Long-fic Death School [Pokémon rol | AU]

Título: Death School
Fandom: Pokémon Rol
Personajes: Liza White, Hubert Mattson, Emily Hodges, Mimiko Honda, Alpha Xenodis, Ian Lockhart.
Summary:
"Esta es la historia de cómo nuestro mundo cambió de la noche a la mañana. Como algo que creíamos tan simple, que tanto dábamos por hecho, se convertió en algo aterrador e impredecible. En nuestra peor pesadilla."
N/A: Este es mi intento—bastante trucho todo sea dicho, de intentar escribir un long-fic del rol. Es súper cliché, y tengo solo la idea principal y algunos diálogos, así que está un poco hecho a lo loco (?)

Igual, disfrutad uvu (?)

Día 1
Prólogo
​

Es curioso como pueden cambiar las cosas de un día para otro sin que te des ni cuenta. El lapso de tiempo que transcurre entre un momento y otro te hace valorar mucho más cada segundo. Un día presumes de una vida normal, tienes amigos, asistes a la escuela y de pronto, en un abrir y cerrar de ojos ya no queda nada. El tiempo parece detenerse, no avanza, y todo lo que dabas por hecho repentinamente se convierte en algo que te atormenta.

Eso fue lo que sentí ese día de abril.

Había sido un día normal hasta entonces, sin nada particularmente reseñable. El aula tres-uno del instituto Galeia's Peak seguía siendo tan animada como siempre. Irvine, nuestro tutor, había dejado el salón por unos momentos y no tardó en reinar la anarquía.

O casi.

Hubert Mattson mantenía sus ojos oscuros fijos en un libro. Era alto, apuesto, de sonrisa serena. Desprendía una calma conciliadora que tendía a mantenerlo siempre en la mira de algunas chicas—y chicos—del instituto. Él era, no menos, el mejor alumno de nuestra clase. Su inteligencia y conocimientos siempre le ganaban el primer puesto en las listas.

—Hubert ¿me echas una mano con esto?—se sobó la nuca un chico cuto desprolijo cabello castaño que apuntaba en direcciones distintas—. No entiendo nada. Lo he leído como dos mil veces pero...

Hubert sonrió con gentileza.

—Claro. Verás, no es nada complicado una vez lo entiendes.

Diametralmente opuesto a él, el joven que le tendía su libro de matemáticas era Alpha Xenodis. El capitán del equipo de baseball de la escuela pero un total negado para todo lo que no implicara el uso de la fuerza física. Un chico despistado de sonrisa despierta y ojos dorados. Era inteligente... a su modo. Aunque muchos solían tacharlo de idiota integral.

Si no fuese por su casi obsesiva rivalidad con Ian Lockhart probablemente fuese el chico perfecto para muchos. Era encantador e inocente a pesar de sus diecisiete años de edad.

Ian Lockhart, por su parte... era un individio interesante, sin lugar a dudas. Un Donjuán desconsiderado de los pies a la cabeza. Con sus ojos cafés y su revuelto cabello castaño, era un imán para chicas de todos los cursos. Pero particularmente no se sentía atraído por ninguna de ellas. Solo parecía jugar; flirteaba, les daba esperanzas y terminaba desechándolas.

Era inteligente, audaz y usaba su prodigiosa mente para lograr todo aquello que quería. Con todo, siempre parecía desinteresado, aburrido, mientras ignoraba las clases jugando con una vieja gameboy. No podía creer que aún conservase ese cacharro. Parecía un niño... de hecho, tenía el carácter de uno de esos malcriados y caprichosos niños ricos.

Aunque si de niños ricos hablábamos... nadie le ganaba a ella. Mimiko Honda, la princesa de Galeia's Peak. Con su largo cabello recogido en dos prolijas coletas doradas y su fina manicura rosa, Mimi se sentía intocable. Criada desde niña como una reina mimada y consentida por su familia millonaria, tenía todo lo que podía desear en el mundo. Belleza, dinero, privilegios...

—¡Joder!—chilló repentinamente y se incorporó de la silla solo para lanzar una goma de borrar que dio justo en el blanco. Fue como un proyectil directo— ¡Deja de arrojarme papelitos Lockhart!

... Y un carácter angelical.

Pero sin lugar a dudas todo el mundo estaba de acuerdo en algo. Era una verdad inamovible e irrefutable. Era ella y solo ella el verdadero ángel de la clase. Su largo cabello azabache caía por sus hombros como una cascada y se mecía con suavidad con la brisa primaveral.

Emily Hodges. Con su personalidad dulce y encantadora y sus prominentes atributos como mujer tenía medio instituto en la palma de su mano.

—¡Chicos!—llamó con cierta urgencia visiblemente preocupada— No peleeis ¿si? Tratemos de llevarnos bien, que somos amigos~

—Es imposible llevarse bien con este imbécil.

—Habla por ti Honda—replicó Ian con una sonrisa socarrona—. Yo creo que nos llevamos de los mejor y Emily estará de acuerdo. Si hasta nos lanzamos gomitas de borrar y todo.

Y se encogió de hombros con aquella sonrisa buscando claramente provocarla.

—¡Tú...!

Repentinamente un grito brutal y desgarrador perturbó el ambiente de la clase. Me heló la sangre en las venas. Fue un grito de dolor, de desesperación, de alguien que tenía la muerte frente a sus ojos. Nos echamos corriendo a las ventanas.

—¿Habéis oído eso?—preguntó una chica con voz trémula.

—Por poco me quedo sordo, vaya—Alpha se sobó la oreja.

Emily abrió los ojos con sorpresa.

—¡Hey, ese es...!

Pude reconocerlo enseguida. La realización me golpeó con la fuerza de una poderosa maza.

—... El profesor Irvine.

—Está hablando con la profesora Karina ¿no?—apuntó otra voz.

—¿Y para esto tanto revuelo?

Pronto volvimos a dispersarnos, de regreso a nuestros pupitres, hasta que escuché una mesa arrastrarse con un chirrido por el suelo. El sonido caló en mi cerebro y me giré con presteza. La visión me congeló. Mimi Honda estaba pálida, paralizada por el horror. Sus pupilas contraídas miraban sin ver a ningún sitio, vacías, temblorosas.

—¿Q-qué...?—musitó con un hilo de voz.

Su dedo tembloroso señaló al otro lado de la ventana en el patio. Todo su cuerpo tiritaba como una hoja. Y yo también lo vi. Irvine... no era realmente Irvine. Sus ojos estaban vacíos, su uniforme calado por un sustancia roja que empapaba su ropa, oscureciéndola y oxidándola. La profesora Karina yacía en el suelo del patio, inerte, e Irvine... hundía los dientes en la carne de su estómago como un animal salvaje.

Devoraba y desgarraba sin piedad, crujía, y la sangre manchaba el suelo del patio del instituto Galeia's Peak.

Alguien gritó.

Irvine siempre había sido un buen profesor, amable, con una sonrisa gentil para sus alumnos y el resto de profesores. Era un hombre con una gran devoción por su trabajo. Llevábamos tres años con él...

Y ahora...

La imagen fue brutal y me rayó el cerebro con una fuerza portentosa calando hasta lo más hondo de mi ser.

No pude mantenerme en pie. Mis piernas que repentinamente parecían palillos quebraron, y caí al suelo de rodillas.

Hubert Mattson.

Alpha Xenodis.

Ian Lockhart.

Mimiko Honda.

Emily Hodges.

—¿Qué... está pasando?

Y yo. Liza White.

Esta es la historia de cómo nuestro mundo cambió de la noche a la mañana. Como algo que creíamos tan simple, que tanto dábamos por hecho, se convertía en algo aterrador e impredecible.

En nuestra peor pesadilla.