Microrrelato Un bloqueo que finalizó todo

Me senté en la banqueta fuera de mi casa, respirando el frío aire que se presenciaba en el otoño.

Aquel cemento grisáceo que era común para los demás también era especial para mí, y me hizo recordar a esa persona especial que estuvo conmigo durante cinco años, con quien compartí los pensamientos más locos que se me ocurrían.

Como cuando le pregunté a quién salvaría primero en un apocalipsis zombie, y él respondió que a mí.

Si, sin duda aquel chico se había vuelto importante durante mis años de secundaria, haciéndonos una mezcla perfectamente sincronizada.

Yo intimidaba con mi modo objetivo de hablar, incluso al punto en que no tuve amigas porque ninguna chica me comprendía, solo él…solo Mirlo tenía el tiempo para interpretarme.

Al entrar a la preparatoria jamás perdimos contacto, nos queríamos demasiado como para alejarnos.

Siempre nos sentábamos en esta banqueta a conversar de todo lo que podíamos, aprendiendo del otro. Incluso en la religión éramos contrarios, pero siempre respetamos nuestras ideologías.

Cuando comencé a ver un tono positivo en algunas cosas, el en ese entonces apocalíptico de mi mejor amigo comenzó a rechazar mi cambio, diciéndome que yo tenía que seguir oscura como siempre.

Aun con las dificultades, seguía viniendo a mi hogar para charlar y yo lo aceptaba porque lo estimaba.

La última vez traté de ayudarle a que se diese cuenta de que no podía humillar a la gente por sus creencias, y el prometió respetar sin decir improperios solo porque no era paciente.

Cuando se dio la vuelta, no me di cuenta…no sabía que sería la ultima vez que le vería como amigo.

Fue lamentable, porque ahí todo terminó.

En el instante en que mi hermana mayor abandonó a mi sobrino y mi madre tuvo que trabajar tiempo extra para mantenernos, tuve que dejar de ser una joven común para convertirme en la segunda mamá de ese pequeño de dos años, aplazando nuestros encuentros.

No era intencional, pero al parecer él no lo entendió así.

Intenté explicarle, hablando por medio de mensajes y pidiéndole perdón infinidad de veces, pero solo me reprochaba que yo era la peor por no querer verle.

Hubo un momento en que ya no soportaba su comportamiento así que, decidida a ponerle un alto, le escribí prácticamente una carta agradeciéndole los grandiosos momentos que me dedicó.

Sonreí de lado, negando con la cabeza al recordar que recibí un “Te odio” por ello.

Vi el cielo tornarse cada vez más oscuro, con la lluvia amenazando por salir y recordando la despedida…vaya, hasta en eso las redes sociales tenían cierto poder, uno que te permitía terminar con una buena relación.

En su caso, un frente a frente ya no funcionaría, menos conociéndolo.

Suspiré.

Desafortunadamente, incluso en la amistad, un bloqueo que finalizó todo me hizo dar por perdida a una persona que, aunque fue buena en su momento, no supo comprenderme al final.