The Hunger Games El Principio de la Victoria

Hola a todos este es un tema creado para la actividad: Qué es lo que ves?
Espero sea de su agrado.

EL PRINCIPIO DE LA VICTORIA​

Golpeado, aún inconsciente por los golpes que recibió, fue llevado sin contemplaciones al lugar de ejecuciones. Poco a poco, sus agónicos ojos se abrieron permitiéndole darse finalmente cuenta del dolor que lo carcomía, ¿Dónde estaba? Levantando la vista se encontró la cruel mirada de víbora del presidente Snow golpeándolo implacablemente. No pudo evitar sonreír, más allá del furibundo rencor que aquel maldito ser le ofrecía, pudo detallar el miedo que se escondía en lo más profundo de su alma.

— Dime —exigió Snow en tono diplomático, aun cuando su frustración era evidente, no podía permitirse vacilar—. ¿Para quién trabajas?

Su rostro permaneció bajo, recordando con cariño el instante en el que su obra maestra cobró vida en manos de Katniss, su chica en llamas, su sinsajo. La única por la que se había permitido apostar y morir dignamente. Sabía las consecuencias y no tenía miedo a la muerte, el capitolio le había quitado algo más preciado que la vida de todos modos.

— ¡Habla estilista! —espetó un guardia mientras golpeaba con la culata de su arma la ya adolorida espalda de Cinna, sin embargo, él no dijo nada, ni siquiera un aullido de dolor escapó de sus labios.

La mirada de Snow destilaba veneno, torturas inimaginables corrían veloces por su cabeza, como obligarlo a hablar, ¿Cómo? Inquieto, azotado por las imagenes de Katnnis dando vueltas rodeada por las llamas y convertida en el Sinsajo ante una multitud expectante y enardecida, lo enloquecían, sus temor salían a floto a cada centímetro de tela blanca quemada, el símbolo de la revolución había nacido a manos de una aparente inofensiva y dulce chica. Jamás hubiera calculado que eso fuera posible.

— La mataré —afirmó Snow sin apartar la mirada del golpeado hombre—, la mataré junto a todas sus esperanzas, la llama que torpemente ayudaste a encender solo será su perdición, ¿lo oíste? —gritó histérico ante la idea de saberse vulnerable, un simple vestido se había convertido en una de sus mayores pesadillas—. Mátenlo —dijo fríamente a la fila de guardias situados a ambos lados del prisionero, y sin decir más, dio marcha atrás mientras el ruido seco de unos disparos lo despedía.

Tenía demasiadas cosas en las que pensar, tanto que planear… no podía permitirse más errores.

— Sí el sinsajo ya tiene sus alas, solo me queda conseguirle una cadena—dijo para sus adentros mientras en su mente se formulaba un perverso plan— ¡No es así, señor Mellark! —gruñó ponzoñosamente centrando su vista en la pantalla de la arena— ¡Qué los septuagésimos quintos juegos del hambre comiencen!.