Ciudad Óleo

Ellie McRoy apretó los dientes con fuerza.

—Ese maldito no aparece desde hace mucho tiempo. Ni una llamada, ni una carta, nada. Se atrevió a abandonarnos, sin más. No me extrañaría que tuviese algo que ver, pero, ¿cómo entró sin que lo viésemos? ¿Y dónde está? Si ha sido él... quiero que me devuelva a mi hijo. ¡Él no tiene derecho a llevárselo, después de casi cinco años sin preocuparse por él!

 

La mujer miró a Emily con algo de cansancio en su semblante.

—Ocupándome de la casa del terror, claro. Como todos los días. Estaba en la sala de máquinas, que es donde controlamos las cosas de efectos especiales y demás —suspiró—. Frederik nos ayudó a remodelar el hotel para que pudiésemos explotarlo económicamente, y él costeó todas esas máquinas y tal. Nos está ayudando como puede... de la sala de máquinas suele encargarse él, pero ese día me ocupaba yo. Él parecía tener cosas que hacer... no sé, pregúntale a él, estará por aquí cerca, supongo.

Parecía consternada.

 

Cuando Frederik miró a la jovencita, lo hizo con un gesto adormilado, inherente a su persona. Sus ojos no transmitían nada, eran apagados y de un color café poco llamativo. El pelo, oscuro, tenía algunos retazos de canas en la parte de las sienes, y, en general, era un hombre alto, flacucho y de cabeza alargada, que, desde luego, encajaba en el prototipo mental que uno podía hacerse del clásico mayordomo. Aunque también encajaría con un vampiro, siendo francos.

—¿Hm? —preguntó. Su timbre de voz resultaba tan estirado como sus palabras—. ¿Y bien? ¿Con qué autoridad te presentas aquí a hablar de asuntos privados conmigo, señorita? No le incumbe lo que hice o dejé de hacer, ¿sabe? Estaba ocupado con asuntos íntimos que no la inmiscuyen.

... Ugh. Sí era estirado, sí.

 

Ian

A Salamence no le tomó demasiado tiempo llegar a las coordenadas que nos habían dado del hotel; incluso, tampoco le fue tan difícil como de costumbre aterrizar si dejarse caer, como solía hacerlo. Comenzaba a acostumbrase a volar conmigo como pasajero.

—Estupendo trabajo —le felicité—, es hora de un descanso.

Con Salamence de vuelta a su pokeball, me adentré en el complejo. En la Torre me había puesto las ropas básicas del disfraz de anciano: el pantalón y el saco verde oscuro, la camisa blanca, los antiguos zapatos negros de punta, y el sobrero. Omití por tanto, la peluca, el bastón y el monóculo. Simplemente, quería ajustarme a la época del lugar.

—Un gusto volverte a ver —le dije al hombre rubio, cuando lo vi en la entrada. Recordaba vagamente su rostro del caso anterior, si bien su nombre se me escapaba al cien por ciento—. Siempre es un placer ayudar a los demás —hablaba con tono jovial, tal vez demasiado. Buscaba caerle bien, para que me facilitase todo lo que supiese del caso, y después, pasado un tiempo, del P.A.M.

Después de todo, si no me equivocaba, era él sobre quien me había hablado Karina.

 

Tras presentarse y exponerle brevemente los detalles del caso, Erwin sonrió.

—Así pues, no sé... puedes probar a hablar con alguno de los miembros de la familia, si es que no lo han hecho tus compañeros. Cuando tengamos algo sobre lo que trabajar os mandaré alguna tarea más concreta.

 

Ian Lockhart

Asentí levemente y subí al piso de arriba; al dirigirme a alguna de las habitaciones, una voz lánguida llamó mi atención.

"¿Hm? ¿Y bien? ¿Con qué autoridad te presentas aquí a hablar de asuntos privados conmigo, señorita? No le incumbe lo que hice o dejé de hacer, ¿sabe? Estaba ocupado con asuntos íntimos que no la inmiscuyen."

—Con la autoridad que nos da la CSG, y que nos ha dado también la señorita McRoy de recabar toda la información que queramos —¿Nos la había dado? Lo desconocía. Pero seguro que él también. Miré de reojo a la chica con la que había estado hablado, la conocía, sí. Su nombre, una vez más, se me escapaba, pero que ya la había visto en ocasiones anteriores era un hecho.

>>Déjeme nos presento, soy el agente de investigación de la CSG Ian Lockhart, y ésta de aquí es mi asistente. Y por favor, no se moleste en hacer comentarios sobre nuestra edad, estoy harto de ellos, no me gradué de la academia un año antes con honores para que se me cuestione sobre dicho asunto, pero si tanto le interesa, le diré que ya contamos con la mayoría de edad —me aclaré la garganta—. Así que, volviendo al tema, y una vez que quedó clara la autoridad que su jefa nos ha conferido, ¿Sería tan amable de responder las preguntas que se le han formulado?

 

Frederik comenzó a reír.

—Vaya, ¿empezamos con amenazas? Pues bien, adelante, sí. Podréis obtener de mí la declaración sobre mis movimientos ese día, si queréis. Ya que aludís a vuestras capacidades formales para investigar, hagámoslo como debe ser, formal. Si queréis interrogarme, no tenéis más que decirlo. A ver si valéis como detectives o no.

 

Lucas Diamond

Cada uno fue a hablar con uno de los implicados, formándose un barullo en la planta considerable.

La antigua secretaria y amiga de la familia me contó todo lo que sabía y lo que había visto; cómo cuando llegó había desaparecido aquel chaval. Ella era quien había informado de la desaparición, así que supuse que debía conocer mucho al niño.

—Vaya, pobre Espurr. Debe estar muy apenado... Dime, ¿qué sabes acerca de cómo se arruinó la familia? ¿Fue por eso que dejaste de trabajar aquí?

 

Nina se abrazó a sí misma, como si tuviese frío de repente. Su semblante se ensombreció.

—No, yo... no dejé de trabajar aquí por eso. Fue otro asunto —la mirada se oscureció por un instante, pero en seguida retomó el tema de los McRoy—. Ellos se arruinaron algún tiempo después de mi marcha. Los motivos los desconozco, pero... se rumorea que tuvo que ver con otro tipo pudiente con el que se llevaban bastante mal. Aunque nunca se confirmó nada, había rumores de que los fracasos económicos de los McRoy tenían que ver con aquel otro tipo, pero... no sé más, lo siento.

 

Lucas Diamond

Al parecer, se trataba de otro pudiente el que había provocado la ruina de la familia. Pero... ¿Cómo era eso posible? ¿Les habría robado, o demandado, o algo por el estilo? El tema me resultaba realmente curioso.

—¿Sabes por casualidad el nombre del millonario del que hablas?

 

Liza White

Pero antes de poder dar un solo paso más, la anciana alzó su bastón y me señaló con él, haciendo que alzase las manos declarándome inocente, con algo de nerviosismo ante aquella curiosa bienvenida. Por suerte al explicarle que venía en nombre de la CSG pareció tomarme un poquito más en serio... Lo más en serio que podía tomar una anciana a una jovencita que hacía las veces de detective.

Al parecer, aquella mujer era la que menos consternada parecía ante el caso. Por algún motivo pensaba que un niño de tan poca edad podía andar libremente por las calles, sin tener en cuenta los peligros que, quiera o no, aguardaban en el exterior. Por alguna razón el joven desaparecido había permanecido por largo tiempo encerrado en el hogar, y según ella, había huido, harto de estar encerrado entre cuatro paredes.

Arrugué el entrecejo al recibir aquel folleto sobre la casa del terror, pues aquella no era mi prioridad ahora mismo, pero guardé las formas para no molestar a aquella mujer, y que así pudiese seguir colaborando. Me ponía algo nerviosa que fuese tan despreocupada con la desaparición de un niño.

—Gracias por el folleto, señora, pero no es mi intención ahora mismo participar en ello. No obstante, le agradecería si pudiese responderme a una de las preguntas que tengo para hacerle. Dígame, ¿dónde estuvo el día que Ronnie desapareció?

 

Ian Lockhart

—Me alegra que nos entendamos —respondí, sonriente—. Y muchas gracias por la oferta, la tomaremos con gusto. Normalmente me gusta hacer estos duelos en igualdad numérica, pero ya que nos ha dado su consentimiento, no veo porqué rechazarlo: Ambos vamos a interrogarle.

Hice ademán de quitarme unos guantes imaginarios y guardarlos en el bolsillo de la chaqueta.

>> Que comience el interrogatorio, estimado señor Frederick.

 

—Hmmm... no recuerdo el nombre exacto... sé que era un hombre bastante pudiente que ya desde antes tenía mala relación con la familia, pero, el nombre... Agh, no soy capaz de recordarlo. Lo siento. Sé que su apellido era sencillo, pero, a la vez, no muy común. De verdad lo siento, no soy capaz de acordarme.

La anciana la miró como si hubiese dicho una tremenda estupidez.

—Niña, ¿¡dónde iba a estar!? ¿Crees que la recepción de la casa del terror se lleva sola? ¡Claro que no, esta vieja tenía que estar allí, cobrando a esos niños imbéciles y controlando que no se colasen! Más de un garrotazo cayó aquel día, ya lo creo.

Alzó una ceja.

—Está bien, pues...

Lo que estaba haciendo

¿Qué hacía aquel día, dices?

Mi pareja y yo nos encargamos de la sala de máquinas habitualmente. Aquel día yo tuve que ocuparme de unas gestiones, y no pude atender a la sala de máquinas.

Por eso, pedí a Ellie que me sustituyese

Tuve que salir del hotel, y el niño estaba en él con esos chiquillos cuando me fui.

Sabes que el chico no puede salir, ¿verdad? Así que, si estaba fuera, no pude haberle hecho nada. Sencillo y simple.

El motivo por el que salí no te incumbe en absoluto.


>> ... ¿contento, niño?

 

Liza White

Tuve que controlar la sonrisa que quería dibujarse en mi expresión al imaginarme esa última escena, pero no era el momento ni el lugar idóneos para ello. Con aquella respuesta me quedó claro que aquel no era el camino que debía seguir con ella y su prioridad con el dinero, por lo tanto...

—No parece ser un trabajo demasiado agradable, según me cuenta. Por lo que tengo entendido anteriormente su familia contaba con mucho dinero, ¿podría detallarme un poco mejor cómo llegaron a su situación actual?

 

La vieja apretó el bastón con fuerza.

—¿Pero qué te has creído, chiquilla? ¡No puedes venir aquí dándotelas de detective y tratar de hurgar en las miserias de mi familia como si nada! No te importa lo que sucediese, y no creo que tenga nada que ver con ese muchacho, así que a callar. ¡Y déjame en paz, o si vas a estar merodeando por aquí, al menos paga, niña!

Parecía estar dispuesta a usar su bastón en cualquier momento.

 

Lucas Diamond

Vaya, aquella mujer no sabía nada realmente acerca del tipo raro que arruinó a la familia. O sí, pero no eran datos claros. ¿Apellido sencillo? Para mí sería "tipo-raro-que-arruinó-a-la-familia".

—En ese caso, ¿puedes decirme por qué abandonaste el trabajo? Te veías preocupada cuando lo mencionaste

 

—Uhm... p-preferiría no tener que hablar de ello, salvo que fuese estrictamente necesario.

Sí, definitivamente, aquel tema la turbaba mucho. ¿Merecía la pena horadar en él?

 

Lucas Diamond

La mirada de Nina se tornó muy sombría, así que, suponiendo que realmente eso no tendría mucha relación con el caso, dejé el tema a un lado.

—Y Nina, ¿qué me puedes decir de ese Espurr? ¿Sabes algo sobre cómo se conocieron, o qué estaba haciendo cuando el niño desapareció?