Drabble de Naruto - Consejo Familiar

Consejo Familiar ​

—¿Tío?
—¿Sí?

La joven de cabellos oscuros tardó unos segundos en responder, con el fin de encontrar la forma correcta de abordar a su familiar. El mayor la miró de reojo dándose cuenta de su debate interno; sonrió de medio lado y espero paciente que ella prosiguiera.

—¿Crees que parezco a mi papá?

Ahora fue él quien tardó un poco en darle una respuesta, no porque no supiera qué decirle, sino porque no esperaba una pregunta de esa clase.

—Veamos... Ambos tienen el mismo color de ojos y cabello. —Contestó mirándola.

—¡Eso es obvio! —infló sus mejillas en señal de reproche.

Sabía con exactitud que eso no era lo que ella se refería. Itachi sonrió nuevamente al ver esa expresión en el rostro de su sobrina, idéntica a la de Sasuke cuando era pequeño. No había duda que eran padre e hija.

¿Que si eran parecidos? Lo eran, pero distintos también. Con pasados diferentes, con situaciones y circunstancias diferentes que provocaron que tomaran caminos distintos.

—Bien —su semblante se tornó serio—, te pareces al Sasuke de ahora. En lo que se ha convertido hoy, alguien con valor, que no duda en sacrificarse por los demás. Y lo más importante: que confía en sus amigos y sus amigos confían en él.

Sarada escuchaba cada palabra con sumo cuidado y atención, su mirada no se desviaba de su tío.

Comprendía lo que le decía, su propia madre le había dicho algo similar. Pero una duda siempre estaba presente en el corazón de Sarada. Todos hablaban del Sasuke actual, ¿y el Sasuke del pasado?

—Eso depende de él, Sarada.—Como si hubiera adivinado sus pensamientos Itachi intervino.

Ella dibujó una sonrisa de resignación, no iba a recibir más información de su parte, pero...

—¿Me parezco a ti? ¡Y no me refiero al color de cabello!

Itachi rió ante el comentario, se puso de pie y se colocó frente ella, quien lo miraba expectante.

—Perdóname, Sarada, quizá la próxima vez. —finalizó dándole un pequeño toque en la frente.

La joven Uchiha se quedó sin habla. Se llevó instintivamente la mano a su frente. Sonrió feliz al darse cuenta de lo especial de aquel gesto.

—Recuerda esto, Sarada: confía en tus amigos, no cargues con todo sola, porque no lo estás.

—Sí, tío.