Los Simpsons B de Bart [Los Simpson]

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Ned Flanders tomaba la punta de un libro de su repisa con desgane y algo de sueño, esperaba junto a la ventana intentando ver las siluetas que se movían cuando la noche había caído en la avenida Siempre viva, se encontraba tan cansado, aunque hace tiempo, no recordaba cuanto, no podía dormir y es que, en sus sueños, siempre estaba ella.

Un golpeteo en la cocina, un ruido sordo en la alfombra del pasillo, pisadas, pisadas rápidas escapando hacia la ventana de la habitación opuesta. En esta ocasión lo atraparía, siempre había contado con una paciencia sobrehumana para tolerar a tantos, pero hoy con el corazón herido, no quería hacerlo más. Avanzó rápidamente y el intruso en su casa se percató de que se movía, desesperadamente intentó abrir la ventana que él se había encargado de atrancar, se le escuchaba agitado, nervioso. Su biblia estaba en el piso, había caído de una mesita y se encontraba abierta por la mitad, Fladers pasó de largo y prescindió de ella concentrándose en abrir la puerta, en ese momento ni en el buen libro, como lo llamaba a él, le daba respuestas.

Giró el picaporte y cruzó el umbral con rapidez, al mismo tiempo se escuchaba el crujido del cristal rompiéndose, el invasor saltaba hacia el exterior para perderse en la oscuridad de la noche, sin embargo, Ned alcanzaba a distinguir en su cabeza 9 cabellos en punta.

— ¡Bart Simpson!— exclamaba furioso.

Al girarse encontraba los cajones del escritorio situado en esa habitación vacíos, encendiendo el foco, revisando lo restante descubría algo que le hacía hervir aún más la sangre confirmando sus sospechas. Eran cosas de su difunta esposa Edna Krabapel.

Salió de la habitación y Rod y Todd lo esperaban en las escaleras temerosos y cabizbajos, para ellos de igual manera se había desvanecido por segunda ocasión la idea de una familia feliz, sus mentes infantiles y cerradas no sabían cómo lidiar con una perdida más.

— ¿Papi que está pasando? — preguntó el mayor de los dos tomando la mano de su hermano.

— Nada— contestó secamente, al observar sus ojos llorosos y tristes sintió una punzada en el corazón y decidió bajar su tono— vayan y hagan una oración por mami hijos, por favor.

Ellos afirmaron la cabeza, dieron media vuelta y se dirigieron a su habitación, tomó las llaves de su auto y salió hacia la puerta, a lo lejos Bart se encontraba acomodando la cadena de su bicicleta, el muy vago había pensado que la persecución había terminado una vez que había salido de su casa.

Flanders pensó en “insultarlo” con una de aquellas frasecillas optimistas que lo caracterizaban tanto, pero el ánimo estaba demasiado bajo para hacerlo.

Se dirigió a su auto y arrancó, para entonces el niño rubio de 10 años de había dado cuenta que aún lo seguía y con una mochila en su espalda se alejaba a toda velocidad por la calle.

— Estas yendo demasiado lejos esta vez, Bart Simpson—sentenció.

Apenas llegó al a esquina, el hijo de Homero subió por la colina, por donde se encontraban unos columpios cruzando la calle hasta el otro lado, aventajando al señor Flanders por mucho, pues para que él lo alcanzara con el auto tendría que dar la vuelta completa a la manzana.

Suspiró entristecido deteniéndose.

— Mi querida Edna, porque los vecinillos…¿por qué todo Sprinfield parece siempre estarse burlando del viejo Flanders?... fuegos artificiales, bromas, chistes, que digan “estúpido Flanders” pero ese niño Simpson… ¿por qué contigo? ¿Por qué mi querida Edna?...

Suspiró de nuevo, movió la palanca de velocidades y arrancó cruzando por donde Bart lo había hecho sin importar lo que se llevara a su paso.

Una vez que estuvo del otro lado, fue precavido, no tenía idea de que había en la mente diabólica del muchacho y la razón de por qué durante todo el mes había estado tomando cosas de su difunta esposa, habían pasado 5 meses desde que había ocurrido y todos esos sentimientos aún estaban a flor de piel.

Unos diez minutos más tarde se detenía, Bart entraba a la escuela usando un manojo de llaves que sacaba de su bolsillo, como si fuese el dueño del edificio, una vez dentro volvía cerrar por lo que Ned tenía que arreglárselas para entrar por una de las ventanas.

Sus hijos estudiaban allí y él conocía perfectamente el edificio y se encontró sorprendido al observar que la única luz que en ese momento se encontraba encendida provenía del salón de cuarto grado, él mismo donde su esposa había dado clases.

Era demasiado estar allí, su mente había volado hacia posibilidades, las más retorcidas, maliciosas y repugnantes, dada la fama del muchacho sumado a este extraño comportamiento ¿qué más podía esperar?

Cruzó la puerta entrando al salón de clases esperando lo peor, alguna especie de broma pesada donde aquel pequeño demonio había perdido todo respeto por todo y ahora jugaba por la memoria de su muy querida Edna. Ned Flanders sintió que las fuerzas le abandonaban, luego de ver lo que se encontraba dentro, tuvo que alcanzar con las manos un pupitre, sentarse en él y estallar en llanto, nunca había estado tan equivocado en su vida.

En la mesa frente a la foto de la señorita Krabappel, se encontraban enfilados una tras otra, varias hojas de papel, al comenzar a examinarlas se percató que eran: ensayos, proyectos de investigación, operaciones matemáticas, tareas en general, todas y cada una con el nombre de Bart Simpson al principio de ellas, por si fuera poco en el pizzarrón versaba la siguiente frase:

“La extrañaremos señora K”

— Siento haber entrado a su casa señor Flanders, imagine que desde el más allá vuelve para castigarme—afirmó Bart intentando esbozar una sonrisa, aunque su voz se quebraba.

— Ella, estaría orgullosa Bart…— Ned respondió.

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