Ciudad Óleo

Mimi Honda

El ala oeste resultó para mi sorpresa ser un espacio algo más ventilado y cuidado que el resto del edificio. Suponía que la única razón de esto era esa, que eran las dependencias personales de la familia. Aún así seguía siendo un espacio pequeño con leves humedades en las paredes.

Una de las tablas del suelo volvió a crujir bajo mis pies y Emily, que se había detenido en el umbral de la puerta de la habitación de Ronald, se volvió entonces. Su expresión alarmada en un principio pareció relajarse al descubrirme.

—Ah, Mimi...— dijo sonriendo forzosamente— que susto. ¿Tú también estás por aquí? Espero que encontremos rápido al niño.

"¿Tú también estás por aquí?" Ahora no estaba segura si disimulaba que me había visto abajo o si realmente ni siquiera había reparado en mí. Emily era como un Spoink, debía ir saltando de aquí para allá todo el tiempo. Era energía pura concentrada a punto de estallar.

De cualquier forma, mi ceño siguió ligeramente fruncido.

—... Opino lo mismo— fue todo lo que respondí.

Lo único que sabía en relación a nuestra amistad era que todo se sentía raro e incómodo... suponía que tenía que ver con ese intento tan burdo que Emily hacía de sonrisa. Esa mueca sardónica, tan falsa, que no le pegaba en lo absoluto. Por alguna razón me molestaba.

Si realmente tenía un problema conmigo... ¿por qué no sólo me lo decía y ya? Después de lo de Ethan suponía que todo estaba bien entre nosotras. Desconocía que era lo que le había molestado tanto de todo lo que ocurrió con Dante y sin embargo prefirí no mencionar nada al respecto, aún si una parte de mí temía que lo de Alpha pudiera volver a repetirse. La última vez que había hablado con Alpha... bueno, también fue durante un caso de la CSG. Y tampoco estábamos en buenos términos.

Quise decir algo más, pero Emily no me permitió hacerlo. De modo que tras aquel saludo tan escueto, raro y violento, entré dentro de la habitación de Ronald. Dentro de las posibilidades, era un espacio acogedor, aunque quizás algo frío para un niño. Emily se acercó a la mesita, yo por el contrario, decidí echarle un vistazo al tablón de fotografías.

 

Lucas Diamond

Espurr estaba totalmente ensimismado, no reaccionaba a nada. Tampoco esperaba poder comunicarme con el pokémon ni nada así (aunque nunca debes fiarte de un pokémon psíquico), pero sí que hubiera estado bien una mínima reacción a mis palabras. Aunque hubiera sido pestañear. Supe entonces que no habría modo de extraer nada de valor para la investigación, así que eché un ojo por el resto del ala.

Lo que más llamó mi atención fueron unos juguetes tirados por la mesa. Probablemente fueran del chico, ¿no? Él aún estaba en la edad de jugar con ellos.

Me acerqué entonces a ojearlos y ver qué se encontraba allí; quizás averiguando los gustos de Ronnie pudiera averiguar algo relevante.

 

Liza White

Arceus, esta mujer sí que era complicada de tratar. No estaba solucionando ninguna incógnita, al contrario, solo dejaba más aún. Y ese bastón empezaba a tener escrito mi nombre como posible víctima.

—¡Lo siento, lo siento! Pero de esta forma no llegaremos a ningún sitio, cualquier detalle es necesario para llegar a la solución de este caso... —suspiré, pues ya no sabía bien por dónde dirigir mis preguntas. Quizás, si la complacía de alguna forma...—. Si pago la entrada, ¿me permitirá investigar por la zona? Si no me lo permite de por sí incluso estando con la CSG, no me importaría hacerlo...

>>Aunque me dejó con curiosidad respecto a su negocio, señora. Exactamente, ¿en su consiste esta casa del terror? No me refiero a la actividad en sí, si no cómo la lleváis a cabo vosotros. Participan pokémon fantasma, ¿quizás? ¿Y qué tipo de clientes frecuentan por aquí? ¿Tan solo son niños molestos, como dice, o alguna vez se han dado excepciones?

 

Ian Lockhart

—Obviando el hecho de que me ha llamado niño, sí lo estoy —le respondí—. Por el momento es todo, sólo quería saber su declaración, nada más —sonreí falsamente—. Sin embargo, vamos a volver pronto. Y le sugiero que piense mejor en lo que dijo, no podría haber dicho una inconsistencia más grande aunque hubiese querido. Buena suerte.

Y me marché. Por supuesto, no había ninguna inconsistencia en su declaración. No... sí que la había. Si quería seguir adelante, tenía que pensar que la había. Simplemente, aún no la había visto: Había una inconsistencia en su declaración y mi trabajo era descubrir cuál era.

Le fui a informar a Erwin sobre lo sucedido, pero al parecer la chica ya lo había hecho. Se me informó del ala este del hotel, y fui a mirar allí. Para mi sorpresa, el chico que atrapó a Celebi estaba allí, mirando juguetes. Para disimular un poco me quedé mirando una planta.

Contenido oculto

(?)

 

De

Las camisetas eran todas bastante sencillas, o bastante abstractas. El niño no parecía tener un gusto claro: o las prendas eran lisas y sin ningún tipo de ornamento, o auténticas explosiones de color. Lo que más llamaba la atención, sin duda, era la disposición de las mismas: lejos de estar desordenadas, como cabría esperar de cualquier niño de su edad, se apilaban a la perfección, dobladas con tal precisión que uno llegaba a cuestionarse si habría sido el niño o la madre el que los había doblado.

Había varias fotos colocadas de manera paralela y simétrica, con prácticamente una precisión exacta a la hora de calcular la rectitud y separación entre foto y foto. Una foto de Ellie McRoy, una foto de un hombre que adivinabais que debía ser el padre biológico, de la abuela, una del hotel cuando aún lucía bello y esplendoroso, y... una del propio niño, serio y mirando a la cámara en silencio. Un niño menudo, de ojos marrones y cabello oscuro, flaco y de cabeza redondeada.

Añadida a las pruebas la foto de Ronnie.

Desde luego, el juguete era extraño. No porque fuese un objeto raro, sino porque no era frecuente ver cacharros como ese hoy en día. Era... un ábaco. Había varias de las fichas dispersas por el lugar, y el ábaco se componía de solo tres filas. La posición de las piezas era bastante específica: se distinguían dos colores, rojo en las dos filas de arriba y azul en la restante.
- A la izquierda había doce piezas en la primera fila, y ninguna a la derecha.
- A la izquierda había diez piezas en la segunda fila, y ninguna a la derecha.
- La tercera fila tenía cuatro piezas a la izquierda y una a la derecha.

Curioso, desde luego, pero, en fin... solo era el juguete de un niño.

Ábaco añadido a las pruebas.

La señora frunció el ceño.

—Niña, no estamos abiertos, esas cosas se preguntan durante el horario de apertura. Pero te diré que sí, suelen merodear niños y adolescentes, sobre todo, y... jé. Utilizamos todo tipo de artificios ingeniosos para asustar a esos mentecatos.

Tenía un brillo siniestro en la mirada cuando dijo eso, como si disfrutase ante la idea de verlos sufrir.

La planta parecía estar bien cuidada; desde luego, al menos recibía los riegos básicos y se mantenía verde y altiva; era un ficus. No obstante, la maceta estaba deteriorada, señal de que dicha planta llevaba varios años ahí. ¡Wow, aquella planta había debido presenciar tantas cosas...!

 

Liza White

—De... de acuerdo, muchas gracias por responder a mis preguntas, señora. Debo marcharme ya —y con una pequeña inclinación de cabeza como señal de despedida, abandoné la estancia.

Me dirigí entonces hacia donde Erwin se encontraba, sacando el folleto del bolsillo, y se lo tendí.

—Erwin, Leandra no quiso contar demasiado, pero me habló un poco sobre el negocio de esta casa terror. Al parecer en el ala oeste de la planta baja se organiza la actividad, y parece emplear artilugios de todo tipo para asustar a los niños. Es una mujer muy extraña, la verdad... No parece demasiado afectada con la desaparición del niño, y durante ese momento dice haber estado como siempre, dirigiendo el negocio. Siento no haber sacado demasiado.

 

De pronto, el rostro de tristeza de la señora rápidamente fue sustituido, aunque fuese mínimamente, por una expresión de orgullo.

—Oh, las dobló mi niño, claro. Ronnie es... muy cuidadoso con los detalles. Es el niño más ordenado, educado y respetuoso que he visto nunca... aunque esté mal que una madre lo diga.

Volvió a apartar la mirada. Probablemente, habría recordado que ahora, Ronnie no estaba con ella.

Erwin apuntó todo.

—¿La zona de la casa del terror? Hmmm. Interesante, interesante cuanto menos. Pero, de momento, no creo que sea necesario mirar por allí; no hay indicios de que Ronnie haya merodeado la zona, y me consta que no solía acercarse mucho a la casa del terror. Aunque nunca se sabe, tenía algunos amigos que quizá le llevaron.

Fue entonces cuando cayó en la cuenta de algo.

—Claro, los amigos. Espera un momento, trataré de localizarlos, necesitamos hablar con ellos. Mientras... podrías unirte a tus compañeros. Están examinando el ala oeste de la primera planta y el ala este de la planta baja.

 

Mimi Honda

Las fotos del tablón parecían haber sido colocadas con una precisión milimétrica, separadas todas por la misma exacta distancia. Aquel cuarto, las camisas, los juguetes, el tablón... el cuidado excesivo con los detalles... no dejaba margen posible al error. Aquel cuarto no parecía la habitación de un niño. Parecía ser obra de un obsesivo compulsivo o una persona perfeccionista y obsesionada con el orden. Quizás Ronald tenía unos padres muy estrictos con el control.

—Esto empieza a ponerme los pelos de punta— murmuré, más para mí misma que para nadie.

En el tablón, clavados en el corcho de aquella forma tan "perfecta" estaban retratados todos los integrantes de la familia McRoy. A la derecha el hotel en su época de esplendor, antes de su caída en desgracia y posterior cese del negocio. Y, en el centro de todas las fotos, mirando a la cámara con una seriedad impropia de un niño de su edad, había un chico muy joven, de ojos oscuros y piel pálida.

Resultaba sobrecogedor.

El hijo de los McRoy... algo en sus ojos, en su vestimenta o en su aspecto general me hizo sentir extraña. Esa sensación, el repiqueteo insistente de algo que no terminaba de encajar del todo.

—Ya... hablaremos después, ¿vale? —en ese momento, el tono suave de Emily sonó peligrosamente cerca de mi oído—. Pero ahora debemos centrarnos en esto~

—¡Kyah!

Me sobresalté, por supuesto. Tan absorta había estado en el tablón que mi cuerpo saltó por inercia. Sin embargo, el tono amable que advertí en sus palabras, la calidez de su mano sobre mi cabeza y en general su cercanía, me hizo sentir mejor. Aun si no era capaz de mirarme, que hiciera un esfuerzo por reconfortarme me ayudó a relajarme y desfruncir el ceño. De modo que asentí ante sus palabras.

—De acuerdo—le dije, sonriendo levemente—. Terminemos con esto antes.

Emily se dio la vuelta y desapareció de la habitación. Yo por mi parte, ahora que estaba sola en mitad de aquella habitación "perfecta", regresé la vista al tablón de fotos. ¿Ese... era el niño desaparecido? ¿Ese era... Ronnie McRoy?

 

La madre reflexionó un momento, pensando probablemente cuál sería el dibujo al que se refería. Y, tras pensar un poco, terminó deduciendo cuál debía ser.

—Oh... sí. Tiene mucha imaginación, no hay que darle más vueltas. Por su problema, pasa mucho tiempo solo, y... es normal que tenga amigos y imaginarios y esas cosas. La fantasía que alberga su mente es enorme.

 

Lucas Diamond

Cogí el ábaco extrañamente distribuido. ¿Qué significaría aquello? ¿Desde cuando un ábaco era un juguete, tan raro era aquel niño que se divertía con eso? Altamente sorprendido lo tomé y lo junté con las pruebas, percatándome después de la presencia del muchacho que había entrado. Uh, me sonaba mucho... ¡Ya lo recordaba! Era el que buscaba a Celebi. ¿Cómo había dicho Liza que se llamaba? ¿Ian, era?

No estaba seguro sobre si mi mente me jugaba una mala pasada o no, así que simplemente evité pronunciar su nombre.

—Eh, esto... Creo que iré a hablar con Erwin —me dirigí a él—, suerte buscando pruebas.

Abandoné el ala entonces y busqué a Erwin, a quien le mostré el ábaco.

—Esto es lo que he encontrado. También estaba allí Espurr, pero no reaccionó en absoluto, así que no creo que podamos obtener mucha información. A todo esto, he oído mencionar la sala de máquinas mientras interrogábamos a los familiares. ¿Crees que podríamos ir allí?

>>¿Eh? ¡Oh, Emily! ¿Ya se lo has preguntado tú? ¡Genial!

Contenido oculto

Esto está apagándose, vamos a darle caña (?

 

Mimi Honda

Dejé atrás el ala oeste en dirección al ala este, lugar de dónde hasta hace un momento procedían las voces de la familia y el resto de holders en el caso. El panorama desde entonces parecía haberse calmado considerablemente.

Mis pensamientos, en contraposición con la calma general, eran todo un caos. Estaba segura de que estaba pasando algo por alto... de modo que mis pasos me llevaron hasta Nina.

—Buenas tardes— saludé—. Mi nombre es Mimi, soy una de las holders a cargo en la investigación de la desaparición de Ronald. Usted fue la denunciante, ex asistenta de la familia. ¿Podría decirme cuanto tiempo trabajó para los McRoy?

 

Erwin lo anotó todo.

—Un dibujo... mmm, pero no creo que pueda tener relevancia, ¿no? Aunque nunca se sabe, los dibujos siempre plasman muchas cosas de la personalidad e inquietudes de los niños. Mmm...

>> En cualquier caso, a ver si vuestros otros compañeros vienen hasta aquí. Me gustaría reuniros a todos para presentaros a los dos chicos amigos de Ronnie, que estarán al llegar.

—Oh, hola... buenas tardes. Qué educada —dijo, sonriendo—. Yo soy Nina, encantada.

>> Pues trabajé durante varios años, a decir verdad. Pero finalmente tuve que dejarlo, y, además, no podía ocuparme tampoco mucho del trabajo, pues... en fin, tuve hijos, y ya se sabe. Pero eso son cosas del pasado, después de todo.

Y sonrió amablemente.

 

Ian Lockhart

—...E-Eh, sí, claro.

Y proseguí observando el ficus.

...

Tras algunos minutos, Roserade movió su cabeza negaticamente. No había logrado sacarle información a la planta. Y a saber donde estaba Chespin, seguro se había ido al gimnasio del Centro VIP. Ya le regañaría yo después.

—No te preocupes Roserade, hiciste lo que pudiste —un rayo rojo se materializó entonces, regresándola a su pokeball.

Tras los infructuosos resultados, decidí que era momento de buscar al resto a ver qué habían conseguido ellos. Por suerte, ya habían dos con Erwin, aunque eran los mismos dos con los que ya me había cruzado, así que probablemente no me aportarían mucho.

Aún así, me calé el sombrero hacia abajo para cubrirme los ojos lo mayor posible, y comencé a escuchar.

 

Mimi Honda

Había algo en todo esto que comenzaba a mosquearme. Nina era madre. Quizás no tenía relación con el caso o con el paradero de Ronnie, pero de todos modos decidí ahondar un poco más en el tema.

La miré de nuevo, como tratando de leer su expresión.

—Bien, siendo ese el caso— dije—, ¿podría hablarme un poco de sus hijos? ¿La razón por la que dejó su trabajo como asistenta tiene relación con ellos?

 

Había algo extraño en su semblante. Algo ciertamente inquietante. Parecía tremendamente entristecida, parecía sufrir una tristeza increíblemente inmensa. Pero, al mismo tiempo, parecía tener cierto control sobre sus emociones, porque respiró hondo, se serenó y, con la mejor de sus sonrisas, dijo:

—Tuve dos niños... Carl y Willy.

Y no dio más detalles. No respondió a más preguntas. Simplemente, se levantó y dijo:

—Hay algo que tengo que hacer. Si me disculpas...

Y se levantó, marchándose de la sala.

Declaración de Nina añadida a las pruebas.

 

Mimi Honda

Al contrario de lo que hubiera esperado en un principio, el semblante de Nina se ensombreció sobremanera tras escuchar mis preguntas. Sus ojos verdes parecieron perder todo su brillo. Por un momento su rostro se tornó compungido, entristecido, y luego, con un esfuerzo prácticamente titánico por su parte logró sonreír y combatir las lágrimas.

"Tuve dos hijos... Carl y Willy"

Y sonrió. Pero fue una sonrisa vacía y rota. Cualquiera podía ver que sólo trataba de enmascarar su dolor.

Aquello hizo tambalearse la confianza y seguridad que había mantenido en todo lo que duró este pequeño interrogatorio. No supe como reaccionar. Sentí cierta culpa, pues realmente mi intención nunca había sido dañarla. Inmediatamente supe que al ahondar en el tema, había ahondado también en heridas pasadas que aún no terminaban por cicatrizar.

Quise decir algo, quise tratar de hablar, pero las palabras permanecieron atoradas en mi garganta.

Apresuradamente, sin darme tiempo de respuesta ni querer escuchar nada más, la anterior asistenta de los McRoy abandonó la sala.

La vi alejarse con una expresión que debía evocar tristeza y culpa. No pude evitar maldecir internamente haber sido tan bocazas. ¿Realmente había sido producente reabrir viejas heridas?

Apreté los puños, frustrada conmigo misma. Sin nada más que hacer allí, con las palabras de Nina en mi mente, yo también abandoné la sala. Aún había algo que debía revisar en la habitación de Ronnie.

 

Al ver que los investigadores se habían reunido, o al menos la mayoría de ellos, en el vestíbulo, Erwin alzó la voz.

—Bien, hemos recopilado algunos datos preliminares, pero lo cierto es que seguimos sin nada consistente. El hecho de que el niño fuese agorafóbico limita mucho las posibilidades de que se haya podido producir un posible secuestro, porque quien secuestrase al niño, si es que fue eso lo que pasó, debió entrar en el hotel y llevárselo. La opción más lógica sería pensar que el secuestrador fuese uno de los clientes de la casa del terror, por lo que, dado que solo tienen acceso a la sala oeste, que es donde se realizan estos eventos, si mi teoría es correcta, Ronnie debió dirigirse a esa zona. Y por eso necesitamos hablar con sus amigos, quienes...

De pronto, un ruido seco. Y se volvió a oír otra vez más.

—¿Uhm? ¿Habéis oído eso? Debió ser mi imaginación. En fin, como decía, los dos amigos de Ronnie estarán apunto de llegar. Les interrogaremos, pero recordad que son niños. Hay que tener una cierta sensibilidad a la hora de tratar con ellos, claro. Y...

Los ruidos se repitieron, otras dos veces, chirriantes y severos, similares al arrastrar de un mueble.

—¿Qué está...?

—¡AAAAAH!

El grito impactó a todos, que quedaron inmóviles por un segundo, pero rápidamente el rostro de Erwin se desencajó.

—¿Qué ha sucedido? —la anciana Leandra bajaba las escaleras de la planta superior, exhausta. No pasó mucho tiempo hasta que apareció, desde el ala este, su hija.

—Dios mío, ¿quién gritó...? P-Parecía la voz de...

Erwin apretó los dientes.

—Frederick. ¡Vamos, vayamos al ala oeste! ¡Provenía de allí!

Rápidamente, se encontraron en una suerte de carrera, y todo el grupo se adentró en el recinto de la casa del terror: el ala oeste de la planta baja. Caminaron por allí con velocidad, sin prestar demasiada atención al decorado fantasmagórico de la zona. Doblaron la primera esquina a la derecha, en lo que parecía ser la primera sala del recorrido, que emulaba ser una especie de sala de torturas.

Y allí, vieron la escena: sobre una mesa de metal reposaba un cuerpo con ojos abiertos y enfocados hacia el techo. El estómago estaba abierto en canal, y todo su contenido estaba desparramado en el suelo. La sangre lo decoraba todo. Alguien lo había hecho. Sobre aquella mesa de frío metal reposaba el cuerpo sin vida de Nina, destripado allí mismo. A sus pies, aparte de sus vísceras, había un charco de sangre, probablemente de ella misma. Y en una esquina, acurrucado y tembloroso, Frederick, que se tapaba los ojos con el dorso de la mano.

—¡P-Prometo que yo no he sido! —fue lo primero que dijo al ver las caras atónitas de todos los presentes—. ¡N-No tengo nada que ver en esto! ¡M-Mirad! ¡En la pared lo pone!

Era cierto: en la pared había un mensaje escrito con sangre. Uhm, ¿qué decía...?

—N-Nina —susurró Ellie McRoy con las manos sobre la boca, conteniendo las náuseas.

—Ugh... —la anciana Leandra no podía evitar sentirse afectada, también.

Erwin se tapó también el rostro, como si así la visión fuese menos espeluznante.

—Chicos... lo siento, pero... esto ha sido... completamente inesperado. ¿M-Me echaríais una mano? Tenemos que examinar todo. N-No puedo creerlo... es horrible.