Un hombre perfecto

Un hombre perfecto

¡Hola!
Bien, el siguiente dabble fue para el concurso Tu chico/a perfecto/a y decidí ponerlo aquí porque ya hace mucho que no agrego nada.

Espero que os gusto y que pilléis el mensaje que quiero dar con él.

NOTA: Cuando digo "moreno" no me refiero a moreno de piel sino a un chico con el pelo negro.


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Un hombre perfecto.​

Tiene que ser alto.

Chocó hombros contra quién sabe quién, una persona que ni siquiera le pidió disculpas y ella tampoco las esperaba. Miró hacía delante, esperando al menos sentir el viento en su casa, pero era demasiado pedir. Suspiró intentando volver a concentrarse en sus antiguos pensamientos. ¿Cuáles eran? Ah, sí… un hombre, uno para volver a su pueblo, uno para impresionar a todas sus antiguas amigas y a uno que otro novio que dejó por allí. Que sus padres lo creyeran apto y que simpatizara con sus hermanos. Que diera envidia a todas las mujeres de aquel pequeño pueblo, pero que no disgustara a los hombres. En definitivita, debía ser perfecto.

Y rubio. No, espera… moreno. Más erótico.

Las cualidades que pedía las encontraba en cada hombre que veía, el problema es que no parecía haber uno que las reuniese todas. Ninguna concentración masiva de cualidades perfectas para hacer a un hombre perfecto. La mediocre sociedad sólo parecía darle cosas a medias. Y ella necesitaba todo, todo y más.

Por supuesto, también debe ser fuerte, joven y musculoso.

Se detuvo en un paso de cebra, aunque para ella estaba verde, y miró analíticamente a todos los hombres que pasaban. Ese no, ni aquel, ni ese otro, mucho menos ese, ese no estaba mal, pero no. Uno guapo la miró, seguramente interpretando su mirada como interés, y le guiñó el ojo. Ella lo ignoró, por supuesto. Necesitaba algo superior, máximo, increíblemente erótico. Fuerte, pero con alguna debilidad que pudiese utilizar en su contra. Inteligente, pero que no la dejase a ella como idiota. Imponente, pero que ella no se viese inferior a su lado.

Que tenga los ojos verdes, no, mejor ámbar. Y unos labios carnosos, deliciosos y apetecibles.

La imagen del novio de Paula pasó por la mente. En realidad, el chico no estaba mal. Era guapo hasta decir basta, muy educado pero también travieso. Y además era escritor de una pequeña revista; casi perfecto, a no ser por el hecho de que podría ser aburrido. Eso de preferir quedarse a leer en casa un sábado o de irse al cine con su novia cuando había una fiesta importante no le hacía gracia. Aunque, claro, ella podría cambiarlo. Pero de todas formas no. Estaba enamorado, muy enamorado, de Paula, lo que haría el proceso de conquista muy lago. Y tampoco quería esforzarse demasiado en conseguirlo. Tenía que ser fácil. En realidad, él debía conquistarla a ella.

En ese momento, la luz del semáforo para peatones se puso en verde y procedió a cruzar la calle.

Que tenga una moto. Una Harley, más específicamente. Pero que también tenga coche… y dinero. Que no sea tacaño, por supuesto. ¡Y que me compre todo lo que yo quiera! Además…

Unos escandalosos gritos la sacaron de sus pensamientos. Miró hacía delante y vio a un hombre que le gritaba una y otra vez “¡Detente, detente, el coche!”. ¿Coche? ¿Qué coche? Pero las palabras no llegaron a salir de su boca.

Ese coche.

Fin.​