Clock Tower [Mansión O'Donell] Habitación D

La habitación que se muestra ante sus ojos no parece nada del otro mundo, sin embargo, no parece faltarles nada. Se encuentran provistas de dos camas, cada una primorosamente tendidas, sin una sola arruga. Al lado de cada una pueden encontrar una mesita de luz, con una lámpara en cada una de ellas. La mesita de luz posee un cajoncito para guardar pertenencias, así como también un espacio para guardar el calzado. A los costados de cada cama se puede encontrar una pequeña alfombra, seguramente para ser utilizada al salir de la misma.

Sendos armarios se encuentran enfrentados, apoyados sobre la pared, y un escritorio se encuentra bajo la única ventana que posee el cuarto. El escritorio posee también una lámpara de lectura, una silla, y un cajón. Un candelabro, mucho menos ornamentado que los que se encontraban en el vestíbulo, pero igual de manufactura fina, le da iluminación a toda la habitación.

Y por último, como parecía ser costumbre en toda la casa, algunos cuadros podían encontrarse en las paredes. Vaya, al señor O’Donell parecía gustarle mucho el arte y la pintura.

Conexiones:

• 1° Vestíbulo (2do piso)

Contenido oculto

Esta habitación pertenece a Anne y a Evan Craig

 

Evan Craig

Entró a la habitación moviendo la nuca de un lado a otro, se había quedado domido recostado contra la pared, escuchando la lejanía de las voces en medio de sueños. Quizá alguien le había hablado en ese lapso de tiempo... esperaba que no fuese así para no ser un mal educado.

Caminó lento hasta una de las camas, estaba tan cansado que prefería, al menos por esta vez no asearse y en su lugar ceder por completo al mundo de los sueños, buscando antes de ello a su compañera de habitación con la mirada.

—Si tienes pesadillas no dudes en levantarme —pidió con amabilidad. El llegar a dormir en un lugar desconocido podía causar sueños desagradables, al menos él los sufrió cuando recién llegó al orfanato—. Descansa Anne.

Destendió con lentitud las sábanas y se metió a la cama después de quitarse los zapatos y ponerlos ordenadamente al pie de la cama, cubriéndose con éstas hasta los hombros para cerrar los ojos y dedicarse a descansar, tratando de apartar la incomodidad que sentía al recordar la mujer que los guió a la habitación, a la cual Anne le habló. Ah de ser el sueño que le pasaba advertencias tontas, quizá estaba la mujer cocinando un pollo y por lo tanto se le manchó el delantal.

 

Anne levantó una ceja ante la propuesta de Evan. ¿Ella, pidiéndole ayuda a él? Ella era la mayor, ella era la que tenía que brindar ayuda, y a ella se la tenían que pedir. ¿Qué se creía este mocoso? Suspiró, para irse a sentar en la punta de la cama que había quedado libre, estudiando la habitación a su alrededor. Así que este iba a ser su nuevo hogar, y al parecer, iba a compartir cuarto con Evan. La verdad que hubiera querido cambiar su lugar con Kaede para estar ella con Laura, pero estaba segura que la rubia no lo hubiera permitido. Ella siempre decía que tenían que relacionarse más con el resto, y como eran las más grandes, tenían que intentar abarcar más sus cuidados para con sus hermanos.

Debatió unos momentos, sopesando su cansancio y el asco que sentía por estar toda pegoteada. Después de todo, había sido ella la que le había pedido a Marion la posibilidad de asearse. Así que decidida, se dirigió a los armarios, levemente emocionada por tener un lugar en el que guardar tanta ropa, y no pudo evitar sonreír al ver toda la indumentaria que se encontraba esperando allí. De verdad estaba feliz. La casa era enorme, elegante, y ahora todos tenían muchas mudas de ropa distinta que podrían usar. ¡Incluso tenían una sirvienta! No podían pedir nada mejor. Así que eligió un camisón del ropero, pantuflas, y se dirigió afuera de la habitación. Sin embargo, antes de salir, volvió sobre sus pasos y arropó un poco mejor a Evan. Iba a hacer frío esa noche, seguramente. Más si el muchacho había decidido no bañarse. Ella era la mayor, después de todo. Tenía que ocuparse de eso.

Salió de la habitación y se encontró con Marion, todavía esperándolos en el pasillo. La sirvienta levantaba sentimientos contradictorios en ella. Por un lado, sus sonrisas parecían ser bastante cálidas y sinceras, y el tono que utilizó con ellos fue siempre calmado. Además, no podía negar que tenía cierto aire atractivo. Sin embargo, sus expresiones sin emociones y sus movimientos casi robóticos hacían que la piel de la nuca se le erizara levemente. Bueno, suponía que era algo a lo que acostumbrarse. No debía ser tan mala. La voz de la mujer le llamó la atención.

— ¿La señorita Anne desea dirigirse al baño para poder asearse?— preguntó solícita Marion, con su clásica voz monótona.

— No, no, todavía no. Después del resto.— respondió esta, negando con la cabeza.

Marion realizó un leve asentimiento con la cabeza, y volvió a mirar al frente, con un muñeco. Anne se la quedó mirando unos segundos más, para luego decidir posar su mirada en cualquier otra cosa. La pasividad de esa persona la ponía nerviosa. Bueno, ahora quedaba esperar al resto. Ella iba a bañarse última, a pesar del cansancio que tenía encima. Ella era la mayor, y eso tenían que hacer los mayores, ¿no?

 

Anne levantó la cara de la almohada, sus largos cabellos morenos hechos un desastre. Escupió un par de pelos que se le habían metido en la boca, mientras se quitaba otros de los ojos. Tenía que dejar de dormir boca abajo, o atarse el pelo. No importaba, era algo para que la Anne del futuro se preocupara. Ahora, debía demostrar que era la más grande y despertarse y prepararse primero. Espió rápidamente para asegurarse de que Evan siguiera durmiendo. Bien, el muchacho estaba como un tronco. Seguía siendo la primera. Soltó una risa divertida, que se convirtió en agria cuando pudo escuchar voces fuera de la habitación. Esos eran...¿Lotte y Hanabi? ¿Se habían despertado antes? ¿Lotte se había despertado antes que ella? ¿Cómo era posible? Bueno, iba a tener que averiguarlo. Nadie cambia sus hábitos de un día para el otro.

Se levantó de un salto de la cama, y se dirigió a ponerse ropa nueva. Con miradas furtivas hacia Evan, se desembarazó rápidamente del camisón, tapándose con la puerta del armario, y se vistió con la ropa que encontró allí. Una pollera verde lisa, una remera blanca y un suéter cuello de tortuga amarillo fueron la elección. Le gustaba vestir bastante colorido. Después de eso, fue a calzarse, y se sorprendió al encontrarse con calzado nuevo: unos zapatos con tacón, de cuero y cordones. Pestañeó perpleja, para luego calzarselos rápidamente y comprobar que le quedaban bastante bien. Estuvo admirándose un poco y caminando de un lado al otro de la habitación, hasta que decidió dirigirse hacia donde Evan se encontraba.

— Oye, dormilón, es hora del desayuno. Cámbiate rápido, que no queremos llegar tarde. ¡Me muero de hambre!— dijo la muchacha, mientras lo destapaba de golpe, para despertarlo de manera más efectiva.— Vamos, que no podemos ser los últimos.

Dicho eso, la joven se dirigió hacia la puerta.

>> Te espero afuera.— le dijo alegre, mientras salía de la habitación.