Long-fic Entre espacios de tiempo [La Agencia]

Pequeñas escenas de la vida de mi personaje, Marie-Anne Voileta., en su nuevo trabajo: la Agencia.

I​

Durante este momento.

¿Quién le habría dicho que alguna vez llegaría a pisar el continente americano? Nadie, jamás. Ver las montañas a través de la ventana sólo le causaba nostalgia, quería sentir el frío que le recordaría a su hogar, algo que empezó y se quedó a medias en su aventura a Rusia horas atrás. Suspiró, volviendo su atención a lo que hacía en su nueva tableta.

Había rastreado su propio hogar y se encontraba metiéndose en la seguridad que ella misma instaló y actualizaba cada cierto tiempo. De algo tenía que haberle servido todos los conocimientos aprendidos en el Servicio de Inteligencia, ¿no? Conociendo su propio sistema, no le costó mucho acceder a las cámaras y a las tecnologías del interior; de la misma forma, no pasó mucho para que su IA saltara para defender su casa.

Toda la pantalla fue cubierta con el rostro programado y gracioso del pequeño robot, que mostraba su molestia ante la interrupción.

—Control remoto: accedido. Iniciando el protocolo de apagado forzoso.

La rubia esbozó una divertida y enternecida sonrisa, no tenía ningún interés en discutir con él.

—Mihai basta, soy yo, Marie-Anne.

La IA pareció congelarse en su pantalla antes de aparecer una barra de cargando que se llenó con suma rapidez. El rostro del mencionado volvió a mostrarse, más contento.

—Análisis de voz confirmado. ¡Antoinetta!

La alegría colapsó en la mujer. Sí, se refería a ella. Desde la primera vez revisó los códigos y su nombre aparecía como era, sin ningún problema. Era algo que sucedía durante la acción del programa que le cambiaba el nombre. Exhaló, pero como siempre, lo dejó pasar.

—Hace un tiempo que no actualiza su presencia en su residencia, doamnă Antoinetta.
—Lo sé… Estoy.. en otro trabajo que no se encuentra en Rumania.
—Confirmo su presencia en Alaska, doamnă mea. ¿Qué le ha hecho ir de turismo?
—Ni yo estoy muy segura —murmuró.
—¿Noto duda en su voz, Antoinetta?
—¿Me dejas ver a Bellonde, Mihai? —inquirió ella, con más calma.
—¿Be-llon-deee? —la pantalla de la tableta se oscureció para después mostrar la cámara de su habitación, intacta como la última vez, con su amado peluche de zorro rojo en el medio de la cama—. ¿Quiere que lo azuce, doamnă mea?
—No Mihai, no es una criatura viva.
—¿Le permito entonces apropiarse de su lugar de descanso?

Una sonrisa atravesó los labios de Blondie, era otra lucha perdida.

—¿Podrías enviármelo por paquetería? Me hace mucha falta. Me gustaría que también vinieras, pero estás más seguro en casa. Podrías quedarte en este aparato y así podemos hablar más seguido.
—El último pedido ya lo he realizado, doamnă Antoinetta. Debe darme un tiempo para preparar a su mascota para el viaje.
—Pero no es-... —negó con la cabeza, decidida a rendirse en esa batalla—. Está bien, muchas gracias, Mihai.
—La contactaré, Antoinetta. Disfrute de su tiempo de descanso.

Con ello, la conexión sorprendentemente veloz hasta Rumania se terminó y la ansiedad remitió un poco en Marie-Anne al saber que pronto tendría en manos a su Bellonde.

Contenido oculto: Compañeros

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II​

Tras los eventos ocurridos en los siguientes posts: 1, 2, 3, 4 y 5.

Había resultado herida por uno de sus ansiosos ataques. No le gustaba. ¿Por qué las personas tenían que ser tan… incómodas? Algunas eran bastante agradables, como el jefe, el encargado del almacén o aquel tal Ray, incluso el compañero recluta que le había ayudado, pero los demás… Uno decidía comportarse de una manera por alguna razón. Le desagradaba tener que sufrir públicamente para que comprendieran que a ella había que abordarla con cuidado o no hacerlo en lo absoluto. Prefería cuando no lo hacían en lo absoluto. Deseó terriblemente que llegara Bellonde ya.

Agradeció en un susurro a la enfermera que había terminado de vendarle el pie, tan agradable que era imposible caer mal de alguna manera. Las dimensiones de la enfermería eran por mucho más grandes que las de su propia habitación. No quería tener la necesidad de entrar en ella, en su interior nadie sería capaz de ayudarla si se sumía en uno de sus ataques claustrofóbicos.

—¿Puedo quedarme aquí? —preguntó en un susurro a la mujer de blanco, consciente de que ella debía tener su expediente médico y conocer su historial. Confirmó sus sospechas de que no le iba a negar el derecho y para darle un poco de intimidad corrió la cortina de su camilla.

Blondie no regresaría a la sala de estar, no si aquel hombre hambriento y conversador continuaba allí queriendo mantenerle conversación. Y tampoco arribaría su propia habitación, recordando perfectamente cómo fueron las sensaciones opresoras del momento en el que se fijó en aquel detalle.

Qué largo había sido ese día. Con algo parecido a la suerte, logró salir de su primera y suicida misión de una sola pieza, y resultaba herida dentro de las seguras instalaciones de la Agencia. Sonaba hasta irónico. ¿Por qué sus problemas eran tan contraproducentes?

 

Estuvo preocupado, por eso no pudo solamente enviar a Bellonde. Mihai se empacó para viajar con el animal al destino señalado. El viaje le pareció corto porque estuvo descansando, y apenas llegó no tuvo ningún problema en escanear la edificación y ubicar la posición de su doamnă. Ningún humano lo detuvo o tuvo intenciones de hacerlo, era lo suficientemente silencioso como para no molestar a los ocupados trabajadores, así que simplemente arribó a la enfermería, encontrando a la mujer descansando y acompañada. Al menos estaba bien y tras hacerle un análisis comprobó que sólo dormía. Miró al hombre adormecido a su lado. Decidió sentarse a esperar. Podría esperar por siempre a su doamnă Antoinetta.

Lazy