Microrrelato Dos cucharadas de azúcar para el corazón

Me encantaría no derramar ni una lágrima al escribirte. Pero ha pasado mucho tiempo. Las cosas han cambiado. Han pasado más de dos estaciones, más de siete meses, más de un año, diría yo. Pero aunque todo a nuestro al rededor haya cambiado y tú ya no estés aquí, yo sigo siendo la misma que era. Por eso puedo acordarme con los ojos cerrados y señalando en tu espalda todos los lunares de tu piel, me sé de memoria los escalones que suben a la segunda planta de tu casa, y sé cuántas cucharadas de azúcar le echas al café. Me sé de memoria tu número de teléfono, y también al revés. Sé cuántos colores de sudadera distintos tienes. Y me sé todos tus calcetines de memoria. Sé qué cara pones cuando mientes, y cuando no te sale decir la verdad. Sé cuándo estás a punto de llorar, y sé cómo te sientes cuando te fallan.

He estado en la mayoría de tus buenos momentos, y también, en los malos. Por eso te conozco como nadie, y por eso sé que hoy estarás pensando en mí, haya donde quiera que hayas ido.

Y por eso, aquí, donde nadie me conoce, te digo que te quiero. Y que lo haré por mucho tiempo más.

Hasta el fin de los días, pequeño, como juramos tú y yo.