Three-shot de Pokémon - El culto de las sombras

Hola, antes que nada me gustaría aclarar que en esta pequeña historia me tomaré algunas libertades con respecto al canon y el tiempo de los sucesos. No tomaré en cuenta cronologías y mecánica de los juegos, anime, manga (salvo algunas excepciones ) será una historia bastante libre, dicho eso espero les guste.

El culto de las sombras

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Allister


Prólogo

Hace cinco años la región de Alola se vio envuelta en lo que sería el conflicto bélico más espantoso que las arenas de sus costas hubieran podido presenciar jamás. Nadie imaginó que los extraños colores que el cielo comenzó a proferir aquella soleada tarde serían el presagio de monumentales desgracias.


El cielo parpadeó intermitente, como un semáforo descompuesto que variaba sus colores entre tonos azulados y purpúreos. De pronto, como si de una película de ciencia ficción se tratase, extraños cilindros luminiscentes emergieron de entre las nubes. Al principio nadie comprendía lo que sucedía, pero cuando esos raros seres comenzaron a salir de los tubos de luz, nos dimos cuenta de que alguien lo había jodido todo, y ese alguien era la fundación Aether. Ellos, con sus maquiavélicos experimentos nos habían condenado a una inminente invasión interdimensional.


Pasamos varias semanas recluidos en nuestros hogares mientras los Kahunas, la policía internacional, el recién estrenado campeón y cuanto organismo de defensa se atreviera a ayudar, batallaba contra aquellos extraños seres a los cuales terminamos por nombrar Ultraentes.


Nadie podía arriesgarse a salir. Afuera era un verdadero campo de guerra, incluso los cuatro espíritus guardianes de Alola, los Tapus, se habían unido a la batalla, haciendo que los cimientos de la región se estremecían furiosamente al compás de la destrucción.


Ya saben lo que dicen, “Si algo malo puede pasar, pasará”, y mi familia fue la elegida aquel día para que cosas muy malas les sucedieran.


Habían pasado varios días desde la aparición de los Ultraentes y ya casi nos acostumbrábamos al barullo de la guerra. Pero aquella mañana las cosas fueron diferentes, las detonaciones de la batalla sonaban peligrosamente cerca, mi padre y mi madre estaban nerviosos y caminaban en círculos con tanta animosidad que si se lo hubieran propuesto, en un par de horas habrían hecho una zanja en medio de la sala. Por nuestra parte, mi hermana y yo estábamos agazapadas rogando porque aquel conflicto pasara de lejos. Lamentablemente la vida es caprichosa y acontece como le da la gana. Los tiempos de guerra eran ruines, fríos y dejaban cicatrices imborrables. La guerra se llevaba lo mejor de las personas, y fue la guerra lo que se llevó lo mejor de mí.


Las explosiones se escuchaban cada vez más cercanas y fuertes. Eran una sinfonía destructiva que tañía en un abominable crescendo. La bélica sonata concluyó con un fuerte estruendo que hizo estallar las ventanas de nuestra casa.


Cuando fuimos conscientes del peligro y la desgracia que se cernía sobre nosotras, nos armamos de valor, abrimos los ojos y le vimos. Era un extraño ser de fisionomía delgada y endeble. La parte que conformaba su cuerpo era muy similar a unos cables de alta tensión. Su “rostro”, si así se le podía llamar, pues no presentaba facciones algunas, era una especie de chispa blanca con emergentes y puntiagudos picos. Una incipiente corriente eléctrica azulada recorría su cuerpo cableado en espasmos intermitentes generando el inconfundible ruido de la energía fluyendo.


Eché una mirada en derredor buscando desesperadamente a mis padres, y realmente me arrepiento de haberlo hecho. Sus cuerpos yacían humeantes bajo los escombros que el Ultraente había devastado. Pequeñas y tenues líneas de electricidad aún recorrían sus cadáveres, y un olor nauseabundo a carne quemada invadía el lugar. Reaccioné horrorizada ante tan dantesco panorama, y a falta de algo mejor que hacer, me limité a cubrirle los ojos a mi hermana.


Ella sollozaba intempestivamente y parecía ahogarse con el llanto. Yo por mi parte me encontraba impávida frente a aquel monstruo luminoso. Mis lágrimas caían como cascadas y en ellas se reflejaban los rayos azulados que el ultraente emanaba. Ya no eran rayos tenues e intermitentes como al principio, ahora eran una corriente eléctrica completa y peligrosa que se resbalaba como un aura alrededor de su cuerpo.


Mi mente transcendió el estado shock y caí en cuenta de que aquella cosa se estaba preparando para lanzar otro ataque. Ya libre de aquel trance psicológico, tomé a mi pequeña hermana en brazos y me lancé hasta la puerta trasera. La ráfaga eléctrica pasó muy cerca de nosotros, tan cerca que pude sentir los vellos de mi cuerpo erizarse. En aquel momento no reparé en lo próximas que estuvimos de la muerte, mi mente era un lienzo blanco cuyo único pincelazo era la premura de salvar mi vida y la de mi hermana.


En el exterior las cosas no estaban mejor, el humo de las casas ardiendo subía hasta lo más alto del cielo como si de una grotesca ofrenda a algún dios desalmado se tratase. La gente corría despavorida mientras los Ultraentes los flagelaban desde el cielo. Eran demasiados, y aunque las autoridades y alguno que otro entrenador entusiasta les plantara cara, lo cierto era que no habían suficientes recursos para proteger a civiles y Pokémon. Más de alguno caería, de la misma forma que mis padres cayeron.


El Ultraente no se rindió en su faena de darnos caza y cuando menos lo esperaba se lanzó sobre nosotras. Corrí con mi hermana en brazos, corrí como si no existiera un mañana. Olvidé a mis padres, me olvidé de todo a mi
alrededor, del olor a muerte, del humo y la desesperación. Corrí así sin más, en desbandada como una posesa, pero el rayo fue más rápido que mis piernas.


Primero escuché un restallido tras de mí y después sentí un creciente dolor en la pantorrilla derecha. Me había dado. Perdí el equilibrio aparatosamente y mi hermana saltó de mis brazos. Ambas caímos y por unos segundos no supe de mí. Estaba aturdida y confundida, miré alrededor y encontré a mi hermana tirada como un bulto viejo en medio de la arena. Traté de correr hacia ella y entonces fui consciente del daño, tenía la pierna derecha algo chamuscada y adormecida. No podía moverme, al menos no con la velocidad que necesitaba en aquel momento.


El Ultraente se acercaba a mi hermana, la cual parecía estar solamente inconsciente. Me arrastré desesperadamente ignorando la pesimista sensatez y es que por mucho que me esforzara jamás llegaría a tiempo.


El Ultraente cargó nuevamente energía y arremetió contra ella. Fue un golpe certero y breve, tan breve como el fluir de la luz. Cerré mis ojos, no quería ver como mi último resquicio de luz se apagaba de golpe, no quería entender que justo en aquel momento las sombras habían comenzado a apoderarse de mí, no quería entender que en aquel momento la palabra venganza era lo único que cabía en mi corazón.