Microrrelato Cenizas

Y ahí van.

Los veo por la ventana de mis padres en el segundo piso de mi casa.

¿Cuántos niños menores de trece años quedarán realmente en esta calle?

¿Qué tantos dulces habrán comprado los vecinos de en frente para esta noche previa al Día de los Ángeles?

No es que yo sea un chico amargado solo por tener diecisiete años y estar a meses de ser un adulto de manera legal, según mi país.

Desde niño, siempre me ha gustado muchísimo la noche de brujas, pero siempre he odiado que el dinero me detenga de ponerme un buen disfraz y la edad de salir a pedir dulces con amigos míos.

Y ahora hay muy pocos menores en la cuadra, disfrazados de princesas o de súper héroes y cosas que realmente no asustan.

Es una lástima que tampoco pueda decorar mi casa como para abstenerlos del intento de gritar "¡DULCE O TRUCO!" frente a mi puerta.

... No. Lo volveré a decir; no es que yo sea un chico amargado.

Es sólo que desearía estar vistiendo algo más divertido que jeans y una camisa negra, y haciendo algo mejor que acompañar a mis padres ver las mismas películas que pasan en la televisión todos los años.

Otros chicos que no salen disfrutan de estas cosas.

Yo en verdad quiero salir.

Pero no puedo.

Mis padres pueden, pero no lo hacen; se quedan conmigo porque están en negación, aunque no pueden pretender que el 31 de octubre no existe en el calendario.

... Dije diecisiete años ¿ah?

Claro.

No alcancé a cumplir los dieciocho.

Olvidé mencionar que no tengo la mejor vista realmente de la calle.

Es difícil cuando estás encerrado en una urna con tus cenizas...