije que era su hija adoptiva y que no sabía mucho de su pasado, por lo tanto no sabíamos que su padre era un líder y muchos menos si su madre vive o está muerta.—

    —¿Por qué decidió cambiar? ¿Porqué ella es parte de Rose Noire?—volviendo a interrumpir.

    —Sabes, tengo esas mismas preguntas, cuando la veas la saludad y le preguntas, ¿vale?—el hombre se levantó luego de pronunciar esas palabras con exasperación y sarcasmo.

    Lo que siguió fue la explicación de la muerte del señor Kelly y la fragmentación de múltiples alianzas además de la búsqueda la información, los dos grupos más violentos han sido El Sindicato Guante Blanco y la Alianza de Comerciantes que habían estado pasando desapercibidos, muchos de los tratos acordados han sido violados y ha habido ataques a plena luz del día. En estos días los oficiales están saliendo a caballo y con rifle para poder contrarrestar la violencia, pero aún así todo anda bastante movido y en caos.

    El hombre se le acercó y le extendió un papel mientras sonreía, el joven simplemente se quedó confundido antes de preguntar:

    —¿Qué es esto?—

    —Es tú próximo encargo, ábrelo cuando estés listo, tómate unos días libres para entrar en ritmo.—dijo antes de irse de la habitación.—Y por favor arréglate, vete al sol o báñate en ácido, pero estás peor que un vagabundo.—luego de mencionar las palabras no esperó una respuesta y se marchó.

    La mujer se rió y Arvid se quedó estático y guardó el pedazo de papel en uno de sus bolsillos, para luego frotarse los ojos cansados, intentando pensar la dirección hacia dónde se estaba dirigiendo, antes de escuchar la voz de la mujer.

    —Odio estar de acuerdo con Joseph, pero en serio apestas.—canturreo levemente.

    —¿Aún puedo usar el baño?—

    —Claro…—respondió mientras tomaba un abanico con figuras orientales estampadas en él y se marchaba un poco alegre.

    Arvid se quedó pensativo en el pequeño banquillo, por supuesto haría el encargo, debía solventar sus errores, pero primero…buscaría la forma de recuperar su espada..
     
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    EN Auditore La Hermandad de Asesinos

    Piscis
    Miembro desde:
    21 Mayo 2011
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    Pluma de
    Escritor
    Título:
    Eximius humano: excalibur
    Clasificación:
    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    3965
    Capítulo 6​

    “…Londres, días después del motín en la cárcel la noticia viajó como pólvora a través de todos los distritos a tener cuidado. Las calles se encuentran alborotadas, pero es una placer informar que las acciones policiales lograron socavar la insurrección dentro del edificio, evitando así que ninguno de los reos lograse escapar. Dos docenas de oficiales fueron atacados y heridos durante el motín, ninguna muerte, pero se encontraron dos cuerpos que no pertenecían a las fuerzas policiales, pero habían utilizado disfraces para poder entrar dentro del edificio. Ambos muertos de forma violenta y será imposible determina quién fue el asesino...”

    La chica de cabellos dorados se encontraba leyendo en el periódico la información que había estado circulando durante los últimos dos días, las facciones se encontraban alborotadas y múltiples ataques violentos se han realizado en las distintas zonas de la ciudad.

    Ella se encontraba en una panadería, en una de las mesas cercas de los ventanales, oliendo como el pan recién horneado salía de los inmensos hornos y perfumaban la estancia. Una taza de té se encontraba frente a ella, sobre la mesa. Dejó de leer, ya estaba cansada de los problemas que un simple motín podían acarrear. Dobló las páginas y las colocó a un lado de la mesa. Sopló levemente y dio un sorbo.

    Prácticamente era la única en la estancia, sólo se escuchaba el sonido de los panaderos trabajando y el sonido intermitente de un reloj que se encontraba sobre la pared. Se quedó observando aquel reloj durante varios minutos, mientras terminaba lentamente aquella taza, esperando que se llegase la hora, no podía llegar tarde a dónde Jacques, sino recibiría otro sermón.

    Sacó un par de libras y los depositó suavemente a un lado de la taza de té, con un movimiento grácil se levantó, se arregló su traje y salió del lugar. Sintió la brisa fría afuera, el sol aún no iluminaba a todo su esplendor, descendió unos escalones y comenzó a caminar en la acera en dirección a su destino.

    Las personas de las casas comenzaban a salir hacia su trabajo, muchos niños con cara sucia se dirigían hacia las fábricas, las mujeres cargaban a los bebes e intentaban llegar a las panaderías antes de que el pan fresco se acabara. Los carruajes transitaban las calles, la mayoría jalados por dos caballos mientras el cochero agitaba las riendas para que se movieran.

    En la lejanía el humo de las grandes chimeneas de fábricas se elevaban y se perdían en el cielo, los enormes dirigibles circulaban igualmente el aire. El movimiento era tranquilo, pero aún así para la chica le parecía cansino. Siguió su camino con su movimiento un tanto elegante, ignorando lo más que pudiese a su alrededor, dobló un par de esquinas, cruzó otra cantidad de calles, entró por un callejón y llegó frente a una gran iglesia de arquitectura Neogótica.

    Y allí se erigía la enorme construcción, a la izquierda se erigían por los cielos dos torres, con tres ventanales a lo largo, ambas terminaban en cuatro columnas que sobresalían por las esquinas. A lo largos laterales del edificio estaban adornados con ventanales que también eran protegidos por dos columnas a sus lados y sobre ellos pequeñas ventanas de forma circular, todo con la falta de figuras religiosas. En el centro en la parte superior, alineado con la entrada se encontraba el campanario que se erigía varios metros en de forma puntiaguda. Finalmente, la entrada, con dos inmensas columnas a ambos lagos, varios escalones seguidos de dos puertas anchas, los surcos y los ventanales se erigían hasta la pequeña cúpula que terminaba de una forma triangular. Toda la construcción, lleno de pequeño detalles, pero no los suficientes para considerarlo barroco, sino más sutiles dándole un aspecto más escalofriante y a la vez más maravilloso.

    La mujer simplemente giró sobre su eje y observó a su alrededor, un par de bancas a los lados y césped cortado, un ligero olor y no había nadie. Volvió a girar y observó la puerta, respiró hondamente y empujó una de las puertas para entrar. Era la mejor fachada para un grupo como el suyo, varias bancas de madera llenaban la estancia al fondo estaba el altar y a los lados múltiples puertas.

    Suspiró levemente mientras observaba a un hombre con barba blanca que tomaba una taza de té en una de las sillas mientras observaba el altar desde la distancia. Ella se acercó con paso decidido, con un caminar casi coqueto y juguetón, no tenía sonrisa en su rostro, pero debía disimular.

    El hombre no se giró simplemente sirvió otra taza y la colocó sobre una pequeña mesa casi escondida detrás de una columna en los laterales. La mujer se acercó, se sentó grácilmente y observó al hombre que simplemente comenzó a hablar:

    —¿Sabes de la insurrección de prisioneros sucedida en la cárcel dónde estaba encerrado “nuestro amigo” de la Hermandad de Sangre y Acero?—se limitó mientras tomaba un sorbo de su taza de té.

    La mujer meneó ligeramente su cabellera rubia mientras intentaba simular su conocimiento.—Había escuchado algo, pero me habían dicho que todos los prisioneros habían sido capturados.—respondió casi segura de su contestación mientras observaba con poco interés el lugar intentando ignorar lo que decía el sujeto.

    El hombre alejó ligeramente la taza sin una gota de té y colocó sus manos frente a él, mientras arreglaba con sus dedos su barba levemente húmeda antes de proseguir.—Esa es la información que le dimos a los periódicos, no deseábamos que se revelara a un prófugo.—

    La chica lo miró confundido, sin poder entender porqué había negado aquella información.—Pero, ¿Si fuese prófugo no sería perseguido y buscado por las autoridades? Podríamos dar una recompensa por la cabeza del sujeto, ¿Porqué negar una información tan preciada como esa?—con una cara de incredulidad y confusión, aún no tocaba su taza de té.

    El hombre se mantuvo quieto, observando de forma casi pérdida hacia el altar, simulando que simplemente no la había escuchado mientras intentaba escuchar sus propios comentarios en su mente, luego rellenó su taza y retomó con una leve sonrisa la conversación.

    —En realidad, ese hombre eliminó a dos asesinos que fueron enviados por alguien conocido por vos…—se detuvo y miró la mujer a los ojos.—¿Habéis tenido contacto con vuestro padre recientemente?—preguntó sin acusar simplemente con un tono de curiosidad.

    La mujer abrió sus ojos casi por completo, tomó la taza de té y le dio un leve sorbo, sintió un leve frío recorrer su espada, se reacomodó en la silla, la incomodidad la invadió antes de comenzar a hablar.—No, sabes que no le dirijo al hombre que proclama haberme engendrado, pero ¿Porqué intentar asesinar al tal Arvid? ¿No que la Hermandad de Sangre y Acero y la de mi padre tenían una alianza comercial o algo así?—preguntó mientras intentaba no darle importancia.

    El hombre sonrió antes de proseguir.—Aquí viene lo interesante, querida, vuestro padre a decidido terminar con la alianza, luego de que uno de nuestros informantes le diera información de que su hija estuvo cerca de morir a manos de uno de los hombres de…—fue interrumpido.

    La chica lanzó un bufido y le contestó.—¿Estuve a punto de morir?—preguntó cruzando sus brazos y observándolo con una mueca.

    El hombre ignoró su pregunta sin darle importancia, cerró sus ojos y prosiguió.—Bien, como decía, le dimos la información sólo parte por supuesto, y vuestro bondadoso padre decidió tomar cartas en el asunto, decidió mandar a dos de sus mejores asesinos a acabar con el hombre, pero lastimosamente fallaron.—dijo casi en un tono decepcionante.

    —¿Decepcionado por su falla, Jacques?—preguntó la mujer mientras una leve risa burlona se escapa suavemente de sus labios.

    —En realidad sí, esperaba que ese hombre estuviera muerto, lo cual llevaría inevitablemente a un choque entre ambas bandas, pero aún así, en los periódicos de ésta semana circulará la noticia de ambos hombres muertos, quizás la población en general no lo sepa, jamás se percatarán que faltará un hombre en el agujero, pero vuestro padre sí, la muerte de esos dos hombres no quedarán impune y mucho menos si aquel hombre encerrado allí, fue capaz de casi asesinar a su única hija…—se detuvo esperando una reacción, la observó detenidamente durante tres segundos.

    La chica comenzó a hablar.—Entonces, ¿Porqué deberías ocultar esa información? ¿Las otras facciones aliadas nuestras no desearán acabar también con el hombre que escapó y más si intentó asesinar al señor Kelly y a… “mí?—lo último lo mencionó casi con asco y con odio mientras giraba su rostro para ocultar la mueca que se formaba en sus labios.

    El hombre cambió su expresión, estaba serio, casi implacable, ese cambio tan radical de semblante y actitud alarmó a la mujer que igualmente cambió su semblante a uno parecido al de temor e intriga.

    Jacques tosió levemente y se secó la saliva con un pedazo de tela que estaba debajo de la taza miró a la mujer y le contestó.—Debes entender que cada movimiento que hacemos es como un juego de ajedrez, sólo que esto es un tablero de cinco bandos, cada sutileza que hagamos significará un beneficio para nosotros o para otros, al no revelar éste hecho a todo Londres, hemos roto una de las alianzas más fuertes de los últimos meses, además hemos provocado una pequeña guerra en las calles de dichos distritos…—se detuvo un momento antes de proseguir.—Tenemos una ventaja en ese punto, Jane, pero tenemos un punto en contra…—fue interrumpido.

    —¿Cuál?— la mujer preguntó casi de forma impulsiva mientras se acercaba y alejaba la taza para que sus codos pudieran tocar la mesa.

    —No tenemos aliados, Jane, luego del asesinato de Señor Kelly, el Sindicato Guante Blanco nos echó tierra, nos culpó a nosotros de esa muerte e inclusive nos proclamaron una guerra no anunciada, alguien jugó mejor que nosotros…—se volvió a detener, tomó un sorbo y continuó.—Y no tengo una maldita idea de quiénes fueron.—

    La mujer se quedó ligeramente helada mientras escuchaba las palabras, en las últimas semanas habían sellado un leve trato en el cuál se prometían el compartir de información valiosa para ambos grupos de allí salió el dato del señor Kelly y su llega a Londres, gracias a ellos, podrían haber tomado una ventaja buscando aquel artilugio tan enigmático, pero simplemente ya no existía.

    —¿Qué haremos?—

    —Tengo una idea, Jane, pero debes esperar a la Asamblea de ésta tarde.—el hombre se levantó de la silla y tomó un sombrero de copa que estaba en el suelo.—Así, que no hablaremos más hasta que estén los otros.—

    “Los otros”, ese pensamiento le trajo un sentimiento de repugnancia a la mujer, siempre ha pensado que sus compañeros son idiotas y que simplemente son inferiores a su capacidad, aunque ella siempre aceptó que eran necesarios, al menos siempre morirían primero. Fingió una sonrisa e igualmente se levantó.

    —Bien, maestro, esperaré con ansias la Asamblea.—

    Y con esas palabras la mujer se volteó y comenzó a caminar felizmente hacia una de las puertas del altar, subió los escalones con delicadeza y giró el picaporte. Abrió la puerta por completo, extendió sus dedos y jalón un cable que encendió una lámpara de vapor y observó unas escaleras que bajaban en forma de espiral.

    Descendió los escalones y se encontró con lo que andaba buscando. Debajo de aquella iglesia, delante de la mujer se encontraba una armería con múltiples hileras de armas, desde espadas y floretes hasta fusiles y mosquetes, paseó en medio con una sonrisa casi de picardía. Pasó sus dedos por los cuchillos y luego tomó un par de pistolas de chispas. Bajo llave había un cajón que jamás había abierto y lo ignoró. Detrás de aquel lugar iluminado por una extraña línea de vapor que siempre permanecía activa, había dos puertas, ambas similares y de madera.

    Tomó la puerta de la izquierda y giró el picaporte, dentro había una estancia con múltiples camas y literas, suficiente para al menos cuatro docenas de personas, muchos baúles y un pequeño baño, ignoró el lugar y cerró la puerta. No había nadie. Luego abrió la de la derecha y se encontró con un área de entrenamiento, con muñecos nuevos y destrozados, con lugares para practicar tiro con pistolas y arcos, además de una zona para descansar.

    Suspiró extrañamente aliviado y respiró la mitad del polvo de la estancia, se quitó su cinturón que mantenía todas sus armas junta y desvainó su espada. Se acercó al área central del área de combate cuerpo a cuerpo en dónde un muñeco poco imponente se encontraba observándola como si estuviese dormido.

    Levantó el arma frente a ella como saludándolo, luego levantó su falta y bajó la cabeza, posicionó su espada y comenzaron las estocadas y los cortes. Sentía como la tensión se diluía de sus venas, mientras muchos pensamientos escapaban fugazmente de su mente. El odio se apoderó de ella durante varios instantes mientras el muñeco intentaba seguir resistiendo:

    “¿Mi padre intentando proteger a su hija?” Se preguntó casi con furia, su relación con su padre nunca había sido la mejor y mucho menos después de la muerte de su madre. “¿Ahora le interesa realmente lo que me suceda o si me encuentro cerca de la muerte?, ¿Se atreve a “protegerme” luego de nunca haberse atrevido a contarme la verdad?” Su furia aumentaba. “Mentiroso”. “Asesino…”. Su mente lanzaba esas ideas sin poder controlarse, no pensaba con claridad, sólo emanaban buscando libertad antes de que mente cambiara de contexto.”¿Ese asesino a punto de vencerme?, ¿Hacerme sangrar? ¿Atreverse a tocar mi piel?” su espada simplemente brillaba por los reflejos de la luz.”Maldito inepto con suerte”.

    Varias palabras mal sonantes salieron de su mente haciendo referencia tanto a su padre como al chico, poco a poco se cansaba. El muñeco simplemente dejó de recibir los golpes mientras las astillas y pedazos de madera ya no volaban por los aires. La mujer se estaba tranquilizando y una palabra recorrió su mente: “Madre”. Y cayó rendida de rodillas, con su respiración jadeante, observó que el muñeco aún permanecía observándola con la somnolencia en sus ojos. Jane volvió a tomar la espada con firmeza y de un golpe decapitó al muñeco, se levantó, se echó el cabello ligeramente hacia atrás y se acercó a sus cosas.

    Tardó más de lo que había pensado, envainó su espada, su respiración y ritmo cardíaco se normalizaban y simplemente sonrió para sí, se había liberado. Observó al muñeco casi con pena y salió. Pasó por la armería nuevamente y emergió en el altar de la iglesia, las personas ya comenzaban a llegar.

    Pasaron varios minutos y las puertas de la entrada fueron cerradas por un hombre alto y fornido, tenía un rostro inmovible y unos ojos salvajes, la cara limpia y vestía de forma semi formal, quizás uno de los muchos matones que la mujer no conocía. La mujer se movió desde al altar hasta la primera banca. La estancia se llenó de distintos personajes, al menos tres mujeres más entraron a la estancia se sentaron casi en las últimas bancas casi alejadas.

    Después de varios minutos, la estancia estaba casi completamente llena, al menos tres docenas de personas llenaban todas las bancas, un par de matones estaban parados observando y reguardando el lugar hasta que llegó el hombre de la barba blanca nuevamente.

    Entró suavemente y se movió libremente, pasó por el centro de las bancas sin mirar a nadie en específico, llegó hasta las escaleras del altar, se quitó el sombrero y lo colocó encima trípode luego se giró y los miró a todos.

    Muchos tenían una cara de aborrecimiento y la mayoría permanecían serios, las mujeres de la parte posterior se abanicaban y los hombres se comenzaban a quitar sus sombreros para colocarlos en sus regazos, el hombre pasó una última mirada y comenzó a hablar:

    —Es bueno observar como la mayoría de nuestro grupo se encuentran aquí, al menos se tomaron la molestia de leer, deben saber la razón de ésta Asamblea tan… ¿improvisada? En los últimos días hemos recibido múltiples amenazas del Sindicato Guante Blanco, inclusive el líder se ha dirigido a mi personas como…—se detuvo un momento y observó que todos estaban atentos y callados, lo que le hizo sonreír levemente.—“Traidor”, “Canalla”, “Maldito” y múltiples palabras mal sonantes que no me tomaré la molestia de repetir, así que he tomado una decisión ante el eventual cambio de planes.—

    Las personas murmuraron algo, la mujer de cabellos dorados se mantuvo sentada con sus piernas cruzadas ignorando los murmullos que se formaban a su espalda, suspiró y el hombre prosiguió.

    —No atacaremos…—hubieron múltiples bufidos.—Hasta que ellos lo hagan, nunca rompimos nuestro acuerdo con ellos y no lo haremos ahora, sin importar los estúpidos que ellos puedan hacer, así que si son atacados no duden en masacrar a toda esa bola de ladrones de poca monta y si es posible enviémosle un maldito mensaje al líder de esos canallas.—se comenzó a mover felizmente en la estancia, pasando en medio de las bancas mientras la mayoría lo seguía con la mirada.—Os avisaré cuando sea hora de adentrarnos en su distrito, ahora discutamos otros asuntos.—

    Y el hombre comenzó su interminable charla, tocando los mismos puntos que anteriormente había charlado con la chica, habló sobre una posible alianza con: Le Fraternité de la Liberté. Muchas miradas de ira se dirigieron a la mujer de cabellos dorados, Jane, no se inmutó ni tuvo la molestia de observar aquellos “inútiles” que se atrevían a juzgarla.

    La charla continuó, habló de la neutralidad que tomarían hacia La Hermandad de Sangre y Acero, además de la llegada de nueva información de los informantes de otros distritos. Acabó con un “discurso motivacional” hacia los miembros de su grupo, la mayoría estaban felices de que tuvieran la opción de acabar con los miembros del Sindicato Guante Blanco y otros simplemente estaban neutrales antes esas palabras.

    La Asamblea terminó, las puertas se abrieron y todos los personajes se levantaron- excepto Jane- y se dirigieron hacia la salida. Comenzaron los murmullos y un par de gritos y risas mientras se alejaban en cuestión de minutos la paz había vuelto dentro de estancia. La mujer se iba a levantar para marcharse, pero fue detenida.

    Jacques se acercó y se sentó a su lado colocó la mano en su rodilla y la miró.—Tuve una charla con tu padre, desea verte.—

    La expresión de la mujer se puso un tanto lúgubre y se le revolvió el estómago, tomó levemente la mano del hombre y la alejó mientras le contestaba.—Y yo no deseo verlo, mucho menos me importa si me quiere ver.—respondió levantándose y arreglándose el traje.

    —Ten esto es para ti.—sacó un sobre de uno de sus bolsillo dentro de chaqueta y se lo extendió.—Tú padre nos dio información valiosa, desea que tú cumplas éste mandado.—

    La mujer lo miró, suspiró y lo tomó, ni tan siquiera lo miró sólo lo retuvo entre sus dedos.—Bien, haré esto por ti, Jacques, no por mi padre.—

    Y con esas palabras salió de la estancia. El sol ahora brillaba con más fuerza sobre ella, ahora en la calle había una mayor cantidad de carruajes transitando, también en algunas aceras habían personas que habían formado pequeñas casetas en la cual vendían sus productos.

    Comenzó a andar tranquilamente, realmente sólo deseaba pasear y aclarar su mente antes de tener que abrir el papel y leer su contenido. Cruzó un par de calles y se decidió por cortar camino a través de un callejón, pero cuando iba a mitad un hombre se le cruzó en la salida. Se detuvo confundida y giró su cabeza, otro hombre a sus espaldas se acercaba a dónde. Y luego un niño se le acercó corriendo, pero cuando volvió a abrir los ojos, el niño había desaparecido y un hombre había tomado su lugar.

    —Malditos…—

    Colocó la mano en la empuñadura de su arma, los hombres se acercaban, pero aquel que antes era un niño decidió lanzar el primer golpe, la chica se movió casi por instinto evitando los golpes, el hombre portaba un guante blanco en su mano derecha por lo cual supo que aquel sujeto que se había atrevido a intentar lastimarla debía ser derecho. Evitó un par más sin despeinarse demasiado, los hombres a los extremos del callejón se movían con lentitud, sin demasiada prisa, igualmente tenían sus guantes en la mano derecha.

    La mujer se movió a un lado evitando un gancho que iba dirigido a su rostro, con una de sus manos impulsó el codo del hombre haciendo que éste se girara dándole la espalda. El hombre se mostró confuso y antes de poder girar una espada le atravesaba la columna y luego salía. El hombre había muerto, sin entender lo que había sucedido.

    Luego de que el hombre cayó, la mujer miró los dos hombre que se acercaban, aún estaban lentos, como esperando algo, luego observó como un proyectil era lanzado hacia su dirección. Era de color verde opaco así que era energía impura, la mujer se giró y evitó el proyectil, arregló su cabellera y comenzó a correr, hacia el hombre que los lanzaba.

    El hombre comenzó a trotar hacia ella, en la mano con el guante sostenía un cuchillo con puño americano y con la mano desnuda lanzaba los proyectiles. Se acercaban a gran velocidad los proyectiles en dirección a la mujer, logró atravesar un par, pero sabía que el cansancio no le permitiría atravesar muchos más, así que siguió esquivado. La distancia entre ambos se acortó y allí la mujer lanzó los primeros cortes.

    El metal chocó múltiples veces, pero el hombre se veía notablemente en apuros, el alcance de la mujer era mucho mayor y no era muy diestro con el cuchillo. Esquivó un par de tajos hacia su cuello y pecho e inclusive dio un salto hacia atrás, cuando vio que la espada iba dirigida a su entrepierna. La mujer sonreía levemente, mientras la adrenalina entraba en su torrente sanguíneo, siguió con los cortes, el hombre hasta ahora no había realizado ninguna ofensiva, así que en segundos, el hombre inútilmente fue atravesado en su estómago, la mujer giró la empuñadura cuarenta y cinco grados a la derecha y la sacó. Sin inmutarse, se giró y el hombre a su espalda cayó. Los ojos de Jane se llenaron de confusión cuando el hombre que le bloqueó la salida ya no estaba frente a ella, había desaparecido, buscó alrededor, pero no lo encontró. Envainó su espada y luego escuchó una detonación a su espalda.

    El alma se le fue momentáneamente a los pies, la chica buscó en su pecho alguna herida, pero no había nada, intentó sentir dolor, pero no lo sentía, sólo sudoración. Instintivamente se giró sobre sus talones con la mano en su empuñadura y observó al hombre que antes bloqueaba su salida muerto con un arma sin detonar en la mano. Se arrodilló a un lado y observó una herida en su espalda. Miró hacia todos los dados buscando al ser que la había salvado.

    No podría haber atravesado la bala si no sabía que iba hacia ella, buscó con desesperación y luego miró hacia arriba, hacia los tejados, pero no había nadie. Se giró comenzó a andar y sonrió un poco nerviosa, mientras se preguntaba: “¿Cómo me he podido ganar un Ángel Guardián? Ó ¿Quién es lo suficiente idiota para tratar de ser mi salvador?”.

    Salió hacia la claridad del sol, se sentía liberada y a la vez confundida, sacó la carta que le había entregado Jacques.

    Leyó sólo la primera línea y su sonrisa se amplió.
     
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    EN Auditore La Hermandad de Asesinos

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    Eximius humano: excalibur
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
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    11
     
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    Capítulo 7​

    Tres días han pasado desde los acontecimientos ocurridos en la cárcel, las noticias han corrido como polvo por todo las facciones, muerte, escape y traiciones suenan por todos los lugares. No se ha revelado del escape de un único reo.

    Aquel hombre, que ahora era libre se encontraba correteando por los techos sobre las cabezas de las multitudes que no sabía lo que hacía. Más de una vez estuvo a punto de resbalar y caer, pero sabía cómo incorporarse y seguir el camino.

    —¡Carajo, estoy tarde!.—gritó para sí mismo, llegó a un callejón vacío exceptuando por un par de matones que estaban en la esquina platicando, puso dos manos sobre el desagüe y se deslizó a través de la pared hasta el suelo.

    Exhaló aire fresco, mientras se quitaba el sombrero. Ya se encontraba bastante presentable comparado con hace tres días, su cabello había sido arreglado al igual que su barba, sus ojeras ya no eran tan notables sólo eran pequeños círculos bajo sus pupilas, como si fuesen sombras.

    Se desarregló el cabello, comenzó a caminar en dirección a los matones que lo observaron quizás impresionado, uno de ellos, el más pequeño jugaba con un reloj y silbó como si hubiese visto un fantasma.

    —Parece que los rumores en todo el grupo es verdad, el caballero negro ha escapado de su jaula.—exclamó con una leve sonrisa sus compañeros rieron levemente antes de mirar al sujeto que se acercaba.—¿Ya estás dentro del juego?—

    Arvid sonrió levemente, se acarició la barba y movió sus hombros en señal de duda.—Quizás, Vincent, pero no creo que eso te interese mucho.—respondió lanzándole el sombrero de copa que antes había llevado, y prosiguió.—A veces, es necesario que un personaje como yo, le patee el trasero a los idiotas como tú.—dijo en tono bromista.

    El hombre logró atrapar el sombrero y se lo colocó, a la vez que guardaba su reloj en uno de los bolsillos exteriores de su chaleco, bufó levemente ignorando el comentario y comenzó a hablar.—Quizás, Arvid, pero no te emociones, las cosas están mucho más movidas.—dijo casi en un susurro.

    —Oye, si las cosas no se movieran de vez en cuando no tuviéramos trabajo…—se detuvo unos segundos antes de continuar.—¿Oráculo está en “casa”?—

    —Probablemente, te espera.—

    Y con esas palabras el hombre pasó de largo al pequeño grupo de hombres, pasó por la acera y luego cruzó la recién hecha calle de pavimento, se movió con ligereza y entró al prostíbulo. Las mujeres no se acercaron a él, como sucedería con algún cliente, él sólo siguió el camino y subió las escaleras para llegar a la misma habitación de siempre.

    Tocó dos veces a la puerta, suspiró y entró. La mujer de cabello castaño observaba de forma casi nostálgica a través de la ventana, tardó unos segundos y volvió su rostro. Le sonrió al hombre y se acercó a dónde él. Le besó suavemente la mejilla y luego lo golpeó.

    —Estás tarde, Arvid, siempre llegas tarde.—respondió cambiando su semblante de alegría a uno “serio”.

    Arvid se rascó ligeramente la nunca mientras intentaba sonreír algo nervioso, tosió un par de veces mientras pensaba en alguna buena excusa.—Surgió algo por el camino, nada importante.—tragó saliva.

    —Sí, claro, nada importante, tú salvando a la chica, genial, ¿Qué diría Joseph en éste momento?—preguntó algo irónica sentándose en el pequeño banco frente al espejo.

    El hombre sonrió levemente por un momento antes de comenzar a hablar.—Oye, no podía permitir que lastimaran a la chica, aún más que tomaran tan abrumante ventaja, creo que sólo empareje las cosas y el destino siguió su curso a favor de la chica.—

    —Es que ella no es sólo una chica, ella es la chica que te pateó el trasero.—respondió mirándose frente al espejo y sacando un par de objetos de una pequeña gaveta.

    —Detalles irrelevantes, fue más un favor, ella sabe que fui yo, así que cuando el tiempo lo amerite se lo cobraré.—respondió con una sonrisa más grande mientras miraba el techo.

    —A mi no me parece prudente hacer tales acciones…—fue interrumpida.

    —La prudencia no es una de mis virtudes.—bufó.—No debes ver todo lo que hago, Oráculo, tengo derecho a privacidad.—encaminó hacia una de las camas y se echó, algo exasperado.

    La mujer se comenzó a maquillar lentamente, concentrándose en su reflejo evitando mirar de forma burlona al hombre echado en su cama.—Vi lo que sucedió, pero no entiendo el verdadero motivo así que… ¿Porqué?—preguntó bastante curiosa.

    Su habilidad le permitía poder ver lo que sucedía en un lugar tanto de forma completa como en fragmentos, podía seguir a una persona si la conocía y podía ver parte de su posible futuro, pero esto podría ser relativo, ya que lo que veía no podía ser realmente lo que iba a suceder, sólo pequeños trazos de lo pasaría, si la persona no modifica lo que está haciendo.

    Sólo podía ver y oír, no podía reaccionar o interferir en la acción del momento y nunca lo había intentado, todo debía seguir su curso.

    Arvid suspiró de forma prolongada antes de tomar aire, se sentó en la cama y movió los dedos sobre sus sienes antes de darle una respuesta a la mujer.—No lo sé, luego de enterarme de la muerte del idiota de Kelly, sólo quería verla, bueno…—se detuvo un momento y pensó lo que diría.—Sólo deseaba observarla y odiarla.—rascándose ligeramente la cabeza algo nervioso.

    —Sí, claro, eres masoquista, es más, te encanta ver como una chica le patea el trasero a los idiotas...incluyéndote.—respondió comenzando a reír sin poder evitarlo, su maquillaje se corrió un poco y tuvo que arreglarlo, tragándose así la carcajada.

    El hombre bufó, pero no respondió, la mujer ya conocía la respuesta y él no necesitaba volver a decirla.

    —Bueno, no estoy aquí para hablar de mí.—dijo levantándose de la cama y caminando hacia la mujer que le dirigió la mirada a través del espejo.

    La mujer dejó el maquillaje, buscó en medio de su escotado vestido, entre sus senos un papel bastante mugroso y se lo entregó mientras terminaba su labor con el maquillaje.—Allí están todos los detalles, o mejor dicho todo lo que tenemos.—

    El hombre abrió lentamente el papel y comenzó a leer las palabras que fueron escritas de forma apresurada por alguien más, cuando concluyó abrió los ojos y una sonrisa escapó de su rostro.—¿Quién te dio la información?—

    —Un infiltrado en Rose Noire, digamos que pudo examinar el cuerpo y encontró estos extraños residuos de carbón en el cuerpo.—se detuvo un momento se levantó y luego miró al hombre.—La fábrica se encuentra en una zona neutral entre Rose Noire, el Sindicato Guante Blanco y L’ Fraternité de la Liberté así que no está bajo el dominio de ninguno, pero no significa que el dueño del lugar no sea parte vital de alguno de estos grupos, la información es delicada, pero creemos que alguien de allí sabe quién fue el maldito bastardo que asesinó a Kelly y quién posee el mensaje encriptado del hombre.—respondió con una leve sonrisa antes de volver a la posición junto a la ventana.

    El hombre también sonrió, pero casi de forma divertida, guardó el papel en uno de sus bolsillos interiores, se arregló la chaqueta antes de comenzar a hablar.—¿Recién ya salgo del agujero y ya me tienen metido en todo esto? Mierda, la espera valió la pena.—respondió abriendo uno de los armarios repletos de armas y observando meticulosamente cada una de ellas.

    —Sin errores, Arvid, ya no más, no debemos quedarnos atrás en ésta lucha.—respondió la mujer.

    —Sin preocupaciones, mujer, ya suenas como nuestro líder, ¿me crees capaz de fallar?—intentó sonreír, pero la mujer iba a comenzar a hablar, así que alzó sus manos en señal de que se detuviera.—Vale, ya entendí, no quiero saber, pero al menos déjame vivir con éste sueño.—

    —Sólo, completa éste objetivo.—dijo volteándose completamente hacia la ventana.

    El hombre calló, aquella voz seria ya la conocía y sabía que no era broma, así que comenzó a preparar las armas que necesitaría, eso sí, sintiendo el pesar de aquella espada que había perdido.

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    Varios horas después ya estaba a pocas cuadras del lugar, la mejor forma de pasar entre distritos controlados por otras facciones sin ser vistos, era ir en carruaje, además de que era un viaje barato también prevenías que observaran tu rostro. El cochero se detuvo a dos cuadras del lugar, un pequeño jaloneo dentro del vehículo hizo que el hombre abriera la puerta y descendiera hacia la cera. Se acercó al hombre de cabello blanco y le lanzó una bolsa llena de peniques. El cochero sonrió e hizo que los caballeros avanzaran alejándose de Arvid.

    El lugar parecía desierto, la mayoría de las personas aún debían seguir trabajando y luego de las tensiones nadie deseaba ir o estar en la calle a esta hora. Casi anochecía por el horizonte, el hombre se metió en un callejón y comenzó a ascender una pared hacia el techo.

    A esa altura pudo observar mejor las enormes chimeneas que se erigían, eliminando todo aquel humo negro hacia el cielo, desde allí se escuchaban los gritos de la maquinaria y el movimiento de las masas dentro. Odiaba ir a las fábricas, realmente lo hacía, eran lugares horribles, en dónde las personas eran explotadas doce horas al día, en dónde a los hombres se le pagaban más que a los niños y mujeres. Aún así, la paga era una miseria y esta situación hacia que todo el ambiente fuera de desanimo.

    Activó su vista de águila, observó a través del edificio, se sorprendió, no habían ningún bloqueador cercano y no parecía haber indicios de Eximius Humano, lo que le concluía una cosa.—Entonces por aquí comenzaron…—

    Desde hace unos años grupos del gobierno inglés han capturado e intentando eliminar la amenaza de estas personas con características especiales, aunque no han logrado mucho, no pueden entrar al territorio de las facciones más grandes porqué serían masacrados sin pena y sus cuerpos colgados en señal de advertencia.

    —Al fin un jodido trabajo fácil.—dijo al aire mientras se tocaba la sien, colocó su otra mano en el cabello y se la pasó intentando acomodárselo, luego miró nuevamente y quitó su habilidad.—Ahora… hay que buscar la forma de entrar.—

    Y ahora comenzaba la parte complicada. Miró alrededor y las puertas estaban cerradas, siendo vigiladas por algunos matones, no podía entrar de esa forma demasiado ruidosa y llamando la atención. Sólo estaba esa puerta principal, inmensa de al menos tres metros y de acero en dónde sólo se abrían para que las personas entren al turno de trabajo y salieran.

    Se sentó en el tejado y verificó su armamento. Una colección de cuchillos, una pistola de seis rondas y un cuchillo del tamaño de su antebrazo, lo único que podía llevar para una misión que debía ser rápida. Meditó varios minutos y decidió mirar los ventanales de cristal, se abrían de adentro hacia afuera y eran lo suficientemente grandes para dejarlo entrar. Sonrió un poco sería la forma de entrar.

    Correteó por los tejados y saltó un par de veces hacia otros, llegó hasta un pequeño negocio que daba con una de las paredes laterales del inmenso edificio industrial y comenzó a escalarlo, la altura era de al menos seis pisos por lo cual no podía mirar abajo.

    Como había predicho los ventanales estaban arriba de él, y estaban abiertos, apuró su brazo y comenzó a saltar entre los peldaños de la pared, llegó al borde y cuando se iba a impulsar para entrar escuchó una voz.

    —El jefe es un maldito, nos tiene aquí desde las malditas seis trabajando y ni tan siquiera a nosotros que somos casi sus amigos nos deja salir, no lo creo…—respondió unos de los hombres soltando una inhalada que parecía de un cigarro.

    —Lo sé, pero al menos tenemos este cuarto superior para fumar y beber, creo que es mejor que nada, sólo debemos vigilar que los malditos no jodan toda la operación y cobramos más que la mayoría.—dijo otro que hizo la misma acción.—Continuamos luego con tus penas, es hora de mi ronda.—y con esas palabras el hombre se marchó de la habitación.

    Arvid se quedó colgando, expectante, sólo a un metro, en el otro ventanal estaba el quejoso, y si no entraba de la forma correcta lo notaría y no necesitaba una víctima que gritara. Pensó brevemente, sus brazos se volvían débiles y se movió en lateral.

    —¿Qué cojo…?—el quejoso no pudo terminar, porqué alguien lo había jalado de la camisa y lo había lanzado al vacío.

    Arvid esperó unos segundos y escuchó el estruendo en el suelo, el cuerpo yacía tirado en una posición antihumana mientras un charco de sangre salía de su rostro que había chocado contra la acera, aún así nadie lo notaría, al menos no en la fábrica, el ruido de las maquinas era ensordecedor.

    Se impulsó hacia arriba y logró entrar en la pequeña habitación. Parecía un pequeño cuarto de mantenimiento, sólo había espacio para dos sillas, una mesa y un cenicero, en el techo una bombilla por gas. Esa misma mesa tenía una pequeña gaveta, la abrió y de ella sacó una pistola de cinco rondas, estaba cargada. La tomó y la lanzó por el ventanal sin preocuparse demasiado.

    Activó su vista de águila y observó todo el lugar. Dentro de la fábrica sólo había dos pisos, el de arriba parecía ser el de administración, dos largas escaleras en los laterales llegaban hasta la parte de abajo en dónde estaba todo los puestos de trabajo. Desde arriba los encargados manejaban y observaban todo lo que sucedía en la planta inferior.

    Sólo habían dos cuartos en esa planta superior, éste y el del que parecía ser el jefe que era el más grande y se encontraba directamente encima de la entrada principal. Los trabajadores no miraban hacia arriba a menos de que se les llamara directamente así que era una ventaja.

    Siguió repasando el lugar en su mente, observando los detalles, sólo cuatro hombres en éste momento vigilaban y manejaban a los trabajadores, dentro de la oficina que parecía ser la del jefe no se observaba nada de interior, como si estuviese bloqueada.

    Pero, antes de que Arvid pudiese salir de aquella habitación uno de los encargados se dirigían hacia allí.—Mierda, debe ser el relevo del idiota que lancé del ventanal.—susurró, apagó la luz y se colocó a un lado de la puerta.

    El hombre entró con voz cansada, mientras sacaba un cigarro de su pantalón sin fijarse en la habitación y ni cerrar la puerta.—Oye, Marcos es hora de que salgas…—alzó la vista, pero no vio, nada, sólo oscuridad.—¿Marcos?—

    Arvid cerró la puerta en las espaldas del hombre, antes de que éste pudiese encontrar algo contra él o siquiera reaccionar, ya tenía dos cuchillos atravesándole todo el pecho. Cayó al suelo confundido con sus ojos casi brotados mientras no entendía la situación. Arvid, se acercó al cuerpo y movió violentamente ambos cuchillos: cuarenta y cinco grados, el hombre comenzó a escupir sangre y en menos de un minuto ya había muerto.

    Arvid, le quitó ambos cuchillos, los limpio en las ropas del muerto, luego lo tomó por los brazos y lo sentó en uno de los sillones, suspiró ante la situación, tomó el cigarro que aún no salía del pantalón del hombre.

    —Oye, ¿te importa si tomo esto?—preguntó casi con sarcasmo.—No, creo que no te importara.—le respondió al hombre muerto mientras lo guardaba en uno de sus bolsillo exteriores.

    Abrió la puerta lentamente, los encargados estaban en la parte posterior del edificio, parece que una de la maquinaria tenía desperfectos y enviaron a uno de los niños a que intentara arreglarlo. ¿A quién se le ocurre meter a un niño en un lugar caliente y con vapor? Era estúpido, quizás aquellos sujetos no entendían el valor de las personas, quizás por eso debían ser erradicadas.

    La luz dentro de la fábrica era tenue, abajo habían distintas máquinas que trabajaban a distinto ritmo, los hombre, mujeres y niños trabajaban como podían, todos estaban cansados y sucios, las calderas era el mejor lugar para poner a los niños, por eso terminaban siempre sucios.

    Aprovechó aquella situación en la parte más lejana para comenzar a caminar lentamente hacia la oficina del jefe. Colocó una mano en el frío barandal de metal, utilizándolo como apoyo mientras caminaba agachado.

    Nadie estaba en su camino y eso de cierta forma lo alegraba por dentro, dobló la esquina para llegar a la pared principal, en esa misma esquina estaba la abertura para bajar las escaleras. Las observó por un momento, sería su ruta de escape, sólo estaba a cinco metros de la puerta de la oficina principal.

    Se acercó lentamente hacia la puerta, movió la cerradura, estaba abierta, abrió la puerta, que lo recibió con un chirrido metálico hasta que se abrió. En aquella habitación, inmensa, porqué era bastante grande, en las paredes laterales habían distintas maquinarias, la mayoría desconocidas, un panel lleno de botones para controlar todo el lugar y el seguro para las puertas. En la pared izquierda había un ventanal que dejaba observar a todos los trabajadores y aquellos que debían encargarse de ellos.

    En esa misma pared, en una silla estaba un joven que bebía tranquilamente una taza de café, mientras miraba por el ventanal, probablemente el ruido de la maquinaria tapó el sonido metálico de la puerta. Arvid, se comenzó a acercar y sacó el inmenso cuchillo que estaba escondido en la parte baja de la espalda.

    Tomó una de las patas de la silla, la jaló con violencia, el hombre cayó al suelo y el café con él, intentó gritar, pero Arvid colocó una mano en su boca, con la otra mano intentó clavar el cuchillo en el hombro izquierdo del hombro, pero éste se resistió.

    Comenzó un forcejeo en el cuál, Arvid intentaba clavar la hoja del cuchillo y el hombre intentaba evitarlo, cuando comenzó a perder terreno, Arvid tuvo que sacar su mano antes de que el hombre pudiese gritar le dio a la parte trasera del mango del cuchillo haciendo que se enterrara en el hombro. Volvió a hacerlo y el gritó fue desgarrador, rápidamente colocó su mano sobre la boca de “jefe” y quitó su mano del cuchillo que permanecía enterrado.

    —Shh, calma…—susurró lentamente mientras tomaba un porte serio y quitaba su mano de la boca del joven.—No te mataré, sería muy fácil, necesito información, sólo quiero que…—fue interrumpido.

    El joven comenzó a hablar y suplicar que no lo mataran, que no le hicieran daño, que tenía madre, que debía mantener una familia, en ese instante Arvid volvió a darle al mango del cuchillo haciendo que se enterrara aún más. El hombre se retorció y una cantidad mayor de sangre salió y cayó al suelo haciendo un charco considerable.

    —Si hablas demasiado lo vuelvo a hacer y créeme lo haré tantas veces como sea necesario, no quiero que grites o supliques, me vale mierda si tienes familia, me importa si tus hijos morirán de hambre y si tu alma irá al infierno, así que sólo mueve tú puta cabeza de lado a lado para acertar y hasta que no te lo indique no abras tú maldito hocico.—el hombre herido movió su cabeza en señal de afirmación y Arvid le quitó la mano de la boca lentamente.—Bien, por fin estamos claros, sólo respóndeme esto, ¿Sabes quién mató al señor Kelly?—preguntó.

    El joven iba a comenzar a hablar, pero Arvid le dio una cachetada con la parte posterior de su palma.—¿Qué te dije? Nada de hablar, sólo meneas la cabeza y ya.—respondió mientras el hombre volvía a abrir los ojos intentando reaccionar.

    El “jefe” meneó la cabeza de lado a lado en señal de negativa, no tenía idea de quién fue aquel que asesinó al hombre y eso exasperó un poco a Arvid que sólo bufó. Luego miró al hombre a los ojos antes de continuar.

    —¿Sabes algo sobre lo que cargaba o si alguien tiene alguna información importante sobre eso?—preguntó, el hombre movió la cabeza de arriba abajo demostrando así que tenía información sobre lo sucedido, Arvid sonrió.—Dime lo que sabes en palabras cortas y concisas, sino ya sabes que te pasará.—

    El hombre movió temblorosamente el labio antes de soltar algunas palabras.—Jacques tiene la respuesta.—

    Y así Arvid abrió los ojos impresionado y con una sonrisa de lado a lado se levantó, sacó el reloj de su bolsillo exterior.—Media hora para que salgan los trabajadores.—le dijo al hombre que estaba tirado aún en el suelo con el cuchillo.

    Se acercó al panel de control, observó un botón de color rojo que se encontraba alejado, miró al hombre tirado que sólo tenía su vista fija al techo como esperando alguna orden. Giró su rostro y presionó el botón.

    Una alarma comenzó a sonar por todo el lugar, aún más alto que la maquinaria, los hombres comenzaron a apagar las maquinas, los niños cerraron las calderas y las mujeres dejaron de cocer. Las puertas se abrieron y la multitud se acercaba a la “libertad”.

    —¡¿Qué haces?!—preguntó el hombre tembloroso casi en un grito.

    —¡Le doy a los trabajadores el pequeño descanso que se merecen!—

    —No me mataras ¿verdad?—preguntó el hombre buscando con la cabeza a Arvid que sólo se encontraba observándolo desde el Panel de Control.

    Arvid sonrió, casi irónico y se acercó lentamente.—Sabes, tengo un leve problema, la mayoría de mis superiores me lo mencionan y mis amigos lo saben, soy pésimo cumpliendo promesas.—y sacó el arma.

    El hombre intentó mover sus brazos, pero la pérdida de sangre se lo impedía, mientras intentaba soltar gritos, pero la alarma no permitía que se escuchara. Arvid acercó la punta del revólver en la boca del hombre y antes de ver ojos pidiendo clemencia sólo disparo.

    Unas gotas cayeron en sus ropajes y el hombre estaba muerto, inerte con un agujero que le atravesaba el cuello y un charco de sangre que se expandía. El sonido fue escuchado por sus compinches, que salieron corriendo cuando la alarma dejo de sonar, Arvid tomó el cuchillo del hombro del hombre, lo limpió y salió por la otra puerta.

    Pero en el instante que se giró para seguir un camino un niño lo miraba confundido desde las escaleras, el hombre se arregló mientras escuchaba el sonido de los compinches entrando y gritando sin saber cómo reaccionar. Sacó una pequeña bolsa con chelines y se la lanzó al pequeño antes de hacerle un señal de silencio.

    El niño se quedó estático sin entender lo que sucedía y porqué los gritos dentro de la habitación de su maldito jefe. Arvid, sólo descendió las escaleras, se metió entre la multitud que salía, encendió el cigarro del segundo hombre que asesinó y se fue…Sólo desapareció.

    Se dirigiría nuevamente al burdel, sólo esperaba que Oráculo haya escuchado las palabras del hombre, esas que ahora le recorrían la cabeza y lo confundían.

    “Jacques tiene la respuesta.”
     
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    2186
    Capítulo 8​

    Mientras los trabajadores salían confundidos por lo repentina situación y sin enterarse de lo que había sucedido en las entrañas de la fábrica, en un lugar cercano, en un callejón solitario y sin nadie a su alrededor, otro enfrentamiento salía a flote. En esta ocasión era un enfrentamiento entre tres miembros del Sindicato Guante Blanco y una Rose Noire, por supuesto era campo neutral la mayoría de las veces estos enfrentamientos eran enteramente dentro de un distrito controlado por alguna de las facciones, pero… la chica fue enviada allí, en búsqueda de información.

    —Vaya, vaya… ¿Qué tenemos aquí?—preguntó un sujeto mal vestido, en su mano izquierda llevaba el guante blanco característico y en su agarre tenía un extraño tubo de metal, en su mano derecha tenía un cigarro barato y su rostro estaba lleno de lo que parecía restos de carbón.

    Los dos acompañante de éste iban mejor vestidos, uno de ellos tenía guantes en las dos manos y un pedazo de madera, el otro lo llevaba en la mano derecha y un puño americano en su mano libre. Los tres observaban a la mujer de cabellos dorados que sólo estaba de pie en la entrada del callejón sin salida, con una leve sonrisa en su rostro.

    La mujer ignoró aquel comentario, y puso una mueca, odiaba ser tratada así por ese tipo de hombres, así que se limitó a hacer una pregunta.—¡¿Eres Matt?!—cuestionó casi en un grito mientras esperaba una respuesta.

    El hombre miró a sus acompañantes con una sonrisa como si hubiera sido afortunado por algo, luego miró a la mujer lanzó el cigarro al suelo y dio un paso al frente.—¿Porqué y quién lo pregunta?—

    —Me dijeron que vos sos el hombre que busco.—respondió la mujer con sus facciones duras mientras movía levemente sus dedos evitando mostrar incomodidad ante la situación.

    El hombre sonrió y se arregló el cuello de la camisa intentando demostrar superioridad.—Soy al que buscan todas, primor, así que debes hacer fila si quieres preguntar por mí.—dijo girando su rostro para mirar a sus acompañantes con una sonrisa.

    La mujer lanzó otra mueca, colocó una mano en su frente y suspiró agotada.—Oh, cierto, eres el idiota que no dura más de dos minutos, eso explica, había escuchado rumores de ti, supongo que todas esas mujeres que hacen fila terminan decepcionadas.—respondió moviendo ligeramente su mano para arreglarse el guante.

    Los dos amigos del hombre comenzaron a reír, mientras aquel que estaba un paso al frente se encontraba confuso, no entendía como alguien se podía dirigir de esa manera hacia él.—¿Sabes quién soy?—

    La chica de cabellos dorados se echó de hombros.—¿Un idiota que pregona lo que no tiene?—respondió guiñándole el ojo al hombre levemente.

    Sus amigos reían, y el hombre ya mostraba signos de exasperación, apretó aquel tubo de metal que ahora colgaba de su hombro izquierdo, volteó el rostro y cuando miró a los dos hombres estos callaron como si hubiesen sido jalados por una correa. Ahora los tres estaban serios, el hombre que estaba un paso adelante tenía las facciones duras.

    Miró al hombre a su derecha y con su cabeza hizo un gesto.—Enseñale a esta perra como tratamos a las de su tipo.—respondió con una leve sonrisa casi confiada de que el hombre realizaría su trabajo.

    La chica sonreía más de diversión que de preocupación, comenzó a caminar a pasos lentos, el hombre con el pedazo de madera comenzó a trotar hacía ella, mientras en la mente de la chica salía: “Y ya comenzamos de nuevo.”

    El hombre se acercó a gran velocidad, la mujer sólo caminaba tranquila inclusive con los ojos un poco cerrados, cuando la distancia se iba acortando colocó una mano en la empuñadura de su espada. El hombre se acercó lo suficiente, lanzó un golpe horizontal que iba dirigido a todo el abdomen de la mujer.

    La chica esperó unos segundos, vio el pedazo de madera que se acercaba en su dirección, pero no se preocupó. Aquel pedazo de madera la atravesó completamente, en ese instante la mujer lanzó un corte en diagonal con su espada a una velocidad increíble cortándole de un golpe la garganta.

    Los hombres al final del callejón sin salida no entendían lo que había sucedido o al menos no lo habían visto, pero su compañero herido, se arrodilló en el suelo, colocó sus dos manos en su cuello intentando que su líquido vital no saliera, pero su guante blanco tomó un color carmesí y la sangre caía al suelo a una velocidad constante.

    Aquel hombre mandado a morir, cayó al suelo con los ojos abiertos, la mujer aún tenía la espada afuera, colocó una mano en su boca fingiendo estar impresionada, miró el cuerpo y luego a los dos restante aún con ojos de “asombro” antes de volver a sonreír esta vez de forma divertida.

    —Lamentable lo de éste pobre hombre, pero es peor es lo que se consigue cuando no responden mis preguntas… “Matthie”—exclamó enfundando su espada, luego miró sus manos y reacomodó las arrugas de sus finos guantes casi ignorando a los dos hombres que quedaban.

    Aquel que se llamaba Matt, estaba boquiabierto y con los ojos muy abiertos, sin entender del todo la situación.—¡Eres una Eximius!—gritó sorprendido mientras retrocedía dos pasos.

    —Ves, no eres tan idiota, “Matthie”.—respondió mirándolo casi con una sonrisa juguetona.—¿Ya responderás mis preguntas?—preguntó con una voz firme haciendo que su carácter infantil se viera demolido por esa pregunta.

    El hombre, señaló a la mujer y le dio la orden al tipo de los puños americanos y éste, que sufría de calvicie se fue acercando, pero de forma cauta como esperando lo peor. La mujer volvió a sonreír y se tapó la boca.

    —Vaya, no esperaba que un idiota mostrara tanta resistencia, estás haciéndolo mal… “Matthie”—

    El hombre estuvo a una distancia bastante corta de la chica que sólo se quedó quieta como esperando que el hombre comenzara con su ataque. Suspiró un par de veces, quizás, la espera la estaba aburriendo y en un instante “sorpresa” el hombre comenzó con su ataque.

    Lanzó varios golpes, que la mujer lograba evitar con movimientos gráciles, el hombre se encontraba frenético al no poderle golpearla, aunque la mujer no los atravesaba, no podía, pero al menos podía esquivar y divertirse. Cuando el hombre se estaba cansando por lanzar tantos golpes consecutivos, lanzó un golpe horizontal, la mujer se echó abajo, mientras sentía la ráfaga de viento pasar sobre sus cabellos, luego en esa postura casi agachada sacó un cuchillo de su zapato derecho.

    Era pequeño y muy afilado, casi para ser lanzado, y de su punta relucía un líquido pegajoso y extraño, la mujer se reincorporó y empujó al hombre con su propio impulso por ese golpe, el hombre no lo pudo evitar y le dio la espalda a la mujer, en ese momento, la chica de cabellos dorados le dio una patada en la parte posterior de su rodilla débil.

    El hombre colocó una pierna al suelo casi arrodillado y cuando la mujer observó que la altura era propicia, le clavó el cuchillo en el cuello, lo dejó allí y empujó el cráneo del hombre contra una de las paredes.

    Comenzó a convulsionar, mientras intentaba evitarlo, una espuma blanquecina salía de su boca y se mezclaba con su sangre, sus párpados miraban al cielo intentando sobrevivir, pero en medio minuto el hombre estaba muerto.

    Matt, abrió aún más los ojos sin entender del todo lo que sucedía, observó ambos cuerpos confundido y una gota de sudor bajo de su frente, la mujer siguió con su caminar lento hacia su dirección, esta vez con una mirada fría, casi asesina, mientras conectaba sus ojos con los suyos.

    El hombre tomó el tubo de metal con ambas manos y comenzó a trotar hacia ella, aún con el temor, sentía la necesidad de vengar a sus amigos, sólo que esa no era la forma. La mujer fingió esquivar los golpes de forma ágil y grácil aún cuando fácilmente podía atravesar aquel objeto sólido sin demasiados problemas. Dio un giro y quedó a las espaldas del hombre, soltó una risa burlona, el hombre se giró enojado, mientras una vena se veía reflejada en su frente, alzó con sus dos manos el tubo y lo bajo de forma vertical.

    La mujer permaneció estática, separó amabas piernas un poco y respiró hondo. El tubo descendió a gran fuerza y velocidad, pero… simplemente la atravesó. El hombre no pudo evitar completar la trayectoria y el tubo chocó contra el suelo sin hacerle ningún daño físico a la mujer, en esa misma posición la mujer tomó ventaja y como el hombre estaba casi agachado, separó las palmas de sus manos y con ambas le dio un golpe a los lados de su cabeza, en dónde estaban sus oídos.

    Matt cayó al suelo, confundido y desorientado, intentaba enfocar sus ojos al cielo, pero las lágrimas de dolor inundaban sus ojos, era un golpe que desbarataba la defensa. La mujer se acercó y colocó su zapato en la garganta del hombre.

    —Quiero que me digas todo lo que sepas sobre la muerte del Señor Kelly y aquello que guardaba con él.—respondió la mujer haciendo fuerza con su pie en la tráquea del hombre antes de comenzar a disminuir la presión.

    El hombre tosió cuando el zapato dejó de hacer presión, pero rápidamente respondió.—Yo no recibo ordenes de ninguna mujer.—y con esa expresión escupió hacia arriba, la saliva y lo que parecía restos de tabaco cayeron en el vestido de la mujer.

    La mujer sonrió de forma maliciosa, se agachó y le dio un golpe en la boca del estómago al hombre, agitó la mano un poco adolorida ella no estaba acostumbrada a dar tales golpes. El hombre iba a comenzar a toser, pero la mujer le volvió a colocar el zapato en el cuello dejándolo sin oxígeno.

    —Eso no son modales, “Matthie”, ¿Con esa boca besas a tú madre?—preguntó irónica mientras suspiraba.—Dime lo que quiero saber y te permitiré marcharte para que le cuentes a tus superiores quién fue la maldita “perra” que le pateó el trasero a tus compañeros y a ti.—

    El hombre la miró y luego la mujer quitó la presión de su cuello, Matt comenzó a toser y luego a respirar de forma desesperada mientras sentía como el aire regresaba a sus pulmones. Esperó unos segundos mientras se estabilizaba luego abrió su boca de forma desesperada.

    —¡Bien, hablaré…!—respondió con un rostro derrotado mientras volvía a respirar de forma forzosa, tomó una gran bocana por última vez y comenzó a hablar.—No sabemos quién asesinó al señor Kelly, al menos a mi no me han informado de nada, pero la información que llevaba consigo era incompleta…—fue interrumpido.

    —¿A qué te refieres?—preguntó la mujer confundida.

    —La información que llevaba consigo sólo era una parte de todo lo que tenía, parece que quería un trato con su grupo, Rose Noire, así que no es posible hacer algo con sólo la mitad de la información, por lo cual, es imposible descifrar lo que había escrito.—

    —¿Y qué sucedió con la otra mitad, entonces?—

    —Tenemos información, de que… tiene una hija, y esa hija pide protección, ya que… bueno, su padre le entregó el documento original completo codificado.—respondió con un leve rostro de preocupación.

    —¿Cuál es el nombre de esa hija?—

    —Elizabeth Kelly…—dijo casi en un susurro.

    La mujer sonrió complacida por la información, solo necesitaba el nombre, nada más, en donde quiera que estuviese, los informantes de Jacques la encontrarían. Sacó el zapato por completo del cuello del hombre, se alejó un poco y tomó el tubo de metal con el que había intentado golpearla.

    —Agradezco vuestra información, “Matthie”.—dijo sosteniendo el tubo bastante pesado.—Nuestro grupo te lo agradece enormemente, quizás vuestros amigos no estarían muerto si no fuese por vuestra estupidez.—respondió alzando el tubo sobre su cabeza.

    —¿Qué haces?—preguntó el hombre.

    —Sólo no quiero que me sigas, ni mucho menos que abras tú boca mientras me voy.—

    Sonrió y en ese instante bajó el tubo y le dio en la cabeza al hombre que sólo perdió la consciencia, la mujer no sabía cuánto tardaría en despertar, pero esperaba que fuese lo suficiente para marcharse de aquel horrible lugar.

    Comenzó a caminar casi dando brincos, emocionada y feliz por la información obtenida, la noche iba a ser larga, suerte que las farolas habían iluminado ese pequeño callejón. Aún así sintió una presencia, ¿su Ángel Guardián? Miró a todos lados, pero no había nadie ni siquiera en los tejados.

    Elevó sus hombros en señal de despreocupación y en la lejanía escuchó los silbidos de la policía de Scotland Yard que se acercaban.

    —Ups, alguien debió haber visto esto.—dijo para si misma, se acercó a una pared, respiró hondo durante unos instantes y luego simplemente desapareció en su interior.

    “Así que tiene una hija…Aún tenemos oportunidad de seguir un paso delante de los demás.”
     
    Última edición: 4 Septiembre 2015
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    EN Auditore La Hermandad de Asesinos

    Piscis
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    Título:
    Eximius humano: excalibur
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    Para adolescentes. 13 años y mayores
    Género:
    Aventura
    Total de capítulos:
    11
     
    Palabras:
    5264
    Capítulo 9​

    <Lo extraño de la situación que aún no puedo comprender, dos veces en un día desde mi escape que encuentro a la misma mujer. Dos veces en la misma situación, ¿ella era amante del peligro o el peligro era su amante fiel? No lo entendía, ésta vez, no intervine, sólo me quedé observando, desde la lejanía. ¿Qué hacia una Rose Noire tan lejos de su distrito? No tengo respuesta para eso. Quizás… de cierta forma me interesaba la mujer… Quizás, me atraía aquel misterio que la rodeaba. ¿De dónde era? ¿Por qué aparece cada vez que estoy en paz? ¿Dios recordándome mis fallos o…algo más complicado que no puedo explicar?>

    Esas cosas viajaban por la cabeza del hombre, que observaba todo desde el tejado de un edificio de seis pisos, la luna no reflejaba su sombra porqué estaba oculta… Escondida detrás de las espesas nubes, lo único que iluminaba aquella noche eran los faroles de vapor que se encontraban esparcidos por toda la ciudad.

    Arvid observó todo… miró con especial interés los movimientos gráciles de la mujer, como si estuviese estudiándola, intentando entender el secreto que se escondían detrás de sus movimientos. Se sentía un poco impresionado y a la vez escéptico. No creía en las casualidades y dos veces la misma mujer en circunstancias parecidas sólo significaba… Problemas.

    Luego de haber dado el combate por terminado, el hombre continuó con su trayecto, no esperó que la mujer llamada; Jane, lo mirase o se fuese, simplemente continuó con su viaje. Saltando entre tejados, intentando evitar a la policía amontonada que se encontraban dirigiéndose a la dirección contraria.

    No tardó demasiado y se encontró con una parada de carruajes, pidió uno…Y se dirigió hacia el burdel.

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    El carruaje nuevamente se detuvo, el hombre salió rápidamente, observó el edifico frente a él y observó que estaba notablemente lleno, quizás aún no era muy tarde. Le entregó al cochero media bolsa llena de peniques y éste se marchó en la dirección que había venido.

    Arvid, estaba cansado, miró a ambos lados de las calles ahora desoladas, casi desiertas y luego miró como el burdel rompía con ese ambiente de soledad. Así que decidió entrar, las muchachas se encontraban “felices” mientras los hombres disfrutaban de aquel ambiente, en la planta baja elegían a la chica con a cuál estarían esa noche antes de subir a las habitaciones.

    Al hombre no le interesaba ese ambiente de libertinaje y desenfreno, se acercó a la escalera que lo llevaría al segundo piso, había “dos parejas” que no le interrumpían el paso. Empujó a ambas que lo miraron extrañado, casi molestos, estaban notablemente borrachos y las mujeres a su lado intentaron calmarlos susurrándole algo. Ellos sonrieron y continuaron con su “cortejo”.

    Arvid llegó a la cima de la escalera y el bullicio de abajo dejo de escucharse tan fuerte, se acercó a la primera puerta a la derecha, dio tres golpes sincronizados y un hombre le abrió.

    —Oh, eres tú.—dijo la voz gruesa mientras habría toda la puerta de golpe.—Así que la visión de Oráculo fue acertada, y no volviste a cagarla, ¿te redimiste?—preguntó con sarcasmo el hombre de mediana edad mientras se alejaba y se sentaba en una de las camas.

    Arvid lo miró y simplemente se detuvo sin darle importancia, no podía permitirse perder los estribos ante los comentarios de su líder de facción.—Tengo la información, pero no sé si es lo que esperabas, Joseph.—dijo en un tono indiferente mientras permanecía parado, erguido en la entrada de la puerta.

    —Cierra la puerta ya, niño, no queremos que alguien nos escuche.—respondió Joseph con el mismo tono de indiferencia.

    Y con esas palabras finalmente Arvid se movió por la habitación, cerró la puerta y se encaminó hacia el pequeño banquillo en dónde se sentaba Oráculo, suspiró un poco, cerró los ojos por un momento intentando que todo lo que tenía en su cabeza no se diluyera y comenzó a hablar.

    —Bien, luego de entrar en la fábrica y de haber interrogado al Jefe, sólo pudo decirme una palabras que no tienen sentido, al menos no para mí, quizás para vos sí, Joseph…—se detuvo un momento reacomodándose para tomar una postura relajada que le ayudara a pensar y luego prosiguió.—Sólo me dijo esto: Jacques tiene la respuesta.—

    El hombre de mediana edad se levantó de la cama y lo miró sorprendido, pasó su mano por su mediana barba color café y cerró sus ojos intentando pensar. Mucha información, pasó por su cabeza y mucha simplemente no la entendía del todo.

    —¿Estás seguro de que pronunció esas palabras?—preguntó el hombre.

    —Joseph, Arvid dice la verdad, es como te dije, el niño dijo esas palabras antes de morir.—respondió Oráculo que estaba sentada en la otra cama mirando con una leve sonrisa sincera a ambos hombres.

    El hombre la miró por un segundo y luego miró al chico y suspiró levemente, alejó la mano de su barbilla y comenzó a hablar.—En realidad, no entiendo completamente el significado de esas palabras.—respondió volviéndose a sentar.

    —Entonces, ¿esto fue para nada?—preguntó confundido el joven, casi levantándose de la impresión.—Joder, ustedes son h…—fue interrumpido.

    —Cuida vuestro vocabulario, niño, mi parentesco no significa que sepa todo lo que pase por la cabeza de ese maldito bastardo.—dijo con voz firme.

    El chico tuvo que morderse la lengua literalmente intentando no abrir su boca y reclamarle al hombre, intentó calmarse y se relajó.—¿Y ahora qué? Estamos en la misma posición que hace tres meses, ¿no?—volvió a preguntar.

    Fueron tres meses confusos desde que el hombre fue metido en el agujero, no hubo demasiada información y varios hombres de todas las facciones fueron culpados y asesinados, aunque nunca hubo un sospechoso fijo. Todas las alianzas se rompieron y la única facción que permaneció “neutral” fue la Alianza de Comerciantes con su misterioso líder. Nadie se atrevió a hablar y el ambiente permaneció tenso. Recién nueva información comienza a circular por las calles, las riñas y pequeñas peleas callejeras se están calmando. Aún ninguna facción se declara la guerra, por ahora.

    —Todos estamos igual, Arvid, no creo que estemos aún más adelantados que Roise Noire aunque creo que estamos un paso adelante del Sindicato y L’Fraternité…—Joseph se detuvo cuando la mujer lo miró de forma fulminante.—Mierda, arruiné la sorpresa.—respondió el hombre con un suspiro.

    Arvid observó la reacción de la mujer y se mostró confuso. “¿Sorpresa?”, se rascó la frente algo exasperado, odiaba que le escondieran ese tipo de información así que preguntó.—¿Un paso adelante?¿No que estábamos igual que hace tres meses?—

    Joseph lo miró y se echó de hombros.—Dígamos, que tienes amm… ¿Un trabajo?—dijo intentando sonar optimista.

    —Pero mierda, acabo de salir de uno…—fue interrumpido.

    —¿Qué te dije con tú maldito vocabulario?—preguntó el hombre y se detuvo.—A ver, luego de la muerte del maldito Kelly, estuvimos en un barco sin rumbo, pero hoy… luego de que te marcharás, llegó un informante, bastante asustado, había sido contactado…—fue interrumpido.

    —¿Contactado?—preguntó Arvid.

    —¿Me vas a dejar terminar?—preguntó igualmente el hombre un tanto exasperado.— Como decía, fue contactado, por una mujer… Y esa mujer es la hija del señor Kelly…—

    Y el mundo de Arvid tuvo un giro inexplicable, emoción y confusión se unieron en la boca de su estómago mientras una sonrisa se escapaba de su rostro, no dijo nada esta vez dejaría que su líder terminara cualquier cosa que tuviera que decir.

    —Vino a nosotros pidiendo protección a cambio de la información que con tanto recelo guardaba su padre y que le iba a entregar a Rose Noire con la misma condición.—respondió terminando.

    —¿Y qué le respondiste?—

    El hombre de mediana edad se rascó el cuello de forma incomoda antes de abrir su boca.—Le dijimos que le enviaremos a nuestro “mejor hombre”.—contestó.

    Al joven se le subieron momentáneamente los ánimos. “Claro que soy el mejor hombre de toda la maldita facción, sin mí, no sería nada”, pensó por un momento, pero sus pensamientos fueron interrumpidos.

    —No te emociones, Arvid, estamos cortos de personal y eres el único que queda.—respondió el hombre y toda la nube del chico simplemente se desinfló.

    Arvid, volvió a su estado normal sin darle demasiada importancia a las palabras del hombre, pero sí quería que le resolviesen sus dudas.—¿Y cuál es la información que nos va a dar que nos interesa tanto?—

    Ahora la mujer se reacomodó en la cama para mirar a Arvid mientras tomaba la palabra.—Eso es lo curioso, Arvid, nos dará el mapa original de su padre, el verdadero códice que nos revela en dónde se encuentra aquello que nuestras facciones buscan arduamente desde hace años.—respondió.

    —¿La información puede ser corroborada?—

    —Sí, los patéticos visionarios de Rose Noire, dieron por hecho que aquello que fue robado del señor Kelly era el códice, pero en realidad era una parte, muy maltrecha por cierto y que sólo contenía una parte de la información.—dijo la mujer con una sonrisa.—Supongo que para asegurar el trato entre ellos.—

    —Y al final el señor Kelly no resultó ser el idiota que todos pensábamos que era…—fue interrumpido.

    —Arvid, tú eres el único que pensaba que el señor Kelly era un idiota.—mencionó el hombre mientras una sonrisa satisfactoria se escapaba de sus labios y el joven se echaba de hombros.

    —Sólo son detalles…—respondió.—¿Y cuál es la misión exactamente?—preguntó.

    —Es sencilla, Arvid, sólo debes escoltarla de un punto de la ciudad al otro y ya tienes el códice asegurado.—dijo la mujer intentando darle simpleza al asunto.

    Arvid se rascó nuevamente la barbilla pensativo mientras miraba el suelo de madera.—Sabes… creo que hay algo que no me cuentan, y saben cómo odio cuando eso sucede.—suspiró levemente.

    Oráculo y Joseph se miraron y asintieron entre sí, con la cabeza como si se tratase de algún acuerdo. La mujer se giró y observó a Arvid mientras comenzaba a hablar.—En realidad no serás el único…— se detuvo.—La chica es lista, quizás demasiado, por lo cual contrató a alguna otra facción para que la escoltarán.—

    Arvid abrió los ojos como platos, mientras sus facciones demostraban la incomodidad, confusión e inconformidad del asunto, se rascó el cuello y luego se arregló el cabello intentando pensar, esto complicaba el asunto más de lo que se imaginaba, y ya no era tan simple.

    —¿A cuál otra contrató?—preguntó con firmeza mientras miraba el suelo pensativo.

    —No lo sabemos, sólo lo mencionó en el papel, ya que todo, según ella, es para su máxima seguridad.—contestó Oráculo con una sonrisa forzada.

    El joven miró a ambos y se posó unos segundos en sus rostros observando detenidamente sus reacciones, miró sus propias manos. Una atmósfera de tensión llegó a la habitación, nadie hablaba sólo se escuchaba la respiración de ellos.

    Arvid luego de varios segundos mirando sus manos asintió levemente.—Bien, acepto el encargo, lo peor que podría pasar es que apareciese algún idiota de L’Fraternité.—respondió levantándose de la silla casi de forma impulsiva.—¿Algo más para que me cague el sueño?—

    —No creo.—dijo la mujer que se levantó, se acercó al joven y metió la mano debajo de su falda. Luego de buscar unos segundos sacó de una de sus largas medias que llegaban más allá de sus caderas y se escondían debajo de su falda corta, un pedazo de papel de muy buena calidad.—Aquí están los detalles.—

    El hombre lo tomó y volvió a suspirar, no lo abrió, sólo lo guardó en el bolsillo exterior junto con su reloj. La mujer se acercó y le besó la mejilla.—Descansa.—

    Y con esas palabras tanto Joseph como Oráculo se marcharon de la habitación. Arvid se despojó de todas sus armas y se quitó el abrigo largo al igual que sus botas. Suspiró, se acercó a una de las camas y se lanzó hacia ella, sacó el papel y lo leyó lentamente, todos los detalles del cuál habían hablado estaban allí.

    La letra extrañamente no era de mujer, sino de alguien más que escribió de forma apresurada. No le dio importancia, se quedó mirando el techo durante unos segundos, simplemente no pensó en nada, sólo los cerró y de esa forma casi instantánea se durmió.

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    —¿Y cuándo llegará vuestro “acompañante”, señorita Kelly?—preguntó apoyada en una de las farolas apagadas cerca de las calles.

    —No tengo idea, ¿Jane?...—preguntó una mujer de cabellos azabaches mientras vestía un largo vestido color verde olivo, quizás demasiado retacado para una mujer “soltera”, se encontraba dudosa de que ese fuese la pronunciación del nombre de la mujer de cabellos dorados.—Según la carta que recibí enviarían a su “mejor” hombre.—suspiró levemente mientras observaba a los cuatros lados de la intersección.

    El día se encontraba relativamente tranquilo, la mayoría de los trabajadores estaban en sus fábricas así que el ajetreo de las personas en las aceras era menor, en una esquina al otro lado se oía la voz chillante de un niño repartidor de periódicos. Los pocos transeúntes que se paseaban por las aceras eran de la clase alta o idiotas que llegaban tarde a sus trabajos.

    Esa zona era neutral, así que la influencia de las bandas y facciones se veían limitadas, la cantidad de policías era mayor. La mujer de cabellos dorados, miró al cielo y suspiró, aún era temprano, pero deseaba con ansias terminar con éste trabajo que parecía inútil.

    Pasaron un par de minutos y un hombre se acercaba detrás de ella. Jane, por supuesto no le dio importancia dejando su mirada fija en aquella mujer que la había contratado y que observaba a ambos lados de forma casi frenética. Ésta mujer llamada Elizabeth, sonrió en dirección a Jane y extendió ligeramente las manos como si saludase a alguien en la lejanía.

    —Ya era hora que arribara cualquiera que sea el idiota que hayan enviado…—soltó al aire la mujer de cabellos dorados mientras suspiraba de forma cansada.

    —El destino es cruel, ¿lo sabías? Siempre une los caminos menos apropiados…—una voz un tanto ronca sonaba casi en un susurro en el oído de Jane.

    La chica se congeló por un momento, el corazón se le aceleró, reconocía esa voz y le hacía hervir la sangre, su rostro se torno rojo, pero de enojo. Su mano fue a su cintura, al mango de la espada de forma casi instintiva mientras escuchaba las palabras.

    —Sabes, Jane, me sorprende encontrarte, aún más haciendo trabajo de recadera, no creí que Jacques enviaría a su “soldado” más preciado a luchar una batalla contra mi persona.—respondió aquella voz de forma sarcástica, mientras le olía ligeramente el cabello.

    Arvid sabía que eso la haría hervir, pero por supuesto estaba preparado para lo que fuese que haría la chica. Tenía una mano también en el mango de su “nuevo” bastón espada, esperando lo peor.

    ….​

    Su retrasada llegada se podía explicar fácilmente… Se había quedado dormido más tarde de lo usual, luego de levantarse apurado y de haberse vestido de forma casi fugaz, tuvo que cambiar las armas que llevaría. Por supuesto solía ser demasiado meticuloso en ese aspecto estuvo casi quince minutos observando el armario de armas de la habitación. No tuvo tiempo de cambiarse toda su ropa, así que se puso un abrigo largo de color marrón oscuro, mientras tomó el nuevo bastón espada o mejor dicho el bastón espada de respuesto, el mismo cuchillo de combate del día anterior y un par de cuchillos para lanzar que sobraban. Recargó la pistola de seis rondas y llevó munición.

    Cuando oficialmente estaba tarde salió por la ventana del prostíbulo y corrió a través de los tejados hasta casi el corazón mismo de Londres. Aquella pequeña porción era neutral, por suerte, aunque tuvo que evitar ser visto por otras facciones.

    Cuando estuvo a pocas cuadras de la dirección que estaba escrita en el reverso del pedazo de papel, se dejó caer al suelo desde un edificio de dos pisos, el sonido repentino hizo que una mujer se llevara la mano al pecho en señal de sorpresa y luego siguió su camino casi indignada.

    “Lo siento”, susurró Arvid, con una sonrisa forzada, pero cuando sintió el repentino pitido de la policía se irguió y comenzó su camino apurado hacia el lugar en el cuál le esperaban. No le tomó demasiado llegar, pero cuando estaba a varios metros…Aquella figura que observaba simplemente le impresionó…. ¿Ella era la otra persona que acompañaría a la mujer?

    Un sentimiento de confusión y enojo se mezclaron en su cabeza, luego suspiró, miró al cielo y se encaminó, por supuesto, no podía permitirse no aprovechar aquella oportunidad que la chica le brindaba.

    ….​

    —Pero bueno, siempre hay una primera vez para todos.—respondió por última vez, con un susurro casi inaudible mientras se colocaba al lado de Jane.

    La mujer que había contratado a ambos mostró una sonrisa, aún más cuando el hombre sacó la carta de su bolsillo y se la entregó mostrando así que oficialmente era su acompañante.—Bueno, restando el hecho que os habéis retrasado de forma casi irrespetuosa, me alegra que su facción haya aceptado y lo hayan enviado...—respondió la mujer de vestido color verde oliva, pero fue interrumpida.

    —¿Éste es el mejor hombre? ¿”Arvid”?—preguntó Jane, casi de forma esporádico, interrumpiendo de forma casi inconsciente lo que estaba sucediendo.

    El hombre sonrió levemente y comenzó a hablar.—Claro, ¿lo has dudado alguna vez, “Primor”?—preguntó mientras una sonrisa irónica se le escapaba por la comisura del labio.

    “¿Primor?, ¿Acaso éste hombre se había atrevido a dirigirse a mi persona con aquella palabra?”. Se preguntaba en su cabeza la mujer, pero en vez de soltar aquellas palabras prefirió guardarlas, en cambio le lanzó una pequeña mueca seguida de una sonrisa casi “sincera” antes de hablar.

    —Bueno, un personaje tan maleducado y desesperante como vos deja mucho de qué hablar sobre vuestro grupo, espero que la señorita Elizabeth piense mejor si un idiota como usted se merece esa información que quizás no pueda entender.—respondió mientras se arreglaba su traje corto, parecido al de alguna cortesana y se colocaba al lado de la mujer que la había contratado, moviéndose de forma indignada y negándose a mirar siquiera al hombre.

    “¿Fue algo que dije?” se preguntó para sí mismo el hombre, reconocía la respuesta en su cerebro y dejó soltar una sonrisa burlona.—Oh, debo admitir que sus palabras han dañado de forma irremediable mi ego.—

    Elizabeth, que se había mantenida callada durante el lapso que había durando la “discusión” tosió levemente.—Parece que ambos grupos han decidido mandarme a sus chicos más inmaduros, genial, pero nos ponemos en marcha ahora, tenemos cosas que hacer.—dijo de forma casi fría mientras comenzaba a caminar.

    Tanto Arvid como Jane no entendían a que se debía su trabajo y mucho menos porqué debían escoltarla, pero siguieron con lo que decía la mujer, ambos permanecieron callados, casi mostrando su orgullo al evitar hablarse. El chico la odiaba por haberlo encerrado y la chica lo odiaba por haberla derrotado durante el suceso de la biblioteca.

    Jane se mantenía cerca de Elizabeth, observando a todos lados, mientras que Arvid se mantenía atrás siguiéndolas muy de cerca, con su Vista de Águila que activaba cada tantos minutos se aseguraba de que no hubiese alguna hostilidad peligrosa. Pero, su habilidad extrañamente le señalaba a la mujer de cabellos dorados como un “objetivo verde” mostrando así que no era hostil más bien un “aliado”, los demás transeúntes eran de color gris opaco mostrando así su poco interés.

    “Su trabajo comenzó”, principalmente hiendo de tienda en tienda con la mujer. Al chico le exasperaba, siempre se quedaba afuera cerca de la puerta vigilando mientras Jane acompañaba a la mujer dentro, luego de un par de minutos y varias tiendas el hombre estaba lleno de bolsas.

    —Sabe, señorita Kelly, aún no comprendo el objetivo de encargarnos a “ella” y a mí vuestros bolsos y mucho menos porqué esto requiere de la atención de las facciones.—dijo el hombre intentando sonar amable.

    La mujer se echó de hombros antes de mover sus labios.—Bueno, digamos, que la información no me es útil, realmente no me interesa demasiado todo lo que tenga que ver con mi padre y hace una semana que no me atrevo a salir de mi casa y no tengo como pagarles a mis criadas…—se detuvo un momento mientras se fascinaba con un vestido detrás del cristal de un estante antes de proseguir.—Así que decidí que necesitaría protección, aún más cuando puedo ser un objetivo gracias al engreído de mi padre.—dijo casi de forma repulsiva cada vez que hablaba hacia o sobres su padre.

    —En resumen, ¿Estamos aquí para acompañarla a hacer las compras y que llegue a su casa de forma segura para que pueda seguir durmiendo tranquila otra semana hasta que se vuelva a acabar la comida?—volvió a preguntar Arvid, mientras observaba la mirada que le dirigía la mujer de cabellos dorados en toda su expresión sólo se podía leer una cosa: “Eres un idiota, Arvid.”

    —En realidad no, señor ¿Arvid?, en unos días me llega la herencia de mi padre y tendré suficiente dinero para marcharme de ésta ciudad y comenzar de nuevo, es el principal problema cuando tienes un padre con demasiados secretos, si le sucede algo eres objetivo común para muchos idiota.—respondió echándose de hombros.

    Jane intentó entender las palabras, pero seguían pareciéndole estúpido que ésta mujer decidiera contratar a dos grupos rivales para acompañarla a hacer compras.—Entonces, ¿Por qué nos pidió a dos grupos rivales que enviara a hombres para escoltarla durante todo el trayecto?—

    La mujer de cabellos azabaches sonrió levemente.—Bueno, el principal motivo sería porqué creo que dos personajes rivales me protegerían mejor si los intereses de ambos se viesen en juego, aún más si su objetivo en común pudiese morir.—

    La cara de Arvid y Jane se unieron por un momento, realmente ésta mujer no parecía ser una estúpida, parecía una idea simple, pero que al final podría resultar provechosa, aún más… Era meticulosa y perfecta, así evitas que vuestros propios acompañantes intenten girarse en vuestra contra y asesinarte.

    Siguieron su camino en silencio, entraron a un par de tiendas más, compraron un periódico a uno de los niños que lo vendían y se detuvieron en una tienda de comestibles bastante nueva. Arvid ya estaba tomando la posición a un lado de la puerta y cuando Jane iba a entrar, la mujer lo impidió.

    —No te preocupes, Jane, en ésta tienda no hay peligros, conozco a Jimmy, desde mucho antes que abriera la tienda, en un hombre de fiar, así que os pido a ambos que vigilen, saldré pronto.— y con esas palabras entró antes de que pudiesen contradecir su mandato.

    Jane soltó un leve siseó y a regañadientes bajó los dos escalones y colocó su espalda en contra del cristal intentando no mirar al hombre.

    Y al final, de forma casi irremediable ambos enemigos estaban a solas vigilando por el mismo objetivo común. Una atmósfera de tensión se dejó notar y la incomodidad brotó de ambos. Evitaban mirarse y ambos lo sentían, aún así su orgullo lo evitaba así que se quedaron observando cada uno a direcciones opuestas. Luego de un par de minutos llenos de incomodidad Arvid suspiró y comenzó a hablar.

    —¿Ahora soy considerado “maleducado”?—preguntó irónico sin prestarle mucha atención a la mujer.

    La mujer lo miró por un momento y le lanzó una mueca, sabía que intentaba buscar algún tipo de charla de “compañeros” así que era mejor cortarle antes de que se acostumbrara demasiado.—¿Alguna vez lo has dudado? Sólo mira como te vistes y allí obtendrás la respuesta.—dijo con el mismo tono de ironía.

    Ambas miradas se cruzaron llenas de confusión y el hombre continuó.—Está en lo incorrecto, señorita, que yo me comporte de una forma tan peculiar con usted se debe respectivamente a las múltiples ocasiones que me ha intentado atravesar con una espada, cuchillo o cualquier objeto filoso…—

    La chica se comenzó a acercar casi de forma coqueta, el hombre ignoró su forma de caminar y miró hacia otra dirección, pero antes de poder continuar o diferir, la mujer se subió a uno de los escalones y desde esa altura le dio un abrazo alrededor del cuello; “¿Qué mierda?” le pasó por la cabeza al hombre mientras intentaba no darle importancia al asunto antes de continuar con lo que estaba diciendo.

    —Además mi forma de vestir rompe con los aburridos cánones de ésta sociedad tan “reservada”.—dijo mientras suspiraba levemente.

    La mujer ante el primer comentario se sintió casi indignada y soltó un; “Oh” exagerado de forma burlona mientras se decidía a hablar.—Pero, querido Arvid, he de tener que recordarle que vos también ha intentado realizar tales acciones en contra de mi persona o acaso… ¿No recuerda el corte que me realizó? …—se detuvo mientras reía y luego se acercó, con una voz casi seductora le susurró al oído.—Y eso aún no se lo perdono.—dijo antes de soltar una leve carcajada.

    El hombre tosió levemente ignorando el último comentario mientras su rostro se volvía más serio, la gente que pasaba frente a él o alrededor se quedaba mirándolo por un momento y continuaban con su andar, pero aún así tener las miradas de los transeúntes le parecía incómodo.

    —Bueno, si a una chiquilla como a usted no le hubiesen permitido utilizar ese tipo de armas contra mi persona quizás su “precioso cuello” no hubiera recibido tal “daño” de mi parte.—respondió con un leve bostezo antes de continuar.—¿Jacques no se siente mal al entregarle a tan pequeña criatura, tales armas en un mundo tan desolado y cruel?—preguntó casi con sarcasmo, pero no recibió respuesta de parte de la mujer que aún se mantenía abrazándolo en tan extraña situación.

    No hubo respuesta de parte de la mujer, así que el hombre sonrió con superioridad y decidió lanzar otro comentario.—Sabes, “Jane” no creo que sea el momento para mostrar vuestros notorios lazos afectivos hacia mi persona…—se detuvo un momento mientras sentía como la mujer aflojaba el agarre.—Quizás, ¿Admires de cierta forma mi perspicacia o ingenio? Aún más, ¿A lo mejor tenga deseos reprimidos hacia mi persona y por ello os gusta demostrarlo en momentos como éstos?—

    La mujer lo soltó y comenzó a reír a sus espaldas, claramente divertida, luego se colocó frente a él. Ambas miradas se entrecruzaron y Jane comenzó a hablar.—¿Yo admirarte de alguna forma? ¿Tener algún deseo por ti?—lo miró de arriba abajo como si lo estuviese examinando y juzgando.—Creo, “querido”, que ha malinterpretado mis acciones y cometido un grave error, hay muchos hombres más “aptos” que usted, de los cuales si podría sentir lo que vos proclamad con tanta seguridad.—sonrió levemente deteniéndose secamente para luego continuar.—Pero, ¿Quién sabe? Nadie nos asegura que en cambio usted, miembro de la Hermandad de Sangre y Acero sea el que sienta cierta admiración por mí, quizás su terquedad en la biblioteca y sus “intentos” de “protegerme” hace unos días podría demostrarlo…—respondió deteniéndose y suspirando levemente.

    —Sabe, “usted, señorita, es una invaluable compañía y disfruto estar con vos”.—respondió con sarcasmo el hombre ignorando sus comentarios y antes de que la mujer pudiese hablar o responderle simplemente le colocó un dedo en sus labios de forma espontánea.

    La mujer le dio un golpe en la mano para que le quitara el dedo y cuando se disponía a gritarle o reclamarle el hombre se giró ignorando a Jane, y activó su Vista de Águila y observó el interior del lugar y se dio cuenta que… No había nadie.—Eso explica porqué la señorita Kelly se ha tardado demasiado.—

    Y con esas palabras tanto el hombre como la mujer entraron a toda velocidad dentro de la tienda, miraron en todo el pequeño lugar, pero no había nadie sólo el dueño que atendía detrás del mostrador y en un lateral una pequeña puerta que llevaba a un callejón.

    Arvid activó su Vista de Águila y salió lo más rápido que pudo a través de la puerta, el suelo se iluminó de pisadas dorados que le indicaba el camino que había tomado la mujer, pero poco a poco aquellas pistas doradas comenzaban a desvanecerse.

    Jane miró extrañada al hombre mientras no entendía lo que hacía y soltó una leve mueca cuando el hombre comenzó a escalar hacia el tejado de aquel edificio. Arvid, luego de haber subido, le hizo una seña colocando su dedo encima de su frente y alejándolo como una forma de despedirse de la mujer, seguido de un guiñó y comenzó a correr encima de los tejados.

    —Bueno, parece que mi trabajo ha terminado.—respondió Jane, echándose de hombro, mientras se volteaba y con pequeños saltos infantiles entraba en la tienda de la cual había salido y se dirigía hacia algún otro lugar.

    Por otro lado, el hombre comenzó a correr, mientras sentía como las huellas a sus espaldas desaparecían, giró múltiples veces por las callejuelas, tuvo que saltar grandes distancia entre los edificios y escalar hasta seis pisos, luego de casi quince minutos corriendo y con su alma en el suelo por el cansancio llegó al final de un callejón sin salida.

    En la entrada se lanzó al suelo, no habían personas transeúntes y parecía el límite del territorio de la “Alianza de Comerciantes” por lo cual debía andar con cuidado. Se acercó al final, cuando las huellas desaparecían y allí observó esa escena que le revolvió el estómago.

    La mujer de cabellos azabaches se encontraba allí, pero estaba muerta. Sentada encima de unos barriles apoyados en la pared con la mirada perdida hacia el cielo, estaba desnuda y con su estómago abierto, las costillas se podían observar. Había marcas de sangre por todo el suelo y las paredes estaban cubiertas de arañazos que parecían realizados por criaturas salidas de pesadillas.

    Desde la distancia de dos metros, Arvid, supo que fuese lo que cargara la mujer y estaba dispuesta a entregar simplemente ya no estaba. Observó con cuidado mientras se tapaba la nariz y vio que no tenía intestinos, lo cual significaba que se los habían extirpado.

    El hombre se giró y se meneó el cabello de forma violenta mientras dejaba escapar un gruñido de enojo y frustración. Luego miró alrededor y activó la Vista de Águila, pero… No se veía nada.—Puto bloqueador.—respondió demostrando que un Eximius debía encontrarse cerca, ya que no podía ver nada ni a nadie.

    Escuchó el sonido a través de las calles en la lejanía, eran los pitidos de los policías que se acercaba, así que le dio un último vistazo al cuerpo de la mujer y luego comenzó a escalar nuevamente. Llegó a la cima y observó que los policías ya estaban cruzando la entrada, así que simplemente continuó su camino.

    Llegó a la cima de un edificio de seis pisos y se sentó en el borde mientras se volvía agitar el cabello de forma frenética mientras intentaba pensar. Sólo había una pregunta sin respuesta en su cabeza:

    “¿Porqué asesinar a la mujer?”
     
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