Romántico Excéntrico [Syel&Leslie]

Título: Excéntrico
Fandom: Le Rouge
Personajes: Leslie Ness, Syel Lamperouge.
Palabras: 577
N/A: Todo este hype mío es tuuu culpaaaa Amane


Excéntrico.



Syel la vio espantado, con un presente asco en la mirada. Apartó el plato de sí, empujándolo hacia ella.

—Es todo tuyo —repuso mientras sus manos enguantadas alejaban el plato profanado por las manos de la pelirroja. Así fue que Leslie entendió que a Syel no le gustaba que tocaran su comida, mucho menos que utilizaran el mismo cubierto que él iba a usar.

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La respiración del joven se aceleró. Sus manos se mantuvieron abiertas, tieso como un poste. Mientras la flexible Leslie Ness se mantenía firmemente aferrada a sus caderas rodeándolo con sus piernas. Observó la palidez en el rostro de Syel, parecía estar a punto de vomitar. Ella se bajó de un grácil salto y le tocó la cara preocupada.

—¿Estás bien? Estás pálido, Syel…

—Sólo… Sólo… Necesito ir a bañarme —balbuceó en medio del shock y la consternación.

Así fue como Leslie aprendió, que Syel no era una persona que se llevara bien con el sudor, mucho menos si eran de otra persona. Así que dejó de saltarle encima luego de sus prácticas, luego de correr, e incluso luego de tener sexo.

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¿Aún estás despierto?

Sí.

¿Estás chateando con otra persona?

No.

Leslie se mordió el labio inferior, clavando la mirada en el techo de su habitación. No servía de mucho tener el número de teléfono del francés, pues acostumbraba a responder simples sí o no, pero, veía cuando estaba en línea y cuando no. Y aunque al principio sospechaba que le mentía, luego entendió que a él le costaba dormir. Que pasaba muchas noches en vela al no poder conciliar el sueño así que sólo se ponía reparar sus tesoros.

Lo había visto hacerlo miles de veces, mientras ella comenzaba a dormirse en su cama, él iba directo a sus cosas y se perdía entre ellas.

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Sus cosas.

Sus tesoros.

Su basura.


Así le llamaba ella al principio. Le sorprendió ver que una persona tan maniática y obsesiva del orden como Syel Lamperouge fuese un acumulador. Sí señores, toneladas y toneladas de cositas rotas, dañadas, a mitad, desvaídas, corroídas. Todas parecían salir directamente del cubo de basura.

“Prohibido entrar”

Desde la primera vez que entró en su habitación aquel letrero parecía llamarle.

—¿Qué hay detrás de la puerta? —Le preguntó un día mientras se vestía antes de que él entrara al baño a toda su rutina de limpieza corporal luego del sexo.

—Algo que no es de tu incumbencia, Ness —contestó con sequedad.

En el momento que la puerta del baño hizo clic, corrió a la puerta prohibida y la abrió. Ahí fue donde descubrió, dónde Syel colocaba toda aquella basura que convertía en tesoros. Pequeñas y hermosas piezas y artículos de todo tamaño y colores.


Nunca pensó que alguien como él, sería capaz de hacer algo tan hermoso.

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—No puedo descifrarte.

El francés enarcó una ceja mientras subía al asiento de conductor de su auto.

—No soy un acertijo.

—Pero quiero entenderte —presionó, mientras abría la puerta del copiloto y se dejaba caer en el asiento al lado de él.

—No necesitas hacerlo. Sólo mantente en silencio —resopló, mientras agarraba el cinturón y se lo abrochaba a la chica antes de abrochar el suyo propio y arrancar.


Leslie agarró con fuerza las correas que él acababa de sujetar. Y sonrió. Sí, para comprender Syel Lamperouge sólo debías observarlo. Porque sus palabras jamás te dirán nada, pero sus actos sí.