Esperé un par de segundos alguna reacción por parte de la joven, quien me miraba expectante pero no dijo nada, ni siquiera tomó mi mano. Suspiré mirando hacia otro lado y aparté mi mano, suponiendo que era normal que se sintiera muy mal en estos instantes. En cierta manera la entendía, pero yo no tenía mucho tacto para estas cosas. Es más, aún seguía tratando de superar mis propios asuntos. Simplemente me encogí de hombros y decidí dejarla un rato sola, si eso era lo que ella quería, y comencé a caminar hacia el lado donde se reunían el resto de supervivientes. Momentos después escuché que me llamaba, por lo que me paré y giré mi cabeza mientras observaba en silencio como se acercaba a mi. Metí las manos en mis bolsillos una vez se colocó a mi lado y asentí por mero impulso repentino, aunque no la conociera no podía permitirme el lujo de dejarla sola en su estado actual. —Vale, está bien. Vamos con los demás cuanto antes, anda.—le respondí mirando hacia el mar una última vez, y tras observar a la chica de reojo, comencé a caminar de nuevo al susodicho lugar.
Terra Weedall No respondió nada ante aquello, sus pies se movían mecánicamente. Pensó en preguntarle su nombre, pero dos segundos después ya lo había olvidado. Las cosas habían ocurrido tan de repente que sentía que se había quedado dormida por el cansancio en el avión. Pero entre más abría los ojos más real se figuraba todo a su alrededor, el brillo excesivo del sol, la arena resbalando entre sus pies, el sonido de gaviotas intrusas... Nada le indicaba que estaba sumida en un profundo sueño. Habían llegado débilmente al sitio en donde el resto de sobrevivientes, al abrigo de la sombra de una palmera, se habían echado, algunos para atender sus heridas y otros para recuperar el aliento. Terra les echó un vistazo a todos con su mirada, que poco a poco volvía a hacerse tan impenetrable como siempre.
Bega Minier Nada le importaba en este momento; si algo en ella estaba roto o simplemente lastimado no le preocupaba en lo más mínimo; había algo más, algo de lo no podía prescindir. Corría de nuevo hacia los escombros, nadaba de manera mediocre hasta algunos pedazos que aún flotaban; pero las olas eran más fuertes que ella y la regresaban violentamente hacia la orilla. —¡Por favor Eithan!¡Respóndeme! — gritaba lo más fuerte que su cuerpo le permitía —Por favor...— Lloraba Las olas seguían alejándola cada vez más; como si trataran de decirle que ella debía seguir sin él; que ya no podía regresar, que tendría que caminar sola otra vez.
Llegué cargando a la chica con el resto de los sobrevivientes; la australiana había llegado a salvo junto con el rubio cuya vida había salvado, y contándonos a mí y a la joven que ayudé a llegar ya éramos diez allí. Pero inicialmente había contado trece, incluyéndome, cuando había visto todo al principio, ¿podría haber contado mal? No, divisó a la pelirroja gritando el mismo nombre e intentando nadar contra las olas, y a otra mujer que intentaba hacerse camino por la orilla, esquivando los escombros, hacia donde veía se acumulaban los sobrevivientes. Cuando dejé a la joven de cabellos castaños en el suelo, oí que me había preguntado mi nombre… le dediqué una sonrisa rellena de confianza. —Tony —le susurré al oído antes de dejarla sobre la arena y apartarme, regresando corriendo al corazón del caos. Entre los escombros, volví a vislumbrar a aquella mujer alta de cabellera negra, que seguía distraída, perdida en sus pensamientos, probablemente muy impactada por el accidente como para saber que rayos hacer a continuación… y se encontraba peligrosamente cerca de un motor prendido fuego… —¡Cuidado! —grité en cuanto llegué junto a ella, tirándola al suelo conmigo. El motor explotó en una masa de fuego y humo negro que se alzó por los aires; un segundo más tarde y probablemente aquella chica habría sido historia—. Ven, rápido, ¡corre!
Natalia Escuché una explosión, y sentí un agudo dolor. Caí al suelo, pude jurar que creí que me había quedado sorda... Pasé mis dedos por mi cara y noté que estaba sangrando, algo me había cortado el rostro. Eso dejaría una cicatriz muy fea. Con mi mano derecha tomé un puñado de arena, sin saber qué hacer con él. ¿Comencé a agonizar, acaso? —Maldición... —susurré—. Esto es una pesadilla... Alcé la vista y contemplé, un hombre que se había abalanzado sobre una mujer para salvarla. Una mujer de cabello rubio despeinado... Una mujer mayor. Una chica castaña... Me levanté sin fuerzas, mientras cada parte de mi cuerpo temblaba. Tenía el dolor de cabeza al máximo y el mareo aumentaba. —Alguien... ¿Podría decirme qué está ocurriendo? ¡Por favor, alguien, dígame!¡¿Es esto una maldita ilusión, un sueño?! ¡No entiendo nada! —levanté el tono de voz. ¿Me estaba poniendo paranoíca? Mi cabeza estaba llena de dudas, me sentía desesperada.
Salí del Shock en el que me encontraba por ese accidente del avión, para luego darme cuenta de que un chico me había tirado al suelo con el, antes de que un motor explotar. que suerte tenia de que este se diera cuenta de el motor antes de que explotara..o sino, yo ya seria historia. escuche lo otro que me había dicho, y aun un poco impactada por todo. Me puse de pie con un poco de dificultad y empece a correr siguiendo a el. —"Esto es...una...playa?..."—pensé mientras corría con el chico y veía a mi alrededor aun un poco impactada, luego me empezó a doler un poco la cabeza pero igual seguía corriendo.
Mientras atravesaba la playa corriendo con la morocha pisándome los talones, volví la mirada hacia la costa; la chica que se había tratado de abrir camino a través de los escombros parecía incapaz de seguir caminando, y la pelirroja apenas si podía luchar contra las olas ahora. Naturalmente, me desvié hacia la costa. Agarré del brazo a la chica rubia, que gritaba incoherencias sobre si era una ilusión o algo por el estilo, probablemente producto del shock que causó el accidente, y la impulsé hacia arriba y hacia adelante hasta que estuvo corriendo junto a mí con fuerzas que ni ella sabía que tenía. Acto seguido, le indiqué que siguiera a la joven que había salvado del motor y ambas salieron corriendo hacia donde el grupito se encontraba a salvo. Ahora, sólo quedaba la pelirroja… no tuve más opción que agarrarla de atrás y sacarla del mar antes de que se ahogara intentando luchar a las olas. Intenté hacerla volver en sí, pero era inútil, luchaba e intentaba regresar al mar, como si la solución a todos sus problemas se escondiera debajo del agua. Sin embargo, la tomé con más fuerza por la muñeca derecha y la guié contra su voluntad hasta llegar junto al resto de los sobrevivientes. Ya estaban todos, los trece, ya estaban allí, a salvo… o bueno, lo que se puede decir a salvo. —¿Alguno está herido de gravedad? —pregunté en voz alta, mirando a todos.
—¿Q-Qué rayos...? —aquél hombre me había impulsado e indicado que siguiera a una mujer de cabellos negros. Sólo pude acceder y seguí a dichosa mujer, sin saber su nombre ni su identidad.
Una vez llegamos junto al grupito de supervivientes, les hice un chequeo rápido con la mirada desapercibidamente. Algunos simplemente tenía raspones, algún que otro rasguño, pero otros estaban peor, y sin nada que utilizar para sanar las herida la llevábamos clara. Una punzada mucho más fuerte que la anterior en mi espalda me sacó de mis pensamientos, y sentí sangre caer por la zona. Tenía que hacerme un torniquete ya. Me separé un poco de aquellos extraños y de la chica rubia, quien se quedó junto a ellos, para ir a la sombra de unas palmeras algo alejadas de las de los demás, un par de metros sin salir de aquella zona segura, y me quité la camiseta rápidamente dejando mi torso desnudo. Amarré la camiseta a la herida y la apreté fuertemente, así por lo menos no me desangraría muy rápido. Tras acabar con eso, me tumbé en la arena a la sombra de la enorme palmera, y cerré los ojos mientras sostenía al osito a mi lado, mientras escuchaba hablar a los demás, aunque poco me importaba. Lo mejor que podíamos hacer ahora era guardar fuerzas. Ésto desgraciadamente, solo acababa de empezar.
Seguía corriendo hasta que escuche que alguien me seguía, así que voltee un poco y vi a una Chica rubia, luego volví a mirar al frente. hasta que vi a otras personas, así que nos acercamos a ellos. y cuando llegamos donde estaban esas personas, me senté en la arena de golpe. No podía creer aun lo que había pasado...no sabia si era real o no, así que simplemente me pellizque levemente el brazo y al hacerlo sentí un pequeño dolor...osea, que en realidad SI estaba pasando. Luego de salir de mis pensamientos escuche la pregunta del chico que minutos atrás me había salvado de aquel motor, yo simplemente negué, ya que no me había lastimado mucho.
El caos seguía invadiendo la situación, los pocos que habíamos llegado a la zona segura que había señalado el hombre que se encontraba ayudando a las demás personas que se encontraban aun en el centro de los escombros y llamas de las partes del avión que ahí se encontraban "Ojalá no salga nadie mas herido..."pensé aun con incredulidad, ¿cuantas personas sobrevivían a un impacto de avión?, no, mejor aun, cuantas personas lograban sobrevivir después de que el avión se separara de esa forma en el aire... fuera lo que fuera, habíamos tenido suerte, mucha suerte. Después, para mi sorpresa una explosión sucedió, gracias al humo y las llamas que salían ya no lograba divisar a esas dos personas, ¿dónde están?... ¿estarán bien?, ¿lograron escapar de allí?, no lo sabía y eran demasiadas preguntas por hacer y la preocupación me invadía y lo peor es que mi cuerpo no reaccionaba como para ir hacia allí. Suspiré de tranquilidad al verlo llegar con otros sobrevivientes "¿Alguno esta herido de gravedad?" preguntó una vez que estuvo frente a nosotros, yo me limité a negar lentamente, no notaba heridas de gravedad en mi, solo varios raspones y una que otra cortada que había logrado divisar —¿T-Tú estas bien? — pregunté mirandolo, después de como había estado yendo de allí para allá entre explosiones y metales afilados pudo haberse lastimado
Mientras todos chequeaban que no tuvieran ninguna herida grave, me di cuenta que alguien se había distanciado un poco del pequeño grupo que se había resguardado del desastre… era el rubio que la australiana había salvado, lo seguí cuidadosamente para ver que era lo que hacía. Se quitó la camisa, revelando un torso desnudo bien marcado, y la utilizó para aplicarse un torniquete… así que no era el único que sabía hacer uno como Dios manda, vaya vaya… el hombre se echó boca arriba sobre la arena, bajo aquella enorme palmera donde había realizado la operación… lo había visto antes, atendiendo a todos los que llegaban a salvo, chequeándolos… entonces, llegué a esa conclusión. Los ojos del rubio se abrieron repentinamente al sentir otra respiración cerca. Tenía mi cara a tan sólo unos centímetros de la suya, aunque seguía de pie sobre él, lo miraba desde arriba pero de cerca, como estudiando sus facciones, su reacción. —Eres médico —no era una pregunta, sino una afirmación, una que hacía sin importarme ni un poco invadir su espacio personal.
Por unos segundos, podía sentirme algo más en calma. Una leve brisa despeinaba mis cabellos rubios y me refrescaba a pesar del calor que hacía. Definitivamente en la sombra se estaba mucho mejor. Llevé mis manos tras mi cabeza, aún con los ojos cerrados, hasta que sentí otra presencia muy (demasiado) cerca de mí. Abrí los ojos instintivamente y pude ver a otro de los supervivientes, un chico más joven que yo que me miraba fijamente. ¿Acaso no me iban a dejar descansar ni un rato? Cerré de nuevo los ojos sin importarme lo dicho por aquel hombre, manteniendo mi rostro sereno, pero le respondí de todas formas. Quizás así se iba y me dejaba tranquilo. —Lo sé. —respondí con simpleza y algo de sequedad en mi voz. —¿Alguna cosa más?
Terra Weedall. —Yo estoy bien —contestó Terra al joven que los había reunido previamente. Revisó las extremidades de su cuerpo, por fortuna tenía apenas un par de rasguños apenas visibles. Contempló con su rostro impávido a las otras personas, cómo algunos daban alaridos de dolor, así como al muchacho que había salvado y que se había aplicado una venda improvisada alrededor de su torso. Todo parecía un verdadero caos. —Bueno... ¿qué hacemos ahora? —levantó la voz, una vez que se cercioró de que todos los sobrevivientes capaces estaban reunidos alrededor de esas palmeras—. Oigan todos, escuchen. Sé que puede ser difícil para algunos, pero tengamos paciencia. Volteó a su alrededor: aproximadamente la mitad de las personas la estaban escuchando, el resto se hallaba muy ocupado intentando controlar sus propias heridas. —Tenemos que ir a revisar en dónde estamos... —propuso tímidamente.
—Yo bien, solo me siento como una ebria —comente llegando a donde todos estaban, cuando el dolor de cabeza disminuyo me di cuenta de que no tenia mi camara y me preocupe. Allí estaba parte del trabajo de mi vida, y ahora no llegare a New York a tiempo y perdere los proximos trabajos que me darian, era la oportudinad de trabajar en otras funciones importantes y las perdere por un accidente.
Viktor Reznov Había actuado por instinto; empujó a la morocha, salvándole de una muerte segura cuando una de las ruedas del avión se desprendió. Un silbido monótono comenzó a sonar en sus tímpanos y trastabilló mientras que con una mano se sujetaba la sien; el mareo era inevitable, aquel viaje había sido una borrosa visión de un acontecimiento pasado. Aún y así, se sobrepuso y siguió a la morocha a un pequeño grupo, alejándose de los escombros. Vencido por su propio peso se sentó en la arena, con la mirada perdida en algún punto en el cielo. Sus ojos se deviaron hasta posarse nuevamente en lo que quedaba del avión; el fuego, los cuerpos sin vida, el caos personificado en un accidente... ¿sería un accidente realmente? No recordaba nada de lo sucedido... el silbido en sus oídos se incrementó de una manera que tuvo que taparse las orejas con las manos Una noche mas te desvelas. Viene siendo algo habitual. Te acercas a la ventana; apoyas la frente en el cristal y vuelves a recordar ese día. Los traicionó, te traicionó. Prefirió dejarlos a merced nuestra que ponerlos a salvo, que ponerte a salvo. Le disparaste dos veces. Dicen que el fin justifica los medios. Le hubieras disparado cien veces si así lo hubieras detenido, ¿no es así? No te diste cuenta. Tenías demasiadas cosas en la cabeza, había demasiadas vidas en juego. ¿Y sabes porqué a pesar de todo, sientes un vacío en tu interior? Porque lo mataste. Porque tu eres Viktor Reznov y nunca dejas a nadie atrás El pitido insoportable terminó abruptamente y el ruso dejó salir un gruñido mientras intentaba recomponer. Se levantó lentamente y observó al grupo y arrugó la nariz despectivamente. -¿Qué carajo sucedió? -habló por primera vez con su acento vulgar y marcado; haciendo un rápido cálculo matemático al contar las cabezas de los presentes: trece personas, incluido él. Trece. El número de la mala suerte.
Sonreí de lado ante su respuesta; no se había intimidado así nada más. Eso me agradaba. —Lo siento, pero podrás descansar cuando mueras… pero estás vivo, y hay una chica que necesita de atención médica, querido —sentencié, tomándolo de la mano y ayudándolo a ponerse de pie. Una vez lo logré, ambos nos encaminamos hacia el resto y le señalé al médico a la chica cuya mano había sido atravesada por algún objeto filoso y sangraba notoriamente para que la mirara un poco. En cuanto llegué y el médico fue hacia ella a hacerlo suyo, me volteé hacia la morocha que había sido salvada por el ruso, quien me preguntó si yo me encontraba bien. Asentí con la cabeza y antes que hablara me llegó la pregunta del ruso, que cuestionaba que había sucedido. —Bueno, no soy un experto, pero me parece que el avión se partió por la mitad —repliqué con altos grados de sarcasmo en cada palabra de mi réplica. La chica australiana luego sugirió revisar donde estábamos, y la miré a ella cuando arrojé otra sugerencia—. ¿Qué tal si nos sentamos un rato primero? No se ustedes, pero yo creo que frenar un poco y recobrar energías es lo mejor que podemos hacer ahora mismo...
Terra Weedall. —Ni siquiera sabemos en dónde estamos —replicó al joven—. Si esto es una isla o no, no lo podemos determinar desde aquí. ¿Quizá pudiéramos ir en busca de ayuda médica? Terra resopló, buscando una respuesta o algún residuo de apoyo en los ojos de los sobrevivientes ilesos, como si quisiera encontrar en ellos un indicio de que estaban de acuerdo con ella.
—Bueno a simple vista, ninguno está tan grave como para necesitar asistencia inmediata, pero para eso tenemos al doc aquí —comenté, señalando al médico rubio que examinaba la mano de esa jovencita—. Él es médico de verdad, así que eso ya es algo… podríamos sentarnos, y pensar en nuestro próximo movimiento mientras los escombros que están prendidos fuego se extinguen hasta que dejen de ser un peligro… Dicho esto, tomé asiento allí mismo, bajo la sombra de aquel árbol donde nos habíamos refugiado, algunos ya lo habían hecho, y le hice una seña a aquella bonita australiana de cabellera rubia para que hiciera lo mismo.
Terra Weedall. Terra observó fijamente al joven al cual le replicaba, sin decir una palabra, clavándole la vista con un notorio toque de hostilidad. Luego pasó a mirar al resto, que hasta el momento se hallaban inmóviles, y una de las muchachas incluso se sentó junto al primero, apoyando su idea. Comenzó a dirigir sus pasos hacia el avión en llamas y luego quedó con la mirada perdida entre el humo y las olas que hacían su pacífico rumor característico a pesar de la muerte que llevaba consigo.
