One-shot Desliz [Persona || HirokixShiori]

Nada, que necesito cosas soft :(

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Desliz​

Una vez más se encontraba en el parque de Hanazawa, desde hace semanas era así casi todas las tardes.
Sacó el libro de su padre de la mochila, ese libro aburrido del que le había hablado la mañana siguiente al extraño sueño, y comenzó a leer, paciente, consciente de que no había prisa alguna. No tardaría.

Escuchaba las voces de algunas personas que habían decidido dar un paseo por el parque, el canto de las aves, el murmullo de las hojas verdes en las copas de los árboles y, atrás de todo ese ruido ambiental, se había sumado el ladrido ronco de un perro.

Ike.

Continuó su lectura, levantando discretamente la vista, hasta que vio un parchón naranja y blanco pasar a su lado sin siquiera reparar en ella, eufórico por haber sido sacado a dar un paseo.
Dejó el libro a un lado.


—¡Ike! —lo llamó y el can se detuvo en seco, volteando en busca de la persona que había dicho su nombre—. ¡Ike, ven!


El Akita reinició su carrera, esta vez en dirección a la muchacha de la mecha azul, que extendía sus manos hacia él, y subió ambas patas delanteras en el banco justo para estamparle la lengua en la cara.


>>¡No, espera!


Trató de hacerlo a un lado, entre risas, sin mucho éxito hasta que fue su dueño quien lo llamó.


—Kurosawa. —La voz ronca de Hiroki llamó su atención, no era un saludo, o bueno, podía serlo en su idioma. Aún así, fue suficiente para ella—. ¿Qué no tienes otro lugar a dónde ir luego del instituto?


Como siempre, el tono de fastidio. Sonrió para sí misma mientras se limpiaba el rostro con un pequeño pañuelo blanco que había sacado de la mochila.


—Tengo —añadió sin más, regresando el trozo de tela a su lugar—, que quiera es otra cosa, senpai.


Al muchacho se llevó una mano al cabello. Joder, siempre las respuestas ambiguas.


>>Sé que vendrás aquí en algún momento con Ike y me gusta verlo, es muy bonito. —Volvió a llamar al perro que esta vez se acercó un poco más calmado, dejando que lo acariciara entre las orejas.


Lo escuchó gruñir, no Ike, a Hiroki y se le escapó una risa nasal.


—Deberías conseguir tu propia mascota, Kurosawa.


Tenía las manos en los bolsillos de los pantalones, seguía negándose a mirarla, pero desde la tarde con Watanabe sus facciones no eran tan duras como solían serlo antes de llegar a Hanazawa.
Lo cierto es que le gustaban mucho los animales, pero no tenía una mascota en casa, a sus padres no les hacía mucha gracia la idea.
Revisó entre sus cosas una vez más y sacó una pequeña bolsa con bocadillos para perro.

¿Había llevado eso en su mochila todo el día? ¿Qué tenía Kurosawa en la cabeza?

La vio levantarse y acercarse a él, tan repentinamente que estuvo por dar un paso atrás, pero antes de que siquiera poder reaccionar sintió el cálido tacto de la muchacha en su mano derecha; la había tomado para entregarle los bocadillos y la soltó casi con la misma rapidez, aunque permaneció frente a él.


—¿Dices que compartes a Ike conmigo? Usui-senpai, ¡eres tan amable! —En la frase había algo de burlón, claro, pero sus ojos naranja no pudieron ocultar el brillo infantil que surgió ante la idea de pensar en el akita como su media mascota—. ¡Mira, hasta él se puso contento!


La muchacha corrió un par de pasos hacia Ike, que de inmediato corrió en su dirección también, ladrando y agitando la cola.
Kurosawa le revolvió el pelaje de la cabeza y continuó correteando con él, comportándose como una niña de repente.

¿Y ahora, se supone que debía agradecerle por esa jodida cosa tan rara de llevar comida para un perro ajeno en la mochila? En cualquier caso, eso no era lo que había querido insinuar en lo más mínimo, pero ahora viéndola así, viéndolos a ambos así… No podía decir lo contrario.

Hasta Ike parecía haberse acostumbrado a ver a la chica del mechón azul con frecuencia, casi podía jurar que reconocía su nombre ya.

Su rostro se tiñó de rojo una vez más, como si Shiori Kurosawa tuviese un don para provocar esa maldita reacción en su cuerpo.

Era burlona, sí, lo era con él al menos, pero también había en su carácter un mimo casi maternal y una alegría que iluminaba hasta a un lobo huraño como él. Ni siquiera sabía qué se suponía que debía hacer con la luz que ella le regalaba, en su intento de mostrarle un mundo que a él nunca le había interesado.


—Senpai, juega con nosotros. —Kurosawa se había sentado en el césped, junto al Akita, y ambos tenían los rostros uno junto al otro. Lo miraban con los mismos ojillos brillantes, ansiosos y sinceros. Esperaban por él.

Ella esperaba por él.

El aludido volvió a llevarse una mano al cabello, negándose a mirarla, y gruñó por lo bajo.


—¿Pero de qué hablas, Kurosawa?


La escuchó reír, obligándolo a volver la vista a ella.


—Hiro es un aburrido, ¿verdad, Ike? —Le hablaba al perro mientras le acariciaba el lomo—. Qué bueno que tú no seas igual de amargado, ¿verdad?


¿Qué cojones? ¿Cómo lo había llamado? Lo de amargado no tenía nada nuevo, pero, ¿qué se supone que pasaba con eso de Hiro? Primero era burlona y ahora confianzuda. Era demasiado rara.

Si a él su cuerpo lo había traicionado enviándole la sangre al rostro, a Shiori iba a darle un ataque, parecía la bandera de Japón.

Intentaba ocultarse detrás de Ike, que solo se agitaba buscando acercarle el hocico al rostro.

¿Qué? ¿De verdad esa mierda no había sido intencional?

Ámbar y naranja.

Sus miradas habían coincidido en el peor momento.

El mismo bochorno de Hiroki no hizo más que acentuar el de la chica, que lo veía de aquella manera por primera vez.
Retiró la mirada, con una mueca de disgusto fatal, pero el color no desapareció de su rostro.


—Piensa lo que quieras —gruñó—, Shiori.


De por sí él pensaba lo que le daba la gana cuando hacía todas esas cosas tan extrañas, como pasar el tiempo con él para empezar.