Un arroyo de agua dulce que se encuentra hacia el oeste de la jungla, no demasiado lejos de la playa pero tampoco lo que se diría cerca, y que cuenta con una gran cascada de agua también dulce que cae desde lo alto de unas rocas; un manantial de agua potable. ¿Acaso se tratará de un oasis en esta isla desierta?
Quien iba el frente, al igual que cuando nos internamos en la jungla, fue el ruso; detrás venía Isaac señalando el camino en que había visto al sujeto alejarse, y luego venía yo, y detrás de mí Alisson, Miguel, Hikari y finalmente Terra cerrando la marcha. El descubrimiento de la cascada fue un tanto impactante, mínimo, pero no tanto como lo era el ver a aquel sujeto delgado inclinado en la orilla del arroyo de la cascada, bebiendo agua como si no hubiese tomado jamás algo tan fresco… ¿acaso sería el extraño del que hablaba Isaac? Contenido oculto @Jenivere @Cygnus @rapuma @Bruno EVF @Nekita @Taiga Aisaka
Viktor Reznov Se había separado por fin de aquél grupo y ahora caminaba envuelto en su preciado silencio; lo único que perturbaba su marcha eran los mosquitos que zumbaban delante de sus ojos y oídos. Los espantó con la mano y se quedó congelado cuando sintió el inconfundible ruido de una cascada, ¿sería cierto? Apresuró la marcha, apartando grandes hojas con las manos y tropezando torpemente con las raíces de árboles en su recorrido: el ruido del agua le había devuelto la sed que había intentado olvidar y era cierto, se estaba muriendo de sed. Apartó la última hoja y observó la cascada como quien observa un juguete nuevo; el ruso tenía una sonrisa en su rostro y se permitió reír. -¡Agua! -anunció para si mismo como si estuviera viendo un espejismo y se acercó a la orilla y bebió hasta saciarse. Las gotas caían de su barba y empapaban la camisa que llevaba, marcándose los pectorales tonificados por debajo de la tela. -Agua... -musitó sin poder creerlo aún, al fin había conseguido llegar. Luego reparó en el individuo que se encontraba a unos cuantos metros de él bebiendo como si no hubiera un mañana. ¿Otro sobreviviente más? Se quedó allí mirándolo en silencio mientras se mojaba el rostro y se enjuagaba las manos.
Terra Weedall La joven nativa había observado con su acostumbrado silencio y su mirada fría al nuevo integrante del grupo que habían rescatado desde lo alto de unas ramas. No le despertaba singular simpatía, así que se mostró indiferente hacia su presencia. De hecho, comenzaba a parecerle que entre más personas fueran las que la acompañaran, sería más difícil abastecer de alimentos a todos y poder sobrevivir. Sólo esperaba que no fuera otro perfecto inútil como varios de los demás. Le clavó su vista maleducada durante varios minutos, en los que él aprovechó para presentarse, luego como olvidando su presencia siguió observando los árboles. Qué distantes le parecían aquellas formas vegetales a las de su tierra. Como todos se pusieron en marcha a buscar a "otro sobreviviente", siguió a los demás sin mucha premeditación. Le preocupaba que hasta el momento no hubiese encontrado frutos convincentes como para ser ingeridos, la mayoría tenían un aspecto desagradable y un sabor amargo, incluso ligeramente picante, que le prevenía que aquello no les traería buenas consecuencias para su estómago. Sin embargo cada vez estaba más tristemente convencida de que toda esa área de tierra no era más que una isla sin conexión con el resto del continente. Era muy probable que estuvieran realmente atrapados. Cuando escuchó el chasquido del agua cayendo a prisa por una cascada, se detuvo incrédula. Luego tuvo que dar crédito a sus ojos. El hombre ruso se había abalanzado al río que formaba la cascada y bebía como loco. Ella primero aguardó unos momentos observando el agua correr y la reacción de los demás. Concluyó que era probable que se encontraran cerca de vida silvestre más allá de los insectos voladores. Observó con la mirada a su alrededor, pero no vio nada que le causara sospechas fuertes. Antes de inclinarse a beber el agua del río, observó fijamente a un nuevo hombre que se encontraba del otro lado, sin perder ninguno de sus movimientos.
[Sujeto desconocido] Abrió los ojos. La cabeza le retumbaba como un tambor, como si le hubiesen golpeado con una maza. Un dolor que se extendía desde las sienes a la nuca, mucho más fuerte que las incipientes migrañas a las que tanto se había acostumbrado. Creía estar sangrando, pero aún se debatía entre la inconsciencia y la vigilia. Apenas podía recordar que había sucedido. Los recuerdos se le presentaban borrosos, irreales y tan intangibles como la niebla misma. ¿Amnesia? ¿Un posible traumatismo o una contusión cerebral? Una amnesia post-traumática, sin duda. No había sido un golpe demasiado fuerte, pero aún así repasó mentalmente la escala de Glasgow. La puntuación más alta... una buena señal. Las turbulencias, el avión... la selva. Sentía bajo su cuerpo la arena húmeda, la hierba fresca. El murmullo de las hojas de los árboles que se mecía movidos por la suave brisa, del agua de... ¿una cascada?, chillidos y gritos de animales que, a su pesar, habían empezado a ponerlo nervioso. ¿Qué era todo aquello? ¿Cómo... cómo había llegado hasta allí? Se frotó los ojos con el dorso de la mano—Ugh...—gruñó entre dientes, tratando de disipar el dolor de cabeza y de acostumbrar sus ojos al nuevo entorno. La voz le sonaba ronca y pastosa, más áspera de lo que acostumbraba, como si se tratase de otra persona. Sentía en los huesos la incipiente humedad que lo envolvía, los molestos mosquitos que zumbaban cerca de sus oídos en busca de sangre. Se incorporó con cierta dificultad. Al menos si estaba cerca de una cascada tenía agua a su completa disposición. El entorno parecía bullir de vida, el agua corría desde lo alto de unas rocas, precipitándose en lo que parecía ser un manantial de agua dulce y cristalina. Se inclinó y tomó un poco entre sus manos para beber. Estaba helada, pero lo agradeció sinceramente. Por lo menos, le ayudaría a recuperar su voz normal. Y en un abrir y cerrar de ojos, sin comerlo ni beberlo, había aparecido de la nada un sujeto corpulento y robusto que bebía agua como un poseso, como si nunca hubiese probado nada igual. Dio un salto brusco por la sorpresa. Y después reparó, aún sin dar crédito a sus ojos, en la pequeña comitiva que emergía de la exuberante vegetación que envolvía el lugar. Se frotó las manos húmedas en los pantalones para secárselas, y tosió para aclarar su voz mientras levantaba una mano en señal de saludo. Aún parecía algo contrariado por la situación. —¿Hola?—fue todo lo que le salió, y su voz sonó vacilante, su ceño ligeramente fruncido entre la extrañeza y la confusión. ¿De dónde salía toda esa gente?
Habíamos seguido al ruso por el camino sin decir mucho, él no parecía querer hablar más y Tony actuaba algo extraño-cosa por la cual me imagino que no volvió a romper el silencio que se había formado- hasta que llegamos al lugar esperado, ¡el agua!, por fin habíamos llegado después de caminar por la jungla entre incómodos silencios, peticiones amables de guardar silencios y raras presentaciones con grandes entradas. — Agua...— fue lo primero que salió de mi boca observando atentamente como el agua fluía por la cascada y a los que se acercaron bebiendo rápidamente de esta como si el agua de un momento a otro fuera a desaparecer de allí. Por otra parte -y no por eso menos importante o algo parecido- habíamos encontrado al otro sobreviviente del avión que también se encontraba bebiendo hasta que lo interrumpió nuestras presencias. Pero eso de igual forma no cambiaba mi interés de acercarme a la orilla y juntar algo de agua en mis manos y beber un poco para calmar la sed, no pensaba beber rápido, o de seguro con mi suerte me atragantaría y no buscaba eso, una vez terminado me pasé mis manos mojadas por mi cabello para intentar regresarlo a la normalidad y que dejara de estar alborotado por todo lo sucedido — Hola...— le saludé finalmente mirandolo de pies a cabeza, tan herido no parecia estar
Nadie parecía querer dar una explicación. Lo cierto es que desde luego no eran indígenas... dudaba mucho que llevasen ropa de Prada y Lacoste los aborígenes de la isla. Estaba tan sumido en sus cavilaciones que no reparó en la chica que acababa de acercarse a beber hasta que no habló. Se volvió hacia ella y elevó ligeramente las comisuras de sus labios, a modo de sonrisa tímida. —Hola—saludó— Esto...—tosió para aclararse la garganta—. Me llamó Christopher, Christopher Cook. ¿Quiénes son ustedes? Esperaba al menos una explicación, por pequeña que fuera. Sin embargo, se detuvo. Miró a su alrededor, y después a los recién llegados. El hombre fornido, la chica... La ropa y el aspecto, sus rostros llenos de suciedad y sudor. Recordó el lugar donde había despertado, la cascada en la que ahora se encontraba, y varios pensamientos se cruzaron al azar en su mente, como en una película que rebobina. Rememoró la tormenta, el miedo, el olor a quemado... La realidad lo golpeó con la fuerza de una maza. —¡El avión!—exclamó de pronto, y su sonrisa se ensanchó. Parecía visiblemente aliviado—¡Son los pasajeros del avión! ¡Están vivos!—y tan rápido como había aparecido su sonrisa se desvaneció. Cruzó miradas un breve instante con la chica, y después se volvió hacia los demás supervivientes—. D-disculpen si no les doy la mano, se transmiten medio millón de gérmenes patógenos por contacto — añadió frunciendo ligeramente los labios, pero hablaba con pasión, como si aquella fuese la aportación más interesante del mundo—. Es más seguro besarse. No insinúo nada, es una realidad... Hay varios estudios y universidades que lo prueban. Un 49% de... —se mordió el labio inferior al ver los rostros extrañados de los recién llegados. Sonrió con debilidad—. Estoy hablando de más, ¿no? Genial, ahora pensarían que era un rarito.
Se ocupó de señalar el camino. Si hablaba, procuraba usar las palabras justas esta vez, pero se vio obligado a soportar las preguntas de los demás. En circunstancias normales no se habría molestado en contestar, pero no podía mostrarse indiferente ante la supervivencia de una persona; era terco, pero no lo suficiente como para despreciar la vida humana. Apenas sintió el murmullo de las aguas, notó que el ruso acababa de desaparecer de su vista. Los demás pasajeros se apresuraron en adelantarlo. Como no quería quedarse atrás, Isaac también los acompañó en el descubrimiento de la milagrosa cascada. Allí estaba el corpulento hombre sin nombre, bebiendo y mojándose… “Como una bestia loca” pensaba. Mojó sus cabellos platinados y sació su sed. Teniendo en cuenta que había sufrido horas pendiendo en las ramas de árbol, el agua supo a manjar cristalino. Notó que era observado por una mujer; la saludó apresuradamente, mostrando indiferencia ante la mirada maleducada que le era dirigida. Siguió bebiendo, con discreción: no quería verse como el ruso. En eso, el nuevo superviviente se presentó. Isaac estaba un muy irritado con él. Por obra de Cook pudo haber bajado antes del árbol, pero no; el “señorito gérmenes” se dedicó a hacer su vida.
Pues sí, parecía que sí lo habían tomado por un rarito, su presentación los dejó sin palabras. Frunció los labios, sintiéndose incómodo de pronto y avergonzado, expuesto. Odiaba sentirse así, saber que de algún modo u otro lo estaban juzgando. Criticando, aunque no pronunciasen palabra alguna. Tal vez él era un poco paranoico, quién sabe. De pronto se acercó a beber un hombre adusto de cabellos platinados. Christopher pareció reconocerlo, y le sonrió con cierta tristeza. —La... Las alturas hacen que mi cerebro genere demasiada noradrenalina—le informó. Tosió para aclararse la garganta— . Un pequeño problema de acrofobia desde la infancia. Siento... no haberte ayudado. Y era cierto, un ligero trauma de la infancia, como tantos otros. De pronto y súbitamente saltó en el sitio, pues acababa de recordar algo. —Oh, casi lo olvido—dijo—. Hace aproximadamente treinta y cinco minutos y veinte segundos vi pasar por aquí a alguien. No se paró a saludar, pero...—frunció ligeramente el ceño, como forzando sus recuerdos—, parecía otro superviviente. Que recordase también los segundos podía deberse a su memoria eídetica, su capacidad para rememorar cosas de forma casi perfecta. Aún así, sufría de selección de recuerdos, pues apenas podía evocar hechos de su infancia en Las Vegas. Su padre... sacudió la cabeza, tratando de no pensar en ello, y volvió a aclararse la garganta. — ¿De... deberíamos ver si está bien? No debe de andar lejos...
Christopher se había acercado a Isaac, al parecer avergonzado de que no pudo haberlo ayudado, pero de igual forma Isaac tampoco parecía agradarle mucho la idea de que nosotros le hubiéramos salvado-aunque prácticamente Tony solo le gritó que hacer, lo demás corría por su cuenta- por los comentarios anteriores que se hicieron y esas cosas, pero cada quien tenía su forma de presentarse con desconocidos. — Tranquilo Christopher... no creo que hubiera habido mucha diferencia si lo salvabas tú o nosotros, de igual forma — me detuve un poco para soltar una leve risa — Al parecer, iba a reaccionar igual que como lo hizo ahora — alcé los hombros restandole importancia,de cierta forma todos tendríamos que llevarnos bien en algún momento, algo relativamente curioso. — ¿Otro sobreviviente más? — pregunté mirando a Tony con algo de emoción, algo que yo había dicho en su momento sobre los sobrevivientes se estaba cumpliendo — Y tú decías que eramos los únicos...— murmuré mirando los posibles lugares donde podría haber ido el tercer sobreviviente
—Todavía lo digo, Ali —le respondí, meditando las posibilidades—. Bien, no seremos los únicos, quizás queda éste individuo que vio Chris. Puedo llamarte Chris, ¿verdad? Te ves más como un Chris que un Christopher. Es más bonito. Como tú. Reí levemente y me volteé hacia el resto de los presentes con energías renovadas; beber un poco de agua potable había refrescado un poco mi nublada cabeza. —Quizás deberíamos dividirnos —sugerí—. Hay que buscar a este sujeto, y por supuesto aún deberíamos ver un poco más del lugar, ver si encontramos algún lugar alto desde el cual admirar el panorama como sugirió alguien en la playa… pero los que están en la playa también deberían de enterarse de lo que hemos descubierto. O quizás reagruparnos en la playa y de ahí ir tras este sujeto que vio Chris. ¿O soy el único al que el ratón no le comió la lengua? ¿Nadie más piensa decir algo?
Viktoz Reznov Observó en silencio al nuevo superviviente y notó con fastidio la llegaba del grupo de sobrevivientes a la laguna. El ruso se levantó y sonrió levemente cuando escuchó decir a Christopher el cálculo exacto de cuando vio pasar al supuesto sobreviviente que aún quedaba... -Vayan a la playa. -ordenó más que sugerir y se inclinó para beber un poco más de agua. -No es necesario que vayamos siete personas a buscar a un desaparecido; quizá está en estado de shock y meterse ahí dentro no es tarea para todos. -los observó por turnos, realmente no quería estar allí, pero el destino lo castigó. -¿Quién viene conmigo?
Sonrió ligeramente ante la observación de la chica morena. Lo cierto es que nos sabía su nombre, nadie se había tomado las molestias de presentarse. Volvió a abrir la boca para hablar, pero el otro joven—del que tampoco sabía su nombre— tomó la palabra. ¿Chris? ¿Lo había llamado Chris?—Ahm... c-claro...—balbució. ''Aunque eso cambie totalmente el significado de mi nombre''. Se le hacía raro, nunca le habían puesto un apodo. Y después, se encogió sobre sí mismo y enrojeció a su pesar. ¡Lo había llamado bonito!—... G-gracias...—fue todo lo que alcanzó a manejar, casi atropellándose con las palabras. Entonces soltó una leve risita, y Christopher pareció recuperarse un poco—¿Sa-sabías que la belleza y las matemáticas están íntimamente ligadas? La escuela pitagórica descubrió que... Pero el otro chico ya se había dado la vuelta y se dirigía hacía los demás. Christopher se encogió sobre sí mismo. Y después fue el otro hombre, el corpulento y que había bebido agua en primer lugar, como un poseso, el que tomó la palabra. ¿A la playa? ¿Acaso había más supervivientes allí? Sí era así, el hombre fornido tenía razón, no era necesario que fuesen todos en busca del otro otro sujeto, aquel que él recordaba haber visto de pasada. Alzó la cabeza hacia el cielo despejado —pues la cascada se encontraba en un claro y era fácil ver desde allí—, y dijo, con un tono seguro y contundente: — Teniendo en cuenta la posición del sol y el ángulo que las sombras de los árboles proyectan en el suelo, calculo que nos quedan aproximadamente unas seis horas hasta el ocaso, si tenemos en cuenta el meridiano de Greenwich—se volvió hacia los demás— Y... no sería recomendable seguir merodeando por la selva de noche. Deberíamos buscar refugio o, en su defecto, construir uno lo más alejado posible del suelo. Ah, y fuego—añadió, alzando un dedo en el aire—. No sólo nos mantendrá calientes, sino que aumentará la producción de serotonina en nuestro cerebro y nos hará sentir más positivos— Breve pausa—. Man vs. Wild, Bear Grylls—añadió, encogiéndose ligeramente de hombros, casi tímido, antes de que alguien pensara que era algún tipo de genio de la supervivencia también.
—Lindas ideas, genio, pero hay un uso más simple para el fuego… —comenté, señalando al cielo sobre nuestras cabezas—. Es la forma más sencilla de que nos vea algún avión o algo desde el cielo, para que nos rescaten, ¿no crees? Pero… estoy de acuerdo en que no sería buena idea internarnos en la jungla en plena noche. Y será más rápido si vamos pocos. Miró a los presentes y los consideró por un minuto… Hikari lucía exhausta, no había pronunciado una palabra en horas, y la mano de Isaac no parecía estar en las mejores condiciones. Estaba de acuerdo con el ruso; eran demasiadas personas, algunos debín volver a la playa. —Yo iré con la versión rusa de Indiana Jones y el joven y adorable Einstein a buscar esta persona misteriosa —decidí, cruzándome de brazos—. El que desee es bienvenido a sumarse, por supuesto, pero algunos deben volver a la playa… Isaac, el doc debería revisar tu mano, no luce muy bien. Terra seguramente pueda guiarlos de regreso, y si pueden agarrar algunas frutas comestibles en el camino mejor, seguro algunos estarán hambrientos ya…
—Yo—dijo alzando una mano casi mecánicamente, cuando el joven que insistía en clasificarlo de adorable sugirió que ya algunos deberían de tener hambre. Pues bien, él era uno de ellos. Y si iba a ir en busca del otro superviviente junto a dos completos desconocidos, necesitaría energía, al menos. Y glúcidos, y proteínas y sales minerales... pero tampoco podía exigir mucho en su situación, comprendió entonces. De pronto frunció los labios, recordando algo, y se llevó con entusiasmo las manos a los bolsillos del pantalón— ¡Oh, rayos! ¿Cómo he podido olvidarlo? Creo que metí unas barritas de chocolate por algún lado...—explicaba mientras se palpaba los bolsillos—, los vuelos largos en avión me bajan el azúcar y...—se detuvo cuando finalmente dio con lo que buscaba. Pero su expresión resuelta cambió repentinamente, su rostro rivalizó en blancura con una pared de cal. Claro, el calor y la humedad... La barrita estaba completamente derretida y pegajosa cuando la extrajo, y se había manchado los dedos de chocolate a su pesar. —Ugh...—murmuró, arrugando la nariz. Que mala suerte... ¿Por qué tenía tan mala suerte? Se volvió hacia los demás con una sonrisa de disculpa, gesticulando con su mano derecha—. ¿Alguien... alguien tiene un pañuelo?
Me separe del arroyo de agua y mire al grupo...la verdad no tenia ganas de volver con los demás y quería seguir explorando un poco mas, así que después de pensarlo un poco levante mi mano un poco. —Yo quisiera ir con ustedes—Respondí con voz un poco baja pero lo suficiente fuerte como para ser oída, luego mire un momento a Christopher y empece a buscar un pañuelo en mis bolsillos, luego de unos minutos de búsqueda logre encontrar un pañuelo y se lo extendí—Etto...ten—le dije con una leve sonrisa a Christopher.
—Mi mano es lo de menos —declaró Isaac Rademacher con indiferencia—. Si hay otro sobreviviente en esta isla, me encargaré de ir a buscarlo… No sería agradable para el desgraciado que ignoren su malestar —su voz adquirió énfasis hacia esta frase, mientras clavaba sus ojos en el extraño Cristopher—. Los acompañaré...
—Gracias—respondió con una ligera sonrisa mientras tomaba el pañuelo y se dedicaba a quitarse el chocolate derretido de los dedos—. ¿Sabían que el chocolate es una gran fuente de energía?—explicaba sin dejar de lado su empresa, y casi sonaba mecánico. La verdad es que tampoco esperaba que alguien le estuviese escuchando—. Pues así es. De hecho, Napoleón llevaba siempre una barra de chocolate encima para que le diese fuerzas en el campo de batalla. ¿Interesante, no? Es una pena que ya no podamos comer este...—añadió, haciendo alusión en la barrita, que ya era más una pasta negra derretida y pegajosa que una barrita en sí. Se volvió hacia el hombre enjunto y canoso, el del árbol, y sonrió, algo más aliviado ahora que sus manos volvían a estar limpias. —Pues bien, si nos vamos ahora mismo tal vez regresemos antes del anochecer—dijo—. En el transcurso de esta conversación deben de haber pasado al menos veinte minutos, no estoy del todo seguro...—le echó un rápido vistazo a su reloj de pulsera para confirmar sus sospechas, pero estaba parado. El golpe, tal vez. Sí, lo que es mala suerte, sin duda—Vaya...—murmuró. De todos modos, esperaba que se pusieran pronto en camino, a juzgar por la posición del sol, la noche no tardaría en echárseles encima.
—Decidido entonces… Hikari, Isaac, el ruso y yo seguiremos a Chris en busca de este tipo… Miguel, Ali, Terra, recuerdan por donde vinimos, ¿verdad? Vayan a ver que tal andan los que se quedaron en la playa, e infórmenles sobre el agua… oh, Nettie tenía una botella si mal no recuerdo, podría ser útil para transportar agua de aquí a la playa…. bueno, ¡en marcha! Y cuando terminé de pronunciar ésto, cada uno dio un último trago de agua para refrescarse y nos internamos en la jungla, siguiendo a Christopher, mientras los otros tres se encaminaban de regreso hacia la playa.
Al final ya se habían decidido los grupos y eramos pocos los que que iríamos de vuelta a la playa para avisar a los demás sobre la cascada y los sobrevivientes que habíamos encontrado -aunque me hubiera gustado que ellos mismos se presentaran a los demás, pero no podía cambiar su decisión de buscar al tercer sobreviviente extra-. Miré a Miguel y luego a Terra, ambos estaban callados y lo único que podía oír era el ruido que la cascada producía cuando el agua fluía. También, por otra parte teníamos que buscar la botella que tenía Nettie, aunque si no nos había dicho nada de una botella cuando surgió el tema sería probable que ella la quisiera conservar para si misma. — Bueno... me parece que tendremos que ir por allá — dije al aire para romper el silencio que se había formado y encaminarnos nuevamente por la jungla dirigidos por Terra.
